05 marzo, 2008

Tropa con tripa

Veo con perplejidad una noticia de ayer, según la cual cunde en Alemania la preocupación porque los soldados están gordos. Al parecer el cuarenta por ciento de los soldados alemanes tiene sobrepeso y una cuarta parte de ellos no practica deporte alguno. Por lo visto, tan sorprendente fenómeno se debe al sedentarismo y al exceso de tareas burocráticas.
Lo primero que uno puede pensar es que los ejércitos de democratizan y va habiendo igualdad entre sus miembros. En aquellos tiempos en que un servidor hizo la mili (¿nunca he contado la mili? Qué raro. Eso hay que arreglarlo) la gordura comenzaba de brigada para arriba y los oficiales gordos eran una gruesa proporción. Por entonces a los soldadetes se les hacía correr y saltar hasta que desaparecía cualquier resto de adiposidad.
No sé cómo se las gastarán en el ejército alemán, aunque semejantes tasas de gordura hacen pensar en guerreros con ínfulas de funcionarios. Estaría bien conocer estadísticas sobre nuestros militares. Ya sé que hay unos miles con destino en lugares bien peligrosos y donde no cabe comerse el bocata de mortadela reposadamente y echarse luego la siestecita como si se estuviera en el sofá de casa. Tal vez por eso hay que traerlos a todos pronto para acá, no sea que adelgacen y se nos queden escuchimizados y tristones. Qué mejor imagen de un país en paz y pacifista que ver a sus tropas con las manos apoyadas en la panza y cara de no romper un plato, al menos mientras haya dentro algo que llevarse al buche. Y a la hora del rancho dará gloria contemplarlos con la servilleta atada a la nuca y usando la bayoneta para partir un suculento solomillo adornado de foie, con el capitán insitiéndoles para que se tomen otra racioncita y un par de coroneles ofreciéndoles pastelillos y tartas diversas.
A mí me gusta mucho ver esos reportajes de cuando las mamás despiden a los soldados que se marchan de maniobras y les llevan chorizos de casa y un táper con sopita de cocido de la que prepara la abuela con carnes del pueblo. Debería procurarse que las madres de los soldados tuvieran más presencia en los cuarteles, igual que en las escuelas la tienen las madres y padres de nuestros chiquitines. ¿Por qué no van a poder participar en la organización de los cuarteles las mamás y los papás del mismo modo que meten baza en la de los colegios? Qué maravilla esas reuniones en las que los papis pongan de vuelta y media al sargento que mandó a su Borja Mari a hacer garita una mañana de fresquito invernal, sin darse cuenta de que podía el pobre chico pillarse un catarrito. Arrestado el sargento sin alma por ponerle al chico servicio tan duro sin preocuparse de que llevara bufandita y los marianos hasta el tobillo. Con los padres metidos en el ejército se acababan las guerras en un santiamén. Salvo que alguien toque a su retoño,claro, que entonces sí que arde Troya.
¿Prácticas de tiro? Uy, no, que a mi Kevin José le dan mucho miedo las armas y él es muy sensible. Y reprobación inmediata del sargento de cocina que no se preocupe de servirle a cada soldado un petit-suisse de postre. Ah, y a mi chaval le pone con la merienda un vasito de leche, que le encanta y le va muy bien para el calcio de los huesos.
También sería muy importante que a los papis se les reconociera el derecho a la objeción de conciencia si a algún general pervertido se le ocurriera contar a los niños historias de patrias y banderas. No, mire, cuando toque educación para la milicia a mi chico me lo mandan a la capilla y que rece el rosario con los amiguitos. Y a las diez le da una duchita fría y me lo acuesta bien tapadito y con el cilicio en el segundo agujero. Y solo, ¿eh?
Se deberían cambiar tantas cosas. Para empezar, los desfiles. Qué es eso de que los soldados anden desfilando en uniforme y con el fusil al hombro. Nada, nada, que cada uno vaya como quiera y desarrolle libremente su personalidad, unos en chándal y otros con la chupa de marca que les dejaron los reyes por ser buenos y comerlo todo. Y en lugar de los fusiles, que vayan jugando con la miniconsola y maten ahí a muchos monstruos malísimos.
Y qué me dicen de esas visitas del Ministro de Defensa a los acuartelamentos, siempre con gesto adusto y sin llevar regalitos. Qué menos que aprovechar para hacer una fiestecilla con serpentinas, globos y piñata y luego unos juegos instructivos, como el veo-veo o las cuatro esquinas. Hasta el enemigo se daría cuenta de que es tontería andar atacando a gente que sabe vivir la vida y es todo corazón. A lo mejor por eso se organizan tantas cuchipandas a cuenta de la Alianza de Civilizaciones, para que el enemigo capte que no merece la pena liarse a tiros por un quítame allá ese Alá y que es más divertido celebrar juntos el cumple o halloween. Luego, la mala hostia ya se destapará en los debates electorales en la tele, que es donde los pacifistas ponen una cara de sanguinarios de no te menees.
Yo creo que Gila no era un humorista, sino un visionario, un profeta. Hoy diría aquello de ¿está el centinela? Sí, pero no se puede poner, porque está comiendo unas torrijas que le mandó su mamá y luego tiene cita con el podólogo. Oigan, pero esta vez no es broma.
Lo malo es que, como sigan engordando así nuestros soldados, ya no van a tener habilidad ni para ayudar a las viejecitas a cruzar la calle, labor que, como es de todos sabido, es la única que aquí y en estos tiempos justifica los ejércitos.

5 comentarios:

  1. ¡Artículo bien armado! Propio del intercambio de armas entre los grandes humoristas españoles.

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  2. Genial de principio a fin, desde el título al párrafo final sobre Gila¡ Es usted tremendo, Amado.

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  3. Hombre, sobre la tropa española no sé si hay datos michelinómétricos ni panzagráficos. Quizá haya que ponerle solución con un estudio como ese alemán que cita GA.

    Eso sí: yo no me preocuparía por eso de que a la tropa la Patria y la Bandera se la transpiren. Yo me preocuparía por lo contrario. Al parecer, lo que abunda más entre tropa y oficiales es eso tan bonito y tan patriótico de España / Entera / Y sólo una Bandera.

    Porque lo anecdótico es que el General Mena quisiera entrar a bayoneta calada si el Parlamento de España aprobaba por mayoría absoluta la Ley Orgánica 6/2006 del Estatuto de Autonomía de Cataluña (angelito... ¡y todo este lío, por defender a la patria frente al separatista polaco oculto tras la embustera máscara parlamentaria de la volonté générale!). Anecdótico, porque en todas partes hay gente de esa calaña. Y sobre todo anecdótico porque se quedó en nada.

    No sé si anecdótico es que la Asociación de Militares Españoles apoye a este energúmeno.

    Pero menos anecdótico y más preocupante es que últimamente la tropa anda pelín tarasca con la cosa de la Patria y con los que no son de la Patria (no de la Nuestra, en cualquier caso).

    Y es que en los atentados xenófobos y neonazis (incluso en asesinatos) nos encontramos con preocupante frecuencia a militares y a miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Como autores, quicir. Lo cual no significa, claro, que todos o una mayoría de sus miembros estén en éstas, pero sí que hay una inquietante sobrerrepresentación de estos servidores públicos entre los criminales ultranacionalistas.

    En fin. Que no sé yo si el Soldado Raso Bratwürstschen hará daño a alguien con su doble papada sudorosa y su poco fervor patriótico. Pero la tropa que sí están haciendo pupa por estos lares, rompiendo craneos con tapa de alcantarilla (hace año y medio, en León), apuñalando a menores de edad (en noviembre, en Madrid) y con otros alegres divertimentos, esos sí que aman a España. A los españoles, no. A los españoles, tapa de alcantarilla en el cráneo y estilete en el corazón hasta desangrarse como en matanza. Joder, qué tropa.

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  4. Ups. Se colaron una c y una s de más en el nick. Dedazos.

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  5. El papel de las fuerzas armadas es el que señala la Constitución, ni más ni menos. Ahora bien, yo, si tengo que volver a servir a la Patria ... en la guerrilla.

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