La semana que viene toca pasarla casi toda en mi querida Bogotá. País de locos maravillosos, Colombia, donde es perfectamente imaginable que antes de darle a uno el tiro de gracia le digan, muy cortésmente, qué pena con usted, le aseguro que no es nada personal. Hay todo un género literarario sobre sicarios, con buenas obras como Rosario Tijeras, de Jorge Franco, o, muy especialmente, La Virgen de los Sicarios, de ese salvaje iconoclasta, maravilloso escritor, que es Fernando Vallejo. De las dos se han hecho películas. Pero conviene leerlas.
Y, sin embargo, Bogotá tiene sitios maravillosos y horas en las que se puede pasear sin peligro ninguno. Y Colombia toda es una joya ya sólo para iniciados.
Para peligro de verdad, una autopista española a las dos de la madrugada de un sábado.
Conozco más colombianos asaltados en España (sin contar a los obreros colombianos diariamente atracados aquí, muchos, por sus patronos) que a españoles que hayan tenido problemas en Colombia. Aunque no conviene dar papaya, que dicen por allá. Pero eso en ningún sitio, tampoco en Wall Street.
Aquí lo dejo por hoy. Prometo que contaré algo de cómo se ven las cosas por allá estos días.
Y, sin embargo, Bogotá tiene sitios maravillosos y horas en las que se puede pasear sin peligro ninguno. Y Colombia toda es una joya ya sólo para iniciados.
Para peligro de verdad, una autopista española a las dos de la madrugada de un sábado.
Conozco más colombianos asaltados en España (sin contar a los obreros colombianos diariamente atracados aquí, muchos, por sus patronos) que a españoles que hayan tenido problemas en Colombia. Aunque no conviene dar papaya, que dicen por allá. Pero eso en ningún sitio, tampoco en Wall Street.
Aquí lo dejo por hoy. Prometo que contaré algo de cómo se ven las cosas por allá estos días.
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