Hace tres días publicaba servidor aquí un post titulado "Los condones de Benedicto. La Iglesia y el SIDA". Entre otros que hacen consideraciones dignas de atención, el amigo Mercutio escribió el interesante comentario que ahora, sin su permiso (espero que no me abronque por ello), me permito reproducir aquí a toda página, seguido de mi respuesta.
ESTE ES EL ESCRITO DE MERCUTIO:
Buenos días, Garciamado. Creo que comete Vd. varios errores de enfoque; son habituales en la prensa, pero a Vd. hay que pedirle más. Y me explico.
Uno. La doctrina de la iglesia católica es una estructura normativa completa, en la que están previstas casi todas (y subrayo el casi) las excepciones, pero que, sobre todo, cuenta con un 'deus ex machina' (nunca mejor dicho) excepcional en tales catálogos: el juez final es Dios, que valora intenciones, y no hechos. Esto es importante, aunque a estas alturas de mi comentario no se entienda.
Dos. La iglesia católica no tiene potestad alguna sobre la humanidad. Sólo quienes se proclaman y son católicos deben obediencia a sus reglas y sus autoridades. Aunque parezca una obviedad, no lo es; Vd. mismo dice: 'Pero los que le preguntan se mantienen en sus trece y le acucian para que concrete más: díganos, buen señor, si les damos los condones o no.' Ninguno de los 'encargados' de repartir las gomas providenciales debería preguntar a las autoridades eclesiásticas al respecto, puesto que la distribución de condones y la elaboración de una guía para la eterna salvación pertenecen a universos distintos, son asuntos inconmensurables.
Tres. Es obligación de la iglesia católica para con sí misma (y ella misma es la comunidad toda de fieles cristianos católicos; eso es la iglesia, y no una mera jerarquía de cargos) hacer lo que cree que debe hacer y decir lo que cree que debe decir. Es obligación de las autoridades civiles que se tengan por tales ignorar cuantas disposiciones dicten la iglesia católica, El Corte Inglés o los Boy Scouts. Por poner tres ejemplos.
Cuatro. El sexo fuera del matrimonio es pecado para los católicos. El sexo, aun dentro del matrimonio, si no está dirigido a la procreacíon, también.
Cinco. Que se encargue la iglesia católica de hacer llegar sus preceptos a sus fieles, y dejemos los demás, no católicos, de vocear sus errores. Mientras nosotros, los muchos millones de personas que no somos católicos, sigamos amplificando su respetable normativa moral, la iglesia católica seguirá teniendo una presencia desmesurada en la vida civil; una presencia deformada por la repetición hasta el mareo de sus opiniones en letra impresa y en letra web.
Y termino. Un imán -creo que chiíta- emitió una fatwa de obligado cumplimiento para dar muerte a Salman Rushdie. Personalmente, me siento tan poco concernido por tal orden como por la eclesial de no utilizar preservativos. Con la diferencia de que la fatwa, en los países en los que exista un estado de derecho, debe ser combatida por las fuerzas policiales y judiciales del estado -pues incita a la comisión de un crimen-, mientras que el asunto de los condones es cosa de cada cual. En todo caso, comparemos la cantidad de 'tiempo-prensa' malgastado en la denuncia de la incitación religiosa a un asesinato y el malgastado igualmente en hablar de condones -desde el punto de vista de una religión ajena-, de homosexualidad -desde el mismo punto de vista- o del celibato de los profesionales de esa misma iglesia.
Aquí estoy, haciendo aquello que critico. Pero no haga como yo, haga lo que yo le digo.
Esto me ha quedado largo; y eso que me he quedado corto.
Salud.
Respuesta de Garciamado a Mercutio: Si no hablamos de ellos acaban con nosotros.
No le quito a Mercutio mucha razón en lo que dice. Pero quisiera matizar un poco e introducir algún elemento nuevo en la reflexión.
Mercutio ve la iglesia católica como una asociación o agrupación entre tantas, con socios o adeptos, una jerarquía interna de cargos y poderes y un sistema de reglas que sólo a los suyos afecta y vincula. De acuerdo, no objeto a esa forma de contemplarla. Pero aquí es donde me parece que hace falta introducir una categorización más compleja, que nos permita algunas diferencias adicionales. Podemos distinguir, a los efectos que aquí nos importan, tres tipos de asociaciones humanas:
a) Las que atienden meramente a fines de sus integrantes y para nada pretenden, al menos directamente, influir sobre la vida o las acciones de los ajenos, de los no socios. Un club de coleccionistas de obras completas de ministras de cultura, por ejemplo, tendría ese carácter. De estas asociaciones y de sus miembros lo más que justificadamente podemos decir los demás que allá ellos o que hay gente para todo.
b) Las que tienen programas o propuestas concernientes al diseño de las cosas humanas o el modo de organizarse las relaciones sociales, pero que: i/ las ofrecen y defienden sin tratar de imponerlas de cualquier manera; ii/ no las anteponen al valor de las personas, el respeto de las vidas o la consideración de la libertad; iii/ someten su éxito, resultados y posibilidades de realización a las reglas del juego que dirimen su competencia con otros grupos que profesan ideales distintos y realizan propuestas diferentes, incluso contrapuestas. Tal sería el caso, por ejemplo, de un partido político exquisitamente democrático.
c) Las que se proponen dirigir la vida humana y el mundo social pero con unos planteamientos que, por obra de su fundamento presuntamente trascendente, esotérico, no reparan en gasto de vidas, sacrificio de libertades o consideración de pluralismos. Son asociaciones antisocietarias, pues rachazan por definición la competencia con las agrupaciones semejantes de orientación distinta y aspiran al monopolio de la verdad y, con ello, a ser rectoras únicas de todos los comportamientos, tanto individuales como colectivos. No se ofrecen a las conciencias como modelos de reflexión, sino que quieren fagocitarlas; no se atienen a verdades de este mundo que puedan chocar con sus mitos, o sus ritos, a veces escandalosamente estúpidos (un ejemplo bien actual puede verse en al actitud de los creacionistas en EEUU y en otras partes); no respetan la razón, sino que pretenden domeñarla y restarle toda aptitud para la crítica, la desobediencia o la revuelta, para el ejercicio de la humana autonomía, en suma.
Estas características del tercer modelo de asociación o agrupación humana son la causa de su gran peligro. Y eso por dos motivos principales. Uno, porque no les duelen prendas a la hora de sacrificar seres humanos en su camino hacia la dominación universal, pues el individuo es bien poca cosa cuando se lo compara con el designio de construir todo un mundo perfecto de seres felices por unanimidad. Dos, porque están siempre al acecho de su oportunidad para valerse de coyunturas, eventos o regímenes y usarlos al servicio de sus fines particulares de dominio universal.
Los partidos totalitarios tienen este carácter. Las iglesias principales que aún hoy (manda güevos) se disputan el dominio de los cuerpos y las conciencias de los seres humanos, también. Ahí es donde, para mí, se sitúa la iglesia católica, la iglesia institucional de la que estamos hablando con el amigo Mercutio.
Si lo anterior tiene algo de cierto, me lleva a discrepar con Mercutio de que la receta sea meramente “pasar de” la iglesia y sus dictados, dejarla que diga lo que quiera de puertas adentro sin pararnos a comentar los contenido de sus dictados o los efectos que tengan para terceros. Porque no sólo sus fieles quedan concernidos por sus mandatos, sino que éstos tienen vocación de alcanzarnos a todos y ánimo de destruir, en lo que puedan, a los que no se les sometan, a los que rechacen encerrarse en el vallado de su grey. Por eso, en mi interpretación, la insistencia papal en la prohibición de los condones equivale exactamente a una sentencia de muerte para personas que no son católicas o no reprimen sus cuerpos de la manera que las autoridades de los católicos ordenan.
Hay otro asunto en el post de Mercutio que debería darnos para buena meditación. Me refiero a cuando afirma que “ninguno de los 'encargados' de repartir las gomas providenciales debería preguntar a las autoridades eclesiásticas al respecto”. Yo estoy muy de acuerdo. Pero da la casualidad de que muchos de los que están en tal situación de salvar vida a base de entregar gomas son católicos, la mayoría religiosos y religiosas, que se hallan en esos lugares por razón de su fe, meritoriamente convencidos de que no sólo tienen que evitar muertes o aliviar dolores, sino también conducir almas hacia la salvación en el más allá, y que rinden estricta obediencia a la institución que ni los imita ni los comprende ni respeta sus ideales y su sacrificio. Pero, ahí sí, allá ellos, que elijan, que ellos sean los que decidan si de verdad es compatible su amor al prójimo con el acatamiento a los mandatos del que lo prefiere muerto antes que pecador. No voy a eso, sino a resaltar lo poco que reflexionamos sobre el fiasco de esta sociedad internacional, que tanto debate sobre intervenciones humanitarias cuando se trata de entrar a tiros en los sitios, pero que deja grandísima parte de la atención a los desamparados del mundo en manos de generosísimas personas maniatadas por los psicópatas que las gobiernan. ¿Es que no puede la ONU hacer nada efectivo y real para salvar a esos que el Papa prefiere muertos? ¿Es que nadie puede repartir los condones si no dejan distribuirlos a los misioneros y las misioneras de la iglesia católica? ¿Es que también para los individuos ateos y los Estados aconfesionales vale más la palabra obscena del Papa que la vida de esos millones de pobres gentes pobres? Menos alianzas de civilizaciones y más condones, carajo.
Respuesta de Garciamado a Mercutio: Si no hablamos de ellos acaban con nosotros.
No le quito a Mercutio mucha razón en lo que dice. Pero quisiera matizar un poco e introducir algún elemento nuevo en la reflexión.
Mercutio ve la iglesia católica como una asociación o agrupación entre tantas, con socios o adeptos, una jerarquía interna de cargos y poderes y un sistema de reglas que sólo a los suyos afecta y vincula. De acuerdo, no objeto a esa forma de contemplarla. Pero aquí es donde me parece que hace falta introducir una categorización más compleja, que nos permita algunas diferencias adicionales. Podemos distinguir, a los efectos que aquí nos importan, tres tipos de asociaciones humanas:
a) Las que atienden meramente a fines de sus integrantes y para nada pretenden, al menos directamente, influir sobre la vida o las acciones de los ajenos, de los no socios. Un club de coleccionistas de obras completas de ministras de cultura, por ejemplo, tendría ese carácter. De estas asociaciones y de sus miembros lo más que justificadamente podemos decir los demás que allá ellos o que hay gente para todo.
b) Las que tienen programas o propuestas concernientes al diseño de las cosas humanas o el modo de organizarse las relaciones sociales, pero que: i/ las ofrecen y defienden sin tratar de imponerlas de cualquier manera; ii/ no las anteponen al valor de las personas, el respeto de las vidas o la consideración de la libertad; iii/ someten su éxito, resultados y posibilidades de realización a las reglas del juego que dirimen su competencia con otros grupos que profesan ideales distintos y realizan propuestas diferentes, incluso contrapuestas. Tal sería el caso, por ejemplo, de un partido político exquisitamente democrático.
c) Las que se proponen dirigir la vida humana y el mundo social pero con unos planteamientos que, por obra de su fundamento presuntamente trascendente, esotérico, no reparan en gasto de vidas, sacrificio de libertades o consideración de pluralismos. Son asociaciones antisocietarias, pues rachazan por definición la competencia con las agrupaciones semejantes de orientación distinta y aspiran al monopolio de la verdad y, con ello, a ser rectoras únicas de todos los comportamientos, tanto individuales como colectivos. No se ofrecen a las conciencias como modelos de reflexión, sino que quieren fagocitarlas; no se atienen a verdades de este mundo que puedan chocar con sus mitos, o sus ritos, a veces escandalosamente estúpidos (un ejemplo bien actual puede verse en al actitud de los creacionistas en EEUU y en otras partes); no respetan la razón, sino que pretenden domeñarla y restarle toda aptitud para la crítica, la desobediencia o la revuelta, para el ejercicio de la humana autonomía, en suma.
Estas características del tercer modelo de asociación o agrupación humana son la causa de su gran peligro. Y eso por dos motivos principales. Uno, porque no les duelen prendas a la hora de sacrificar seres humanos en su camino hacia la dominación universal, pues el individuo es bien poca cosa cuando se lo compara con el designio de construir todo un mundo perfecto de seres felices por unanimidad. Dos, porque están siempre al acecho de su oportunidad para valerse de coyunturas, eventos o regímenes y usarlos al servicio de sus fines particulares de dominio universal.
Los partidos totalitarios tienen este carácter. Las iglesias principales que aún hoy (manda güevos) se disputan el dominio de los cuerpos y las conciencias de los seres humanos, también. Ahí es donde, para mí, se sitúa la iglesia católica, la iglesia institucional de la que estamos hablando con el amigo Mercutio.
Si lo anterior tiene algo de cierto, me lleva a discrepar con Mercutio de que la receta sea meramente “pasar de” la iglesia y sus dictados, dejarla que diga lo que quiera de puertas adentro sin pararnos a comentar los contenido de sus dictados o los efectos que tengan para terceros. Porque no sólo sus fieles quedan concernidos por sus mandatos, sino que éstos tienen vocación de alcanzarnos a todos y ánimo de destruir, en lo que puedan, a los que no se les sometan, a los que rechacen encerrarse en el vallado de su grey. Por eso, en mi interpretación, la insistencia papal en la prohibición de los condones equivale exactamente a una sentencia de muerte para personas que no son católicas o no reprimen sus cuerpos de la manera que las autoridades de los católicos ordenan.
Hay otro asunto en el post de Mercutio que debería darnos para buena meditación. Me refiero a cuando afirma que “ninguno de los 'encargados' de repartir las gomas providenciales debería preguntar a las autoridades eclesiásticas al respecto”. Yo estoy muy de acuerdo. Pero da la casualidad de que muchos de los que están en tal situación de salvar vida a base de entregar gomas son católicos, la mayoría religiosos y religiosas, que se hallan en esos lugares por razón de su fe, meritoriamente convencidos de que no sólo tienen que evitar muertes o aliviar dolores, sino también conducir almas hacia la salvación en el más allá, y que rinden estricta obediencia a la institución que ni los imita ni los comprende ni respeta sus ideales y su sacrificio. Pero, ahí sí, allá ellos, que elijan, que ellos sean los que decidan si de verdad es compatible su amor al prójimo con el acatamiento a los mandatos del que lo prefiere muerto antes que pecador. No voy a eso, sino a resaltar lo poco que reflexionamos sobre el fiasco de esta sociedad internacional, que tanto debate sobre intervenciones humanitarias cuando se trata de entrar a tiros en los sitios, pero que deja grandísima parte de la atención a los desamparados del mundo en manos de generosísimas personas maniatadas por los psicópatas que las gobiernan. ¿Es que no puede la ONU hacer nada efectivo y real para salvar a esos que el Papa prefiere muertos? ¿Es que nadie puede repartir los condones si no dejan distribuirlos a los misioneros y las misioneras de la iglesia católica? ¿Es que también para los individuos ateos y los Estados aconfesionales vale más la palabra obscena del Papa que la vida de esos millones de pobres gentes pobres? Menos alianzas de civilizaciones y más condones, carajo.
Salud.
Demasiado ácida la descripción de las asociaciones tipo c), entre las que me encuentro ya que soy protestante totalitario y no me veo reflejado ni yo ni mis conocidos en la fe en Dios y en la Patria en las siguientes afirmaciones : "... aspiran al monopolio de la verdad ; ... quieren fagocitar las conciencias; ... no respetan la razón". Ni mucho menos, más bien opino que es al contrario y argumento que no sólo estamos en contra del monopolio de la verdad sino que no sabemos todavía mucho acerca de ella, ni tan siquiera de que exista, tan sólo sabemos a ciencia cierta que todo es química y física. Quieren fagocitar las conciencias, no, más bien queremos que los que amparados en una ideología tan justa y legítima como las demás, como fue la lucha obrera de los primeros 30 años del s. XX,y que campan ahora sobrados de dinero y demás bienes materiales inimaginables para cualquier obrero incluso actual, por lo menos no duerman tan agusto imaginando que tienen la conciencia tranquila y ya que no oyen los lamentos y gemidos de los exterminios policiales por lo menos que se jodan y nos aguanten a los que pensamos diferente. La razón se respeta ante todo, después de Dios la razón , ya que es la que puede posibilitar la sociedad y cualquier agrupación de seres humanos en libertad, la razón no es la verdad, es el proceso humano por el que podemos relacionarnos con los demás, comparar nuestros conocimientos con el de los otros y adoptar un criterio o un modus vivendi que aunque no sea excluyente del de los demás, sea el que uno quiere y privativo y diferenciador en la medida que la razón, otra vez, te exija en cada momento vital, ¿incluida la dictadura en ciertos momentos? ¿por que no?
ResponderEliminarEn cuanto a asociaciones creo que existe un cuarto grupo, que eso si que va fuera borda de la sociedad, pero que tiene cada vez más adeptos. Son las asociaciones de delincuentes, las bandas.
La Señora Gallizo, la directora de Instituciones penitenciarias, con todo lo roja que dice que es, me da la impresión que sólo ha usado el carnet para mejorar la sociedad y que ella no es sociata sino una auténtica defensora de la libertad y del ser humano. Me ha encantado su manifestación de que no tiene que ser inevitable que un delincuente entre en prisión y que es posible la reinserción social y la víctima es víctima, ya sea de un delincuente como de la Administración.
Coño, Garciamado, gracias por la respuesta (y por la dedicación; estoy sorprendido).
ResponderEliminarTodo lo que dice tiene una parte de razón -a mi juicio-; pero sigue habiendo algo que me rechina.
En los países africanos, americanos o asiáticos en los que los empleados de la Iglesia no reparten condones, ¿están prohibidos por los correspondientes estados? ¿Por qué los misioneros no reparten también hachís, al menos en aquellos sitios en los que se haya superado el umbral del hambre y la sed? ¿Y discos de los Rolling, luego? (El que diga 'de los Stones' es un guiri o un parvenu).
No. Esa no es responsabilidad de la Iglesia, por mucha responsabilidad que queramoss darle o quiera atribuirse ella. Para el Papa -o así debería ser-, el alma de una persona está por encima de su vida. Vale más que su vida. Entre dar de comer al hambriento y darle la extremaunción, por ejemplo, debería elegir primero lo segundo.
El que a Vd. o a mí eso nos parezca absurdo no debería importarle al Papa. Y tampoco a nosotros debería importarnos lo que él diga respecto a la sanidad pública. Ese es un asunto del Estado, y de la ciudadanía, y de la comunidad internacional; no de la Iglesia. Enviemos condones a los países en los que se necesiten, habilitemos ayuda internacional al respecto, gastémonos la pasta. Vale. Y los creyentes que quieran respetar las opiniones eclesiales, que lo hagan. Y los que no lo somos descansaremos en paz de este y otros asuntos clericales de una vez.
Así que, al final, sí: menos alianza de civilizaciones y más condones. Pero también menos predicar y más dar trigo. Nosotros, los laicistas; no la Iglesia. La Iglesia que haga lo que le salga de la sotana.
Salud.
"Para el Papa -o así debería ser-, el alma de una persona está por encima de su vida. Vale más que su vida. Entre dar de comer al hambriento y darle la extremaunción, por ejemplo, debería elegir primero lo segundo".
ResponderEliminarEsto es una blasfemia y un sofisma. No puedo imaginar ningún caso donde dar de comer o favorecer en general esté reñido con administrar un sacramento. Y si bien hay quien pierde la vida para salvar el alma, lo hace por su propia inspiración y virtud, no movido por otros que ningún derecho tienen sobre su existencia.
"Pero también menos predicar y más dar trigo. Nosotros, los laicistas; no la Iglesia. La Iglesia que haga lo que le salga de la sotana".
Una sociedad laica y laicista es aquella en la que la moral es dictada desde el Estado‚ visto como único referente por los iuspositivistas‚ y en el que el derecho natural es reducido‚ en esencia‚ al derecho de voto. Es decir‚ una democracia mínima y tendente al autoritarismo orgánico.
Sin embargo, la religación supone un condicionamiento innato en todo hombre de cualquier época o lugar. Lo que pretende el laicismo es sustituir la religación sobrenatural del hombre con Dios (previa a todo pacto‚ ya que se remonta al principio de los tiempos) por la religación política del contrato. Ahora bien‚ todo contrato presupone nociones previas al mismo‚ como por ejemplo‚ la buena voluntad. Así‚ existe una moral previa al contrato‚ esto es‚ una moral no contractual que el propio contrato reconoce implícitamente. Esta moral no es laica‚ sino sacra; no es convenida‚ sino descubierta.
Por no hablar de los muy católicos y muy teocráticos derechos humanos. Católicos porque son válidos para todos y‚ por consiguiente‚ verdaderos‚ amén de poderse deducir de los presupuestos de dicho credo, basado en el derecho natural; teocráticos‚ ya que resultan impermeables a la voluntad de los gobiernos o individuos que aspirasen a derogarlos.
http://justicia.bitacoras.com
Irich: 'Una sociedad laica y laicista es aquella en la que la moral es dictada desde el Estado.'
ResponderEliminarNo.
Dios no existe, así que mucho menos puede utilizarse como argumento; así que tengo por costumbre no seguir leyendo una exposición cuando encuentro esa palabra utilizada como tal -excepto cuando va en latín y seguido por 'ex machina'. Puede resultar poco educado, pero me evita muchas pérdidas de tiempo
Salud.
No hace falta que Dios exista objetivamente (aunque yo sí lo creo) para aceptar, o entender al menos, las razones que propongo. Basta con representarlo como "idea heurística", a la kantiana.
ResponderEliminarEn lo que a mí respecta, mis remilgos son otros: no me importaría discutir con un ateo. Llevo años haciéndolo a troche y moche y no ha dado malos resultados. Ahora bien, debe ser alguien mínimamente capaz, por lo que agradezco que te abstengas prudentemente si consideras que en cualquier tema teológico -ajeno al núcleo de esta discusión, por cierto- sólo vas a saber defender tus opiniones con un puñetazo en la mesa.
Buen viento, como dicen en mi tierra.
http://www.miscelaneateologica.tk
Irich, no he dicho que no discuta de teología; he dicho que cuando leo la palabra 'dios' utilizada como argumento no sigo leyendo.
ResponderEliminarQue es distinto.
Salud.
http://www.sindioses.org/principal.html