30 marzo, 2008

Más sobre jueces, de un comunicante anónimo

Un anónimo comentarista del post anterior hace unas consideraciones complementarias que me permito traer a primera plana. Se ve que sabe de lo que habla.

Por cierto, lo de que cuente como trabajo en el oficio y puntúe para los ascensos el tiempo que uno se pasa en carguetes y canonjías me recuerda también los muy académicos criterios que en la Universidad se van imponiendo.

Esto nos cuenta el amigo comunicante:

Promocionar a los mejores profesionales a los puestos superiores del aparato judicial constituiría una verdadera revolución, aunque no parece verosímil que suceda tal cosa en la partitocracia que vivimos. Hay magistrados que acreditan en sus sentencias (que es donde deben hacerlo) formación, criterio y conocimiento de los asuntos, pero también lo es que nunca los encontraremos más allá de una Audiencia Provincial, es decir, hasta donde llegan los nombramientos reglados. ¿Cómo van a permitir los partidos políticos que magistrados con criterio e independencia acaben en una sala del Supremo? Esos magistrados (los únicos dignos de tal nombre) no son de fiar: en cualquier momento les puede dar por aplicar la ley, sea quien sea el litigante.

Cuando alguien ingresa en la carrera judicial, a través de cualquiera de las variadas vías posibles, tiene ante sí la siguiente alternativa:

1) Dedicarse a su trabajo con ahínco, intentar mejorar cada día, estudiar sin descanso y servir con ello a los ciudadanos. Este camino conduce conocidamente a la pérdida de la salud psíquica y física, la frustración, la desesperanza, la melancolía y el hastío. Puede incluir, en algunos supuestos, un expediente disciplinario (no es broma).

2) Afiliarse a una asociación (imprescindible), obtener un puesto gubernativo de "letrado" en el CGPJ (es fácil: hay más de un centenar y lo dan por puro enchufe a los amigos). A partir de aquí, las reglas son sencillas: no tienes que poner sentencias, lo que te deja mucho tiempo libre para cabildear, hacer pasillos e ir dándote a conocer entre los que mandan. A la vez, por uno de esos milagros del mundo funcionarial, la ley establece que el tiempo que inviertas, tan provechosamente, en esa situación (“servicios especiales”) se computará como si estuvieras partiéndote el alma en un juzgado de instrucción.

También puedes aprovechar para conocer mundo. Algunos hay en el CGPJ que en los últimos años sólo han sido vistos, fugazmente, en la T-4, porque ¿cómo van a pasar los jueces búlgaros, v. gr., si ellos no les dan una docenita de conferencias, pontificando sobre las sentencias que nunca han dictado y los asuntos que jamás han pasado por sus manos?

Después de unos años en este plan, puedes volver a un órgano jurisdiccional, pero -eso sí- de Presidente de Sala, como mínimo. ¿Qué más da que no hayas puesto una docena de sentencias en toda tu vida? Lo importante es que eres la persona idónea, que nunca vas a fallarle a los que te han puesto ahí. En fin, mejor no seguir con esta vexata quaestio.

Para terminar, ya que me parece imposible -en las circunstancias actuales- la realización de la utopía que propone el post ("los mejores jueces al Supremo”) yo me permito reformularla de forma negativa: ya que los mejores son inexorablemente postergados, al menos que no se nombre a los peores, como viene sucediendo. ¿Nos harán caso? Me temo que no.

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