Dice De Juana Chaos en la entrevista que le publica The Times :
“No poder vivir una vida normal es muy duro. Sólo quienes lo hemos experimentado podemos entenderlo. Así es que para que esto no se repita, hay que ir a las raíces mismas del conflicto”.
Todas estas frases tremendas son reversibles. Por eso sirven igual para tirios y para troyanos y por eso convendría juzgar a los políticos y ciudadanos decentes por su capacidad para evitarlas. Démosle la vuelta a la frase de De Juana, como mero ejercicio y no para hacer apología de lo bien que quedan por el otro lado.
- Hay veintitantas personas que no pudieron vivir una vida normal porque él las mató o contribuyó a su asesinato. Muy duro, sin duda, pues hay algo peor que no poder una vida normal: haber muerto de un tiro en la nuca.
- Sin embargo, los que murieron en el acto no experimentaron esa dureza de "no poder vivir una vida normal". Los heridos con secuelas, sí. Ya tiene De Juana con quién compararse.
- Si para que no se repitan esos muertos hay que ir "a las raíces mismas del conflicto", ¿qué hacemos con los que, como De Juana, pueden mañana volver a matar igual?
Entiéndaseme, todo esto es un ejercicio para mostrar cómo se tocan los extremos y lo emparentadas que están sus retóricas. Con el último punto no pretendo insinuar que se salte ninguna regla esencial del Estado de Derecho, ni con De Juana ni con nadie, sino nada más que mostrar cómo todos los enemigos de tal Estado y de los derechos básicos que en él han de ser sagrados piensan igual: mucha apelación a los derechos, pero los míos por encima de los de los demás. O sea, con la lógica de esa frase de De Juana, y al margen por completo de las opiniones sobre lo mejor o peor fundado de su actual situación jurídica y personal, se justificaría perfectamente aplicar contra él medidas aún más duras (por ejemplo, un tiro en la nuca), para ir "a las raíces mismas del conflicto". Yo jamás lo haría con él. ¿Y él conmigo o con usted? Su discurso no es delictivo, por supuesto que no; es meramente indecente.
“No poder vivir una vida normal es muy duro. Sólo quienes lo hemos experimentado podemos entenderlo. Así es que para que esto no se repita, hay que ir a las raíces mismas del conflicto”.
Todas estas frases tremendas son reversibles. Por eso sirven igual para tirios y para troyanos y por eso convendría juzgar a los políticos y ciudadanos decentes por su capacidad para evitarlas. Démosle la vuelta a la frase de De Juana, como mero ejercicio y no para hacer apología de lo bien que quedan por el otro lado.
- Hay veintitantas personas que no pudieron vivir una vida normal porque él las mató o contribuyó a su asesinato. Muy duro, sin duda, pues hay algo peor que no poder una vida normal: haber muerto de un tiro en la nuca.
- Sin embargo, los que murieron en el acto no experimentaron esa dureza de "no poder vivir una vida normal". Los heridos con secuelas, sí. Ya tiene De Juana con quién compararse.
- Si para que no se repitan esos muertos hay que ir "a las raíces mismas del conflicto", ¿qué hacemos con los que, como De Juana, pueden mañana volver a matar igual?
Entiéndaseme, todo esto es un ejercicio para mostrar cómo se tocan los extremos y lo emparentadas que están sus retóricas. Con el último punto no pretendo insinuar que se salte ninguna regla esencial del Estado de Derecho, ni con De Juana ni con nadie, sino nada más que mostrar cómo todos los enemigos de tal Estado y de los derechos básicos que en él han de ser sagrados piensan igual: mucha apelación a los derechos, pero los míos por encima de los de los demás. O sea, con la lógica de esa frase de De Juana, y al margen por completo de las opiniones sobre lo mejor o peor fundado de su actual situación jurídica y personal, se justificaría perfectamente aplicar contra él medidas aún más duras (por ejemplo, un tiro en la nuca), para ir "a las raíces mismas del conflicto". Yo jamás lo haría con él. ¿Y él conmigo o con usted? Su discurso no es delictivo, por supuesto que no; es meramente indecente.
Los de la ETA son maestros en la descontextualización del lenguaje, pues afirman con vehemencia y cara de grandes moralistas lo que con sus hechos sistemáticamente niegan. Su única ley es la ley del embudo, respaldada con la vieja dialéctica de los puños y las pistolas. A mí me dan mucho asco, simplemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario