21 febrero, 2006

Otra vez a la carga con los médicos.

Por ahí abajo hay un post titulado “Otra de médicos” y parece que produjo cierta excitación. Así que se impone volver sobre el tema. Algunos lectores hicieron su aportación simpática y significativa al catálogo de anécdotas. Otros se lo toman con menos salero. Quien firma “pilar residente” (?) cuelga el siguiente comentario, que es tan gracioso como si lo hubiera escrito mismamente uno de esos galenos de nuestras historias; o su señora mamá. Lo copio entero, pues tiene menos desperdicio que un pollo griposo:

¿Es posible que un catedrático de UNIVERSIDAD tenga tanto tiempo libre para escribir sobre como le toca o le deja de tocar un dermatólogo a su mujer? ¿Cree el "maestro" que es una lección de interés para sus discípulos? ¿Acaso su "asiento elevado" le da a usted derecho a menospreciar, ridiculizar o insultar a un médico al que acudió por su propia iniciativa? Dedíquese a explicar las ciencias a sus discípulos que para eso fundamentalmente le "paga" su sueldo de catedrático la Universidad.

Jejeje. Por si me faltaba motivación. Esta señora residente debe de pensar que los catedráticos (¿por qué todos los que quieren atizarme –cosa que me parece bien- subrayan lo de catedrático –cosa que me parece una rara manía-? ¿Tendría más derecho a decir lo que me parezca si fuera fontanero? ¿Y tendría más tiempo libre?¿Para criticar a un médico es conditio sine qua non no ser cátedro y tener tiempo libre?) estamos todo el día meneando la ciencia o aturrando a los sufridos alumnos. El insulto tampoco lo encuentro en mi descripción del sufrido doctor, pero bueno, that´s life. Son tipos serios la mayoría, circunspectos y poco dados al humor, ya no nos cabían dudas.

A lo que iba. Más constructivo se muestra “un amigo” en su comentario, pues nos propone lo siguiente:

Se trata de que cada uno de nosotros debe intervenir mucho más activamente en la planificación y en la gestión de la propia salud, y por supuesto en la de la enfermedad, cuando ocurre (sobre lo que no hay vuelta de hoja).
Ello pasa por escoger al médico o médica, criticarlo, colaborar con él, dialogar, plantearle exigencias. Desde luego que no vale tumbarse en la camilla y suspirar resignado. Y tampoco vale solamente discutir aquí (aunque sea un buen primer paso), sino que hay que llevar esta discusión al consultorio.
Vamos, que hay que pasar (y para ello no bastan, aunque sea imprescindible, convicción e iniciativa; hace falta un programa colectivo, y un aprendizaje) de una actitud pasiva a otra activa.

Me parece bien la solución, pero... A ver quién le pone el cascabel al gato. Dos malamente dialogan si uno no quiere. Y algún caso de los que yo aquí conté, con cierto ánimo de chanza y desdramatización, era de galenos escasamente dialogantes y comunicativos. Pero la próxima vez que me vea en situación no se me escapa el doctor sin echar parrafada conmigo, prometido.

Una buena amiga personal y de este blog acaba de tener un achuchón de salud y de estar hospitalizada. Tenía una anemia tremebunda, al parecer desde hace años. Le preguntó su médico actual por qué no se había hecho análisis en los últimos años. Su respuesta fue que hace un par de meses acudió a su médico de cabecera y ella misma le preguntó si no le haría falta un análisis de sangre. Él le replicó: ¿te encuentras mal? Ella dijo: no especialmente. Y entonces él remató la jugada: pues en ese caso para qué vamos a encargar un análisis, es una tontería. Su propio doctor actual se hizo cruces por la salida de pata de banco del colega.

Mi cuñado estuvo en un tris de irse al otro barrio hace tres de meses. Ingresó en el hospital con una infección. Tanto él como quien lo acompañaba le hicieron saber al doctor que lo atendía que es alérgico a la penicilina y a no sé qué otro antibiótico. El médico respondió con un lacónico “ya”. Y le recetó uno de esos antibióticos. Lo salvaron por los pelos. Estos son casos graves, ya no de guasa, como los que yo aquí venía contando.

Ahora vamos a ponernos ecuánimes. Toda generalización es peligrosa y fuente de injusticias. Cuando decimos que todos los “x” son esto o lo otro estamos hablando de un promedio o de una tendencia más marcada de lo debido, lo que no quiere decir que descalifiquemos a todos y cada uno, individuo a individuo. Por cierto que yo nunca aquí he afirmado que todos los médicos sean de una manera o de otra. He contado, antes, ejemplos de poco don de gentes o nula capacidad de comunicación con el paciente. En los dos que acabo de referir el problema es más grave, son casos de impericia o falta de la debida diligencia profesional. Serán supuestos puntuales, no digo que no. Pero al que los sufre las medias y medianas le importan un pimiento, él se queda con la sensación de que ha estado en malas manos y de que hay que sacar las manos malas de las consultas y los hospitales.

Qué duda cabe de que existen esmeradísimos profesionales de la medicina, como los hay de la carpintería o de la labranza. Y muchos hasta son simpáticos, amables y bien dados a gastarse unos minutos de su hipervalioso tiempo dándole al paciente unas explicaciones que le permitan enterarse de lo que tiene o no tiene. Con esos nadie se ha metido aquí ni se mete en ningún lado, hablamos de los otros, de los que son bordes y/o mantas. ¿O por homenaje a los buenos no podemos criticar a éstos? No, el mejor homenaje a los que valen es colaborar en la “depuración” de los otros. A cada uno por su precio y que se vean las diferencias.

Si me pregunto por qué son como son ésos que criticamos, sólo puedo aventurar hipótesis: les sobra arrogancia y les falta deontología.

Hay situaciones asimétricas que facilitan el abuso de una parte sobre otra. Pasa, por ejemplo, con la relación entre profesor y alumno. Y sucede, cómo no, en el trato entre médico y paciente. Uno va al médico con el rabo entre las patas (no es expresión de género, es genérica, una licencia literaria), cohibido y preocupado. Y muchas veces los hipocondríacos que no tienen más mal que los imaginarios son los más asustados. No se siente el paciente por lo general con ánimo para plantarle cara al médico que lo mira por encima del hombro o con gesto de “y usted por qué hace perder su tiempo a un sujeto tan notable y ocupado como yo”. Nos vemos vulnerables, asediados por la enfermedad –real o imaginaria, a los efectos da igual- y dependientes del arte del doctor que buscamos para que nos trate. ¿Tanto cuesta a algunos médicos –sólo a algunos, insisto- darse cuenta de eso? ¿Por qué prefieren actuar como veterinarios?

Me corroe una sospecha y no me resisto a lanzarla al viento. El profesor antipático y cortante suele ser el profesor inseguro, el que rehuye el diálogo con el estudiante por el temor a no saber qué decir y por el pánico a la pregunta que le ponga en evidencia una laguna en sus conocimientos, ésos que finge enciclopédicos y apabullantes. Así que a adoptar gesto adusto y expresión de no me entretenga con bobadas, que me estoy currando el premio Nobel. Pues los médicos igual, me temo.

Así que caña. Con esos profesores y con esos médicos.

Por cierto, ¿los médicos tienen tiempo libre para andar cucando los blogs de la gente o dedican todas sus horas a perfeccionar su ciencia y reponerles la salud a sus clientes?

8 comentarios:

  1. Llevo unas semanas haciéndome cruces, bastante asustado (luego me hago medias lunas y estrellas de David, por lo de lo multikulti). Y todo porque están poniendo una serie de médicos en la TV (en la cadena Cuatro) bastante divertida, cuyo protagonista es un xerlokjolms de la medicina, INSOPORTABLEMENTE faltón, borde, pero muy listo, y al final siempre lo resuelve todo en un arrebato de genialidad. Del mismo modo que a las facultades de Derecho arribaron desorientados de todo pelo al canto de series de abogados que creían que iban a montárselo de Ally McBeal o en plan La Ley de L.A., me juego mi hipocondria a que vamos a presenciar aún más médicos bordes.
    El otro día un pediatra tarado (es epíteto: de entre todos los pediatras, uno que era tarado) tras oír a qué es alérgica mi hija de meses, me prescribió PRECISAMENTE ESO. Antes de hacerlo, como la niña lloraba mucho en la sala de al lado, con la enfermera, me acerqué diciendo "voy a que vea una cara conocida, para que no monte mucho escándalo". Me cuenta mi mujer que el tío farfulla en mi ausencia "eso, eso, papaíto, vete con la niña". Confirmado: los tarados se sienten inseguros e intentan poner distancia (también lo harán los inseguros no tarados, pero mi historia va de un tarado).
    Si ya hay quienes muestran ciertas maneras en la profesión médica, con la serie esta sólo me queda decir: que Allah / Dios / Yahvé de los Ejércitos / Shiva / la Fuerza (táchese lo que no proceda) nos pille confesados.

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  2. ¿Podremos confiar al menos en que nos pongan bien el termómetro?

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  3. A ver, anónimo, hagamos una primera encuesta rápida: ¿cómo se lo pusieron a usted?
    ;)

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  4. Antetodomuchacalma , de momento el termómetro me lo pongo (debajo del brazo) yo , que hasta ahí se de medicina o lo que sea ese saber ponerse el termómetro. La pregunta era por si un día llego inconsciente , que les diga alguien a los de la ambulancia si tiramos directos a Jiuston o a ver a alguno de estos matasanos.
    Al final habrá que estudiar medicina, con tanto incompetente seguro que antes de jubilarme he ganado algún euro para la causa.

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  5. Dos preguntas sencillas, justo para comprender mejor la historia:

    1) ¿iniciaron algún procedimiento de reclamación, jurídico o al menos administrativo, contra el desatento de los antiobióticos?

    2) ¿qué tipo de cobertura sanitaria tiene tu amiga, que no prevé al menos un chequeo anual con análisis de sangre y orina, electrocardiograma y placa de tórax? ¿No sabía ella que es el mínimo básico?

    Saludos,

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  6. A mi hermano le acaban de ofrecer, recién MIRado, un kilito bruto al mes en la privada... Aún no ha dicho que sí...

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  7. Pues si no le apetece aceptar a su hermano y sólo hay que gruñir y poner mala cara a los pacientes que no sepan ponerse el termómetro... quizá pueda hacer un esfuerzo y dedicarle algo de tiempo entre crédito ECTS y crédito ECTS...

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  8. No entiendo su alusion peyorastiva a los veterinarios.Yo soy veterinario acá en Chile y hacemos lo que nos enseñaron en la Universidad que no solo es salvar animales de las enfermedades sino preservar la salud humana y la biodiversidad.La veterinaria es una de las profesiones màs antiguas del mundo y en USA en màs dificil entrar a una Escuela de veterinaria que a una de Medicina Humana.

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