26 junio, 2007

Breve guía para la creación y triunfo de partidos nacionalistas

Está al alcance de cualquiera y con sólo seguir estos breves consejos, tomados de la experiencia evidente que nos rodea, el éxito está poco menos que asegurado. Anímense, que la vida está muy achuchada y nunca se sabe a qué habrá que recurrir para pagar la hipoteca del chalet de quinientos metros. Sólo hay que cumplir a rajatabla las consignas siguientes, hasta llegar a creérselas. O, al menos, que lo parezca.
1. Los de X somos distintos y especiales y va siendo hora de que nos autodeterminemos, al menos un poco.
Sustitúyase la variable X por el lugar donde usted nació o en el que habitualmente pace. Puede ser una zona, una región, una comarca, una ciudad, un pueblo, una parroquia o un barrio. Conviene, eso sí, que el grupo abarque al menos varias familias, por aquello de que la unión hace la fuerza y, además, es muy importante incluir a los antepasados entre los que siempre fueron distintos, aunque ellos ni lo sospecharan, de tan alienados como estaban y aunque hayan vivido felices y contentos siendo como los demás y sintiéndose del montón.
2. Nuestra especial identidad se apoya en dos datos irrebatibles: la historia y nuestra manera de actuar y comportarnos.
Lo de la historia es crucial. No resulta difícil, pues basta delimitar el territorio y preguntarse lo siguiente: ¿qué pasó aquí hace cien, quinientos o mil años? ¿Que un día llegó un ejército invasor y los lugareños pelearon como tigres? Pues vale, eso significa que luchaban por su libertad como pueblo. ¿Que hace tiempo hicieron los de esta parte una asamblea para decidir si segaban antes el trigo o la cebada? Importantísimo, tal cosa quiere decir que tenían conciencia de su interés común como colectividad y, además, que creaban –o intentaban crear, en medio de la hostilidad de los opresores del otro lado- sus propias instituciones de autogobierno. ¿Que en ciertos descampados hay unos tejos milenarios o unas piedras gordas puestas al bies? Genial, atribúyalo a que aquí ya había pobladores autóctonos con sus propios credos y ritos antes de que llegaran los romanos, el cristianismo e internet.
En cuanto a la particular idiosincrasia de los paisanos, si hay a mano una lengua propia ya está todo hecho, pues ya se sabe que el que habla distinto es muy suyo y de otra manera, pues hablando se entiende la gente, pero sólo con los de aquí, que con los de fuera para qué. Si ese idioma lo hablan sólo cuatro bisabuelos o tres pastores analfabetos, mejor que mejor, así se puede comenzar por hacer una academia de la lengua y se van traduciendo palabras o expresiones tales como antijuridicidad, esternocleidomastoideo, orgasmo, sinfonía, psicoanálisis, taxi o bonoloto.
En caso de que el habla local no dé ni para dialecto, por mucho que se le apliquen los más modernos sistemas de estiramiento, tampoco pasa nada. Siempre habrá un par de refranes autóctonos y media docena de modismos que, bien aderezados, dan para mostrar que lo que lleva el personal debajo de la boina es diferente y mejor que lo que se gastan los piltrafillas de más allá de las montañas o del otro lado del río fronterizo.
3. El árbol genealógico le va a costar una pasta, pero la pasta siempre aparece.
Si hay que demostrar que aquella batalla era por la libertad de este pueblo y no, por ejemplo, por el triunfo de la cristiandad, o si se impone rescatar los cuatro palabros que dicen que usaba un tío abuelo de uno del partido, hará falta dinero para financiar como es debido a historiadores, lingüistas, antropólogos y espiritistas, dispuestos todos ellos a sacrificarse por la objetividad científica y la investigación independiente. Pero no se apure, la guita para ponerlos en nómina la va a soltar el enemigo, que parece tonto. En efecto, gobierne quien gobierne el ayuntamiento, la comunidad autónoma respectiva o el mismísimo Estado, en cuanto usted suelte el gusanillo y empiece a dar la matraca con que lo nuestro para nosotros y lo demás a pachas, los partidos dominantes se van a querer hacer más nacionalistas que usted e igual de preocupados por las raíces y hasta por los tubérculos grupales, y ellos van a destinar partidas presupuestarias para becas, proyectos y publicaciones en las que se demuestre bien claramente que ellos son los impostores, colonizadores, centralistas y abusicas y usted y los de su partido unos sacrificados luchadores por la autodeterminación de su comunidad. Vamos, que si se lo monta usted bien hasta le ponen la cama y le jalean durante el triquitraque.
4. Los otros nos roban, nos explotan y nos vilipendian.
Que no se le olvide este punto, pues como se le pase no hay negocio. Una vez que ha quedado científicamente bien sentado quiénes somos nosotros y quiénes son ellos, se debe poner un puchero así de largo y soltar a grito pelado que ellos nos vienen esquilmando desde tiempo inmemorial y ahora todavía más, pues se llevan de aquí las riquezas naturales, nos fríen con tasas y diezmos, no invierten aquí un carajo y, para colmo, no han tenido el detalle de plantar aquí la capital, tal como demandan la historia y el sentido común. ¿Que no llega hasta estos parajes el tren más rápido? Culpa de esos puñeteros centralistas que nos sacan los ojos y nos desprecian. ¿Que sí tenemos ese tren? Corcho, pero mira que birria de aeropuerto. ¿Que el aeropuerto es mayor que el de Frankfurt? Diablos, pero nos niegan el puerto. ¿Qué puerto, si no tenemos ni mar ni río navegable? Ah, pues mire, ahí está la prueba: ¿quién cree usted que se viene empeñando en negarnos la salida a los océanos a nosotros, que siempre hemos sido navegantes de vocación?
5. Lo que exigimos no es privilegio, es justicia.
Barra para casa todo el rato, pida y pida como si se estuviera muriendo de hambre y sed de justicia. Y, si le pone apellidos a la justicia que reclama, mejor; llámela justicia histórica. Porque no es que exija para tener más que los otros, no, es que ya está bien de que se nos niegue lo que tanto merecemos. ¿Que ya tenemos más que nadie? Ah, claro, eso lo dicen los que carecen de perspectiva histórica, porque por mucho que hayamos recibido, lo que se nos debe es mucho más, después de mil o dos mil años de tenernos así, como si fuéramos el culo del mundo. Porque, sépase, la deuda que con los de aquí se mantiene es histórica, por lo que el proceder equitativo es tal que así: primero que nos paguen todo eso y luego nos independizamos, por ese orden.
6. Nuestro pueblo tiene derecho a decidir.
Esto hay que decírselo bien clarito al pueblo, que suele estar en la inopia: ustedes, pueblo mío, tienen derecho a decidir. ¿A decidir qué?, preguntarán los más lerdos, pues hasta en las naciones y pueblos superiores hay algunos palurdos que no se enteran, alienados como topos, víctimas de la propaganda política y la manipulación de los medios de comunicación. Pues a decidir si queremos decidir, hombre qué va a ser. ¿A decidir si queremos decidir qué? Y dale. Pues a decidir si queremos decidir sobre quién decide aquí. Llegados con éxito a esa etapa de la dialéctica liberadora de los pueblos, los súbditos ya se abandonarán sin remisión en sus manos, convencidos de que esto es mucho nivel y que ya estaba haciendo falta por estos lares alguien que dijera al pan pan y al vino vino.
7. Lo que el pueblo debe decidir autónomamente ya se lo decimos nosotros.
Al personal hay que explicarle que una cosa es que tenga derecho a decidir por sí mismo y otra cosa es que ya esté preparado para hacerlo. Todo tiene sus pasos y sus procedimientos. ¿O es que aquí nadie ha oído hablar de las vanguardias políticas? La cosa es de este modo: nuestro partido, querido pueblo, está luchando con denuedo y en medio de la incomprensión de la burguesía dominante para que a ustedes, el pueblo de aquí, se les reconozca el derecho a decidir. Pero mientras no se le reconozca, qué diantre van a decidir si, para colmo, ni siquiera están acostumbrados a mandar un pimiento. Parece mentira, un pueblo como éste, con una identidad tan marcada, y semejante falta de conciencia histórica, tamaña mansedumbre. Cocinillas, que sois todos unos cocinillas y unos sumisos abandonados al seguidismo más inconsciente. Así que hagamos lo siguiente: mientras sigáis así, hechos una calamidad y con más pinta de globalizados que de autóctonos, hacéis lo que nuestro partido os indique y vamos tirando con esta autodeterminación sui generis. El día de mañana, cuado ya sepáis lo que os conviene, hablamos y vemos.
8. Contra las ideologías.
Que si izquierdas, que si derechas, que si conservadores, que si socialistas. Zarandajas. Eso son ideologías para comerle el tarro a la gente, cuentos de políticos que sólo van a lo suyo. Nosotros no tenemos ideologías de ésas, nosotros tenemos conciencia histórica y orgullo de nuestra identidad, que es la vuestra, conciudadanos, aunque no os enteréis mayormente. Así que vamos a proceder en consecuencia y con habilidad: pactamos con cualquier partido que nos de bola, le seguimos la corriente al que más nos convenga cada vez, le ponemos sonrisitas y le hacemos pensar que qué placer y que cómo lo pasamos y, en cuanto se descuiden, ¡zas!, ya es nuestro el pastel y a la porra los pactos de progreso y los de regreso.
9. Solidaridad con los pueblos oprimidos.
Compañeros, connacionales, no estamos solos. Nuestras angustias y nuestras penurias son como las de tantos otros pueblos abandonados a merced del imperialismo, la globalización, las multinacionales y la ropa china. Ya lo vais a ver. El día de la fiesta local organizaremos un desfile de pueblos sin patria y vamos a traer quechuas, aymaras, esquimales, chechenos y apaches, para que nos muestren sus danzas y enseñarles las nuestras, para que nos hablen en sus idiomas y enseñarles nuestra lengua. Y organizaremos también un ciclo de conferencias con diapositivas a cargo de un par de antropólogos de Arkansas y algún viceministro venezolano, para que entre todos nos ayuden a tomar conciencia de que nuestra lucha tiene tanto en común con la de todos los parias de la tierra.
10. El urbanismo para nosotros.
Por todo lo dicho, y aun por lo que se calla, se debe concluir con la más evidente y rotunda reclamación: las consejerías y concejalías de urbanismo, para nosotros. Al fin y al cabo, si esta tierra es nuestra, pues es en ella vertieron su sangre y pusieron su empeño nuestros antepasados, qué cosa más natural que seamos nosotros, los del partido que representa por definición a esta colectividad, los que decidamos dónde se colocan las urbanizaciones, los campos de golf y los hipermercados. De cajón. Dentro de unos años no nos va a reconocer ni la madre que nos parió. A nosotros no, a este pueblo valiente y sacrificado.

2 comentarios:

  1. Tan lícito es eso como cobrar el sueldo de funcionario sin merecerlo. Todo es legal al fin y al cabo, no? Pues adelante. Entre más cerca tengamos el poder más nos toca. Es simple. Y no hay de que avergonzarse ni andar con disimulos.

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  2. tranqui papa añosonnnnnnnn

    que en asturias en seguida tendremos mas bable...

    abrazo

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