Por aquí, en León, los ricos no son tan avispados como en otras partes. Pero ya se espabilarán. El día menos pensado se nos descuelgan con que el Estado los tima y la Comunidad Autónoma los estafa, y a ver qué les decimos. Sólo tienen que echar mano de la balanza fiscal de su barrio y luego comparar. Esquilmados se van a sentir.
Es un suponer, pero pongamos que viven en la calle Ordoño II - señorial vía leonesa- los que manejan más dineros, empresarios con solera, ricos herederos, jefes de bancos, inversores con buen ojo para el sube y baja bursátil. Como –admitámoslo al menos como tesis con algunas excepciones- los que más tienen apoquinan más fuertemente a Hacienda, si un día se ponen a echar cuentas se pueden mosquear bastante. Alegarán que su contribución a las arcas públicas no se corresponde ni de lejos con los servicios públicos que disfrutan ni con lo que las administraciones invierten en su calle. Y añadirán que, en cambio, hay otras zonas de la ciudad, llenas de pobretones y menesterosos, que salen ganando a tenor de la balanza fiscal de marras, pues reciben proporcionalmente más de lo que aportan. Gran injusticia. Así que a reequilibrar y a dejar de financiar a costa de los impuestos de los que viven como marqueses las calles y las escuelas de los que no tienen un duro.
Cierto que semejante pretensión puede acarrearles a nuestros leoneses pudientes más de una crítica, pero sólo tendrán que cuidar otro detalle: que se inventen una identidad colectiva la mar de resultona. Al fin y al cabo, no sólo el grosor de la cartera distingue a esos ricachones nuestros, sino que poseen unos caracteres que los diferencian del vulgo: saben pelar las naranjas con cuchillo y tenedor, visten pieles y trajes de marca para ir a misa de doce los domingos y apenas hablan con laísmo. Pues ya está, son una nación de andar por casa y es esa nación la que resulta humillada y expoliada por culpa de la mala administración del Estado y de sus variados entes. Así pues, que lo que pagan se invierta en hacerles a ellos la vida más agradable, que les pongan papeleras de diseño en sus aceras y jardines con flores exóticas en los alrededores de sus viviendas y que el Ayuntamiento subvencione la literatura escrita en ordoñés.
Dirá usted, amigo lector, que semejante artimaña no puede colar, porque un Estado que se apellida social está constitucionalmente obligado a procurar la igualdad de oportunidades y a velar por la satisfacción de las necesidades básicas de todos los ciudadanos. De acuerdo, pero, si es así, ¿a cuento de qué vamos a tragar con la matraca que se gastan las comunidades autónomas más prósperas con sus dichosas balanzas fiscales?
Menos mal que nos gobierna un partido socialista, ¿verdad?
Es un suponer, pero pongamos que viven en la calle Ordoño II - señorial vía leonesa- los que manejan más dineros, empresarios con solera, ricos herederos, jefes de bancos, inversores con buen ojo para el sube y baja bursátil. Como –admitámoslo al menos como tesis con algunas excepciones- los que más tienen apoquinan más fuertemente a Hacienda, si un día se ponen a echar cuentas se pueden mosquear bastante. Alegarán que su contribución a las arcas públicas no se corresponde ni de lejos con los servicios públicos que disfrutan ni con lo que las administraciones invierten en su calle. Y añadirán que, en cambio, hay otras zonas de la ciudad, llenas de pobretones y menesterosos, que salen ganando a tenor de la balanza fiscal de marras, pues reciben proporcionalmente más de lo que aportan. Gran injusticia. Así que a reequilibrar y a dejar de financiar a costa de los impuestos de los que viven como marqueses las calles y las escuelas de los que no tienen un duro.
Cierto que semejante pretensión puede acarrearles a nuestros leoneses pudientes más de una crítica, pero sólo tendrán que cuidar otro detalle: que se inventen una identidad colectiva la mar de resultona. Al fin y al cabo, no sólo el grosor de la cartera distingue a esos ricachones nuestros, sino que poseen unos caracteres que los diferencian del vulgo: saben pelar las naranjas con cuchillo y tenedor, visten pieles y trajes de marca para ir a misa de doce los domingos y apenas hablan con laísmo. Pues ya está, son una nación de andar por casa y es esa nación la que resulta humillada y expoliada por culpa de la mala administración del Estado y de sus variados entes. Así pues, que lo que pagan se invierta en hacerles a ellos la vida más agradable, que les pongan papeleras de diseño en sus aceras y jardines con flores exóticas en los alrededores de sus viviendas y que el Ayuntamiento subvencione la literatura escrita en ordoñés.
Dirá usted, amigo lector, que semejante artimaña no puede colar, porque un Estado que se apellida social está constitucionalmente obligado a procurar la igualdad de oportunidades y a velar por la satisfacción de las necesidades básicas de todos los ciudadanos. De acuerdo, pero, si es así, ¿a cuento de qué vamos a tragar con la matraca que se gastan las comunidades autónomas más prósperas con sus dichosas balanzas fiscales?
Menos mal que nos gobierna un partido socialista, ¿verdad?
por fin ha vuelto vuecencia. Ya nos tenía a algunos con el "mono"...
ResponderEliminarun placer como siempre leerle
Juan Antonio el Doctor Luis Villar Borda, falleció ayer 23 de julio en Bogotá, lo quería y admiraba mucho a usted. Aquí la noticia de su deceso
ResponderEliminarhttp://iureamicorum.blogspot.com/2008/07/muri-el-dr-luis-villar-borda.html
Por favor comuniquéle esta triste noticia a sus amigos españoles más cercanos
ResponderEliminarGonzalo A. Ramírez Cleves
Muy bueno este post aparecido en su columna de El Mundo, excelente y dan ganas de que siguiese en una segyunda columna o tuviese Vd página y media los domingos para leerle reposadamente porque yo me he quedado con ganas de seguirle leyendo con ese interrogante final que seguro Vd le tiene respuesta y máxime leyendo a la otra articulista de la página : Eloísa Otero que poco menos dice que ZP es la reserva espiritual de Occidente y los españoles "todos" unos demócratas de la ostria.
ResponderEliminar