Cada vez que me cruzo por la calle con una mujer con chador me quedo mirándola con esa curiosidad con que las vacas contemplan el paso de los trenes. Misterios. ¿Nacieron para sumisas? No creo. Al fin y al cabo, también aquí vimos a las abuelas ir un paso por detrás de sus maridos, con la saya negra y un hatajo de churumbeles colgados de las entrañas. Pero, hombre, es el siglo XXI.
Cuando me pongo feministo ando torpón, ya lo sé. El caso es que son parte de nuestros paisajes, y bendito sea el paisaje, por la cosa ecológica y tal. Ecología humana, que se multipliquen entre nosotros las especies mientras hacemos de boquilla política de género, para que ninguna novia de ministro se quede sin su acta de diputada. Qué putada.
Mi perplejidad aumenta considerablemente cuando la señora tocada por la mano de Alá es de aquí mismo, españolita conversa. Acabo de toparme con una en Barajas. Me quedé un rato meditando sobre qué tuerca se le habría aflojado a esa joven que iba toda contenta luciendo las galas de su fe adoptiva, hasta que caí en la cuenta de que, bien pensado, no es tan raro. Dicen las estadísticas que son miles y miles los europeos de toda la vida que se pasan esta temporada a la fe islámica. Es el último grito en vida alternativa, menú ideal para ahítos disconformes. Hace cuarenta años los burguesitos se apuntaban por las mismas al trostkismo y al maoísmo y babeaban con el sueño de una revolución cultural a la china, pero aquí, en las Alcarria mismamente. Ellos, que habían estudiado en los mejores colegios, viajado a la playa en el Dodge de papá y comido los primeros yogures, soñaban con una política radical que pusiera a todos a plantar lechugas y a vendimiar. Pobrecitos, lástima que no se cumplieran sus sueños. Habría sido entrañable verlos, con sus blancas manitas, arrancando hierbajos bajo la mirada torva del comisario político de turno. Claro, supongo que ellos más bien soñaban con ser comisarios políticos y reprimir con mano de hierro la contaminación capitalista de mentes y cuerpos. Luego supimos que era una posturita para follar con liberadas y un buen entrenamiento para ir curtiéndose en conspiraciones y baja política de partido. Los más avispados acabaron de ministros y secretarios de Estado y los más lelos se conformaron con hacerse catedráticos o empresarios de hostelería, a ser posible con casa rural. Pero conservan algo de aquel barniz alternativo y lo exhiben al hilo del calentamiento global o el pacifismo con chófer. Pasaron del arrobo ante las leyes de la historia a ser legisladores o evasores de impuestos. Es su larga marcha particular, largo rodeo para no bajar de clase social. Pues creo que no conozco a ninguno de aquellos que se haya hecho pobre o simplemente proletario. Sus papis pudieron descansar tranquilos, al fin.
No sé cuantos de éstos que ahora se pasan al Islam acabarán perdiendo su nueva fe o cuantos llegarán a imanes y cosas así. De lo que estoy bastante convencido es de que la mayoría se apuntan por hacer algo distinto y llevar la contraria, para dar la nota. En el supermercado de las alternativas va quedando poca cosa que ponerse en la biografía juvenil, y tampoco está todo el mundo dispuesto a irse en serio de cooperante a Burundi o a partirse la cara por los oprimidos de verdad, que haberlos haylos. Así que cara a la Meca y en pompa para cambiar el mundo.
Esperemos que estos nuevos beatos acaben como sus predecesores, devorados por las aguas de la historia y vencidos por los molinos de viento contra los que fingen que luchan.
Cuando me pongo feministo ando torpón, ya lo sé. El caso es que son parte de nuestros paisajes, y bendito sea el paisaje, por la cosa ecológica y tal. Ecología humana, que se multipliquen entre nosotros las especies mientras hacemos de boquilla política de género, para que ninguna novia de ministro se quede sin su acta de diputada. Qué putada.
Mi perplejidad aumenta considerablemente cuando la señora tocada por la mano de Alá es de aquí mismo, españolita conversa. Acabo de toparme con una en Barajas. Me quedé un rato meditando sobre qué tuerca se le habría aflojado a esa joven que iba toda contenta luciendo las galas de su fe adoptiva, hasta que caí en la cuenta de que, bien pensado, no es tan raro. Dicen las estadísticas que son miles y miles los europeos de toda la vida que se pasan esta temporada a la fe islámica. Es el último grito en vida alternativa, menú ideal para ahítos disconformes. Hace cuarenta años los burguesitos se apuntaban por las mismas al trostkismo y al maoísmo y babeaban con el sueño de una revolución cultural a la china, pero aquí, en las Alcarria mismamente. Ellos, que habían estudiado en los mejores colegios, viajado a la playa en el Dodge de papá y comido los primeros yogures, soñaban con una política radical que pusiera a todos a plantar lechugas y a vendimiar. Pobrecitos, lástima que no se cumplieran sus sueños. Habría sido entrañable verlos, con sus blancas manitas, arrancando hierbajos bajo la mirada torva del comisario político de turno. Claro, supongo que ellos más bien soñaban con ser comisarios políticos y reprimir con mano de hierro la contaminación capitalista de mentes y cuerpos. Luego supimos que era una posturita para follar con liberadas y un buen entrenamiento para ir curtiéndose en conspiraciones y baja política de partido. Los más avispados acabaron de ministros y secretarios de Estado y los más lelos se conformaron con hacerse catedráticos o empresarios de hostelería, a ser posible con casa rural. Pero conservan algo de aquel barniz alternativo y lo exhiben al hilo del calentamiento global o el pacifismo con chófer. Pasaron del arrobo ante las leyes de la historia a ser legisladores o evasores de impuestos. Es su larga marcha particular, largo rodeo para no bajar de clase social. Pues creo que no conozco a ninguno de aquellos que se haya hecho pobre o simplemente proletario. Sus papis pudieron descansar tranquilos, al fin.
No sé cuantos de éstos que ahora se pasan al Islam acabarán perdiendo su nueva fe o cuantos llegarán a imanes y cosas así. De lo que estoy bastante convencido es de que la mayoría se apuntan por hacer algo distinto y llevar la contraria, para dar la nota. En el supermercado de las alternativas va quedando poca cosa que ponerse en la biografía juvenil, y tampoco está todo el mundo dispuesto a irse en serio de cooperante a Burundi o a partirse la cara por los oprimidos de verdad, que haberlos haylos. Así que cara a la Meca y en pompa para cambiar el mundo.
Esperemos que estos nuevos beatos acaben como sus predecesores, devorados por las aguas de la historia y vencidos por los molinos de viento contra los que fingen que luchan.
Si la historia fuera rectilínea, podría predecirse fácilmente. Pero es ondulada. De la decadencia del cristianismo ha surgido el ateísmo. El ocaso del ateísmo sólo puede alumbrar fanáticos.
ResponderEliminar