Éranse un padre y sus cinco hijos. Los hijos eran unos obsesos del sexo y se pasaban el día en extrañas competiciones, ora midiendo y comparando genitales, ora comprobando cuál micciona más lejos, ora atizándose entre sí por la vanguardia o por la retaguardia.
El amoroso padre era viejo y un día decidió ir repartiendo en vida su fortuna entre sus vástagos. Pudo haberlo hecho a su manera y por la brava, pero decidió consultar con cada hijo el mejor criterio para repartir. Él vivía angustiado por el afecto de sus hijos y no quería hacer nada que los disgustara y pudiera animarlos a irse de casa. Mi ilusión es que a mi muerte todos asistan a mi entierro en santa armonía y como un solo hombre, decía el pobre viejo.
Ante la pregunta del padre, el primer hijo defendió que la mejor pauta de reparto era en proporción al tamaño del miembro viril, pues él presumía de tenerlo más grande que el de un famoso actor porno de origen catalán. El padre le dijo que le parecía muy bien y que así se haría.
El segundo hijo mantuvo que importa más el uso que el tamaño y propuso que el reparto se hiciera por el número de polvos anuales que cada cual echara. El padre le dijo que le parecía muy bien y que así se haría.
El tercero insistió en que no debe contar el acto, sino el fruto, de modo que habría que atender al número de hijos habidos por cada uno. El padre le dijo que le parecía muy bien y que así se haría.
El cuarto alegó que no es tan fácil saber qué hijos son de cada cual, y máxime cuando todos ellos viven juntos y revueltos, entre sí y con sus parejas, razón por la que consideraba mucho más oportuno que se financiaran los gatillazos en lugar de las dianas, ya que sufre más y requiere mejor cuidado aquel que tiene estragada su herramienta. El padre le dijo que le parecía muy bien y que así se haría.
Por último, el quinto, que era célibe de vocación, adujo que lo mejor sería repartir a partes iguales y dejarse de pamplinas con las partes. El padre le dijo que le parecía muy bien y que así se haría.
Al cabo los hijos empezaron a preguntar al padre que para cuándo las pelas y el padre no tuvo más remedio que contestar que ya mismo, pues los veía indignados y agresivos, muy al contrario de lo que él había soñado. De modo que se puso a darle a cada uno según el patrón con cada uno acordado, y acabó provocando una pelea de tal calibre, que todos los dineros acabaron yéndose en gasas, ungüentos y cirugías. Murió arruinado el cabeza de familia y sus descendientes, ya sin nada que heredar ni que llevarse a la boca, lo odiaron para siempre y lo maldijeron durante generaciones.
A quien esta historia verídica oiga le quedará siempre la duda de si era mayor la perversidad de los hijos o la estulticia del padre. Sea como sea, lo cierto es que entre todos consiguieron la ruina.
El amoroso padre era viejo y un día decidió ir repartiendo en vida su fortuna entre sus vástagos. Pudo haberlo hecho a su manera y por la brava, pero decidió consultar con cada hijo el mejor criterio para repartir. Él vivía angustiado por el afecto de sus hijos y no quería hacer nada que los disgustara y pudiera animarlos a irse de casa. Mi ilusión es que a mi muerte todos asistan a mi entierro en santa armonía y como un solo hombre, decía el pobre viejo.
Ante la pregunta del padre, el primer hijo defendió que la mejor pauta de reparto era en proporción al tamaño del miembro viril, pues él presumía de tenerlo más grande que el de un famoso actor porno de origen catalán. El padre le dijo que le parecía muy bien y que así se haría.
El segundo hijo mantuvo que importa más el uso que el tamaño y propuso que el reparto se hiciera por el número de polvos anuales que cada cual echara. El padre le dijo que le parecía muy bien y que así se haría.
El tercero insistió en que no debe contar el acto, sino el fruto, de modo que habría que atender al número de hijos habidos por cada uno. El padre le dijo que le parecía muy bien y que así se haría.
El cuarto alegó que no es tan fácil saber qué hijos son de cada cual, y máxime cuando todos ellos viven juntos y revueltos, entre sí y con sus parejas, razón por la que consideraba mucho más oportuno que se financiaran los gatillazos en lugar de las dianas, ya que sufre más y requiere mejor cuidado aquel que tiene estragada su herramienta. El padre le dijo que le parecía muy bien y que así se haría.
Por último, el quinto, que era célibe de vocación, adujo que lo mejor sería repartir a partes iguales y dejarse de pamplinas con las partes. El padre le dijo que le parecía muy bien y que así se haría.
Al cabo los hijos empezaron a preguntar al padre que para cuándo las pelas y el padre no tuvo más remedio que contestar que ya mismo, pues los veía indignados y agresivos, muy al contrario de lo que él había soñado. De modo que se puso a darle a cada uno según el patrón con cada uno acordado, y acabó provocando una pelea de tal calibre, que todos los dineros acabaron yéndose en gasas, ungüentos y cirugías. Murió arruinado el cabeza de familia y sus descendientes, ya sin nada que heredar ni que llevarse a la boca, lo odiaron para siempre y lo maldijeron durante generaciones.
A quien esta historia verídica oiga le quedará siempre la duda de si era mayor la perversidad de los hijos o la estulticia del padre. Sea como sea, lo cierto es que entre todos consiguieron la ruina.
Otra cara de la misma moneda:
ResponderEliminarHOSPITAL GENERAL DE ESPAÑA
09:03 a.m. Llega un paciente con una insuficiencia cardiorespiratoria severa, derivada del sobresalto producido por: el importe de la última cuota de su hipoteca + últimas noticias respecto al incremento en el precio de los productos básicos + ecografía de su esposa en la que se aprecia claramente que vienen gemelos.
01:05 p.m. Tras 4 horas de espera le atiende el Cuadro Médico compuesto por 10 INSIGNES POLITICOS, BANQUEROS Y GRANDES EMPRESARIOS ESPAÑOLES.
01:15 p.m. El Dr. Rodriguez Alpargatero se percata de lo largas que el paciente lleva las uñas y, pone en marcha un dispositivo de emergencia para que se las corten.
01:30 p.m. El Dr. Irrajaré Mañana le reconviene al Dr. Rodríguez Alpargatero que no haya observado de que es el pelo lo que lleva especialmente largo (el paciente) y reclama la puesta en marcha del dispositivo sanitario que solucione esa falta de decoro.
01:45 p.m. El Dr. Montellá exige atención respecto al terrible olor que desprenden los sobacos de nuestro paciente.
02:00 p.m. El Dr. Ahivaese, mosqueado, pide que le traigan inmediatamente un bocata de antxoas, que él no trabaja sin haber comido algo.
02:30 p.m. El Dr. LLameazoras, al observar que el reloj que lleva el paciente no es de primera marca pide que alguien vaya a comprarle uno, en base al principio de igualdad.
02:45 p.m. Entre los 5 doctores mencionados se establece una fuerte discusión, que acaba, tras una serie de tirones de pelo, empujones, patadas, pellizcos, escupitajos y mordiscos, con el paciente rodando por los suelos.
Mientras tanto los otros Dres. , testigos habituales de las continuas peleas, y pragmáticos hasta el vómito, aprovechan la situación y montan un chiringito, vendiendo a precios astronómicos navajas, guantes de boxeo, bocatas de antxoa, peines, cortauñas, desodorante, etc... apoyando y jaleando alternativamente a unos y otros de tal forma que la melé no se resuelve hasta pasadas unas 6 horas.
09:03 p.m. El paciente, D. CIUDADANO ESPAÑOL, fallece a consecuencia de un fracaso multiorgánico generalizado, tras 12 horas de intenso debate entre la vida y la muerte.
09:15 p.m. El STAFF MEDICO al completo firma el Certificado de Defunción, confirmando que el cuadro clínico con el que ingresó el paciente era incompatible con la vida.
09:20 p.m. Tras la intensa jornada se marchan juntos a cenar a un conocido restaurante del centro de la capital; para limar sus diferencias; y luego uno de los Drs. CONTRUCTORES invita a todos los colegas a unas copas (y lo que se tercie) en un Nigth Club de alto Standing a escasos metros del restaurante.
Esta narración es mera ficción, cualquier parecido con la realidad es fruto de la casualidad.