Acabo de llegar de Pasto. Eso cae cerca de la frontera colombiana con Ecuador. Una gente extraordinariamente acogedora y gentil. Estuve allí hace seis años y andaban cerca los tiros, se luchaba en los montes cercanos. Esta vez por ese lado hay más calma, pero el volcán Galeras amenaza con entrar en erupción en cualquier momento. Todo conocen ya el plan de evacuación en caso de que la cosa se ponga fea.
Verdaderamente, sólo llegar a Pasto ya tiene su cosa. Uno de los aeropuertos más peligrosos del mundo. Entre montañas preciosas. El avión tiene que bajar casi en picado. En ocasiones debe pasar por un cañón para tomar la pequeña pista.
Ahora la sorpresa, que para uno ya no lo es: congreso en la Universidad pública sobre asuntos de Derecho: más de seiscientos inscritos y asistentes. Como en España, igualito.
Luego me llevaron a La Cocha, una gran laguna justo en los inicios de la selva del Putumayo. Atravesamos pueblecillos con barricadas en la entrada y militares apostados. A orillas de la laguna me cuentan mil historias mágicas e inverosímiles. Por herencia de los indígenas, en estos países se suele pensar que las lagunas son centros del magnstismo cósmico y no sé qué más, y medio las adoran.
Estoy de vuelta en Bogotá. Son los días del festival de teatro de aquí. Al lado mismo de mi hotel de la Ópera, en el teatro Colón, un grupo español representa La tempestad. He estado en un tris de ir, pero me venció la pereza, la gana de estar tranquilo en la habitación un rato.
Mañana avión de nuevo y para casa. Ya va siendo hora. Tal vez antes, por la mañana, me acerque a Usaquén, al mercado de artesanía que es cita fija aquí siempre que puedo.
Nos vemos en León el lunes. Habrá que tomarse unas limonadas por allí, digo yo.
Verdaderamente, sólo llegar a Pasto ya tiene su cosa. Uno de los aeropuertos más peligrosos del mundo. Entre montañas preciosas. El avión tiene que bajar casi en picado. En ocasiones debe pasar por un cañón para tomar la pequeña pista.
Ahora la sorpresa, que para uno ya no lo es: congreso en la Universidad pública sobre asuntos de Derecho: más de seiscientos inscritos y asistentes. Como en España, igualito.
Luego me llevaron a La Cocha, una gran laguna justo en los inicios de la selva del Putumayo. Atravesamos pueblecillos con barricadas en la entrada y militares apostados. A orillas de la laguna me cuentan mil historias mágicas e inverosímiles. Por herencia de los indígenas, en estos países se suele pensar que las lagunas son centros del magnstismo cósmico y no sé qué más, y medio las adoran.
Estoy de vuelta en Bogotá. Son los días del festival de teatro de aquí. Al lado mismo de mi hotel de la Ópera, en el teatro Colón, un grupo español representa La tempestad. He estado en un tris de ir, pero me venció la pereza, la gana de estar tranquilo en la habitación un rato.
Mañana avión de nuevo y para casa. Ya va siendo hora. Tal vez antes, por la mañana, me acerque a Usaquén, al mercado de artesanía que es cita fija aquí siempre que puedo.
Nos vemos en León el lunes. Habrá que tomarse unas limonadas por allí, digo yo.
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