Todo crece y se desparrama, hasta los mandamientos aumentan, acomodándose a las nuevas formas que adopta la mente humana para contravenir y burlarse de valores y jerarquías.
Ahora es la santa madre Iglesia la que ha decidido ponerse al día en cuestión de pecados. Esta actitud es de admirar porque la Iglesia suele ser poco ágil a la hora de aceptar los dictados de la modernidad como lo demuestra la historia de sus condenas. El teatro, las corridas de toros, el cine, los trenes, casi todo ha caído bajo la mirada escrutadora y de pocos amigos de obispos y prefectos. En la biografía que escribí hace años del papa Pío IX cuento cómo su predecesor en la silla de Pedro, Gregorio XVI, hizo cuanto estuvo en su mano para que en los Estados pontificios no se construyeran vías ferroviarias con el argumento de que por ellas llegaría a toda velocidad y a golpe de silbato el pecado de las nuevas ideas liberales, un peligro para el magisterio eclesiástico y sus prudentes enseñanzas. Una encíclica de este santo padre, la “Mirari vos”, no dejó títere con cabeza. Y mi biografiado, su sucesor Pío nono (de quien toman el nombre los deliciosos pastelillos granadinos), condenó en el “Syllabus” todo lo que había por condenar en los años setenta del siglo XIX, especialmente el liberalismo y la separación de la Iglesia y el Estado.
En España publicó poco después el Padre Sardá i Salvany un libro que hizo mucho ruido en la época titulado “el liberalismo es pecado” donde argumentaba con encono la “sana intransigencia católica en oposición a la falsa caridad liberal”. Un ensayo escrito en lenguaje muy vivo y que, por cierto, se convirtió en la obra de cabecera de muchos personas influyentes, entre ellas, Sabino Arana. ¿A alguien le suena este nombre?
Por mi biblioteca anda otra joya -ésta de los años cuarenta del siglo XX- titulada “grave inmoralidad del baile agarrado” firmada por el padre Jeremías de las Sagradas Espinas donde el dominico arremete contra cualquiera de las modalidades bailongas porque propiciaban acercamientos escandalosos e incluso tocamientos impúdicos que podían afectar a la zona de las mamas femeninas, justamente llamadas por el fraile “sedes libidinis”. Anduvo detrás de hacer una segunda edición ya referida a los bailes sueltos que se pusieron de moda poco más tarde pues, adelantó, hacían sudar a los danzantes lo que les trasladaba a un estado de excitación que las más de las veces desembocaba en el desbordamiento lujurioso. Y en verdad que algo de ello había, para qué engañarse.
Me alarma que ahora, en estos comienzos del siglo XXI, la Iglesia haya acotado un nuevo pecado: el daño al medio ambiente.Ya no basta, ha dicho un prelado romano de sombría vestimenta, con los dictados de Yahvé a Moisés, blasfemar, robar, desear la mujer de tu prójimo etc, todo esto ya se sabe que son pecados gordos y con mala fama. Ahora hay otros, más modernos, que se cometen sin darse uno cuenta y con maneras como distraídas. Entre ellos están acciones como contaminar el aire, ensuciar los ríos, abandonar basuras, hacer ruido ... Esto último, el ruido, es de las tropelías más frecuentes. No hay Ayuntamiento que no tenga aprobada una Ordenanza contra el ruido que prohíbe entre otros desafueros, el escape libre de las motos y otra que prescribe la misma receta al claxon o los altavoces a altas horas de la noche. Es evidente que nadie hace caso pero en esto consiste la farsa social, que a todos entretiene y de la que todos vivimos.
Ahora bien, el asunto tiene otro cariz si es la Iglesia la que interviene porque basta que un cura nos prohíba algo para que encontremos especial gustirrinín en contradecirle. Así ha ocurrido siempre: con los trenes, con el liberalismo, con la laicidad, con el baile y con los toros. ¿Por qué va a ser distinto ahora? Lo previsible es que, si ya nos complace comportarnos como unos guarros y unos maleducados, ahora tendremos para ello un renovado aliciente.
Ahora es la santa madre Iglesia la que ha decidido ponerse al día en cuestión de pecados. Esta actitud es de admirar porque la Iglesia suele ser poco ágil a la hora de aceptar los dictados de la modernidad como lo demuestra la historia de sus condenas. El teatro, las corridas de toros, el cine, los trenes, casi todo ha caído bajo la mirada escrutadora y de pocos amigos de obispos y prefectos. En la biografía que escribí hace años del papa Pío IX cuento cómo su predecesor en la silla de Pedro, Gregorio XVI, hizo cuanto estuvo en su mano para que en los Estados pontificios no se construyeran vías ferroviarias con el argumento de que por ellas llegaría a toda velocidad y a golpe de silbato el pecado de las nuevas ideas liberales, un peligro para el magisterio eclesiástico y sus prudentes enseñanzas. Una encíclica de este santo padre, la “Mirari vos”, no dejó títere con cabeza. Y mi biografiado, su sucesor Pío nono (de quien toman el nombre los deliciosos pastelillos granadinos), condenó en el “Syllabus” todo lo que había por condenar en los años setenta del siglo XIX, especialmente el liberalismo y la separación de la Iglesia y el Estado.
En España publicó poco después el Padre Sardá i Salvany un libro que hizo mucho ruido en la época titulado “el liberalismo es pecado” donde argumentaba con encono la “sana intransigencia católica en oposición a la falsa caridad liberal”. Un ensayo escrito en lenguaje muy vivo y que, por cierto, se convirtió en la obra de cabecera de muchos personas influyentes, entre ellas, Sabino Arana. ¿A alguien le suena este nombre?
Por mi biblioteca anda otra joya -ésta de los años cuarenta del siglo XX- titulada “grave inmoralidad del baile agarrado” firmada por el padre Jeremías de las Sagradas Espinas donde el dominico arremete contra cualquiera de las modalidades bailongas porque propiciaban acercamientos escandalosos e incluso tocamientos impúdicos que podían afectar a la zona de las mamas femeninas, justamente llamadas por el fraile “sedes libidinis”. Anduvo detrás de hacer una segunda edición ya referida a los bailes sueltos que se pusieron de moda poco más tarde pues, adelantó, hacían sudar a los danzantes lo que les trasladaba a un estado de excitación que las más de las veces desembocaba en el desbordamiento lujurioso. Y en verdad que algo de ello había, para qué engañarse.
Me alarma que ahora, en estos comienzos del siglo XXI, la Iglesia haya acotado un nuevo pecado: el daño al medio ambiente.Ya no basta, ha dicho un prelado romano de sombría vestimenta, con los dictados de Yahvé a Moisés, blasfemar, robar, desear la mujer de tu prójimo etc, todo esto ya se sabe que son pecados gordos y con mala fama. Ahora hay otros, más modernos, que se cometen sin darse uno cuenta y con maneras como distraídas. Entre ellos están acciones como contaminar el aire, ensuciar los ríos, abandonar basuras, hacer ruido ... Esto último, el ruido, es de las tropelías más frecuentes. No hay Ayuntamiento que no tenga aprobada una Ordenanza contra el ruido que prohíbe entre otros desafueros, el escape libre de las motos y otra que prescribe la misma receta al claxon o los altavoces a altas horas de la noche. Es evidente que nadie hace caso pero en esto consiste la farsa social, que a todos entretiene y de la que todos vivimos.
Ahora bien, el asunto tiene otro cariz si es la Iglesia la que interviene porque basta que un cura nos prohíba algo para que encontremos especial gustirrinín en contradecirle. Así ha ocurrido siempre: con los trenes, con el liberalismo, con la laicidad, con el baile y con los toros. ¿Por qué va a ser distinto ahora? Lo previsible es que, si ya nos complace comportarnos como unos guarros y unos maleducados, ahora tendremos para ello un renovado aliciente.
A mí todo esto desde una perspectiva teológica me confunde. ¿Esto no terminará por llevar al mismísmo Yahvé ante los tribunales por delitos contra el medio ambiente?
ResponderEliminar¿Acaso no quemaba rastrojos Yahve?
¿Acaso no puso en peligro de extinción a muchísimas especies? Porque dígame usted de dónde narices saca uno una pareja de pingüinos en medio de Palestina de un día para otro y con pronóstico de Diluvio Universal para el fin de semana...
¿Y no contaminó aguas interiores?
¿Y no llegó incluso a cometer clonación humana?
Profesor SW (y Profesor GA, a titulo de cooperador necesario): no nos pueden dejar con esta zozobra teológica. Seguro que eso también es pecado. Que alguien nos dé una orientación, una glosa, un sermoncillo, algo...
Pues a mi me ha encantado eso del cura con apellidos catalanes: "el liberalismo es pecado". ¿Sería un progre de la época?.
ResponderEliminarNo, un regre. El liberalismo entonces era lo progre.
ResponderEliminarDe hecho, liberalismo y socialismo iban en el mismo saco para la doctrina de la ICR. No han cambiado mucho las cosas hasta Centessimus Annus.
De hecho, ya saben usías que la cantinela cristofriki de loqués aujourd'hui es que la Ilustración es la raíz del mal en occidente. Beni16 dixit, COPElianos y LDeros repiten...