1. Prohibición terminante de que las universidades españolas vendan títulos (maestrías, especializaciones...) con el único propósito de hacer caja y marcar paquete. Me refiero a esos títulos que por cada tres horas de docencia incluyen un viaje a Toledo o a Segovia o un pase para un tablao flamenco, todo por el mismo precio.
2. Selección estricta de los profesores que imparten docencia en las titulaciones en que se matriculan mayoritariamente los latinoamericanos. La enseñanza en tales eventos suele ser una salida cómoda para que los más inútiles finjan el saber que no poseen, convencidos de que a "esos pobres indios" con cualquier baratija se les engaña.
3. Prohibición radical de que viajen a Latinoamérica a impartir clases o conferencias profesores de aquí que no tengan acreditado un importante bagaje investigador y una formación esmerada. Da vergüenza comprobar una y otra vez por aquellos pagos esa actitud de muchos que van a cambiar espejitos por dólares y hoteles de primera. El que no tenga curriculum serio que se quede en su casita haciendo lo mismo de siempre: nada. Y punto. Alguien debería hacer un ranking de profesores y divulgarlo por aquellos pagos, para evitar engaños y estafas.
4. Exigencia terminante de que las clases, ponencias y conferencias que allá impartan los de aquí no versen sobre temas especiales para engañabobos, retóricas fáciles con las que se fingen progresistas los docentes y, a cambio de poner la mano para una remuneración no escasa, explican a aquéllos que todos sus males se deben a la globalización, las multinacionales, la lucha de clases o el capitalismo no sostenible. Que hablen de ciencia de verdad y se dejen de pendejadas que sólo sirven para acrecentar la impresión de que estudiar es perder el tiempo y de que ya se es intelectual sólo con repetir cuatro tópicos gastados y adoptar estudiadas poses aparentemente -sólo aparentemente- alternativas. Y, si hablamos de Derecho, el primer compromiso tiene que orientarse a la construcción de una buena dogmática o una teoría general profunda, en lugar de perder el tiempo con planteamientos pseudocríticos que ni sirven para diagnosticar los males del mundo ni, mucho menos, para solucionarlos.
5. Acabar con o controlar muy esmeradamente los convenios de doctorado entre universidades latinoamericanas y españolas. Los de aquí solemos usarlos, especialmente los más incapaces, para viajar de gorra a impartir programas sin ningún interés y montados para la ocasión, y a dictar clases sin la más mínima preparación. A cambio, les otorgamos el título nuestro por tesis doctorales sobre temas profundamente estúpidos y apenas trabajados. Mi propia universidad tiene en esto una amplia experiencia y hay que ver qué sandeces resultan del pacto entre desaprensivos de aquí y descarados de allí.
6. Restringir al máximo el otorgamiento de títulos y titulitos a los latinoamericanos que acuden a nuestras universidades, a fin de que con esos papeles no vendan allá un saber que no tienen ni simulen una formación que no han recibido. Que todo título suponga trabajo real y seriamente controlado. Conozco a muchos que se hacen pasar por doctores allá sólo con el papelito que atestigua que han superado los cursos de doctorado. El título para el que lo trabaja, no para el farsante o el ventajista.
7. No bajar el nivel de exigencia de doctorados y maestrías por consideración a la deficiente formación –real o supuesta- del candidato de Latinoamérica. No interesa que aquellos países se llenen de doctores a precio de saldo, sino de investigadores auténticos que eleven el nivel de la ciencia en sus países. Las únicas interesadas en esos títulos rebajados son ciertas universidades e instituciones de allá que operan con criterio puramente burocrático y que carecen de todo interés real en el cultivo de la ciencia, ciencia en la que, por cierto, no invierten ni un euro.
8. Asegurarse, en la medida de lo posible y aunque sea difícil, de que todo latinoamericano que se ha doctorado en nuestras aulas va a continuar en su país una carrera científica, en lugar de perder su tiempo y malgastar sus capacidades trepando, gracias a tu nuevo título, en Administraciones corruptas o haciéndose decano o vicerrector en universidades sin luces. Para eso tal vez habría que hacer un test psicotécnico y no admitir a ninguno que resulte sospechoso de querer su título para medrar en puestos académicos incompatibles con cualquier cultivo real del intelecto.
9. Por lo anterior, otorgar prioridad para la obtención de becas y ayudas a aquellos candidatos que vengan avalados por una universidad o centro que posea una verdadera política de investigación y no sea una empresa privada que sólo busca el beneficio o una tapadera de otras cosas.
10. Poner en marcha una política generosa de becas para investigadores latinoamericanos, pero con muy estrictos controles a fin de otorgarlas a quienes realmente carezcan de medios económicos para pagarse sus estudios aquí. Resulta sangrante comprobar cómo muchos de los que vienen becados son, por obra de la corrupción suya y nuestra, los hijitos consentidos de la élites sociales y económicas de aquellos países, mientras que otros, con más méritos, superiores capacidades y mejor disposición, no reciben ayuda ninguna.
2. Selección estricta de los profesores que imparten docencia en las titulaciones en que se matriculan mayoritariamente los latinoamericanos. La enseñanza en tales eventos suele ser una salida cómoda para que los más inútiles finjan el saber que no poseen, convencidos de que a "esos pobres indios" con cualquier baratija se les engaña.
3. Prohibición radical de que viajen a Latinoamérica a impartir clases o conferencias profesores de aquí que no tengan acreditado un importante bagaje investigador y una formación esmerada. Da vergüenza comprobar una y otra vez por aquellos pagos esa actitud de muchos que van a cambiar espejitos por dólares y hoteles de primera. El que no tenga curriculum serio que se quede en su casita haciendo lo mismo de siempre: nada. Y punto. Alguien debería hacer un ranking de profesores y divulgarlo por aquellos pagos, para evitar engaños y estafas.
4. Exigencia terminante de que las clases, ponencias y conferencias que allá impartan los de aquí no versen sobre temas especiales para engañabobos, retóricas fáciles con las que se fingen progresistas los docentes y, a cambio de poner la mano para una remuneración no escasa, explican a aquéllos que todos sus males se deben a la globalización, las multinacionales, la lucha de clases o el capitalismo no sostenible. Que hablen de ciencia de verdad y se dejen de pendejadas que sólo sirven para acrecentar la impresión de que estudiar es perder el tiempo y de que ya se es intelectual sólo con repetir cuatro tópicos gastados y adoptar estudiadas poses aparentemente -sólo aparentemente- alternativas. Y, si hablamos de Derecho, el primer compromiso tiene que orientarse a la construcción de una buena dogmática o una teoría general profunda, en lugar de perder el tiempo con planteamientos pseudocríticos que ni sirven para diagnosticar los males del mundo ni, mucho menos, para solucionarlos.
5. Acabar con o controlar muy esmeradamente los convenios de doctorado entre universidades latinoamericanas y españolas. Los de aquí solemos usarlos, especialmente los más incapaces, para viajar de gorra a impartir programas sin ningún interés y montados para la ocasión, y a dictar clases sin la más mínima preparación. A cambio, les otorgamos el título nuestro por tesis doctorales sobre temas profundamente estúpidos y apenas trabajados. Mi propia universidad tiene en esto una amplia experiencia y hay que ver qué sandeces resultan del pacto entre desaprensivos de aquí y descarados de allí.
6. Restringir al máximo el otorgamiento de títulos y titulitos a los latinoamericanos que acuden a nuestras universidades, a fin de que con esos papeles no vendan allá un saber que no tienen ni simulen una formación que no han recibido. Que todo título suponga trabajo real y seriamente controlado. Conozco a muchos que se hacen pasar por doctores allá sólo con el papelito que atestigua que han superado los cursos de doctorado. El título para el que lo trabaja, no para el farsante o el ventajista.
7. No bajar el nivel de exigencia de doctorados y maestrías por consideración a la deficiente formación –real o supuesta- del candidato de Latinoamérica. No interesa que aquellos países se llenen de doctores a precio de saldo, sino de investigadores auténticos que eleven el nivel de la ciencia en sus países. Las únicas interesadas en esos títulos rebajados son ciertas universidades e instituciones de allá que operan con criterio puramente burocrático y que carecen de todo interés real en el cultivo de la ciencia, ciencia en la que, por cierto, no invierten ni un euro.
8. Asegurarse, en la medida de lo posible y aunque sea difícil, de que todo latinoamericano que se ha doctorado en nuestras aulas va a continuar en su país una carrera científica, en lugar de perder su tiempo y malgastar sus capacidades trepando, gracias a tu nuevo título, en Administraciones corruptas o haciéndose decano o vicerrector en universidades sin luces. Para eso tal vez habría que hacer un test psicotécnico y no admitir a ninguno que resulte sospechoso de querer su título para medrar en puestos académicos incompatibles con cualquier cultivo real del intelecto.
9. Por lo anterior, otorgar prioridad para la obtención de becas y ayudas a aquellos candidatos que vengan avalados por una universidad o centro que posea una verdadera política de investigación y no sea una empresa privada que sólo busca el beneficio o una tapadera de otras cosas.
10. Poner en marcha una política generosa de becas para investigadores latinoamericanos, pero con muy estrictos controles a fin de otorgarlas a quienes realmente carezcan de medios económicos para pagarse sus estudios aquí. Resulta sangrante comprobar cómo muchos de los que vienen becados son, por obra de la corrupción suya y nuestra, los hijitos consentidos de la élites sociales y económicas de aquellos países, mientras que otros, con más méritos, superiores capacidades y mejor disposición, no reciben ayuda ninguna.
Propuesta alternativa de un tumbaíto: QUE NO TENGAN QUE CARGAR CON SU SUELDO COMO TENEMOS QUE CARGAR EN ESPAÑA.
ResponderEliminar¿También de esto sabes, tumbaito, maestro ciruela?
ResponderEliminarLos impuestos no se saben se sufren, pequeño saltamontes.
ResponderEliminarEnteraito ¿acabaste la primaria?
ResponderEliminarPero si quiere saber los temas para los que tengo título suficiente:
ResponderEliminara) lingüística
b) lógica
c) y el resto de cosas para lo que dé de sí una licenciatura en filo.
d) para lo que dé una diplomatura en teología (me quedan dos asignaturas)
e) para lo que dé el primer ciclo de derecho (que no es mucho pero la licenciatura tampoco es mucho más).
Pertenece a la categoría de los que han leído, mal que bien, con la cabeza vacía, que es algo que suele sentar igual que beber con el estomago vacío. Es patético citar los títulos del sistema universitario español. Cada uno es hijo de sus actos, y los suyos, hasta ahora, son molestar en este blog con mamarrachadas sin cuento.
ResponderEliminarPerdone, pequeño saltamontes, intenté ser educado. Usted me preguntó si había acabado la primaria y le quise responder con cierto detalle.
ResponderEliminarAunque reconozco que es fácil que a una pregunta patética le siga una respuesta patética; es lo que tiene la escrupulosidad.
Uí, uí, sé mañifíc (et excelentísim). Cierto es que con el impulso se le coló el punto octavo, que queda un poquito "Precrime Unit", pero qué cojones: ¡Philip K. Dick para rector YA!
ResponderEliminar------------------------------------
Lo cierto es que you cant't beat the System. La universidad en ciertos lugares sigue formando élites. Y su composición, políticamente hablando, es la que es. Así que quien quiera ir a dar lo mejor de sí, sabe que colaborará al progreso al modo del "cubo que gotea"...
(Bajón navideño. Sabrán perdonarme... ¡FELICES FIESTAS!).
Anónimo
ResponderEliminarA mí no me molestan las opiniones de Tumbaíto en el blog (incluso cuando contradice un argumento mío), ni a garciamado tampoco ya que no las tacha dando ejemplo de tolerancia. Opina de una manera muy personal, pero ¿a que contesta bien?, al final sólo se refieren a él con ataques ad hominem como analfabetismos, queda un poco pobre ya que no es un argumento.