Un viejo amigo gijonés, abogado de pro, me envía este texto sobre películas y cosas que pasan. Así que lo cuelgo aquí y le doy la bienvenida, encantado, a esta casa virtual.
Crónica alrededor de la película “Bobby” y los Oscar 2007.
Hay quien dice que los OSCAR son realmente injustos la mayoría de las veces y sin duda tienen razón, pues basta hacer un repaso a la historia de los premios para comprobar muchas ausencias y sinrazones. El pasado año -al menos para quien esto suscribe- hubo cierta justicia, pues no sólo la película triunfadora “Crash” era la mejor entre las candidatas, sino que fue, sin duda, de las mejores del año.
En esta nueva edición, sin embargo, la cosa tiene mala pinta y, al menos, ya ha habido una patente injusticia. Queda excluida como candidata la película “Bobby”, escrita y dirigida por Emilio Estevez, pues no aparece en ninguna de las otras categorías. En los Globos de Oro sí ha estado nominada para mejor película, pero fue derrotada por “Babel”.
Esta última, “Babel”, de Alfredo González Iñarruti, nos ha parecido un verdadero fiasco (todo es opinable, naturalmente, y al final lo mejor siempre es el gusto del espectador) por las siguientes razones:
Al autor de una obra genial como “Amores perros” le esperábamos una nueva gran película, sobre todo considerando que “21 Gramos” dejaba mucho que desear. Sin embargo, ha derrochado el dinero de los estudios en un mero repetirse a sí mismo, sin gracia, sin mensaje, sin dibujar los personajes, únicamente empeñado en ponernos el corazón en un puño, con historias ciertamente inverosímiles o retorcidas. Por si fuera poco, se perciben escandalosos fallos técnicos (el disparo al autobús se hace hacia el lado derecho, pero el tiro entra por el cristal izquierdo hiriendo a la mujer que va en ese lado), incluso de guión (¿acaso no sabe con antelación la mucama mexicana que tiene la boda de su hijo programada y que está sola con los hijos de sus señores que se van de viaje?), al tiempo que se nos presenta un personaje importante del que, al final, nada se sabe sobre su destino (el que encarna el mexicano Gael García Bernal), una nota manuscrita que no se nos lee, unas llamadas de atención explícitas sobre detalles que luego no vuelen a aparecer (como la imagen de la pistola en el pantalón del mexicano), o unas cargantes y largas escenas en las discotecas de Japón…
Con todo, hemos de reconocer que hay alguna escena cargada de emoción y verdaderamente lograda, pero es muy poca cosa en una película para la cual, a su autor, le dieron dinero, grandes actores y libertad total. Su resultado se nos antoja, en definitiva, pretencioso y vacío, lo que es de lamentar, pues quizá su director ya no es capaz de recuperar la frescura de “Amores perros”, aunque triunfe en la industria.
Por el contrario, “Bobby” es un soplo de aire fresco, tratándose además de una película histórica, emotiva y con un mensaje lleno de actualidad, no sólo por sus referencias a tiempos convulsos en EEUU -cuando se reclamaba la salida de Vietnam (hoy de Irak, siendo lógicamente otra guerra y otros tiempos)-, sino especialmente por evocar la figura del candidato Bobby Kennedy, su mensaje y su manera de querer hacer política. No se nos ofrece, por supuesto, un examen del trasfondo de la era Kennedy, con sus luces y sombras, más allá de recordarnos que eran tiempos difíciles en EEUU, y que el candidato ya había demostrado, como Senador y como Fiscal General, su afán por superar un estado de cosas ancladas en el pasado y difíciles de cambiar, pero inevitablemente en profunda transformación (derechos humanos, integración racial, apertura del sistema, etc).
En la película, que cuenta con una gran banda sonora y un destacadísimo elenco de actores, la figura del candidato solamente surge por medio de la inclusión de imágenes y grabaciones documentales, estando centrada en una serie de historias personales que acaban convergiendo en el momento del asesinato del Senador y en el tiroteo de otras personas que, como indica la película al final, todas consiguieron salvarse. Es, por tanto, una película coral, con historias que se cruzan en el momento trágico del magnicidio.
La manera de concebirlo, contarlo y plasmarlo en celuloide nos ha parecido sensacional, sin duda algo para recordar y disfrutar al máximo. Su autor total, Emilio Estevez (si bien uno de los productores es Anthony Hopkins, que también actúa), no es un triunfador en la industria, y seguro que era consciente de la importancia de este trabajo en su trayectoria cinematográfica (quien esté interesado en la gestación del film, puede consultar la siguiente web: http://www.labutaca.net/films/44/bobby1.htm).
Emilio Estevez es uno de los dos hijos del conocido actor Martín Sheen (que también tiene su papel en el film), cuya carrera como actor y director no había sido triunfante en modo alguno. Como director y guionista su película más personal es la poco conocida “Wisdom” de 1986, y ha alcanzado cierto prestigio como artesano al dirigir capítulos de series muy conocidas en España, tal como “CSI Nueva York”.
Al parecer, había concebido la película tiempo atrás y terminado el guión poco antes del atentado de las Torres Gemelas, lo que le obligó a paralizar su proyecto algún tiempo. Al retomarlo, consiguió la financiación y que le encargasen además la dirección, pudiendo obtener el reparto con que cuenta, verdaderamente impresionante -no sólo en importancia de actores, sino por lo magníficas que son todas las intervenciones-, habiéndose todos ellos involucrado con entusiasmo en la filmación. El propio Emilio Estevez también tiene su papel como sufrido y pusilánime esposo de la cantante alcohólica, interpretada magníficamente por Demi Moore.
En fin, una gran obra, que hubiese debido contar, sin duda, para los “Oscar”, pero que se ha quedado a las puertas.
Volviendo a estos premios, que nadie piense que la cosa está ya decidida, pues sin duda habrá sorpresas.
Al que esto suscribe le gustaría apostar por “Cartas desde Iwojima”, de Clint Eastwood, cinta que no podremos ver hasta marzo en España, y que es “la otra cara de la moneda” de “Banderas de nuestros padres” (escrita por Paul Higgins, el director de “Crash”), narrando esa legendaria batalla desde el lado japonés (con el demencial empeño de los mandos de mantener una batalla perdida hasta la última gota de sangre) con la colaboración de tres guionistas japoneses, y donde se aporta una ambientación oscura, muy destacada por la crítica estadounidense, aparte de ser una clara muestra de la total independencia de Clint Eastwood (fiel a su talante, que podríamos marcar, quizá superficialmente, de machista y republicano) como el primer director de Norteamericana que se atreve a romper moldes y narrar la Segunda Guerra Mundial desde el lado del enemigo.
Otro film que no habría que perder de vista es la incalificable “Little Miss Sunshine”, dirigida por el matrimonio formado por Jonathan Dayton y Valerie Fatris, aunque para ellos la nominación es ya un inmenso premio.
En el orden de los actores nominados, todo apunta a que el premio a la mejor actriz esta cantado para Helen Miren, por su papel como la reina Isabel II de Inglaterra. En cambio, estimo que habrá verdaderas bofetadas en el premio al mejor actor, pues entre los candidatos, aparte de Leonardo di Caprio (cuyo carisma queda rebajado al ser su film, “Blood diamond”, una simple historia de aventuras), tenemos:
Al famoso Will Smith por “En busca de la felicidad”, una película sentimental con historia padre-hijo, donde el actor rompe sus moldes de cine de acción o comedia.
El desconocido Ryan Gosling por “Half Nelson”, puro cine independiente con una historia dura y polémica.
El retorno de un mito viviente, Peter O´toole en “Venus”, donde se nos ofrece un drama sobre la vejez y las relaciones personales.
Y el impagable bisojo Forest Whitaker, por una sorprendente historia alrededor del terrible dictador africano Idi Amin Dadá, “The last king of Scotland”.
¡Hagan sus apuestas y, sobre todo, no se pierdan ninguna de ellas!
Por último, nos gustaría volver sobre la película “Bobby” para hacer unas reflexiones sobre nuestra convulsa vida política actual.
El trabajo de Estévez no cae en modo alguno en el mensaje panfletario (algo por desgracia demasiado habitual en nuestro entorno, tanto fuera como dentro de las pantallas, donde numerosa gente del cine pretende darnos lecciones de política, olvidando que, si desean transmitir algún mensaje, deben hacerlo desde sus obras, pues no les pagamos para que hagan política sino cine y, si puede ser buen cine, mucho mejor) sirviendo de base para reflexionar sobre los tiempos que corren y el modo de hacer política, poniendo un ojo en el pasado para no olvidarlo y aprender de sus enseñanzas.
Pues bien, lo que queda claro es que, aparte de un cierto idealismo y populismo inevitable en política -sobre todo en Norteamérica- lo que percibimos en el trabajo de su director Estévez es la figura del senador Bobby Kennedy como aquel candidato a la carrera presidencial que recogía el relevo de la esperanza e ilusión que supuso el programa de la “nueva frontera” preconizado por su asesinado hermano John y que, por otras vías, desarrollaban otros líderes, como el también asesinado Martín Luther King.
Estévez pone énfasis en recordarnos que Bobby fue también la gran esperanza de una generación que luchaba por sus derechos civiles, por una sociedad más igualitaria y justa, que se mostraba contraria a la guerra del Viet Nam, y cuyas propuestas políticas e innovadoras tenían el firme propósito de cambio en un difícil contexto sociopolítico que lo reclamaba.
No se trata ahora, por supuesto, de analizar a fondo la situación y el sistema político/económico norteamericano, pasado o presente, sino de comparar la sensación que nos trasmite la película con la lamentable situación política que vivimos en España en la actualidad.
En efecto, nos encontramos con un partido y un gobierno que, aparte de sus múltiples mensajes panfletarios (los famosos “pensamientos de Alicia” como de modo genial ha calificado nuestro siempre sorprendente maestro Gustavo Bueno), parece que se olvida de gobernar y está permanentemente dedicado a darle “leña” a la oposición, olvidando algo tan elemental y lógico como el hecho de que sólo comete errores (de modo principalísimo) el que gobierna, y no tiene sentido que no sólo no se reconozca ningún error (para rectificarlo y enderezar el rumbo), sino que además únicamente se nos hable de que todo lo que hay de malo sea culpa de la oposición, la cual no tiene mando en plaza. De esta forma, comprobamos sufridamente a diario cómo el gobierno socialista no es capaz de ofrecer plausibles o creíbles proyectos de acción política que redunden en el bien de todos.
Lamentablemente, en esto, la oposición tiene un punto en común, pues si bien es lícito criticar al gobierno, incluso con toda la dureza que se desee, lo que resulta desolador es comprobar cómo también se nos repiten los mismos discursos, sin proyectar un modelo alternativo, un proyecto en el que podamos ver reflejadas las esperanzas de que las cosas puedan cambiar para mejor de modo sustancial, no por una simple (sana, pero simple) alternancia de partidos.
De las formaciones minoritarias y los “reyezuelos autonómicos” mejor ni hablamos, pues su colosal empeño es buscar siempre su propio engrandecimiento y “autobombo”, con radical egoísmo y sectarismo, olvidando los proyectos en común que siguen siendo necesarios para los retos que el futuro nos deparará.
En cualquier caso, no olviden los sufridos lectores que, entre demagogia y demagogia, al menos los políticos norteamericanos tienen, inexcusablemente, un mérito mucho mayor en comparación con los nuestros: no son profesionales y, por tanto, no tienen su cabeza ocupada ni dedican todo su tiempo en cómo mejorar su estatus y/o en cómo perpetuarse en sus cargos.
Habrá que ver esas pelis. Gracias por los consejos y que siga escribiendo el nuevo colaborador cinéfilo.
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