Estaba este que les escribe insolentemente aposentado en la piscina del hotel, churruscándose un rato antes de la hora de sus clases y leyendo cosas sobre el carácter contramayoritario de la justicia constitucional, que también son ganas de pillar una insolación. Y no sé por qué, de pronto, me acordé de Cali y de las caleñas. Bueno, creo que sí lo sé, supongo que se debió a que por los altavoces atronantes -o propiamente altavoces- sonó una canción de Niche ("Reventamos, estamos que reventamos cada vez que de frente nos miramos..."), esa buena orquesta salsera que nació a la orilla del río Cauca, allá por Cali.
Dice otra canción colombiana que las caleñas son como las flores, y, por inevitable asociación de ideas, yo recordé a las tales caleñas. No tengo más recuerdo ni anécdota que las puras peripecias visuales, lo juro, lo juro. Y es que camina uno por las calles de aquella ciudad y es inevitable ir chocando con las farolas, créanme. Hace falta mucha entereza y enorme concentración para no volverse a cada paso para seguir la estela de tanta lugareña espectacular que pasa andando como si el mundo no importara y los astros existieran para dar vueltas en torno a ella. Esa entereza sobrecogedora se la vi allí mismo a mi colega y amigo M.A. cuando con él coincidí en mi primera visita a aquellas tierras, pues no se inmutaba ante muslos rozagantes ni pechos ubérrimos, tan concentrado debía de andar con el intríngulis de la diferencia entre principios y directrices.
Por cierto, cuentan los de Cali que se acuerdan bastante de cuando doña Letizia pasó allí un tiempo y que le fue bien. A todos nos gusta que la gente disfrute en nuestra tierra, cómo no. Dicen que vivió como una reina. El que vale, vale. Y si entrena, más. Pero ese es otro cantar.
Regresé varias veces por aquellos lugares de clima caliente y un problema teórico acabó atormentándome las entendederas: ¿qué tienen de particular esas señoras? A fuerza de reflexión y topetazos con el mobiliario urbano, acabé dándome cuenta de una tesis bien cierta: todo es por cómo visten. Van ceñidas hasta el riesgo de asfixia y se gastan poquísimo en tela. A nada que tengan para mostrar, lo multiplican a base de apreturas y ventilación. Estoy seguro de que al natural puramente no lucirían atributos más generosos que nuestras discretas compatriotas. Puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro.
¿Y qué pinta don José Luis, alias Papes, en esta historia? Pues eso, que también va con unas tallas menos de lo que le correspondería a un gobernante con atributos genuinos, y de ahí que sus poquitas ideas, tan sabiamente encorsetadas, deslumbren. Y luego na.
Nos pasa por frívolos. Después no nos lamentemos cuando nos toque empotrarnos en las farolas y nos duela el bulto. Quién nos manda.
Dice otra canción colombiana que las caleñas son como las flores, y, por inevitable asociación de ideas, yo recordé a las tales caleñas. No tengo más recuerdo ni anécdota que las puras peripecias visuales, lo juro, lo juro. Y es que camina uno por las calles de aquella ciudad y es inevitable ir chocando con las farolas, créanme. Hace falta mucha entereza y enorme concentración para no volverse a cada paso para seguir la estela de tanta lugareña espectacular que pasa andando como si el mundo no importara y los astros existieran para dar vueltas en torno a ella. Esa entereza sobrecogedora se la vi allí mismo a mi colega y amigo M.A. cuando con él coincidí en mi primera visita a aquellas tierras, pues no se inmutaba ante muslos rozagantes ni pechos ubérrimos, tan concentrado debía de andar con el intríngulis de la diferencia entre principios y directrices.
Por cierto, cuentan los de Cali que se acuerdan bastante de cuando doña Letizia pasó allí un tiempo y que le fue bien. A todos nos gusta que la gente disfrute en nuestra tierra, cómo no. Dicen que vivió como una reina. El que vale, vale. Y si entrena, más. Pero ese es otro cantar.
Regresé varias veces por aquellos lugares de clima caliente y un problema teórico acabó atormentándome las entendederas: ¿qué tienen de particular esas señoras? A fuerza de reflexión y topetazos con el mobiliario urbano, acabé dándome cuenta de una tesis bien cierta: todo es por cómo visten. Van ceñidas hasta el riesgo de asfixia y se gastan poquísimo en tela. A nada que tengan para mostrar, lo multiplican a base de apreturas y ventilación. Estoy seguro de que al natural puramente no lucirían atributos más generosos que nuestras discretas compatriotas. Puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro.
¿Y qué pinta don José Luis, alias Papes, en esta historia? Pues eso, que también va con unas tallas menos de lo que le correspondería a un gobernante con atributos genuinos, y de ahí que sus poquitas ideas, tan sabiamente encorsetadas, deslumbren. Y luego na.
Nos pasa por frívolos. Después no nos lamentemos cuando nos toque empotrarnos en las farolas y nos duela el bulto. Quién nos manda.
Reconozco sentir un poco de envidia de esas caleñas que, a base de mini-mini-faldas y escotes descomunales, atormentan las entendederas a señores como usted y les hacen chocarse contra las farolas. Modestia aparte, ceñida en varias tallas de menos quizás también aquí a una la mirasen de ese modo, pero .... sea sincero... esa mirada iría casi siempre ligada al pensamiento o comentario de que... va una como una puta, y a la consiguiente duda de si lo será o no en realidad.
ResponderEliminarDiscreta, no se si frecuenta Vd las playas, yo troté bastante, por necesidades de mis "negocios" (completamente ilegales), por suerte ya abandonados y arrepentido de haberlos emprendido, por el sur y el levante, algo por las rías bajas y dos veces por la de Bilbao , he de decirla , porque parece que Vd no se ha dado cuenta, que las damas lucen sus cuerpos (unos más perfectos que otros)en top less y con unos tangas preciosos, por tanto, no debería haber hombre que haya andado por esas playas que se quede flipao por una minifalda y un escote, quizás a alguien en concreto le guste ese morbillo de imaginar que habrá en realidad tras ese escote y tal, pero en fin, in claro non fit interpretatio y donde esté lo real que se quite la imaginación, para mí, respeto el como obtengan su goce los demás.
ResponderEliminarSi mi hija, el día de mañana, se pone todavía más buena de lo que está y la apetece ir con una minifalda por su camino y escotada ¿por qué va a parecer una puta? ¿por qué va a pensar nadie qué es una puta? ¿qué es lo que entendemos por cómo debe vestir una puta? y si alguien la ofende para eso están su padre y sus hermanos amén de lo que pueda hacer ella y fuera aparte ¿qué hay de malo en ser puta? ¿una aberración? ¿indigno? y una mierda, yo tengo unas cuantas amigas putitas y no las veo esclavizadas por ningún sitio y si pillan a un primo lo pelan, con el rollo de mi amor, mi vida lo mondan. Es más, yo personalmente estoy agradecidísimo a una prostituta ucraniana y otra brasileña , que Dios las bendiga mucho, porque me ayudaron economicamente y desinteresadamente durante mis estudios, como amigas.
Por tanto, yo cuando oigo la palabra puta, pienso...buena gente.
Hoy para que un hombre pierda la cabeza por una minifalda o un escote o es feo o en la puta vida se ha follao/le ha follao una tía buena. Y si encima el imbécil piensa que es puta, la vida le hará una putada.