Un buen amigo me ha puesto esta mañana en la pista de una polémica que está teniendo lugar en Frankfurt y que viene detalladamente recogida estos días en el Frankfurter Rundschau. En Frankfurt existen ya dos mezquitas y los fieles del Islam quieren construir una tercera. En la ciudad y el Ayuntamiento se ha desatado la polémica de siempre sobre multiculturalismo, religión, vida pública y espacios públicos. Parece que todos los partidos están por conceder el permiso, los democratacristianos con resignación y –supongo- mala conciencia, y tanto los verdes como los socialdemócratas con entusiastas y firmes apelaciones a la libertad religiosa. Parece que en Frankfurt viven unos setenta mil musulmanes, muchos de ellos con nacionalidad alemana.
En agosto nació la polémica cuando muchos ciudadanos se opusieron a la construcción de la tercera mezquita, unos apelando a que en las mezquitas se incita al odio contra Occidente y otros aduciendo que a este paso habrá más mezquitas que iglesias cristianas. Las respuestas de los partidos llegaron en forma de acusaciones de histeria, xenofobia y resentimiento antimusulmán y con llamadas a la convivencia multicultural y al pluralismo religioso. Al mismo tiempo, se encona el debate general sobre la libertad religiosa, sus alcances y sus límites. Sale a la palestra la pregunta sobre el origen de los dineros con los que se financiará la obra, pues en ese distrito de la ciudad no hay más de quinientos musulmanes. Se habla del origen extranjero de los recursos, vía cuentas suizas.
Las posturas se van decantando a favor de la nueva mezquita. Contundentemente en pro de ella se pronuncian algunas asociaciones católicas, argumentando que no se deben poner límites a la libertad de credo. Su decano, Raban Tillmann, declara al Frankfurter Rundschau que a él le son mucho más gratas esas gentes de otras religiones que rezan a Dios que aquellas personas que no tienen Dios ninguno, y acaba haciendo votos por una alianza de los creyentes. Lo que nos faltaba.
Durante estos meses de debate los que se oponen a la mezquita son a menudo tachados de derechistas o, incluso, de nazis. Supongo que al señor Tillmann todos lo considerarán un progresista de los mejores. Eso sí, verdad es que algún partido neonazi aprovechó la ocasión para decir de las suyas y convocar manifestaciones, que fueron prohibidas.
El referido periódico organizó recientemente un debate sobre el asunto. En él, Daniel Cohn-Bendit, autoproclamado ateo, manifestó que se debe dar espacios a los musulmanes y que cuanto más generoso se sea con sus mezquitas e instituciones, mejor y más críticamente se podrá debatir con ellos. A los musulmanes les pide una actitud abierta para discutir con los demás cosas tales como los derechos de la mujer. No consta que Cohn-Bendit ni los otros hayan reclamado el derecho de los católicos a construir iglesias de las suyas en Arabia Saudí o el de los ateos a proclamarse tales, tranquilamente, en los países de confesión islámica, por lo de la reciprocidad y tal. Tampoco parece que se haya hablado de los derechos de los homosexuales en el Islam, con lo bien y mucho que suenan aquí. La discusión parece reducida a qué derechos deban los musulmanes disfrutar en este Occidente decadente, descreído y con unos cuantos cristianos en retirada: si todos o casi todos. Cohn-Bendit se pronunció, naturalmente a favor de una sociedad multicultural…, pero aquí, no allá. Supongo que en los términos habituales: que en nombre de la multiculturalidad se permita a los líderes religiosos musulmanes llamarnos a nosotros de todo por dejar mandar a las mujeres en igualdad, por andar enseñando el refajo y las carnes o por tomarnos unas copas, pero que no se nos tolere a nosotros decirles a ellos que son unos putos retrógrados machistas, autoritarios, acomplejados y meapilas. Bien, eso se llama multiculturalismo sin reciprocidad o, en otros términos, el que más jeta le eche, gana. Meterse con los obispos católicos es signo de progresismo, lo hagan los musulmanes o lo hagan unos concejales de Los Verdes. Meterse con los imanes es de nazis. Pues vale. Todo en nombre también de la libertad religiosa, conste.
¿Y saben qué acaba de ocurrir? Pues que el Consejo Central de Ex–musulmanes acaba de emitir un comunicado en contra de la construcción de nuevas mezquitas en ciudades como Frankfurt y Colonia, y en dicho comunicado suelta cosas tales como que las mezquitas son el símbolo de un Islam político que no representa a los musulmanes, sino que es la expresión de una política reaccionaria y de odio a las mujeres. Olé. Y añade que la religión es asunto privado y que existen ya demasiadas mezquitas en Alemania. Cuantas más mezquitas se construyan, más mujeres serán oprimidas y más niñas serán obligadas a llevar el pañuelo en la cabeza, eso dice Mina Ahadi, la presidenta de dicho Consejo Central. Y, claro, el Gobierno alemán la acusa de acrecentar los problemas y agudizar el enfrentamiento. Las mujeres que se jodan, lo importante es que no riñamos con esos vecinos tan así.
Ese Consejo Central de Ex-musulmanes se fundó a primeros de año. Por cierto, el salirse de la fe del Islam merece la pena de muerte según las leyes islámicas y tal como han explicado al Frankfurter Rundschau doctos representantes de dicho credo. En nombre de la libertad religiosa, naturalmente.
A ver si aprendemos en todas partes: la religión, toda religión, es asunto privado y de conciencia y, como tal, muy respetable. Una sociedad libre y plural no es aquella en la que todas se fomentan y se dejan obrar a su antojo, sino aquella en la que se vela para que ninguna confesión ni autoridad religiosa abuse de nadie ni imponga a nadie su ley: ni a niños ni a niñas ni a adultos ni a adultas ni a nadie. A nadie. Y que sus gastos se los paguen ellos, sus enseñanzas se las paguen ellos y sus gestiones para ganarse una parcelita llena de huríes o en la finca de Pedro se las paguen ellos también. Y que nos dejen en paz de una dichosa vez a los que no queremos vernos rodeados de superstición, cutrez y miedos pueriles.
En agosto nació la polémica cuando muchos ciudadanos se opusieron a la construcción de la tercera mezquita, unos apelando a que en las mezquitas se incita al odio contra Occidente y otros aduciendo que a este paso habrá más mezquitas que iglesias cristianas. Las respuestas de los partidos llegaron en forma de acusaciones de histeria, xenofobia y resentimiento antimusulmán y con llamadas a la convivencia multicultural y al pluralismo religioso. Al mismo tiempo, se encona el debate general sobre la libertad religiosa, sus alcances y sus límites. Sale a la palestra la pregunta sobre el origen de los dineros con los que se financiará la obra, pues en ese distrito de la ciudad no hay más de quinientos musulmanes. Se habla del origen extranjero de los recursos, vía cuentas suizas.
Las posturas se van decantando a favor de la nueva mezquita. Contundentemente en pro de ella se pronuncian algunas asociaciones católicas, argumentando que no se deben poner límites a la libertad de credo. Su decano, Raban Tillmann, declara al Frankfurter Rundschau que a él le son mucho más gratas esas gentes de otras religiones que rezan a Dios que aquellas personas que no tienen Dios ninguno, y acaba haciendo votos por una alianza de los creyentes. Lo que nos faltaba.
Durante estos meses de debate los que se oponen a la mezquita son a menudo tachados de derechistas o, incluso, de nazis. Supongo que al señor Tillmann todos lo considerarán un progresista de los mejores. Eso sí, verdad es que algún partido neonazi aprovechó la ocasión para decir de las suyas y convocar manifestaciones, que fueron prohibidas.
El referido periódico organizó recientemente un debate sobre el asunto. En él, Daniel Cohn-Bendit, autoproclamado ateo, manifestó que se debe dar espacios a los musulmanes y que cuanto más generoso se sea con sus mezquitas e instituciones, mejor y más críticamente se podrá debatir con ellos. A los musulmanes les pide una actitud abierta para discutir con los demás cosas tales como los derechos de la mujer. No consta que Cohn-Bendit ni los otros hayan reclamado el derecho de los católicos a construir iglesias de las suyas en Arabia Saudí o el de los ateos a proclamarse tales, tranquilamente, en los países de confesión islámica, por lo de la reciprocidad y tal. Tampoco parece que se haya hablado de los derechos de los homosexuales en el Islam, con lo bien y mucho que suenan aquí. La discusión parece reducida a qué derechos deban los musulmanes disfrutar en este Occidente decadente, descreído y con unos cuantos cristianos en retirada: si todos o casi todos. Cohn-Bendit se pronunció, naturalmente a favor de una sociedad multicultural…, pero aquí, no allá. Supongo que en los términos habituales: que en nombre de la multiculturalidad se permita a los líderes religiosos musulmanes llamarnos a nosotros de todo por dejar mandar a las mujeres en igualdad, por andar enseñando el refajo y las carnes o por tomarnos unas copas, pero que no se nos tolere a nosotros decirles a ellos que son unos putos retrógrados machistas, autoritarios, acomplejados y meapilas. Bien, eso se llama multiculturalismo sin reciprocidad o, en otros términos, el que más jeta le eche, gana. Meterse con los obispos católicos es signo de progresismo, lo hagan los musulmanes o lo hagan unos concejales de Los Verdes. Meterse con los imanes es de nazis. Pues vale. Todo en nombre también de la libertad religiosa, conste.
¿Y saben qué acaba de ocurrir? Pues que el Consejo Central de Ex–musulmanes acaba de emitir un comunicado en contra de la construcción de nuevas mezquitas en ciudades como Frankfurt y Colonia, y en dicho comunicado suelta cosas tales como que las mezquitas son el símbolo de un Islam político que no representa a los musulmanes, sino que es la expresión de una política reaccionaria y de odio a las mujeres. Olé. Y añade que la religión es asunto privado y que existen ya demasiadas mezquitas en Alemania. Cuantas más mezquitas se construyan, más mujeres serán oprimidas y más niñas serán obligadas a llevar el pañuelo en la cabeza, eso dice Mina Ahadi, la presidenta de dicho Consejo Central. Y, claro, el Gobierno alemán la acusa de acrecentar los problemas y agudizar el enfrentamiento. Las mujeres que se jodan, lo importante es que no riñamos con esos vecinos tan así.
Ese Consejo Central de Ex-musulmanes se fundó a primeros de año. Por cierto, el salirse de la fe del Islam merece la pena de muerte según las leyes islámicas y tal como han explicado al Frankfurter Rundschau doctos representantes de dicho credo. En nombre de la libertad religiosa, naturalmente.
A ver si aprendemos en todas partes: la religión, toda religión, es asunto privado y de conciencia y, como tal, muy respetable. Una sociedad libre y plural no es aquella en la que todas se fomentan y se dejan obrar a su antojo, sino aquella en la que se vela para que ninguna confesión ni autoridad religiosa abuse de nadie ni imponga a nadie su ley: ni a niños ni a niñas ni a adultos ni a adultas ni a nadie. A nadie. Y que sus gastos se los paguen ellos, sus enseñanzas se las paguen ellos y sus gestiones para ganarse una parcelita llena de huríes o en la finca de Pedro se las paguen ellos también. Y que nos dejen en paz de una dichosa vez a los que no queremos vernos rodeados de superstición, cutrez y miedos pueriles.
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