25 julio, 2008

Karadzic: sa-nación por el espíritu

No es tan sorprendente lo de Karadzic. Me refiero al oficio que había elegido para su nueva vida bajo nombre falso. Cambió de identidad, de apariencia y de compañera de cama, pero, bien mirado, no hacía ahora algo sustancialmente distinto de lo que era su dedicación de político nacionalista serbio, aunque aquí lo de serbio es pura anécdota. Se limitó a pasar del espíritu del pueblo a la sanación por el espíritu, pero supongo que no tuvo que variar demasiado sus esquemas retóricos ni su manera de comerle el tarro a la gente. De la autodeterminación nacional a la individual, pero con guía barbudo. A fin de cuentas, el llamado pensamiento nacionalista no es mucho más que una variante del espiritismo en la que se invocan los fantasmas de los antepasados para convertir a los contemporáneos en fantasmas, en seres convencidos de que los habita un genio telúrico que los hace tan distintos de los que nacieron al otro lado de un río, como iguales entre sí.
Karadzic sólo tuvo que estirar las mismas batallas que contaba sobre alma popular a unos cretinos dispuestos a matar por su bandera, ahora a unos pobres diablos que se buscan el alma debajo de la camiseta y que arrancan ya dispuestos a morir de inanición a base de comer sólo berzas para purificar su alma de pendejos, y a encontrarse a sí mismos en los efluvios de una compota de berros con soja. Si antes se ganaba la vida predicando pureza étnica y armonías territoriales, luego triunfaba proponiendo a sus pacientes equilibrios entre el yin y el yan y purgas intestinales. Los que fracasan a la hora de construir un Estado sin impurezas raciales o lingüísticas terminan por cultivar un cuerpo sin grasa y un ánima sin contradicciones, y todo a base de comer sin aditivos.
Bien se sabe, además, que cuando una nación se queda con el culo al aire sus súbditos cambian de pastor, pero no su condición ovina. No en vano los argentinos se han pasado media vida en el psicoanalista después de que Perón resultara mortal y Evita enflaqueciera más que los desharrapados que picaban como palomas las migajas que les echaba desde el balcón de la Casa Rosada. Y, mismamente por estos pagos, no sería raro que un día acabáramos viendo a Anxo Quintana convertido en druida con descapotable de importación y a Carod vendiendo pócimas para el estreñimiento autóctono desde alguna cadena pirata de televisión.
A ver cuando traducen los artículos que publicaba Karadzic en esa revista llamada Vida Sana y que uno se imagina como la revista que no debe leer alguien que crea que la vida es para disfrutarla sanamente y no para pasársela con cara de ovolácteo con hemorroides. No es difícil imaginarse a los pacientes del tal Dragan Dabic –nuevo nombre de Karadzic- acudiendo a la consulta después de extasiarse ante un concierto de música folk en alguna plaza de Belgrado y preguntándole que a ver cómo se pueden curar una desazón que no saben de dónde les viene pero que están notando de unos años para acá, y a él recomendándoles que persiguiesen la respuesta mirandose al interior y dejándose llevar por las corrientes de su espíritu neumático, porque ya dice la canción que la respuesta está en las ventosidades. Oye, y seguro que salían tan contentos y convertidos en hombres (y mujeres, ¡hostias!, ya lo sé) nuevos, pues conocido es que todos los capullos del mundo andan buscando el Hombre Nuevo y que no hay mejor guía para tal empresa que un antiguo matón nacionalista convertido en gurú con música de aeropuerto y la mano en tu culo.
Ay, qué disgustos nos da la ciencia alternativa. El otro día contaba un periódico que R.D. Laing, el famoso antipsiquiatra especializado en esquizofrenia, estaba como una chota y masacraba a leches a sus hijos. Era el más famoso psiquiatra de familia y dejaba a sus sucesivas y simultáneas mujeres como para ir a un psiquiatra de los de toda la vida, y a su vástagos como para hacerse socios del departamento de urgencias de cualquier hospital. Y hoy, hoy mismo, nos topamos con dos noticias pasmosas sobre médicos guais de especialidades frecuentadas por progres en bremudas y camiseta de salvad las ballenas. Resulta que un famoso médico nutricionista catalán, al que acudía la flor y nata de los que no querían michelines charnegos –El Mundo cita entre los personajes importantes (?) que lo visitaban a los cuatro siguientes: Joan Puigcercós, Xavier Vendrell, Jorge Lorenzo y la hermana de Ronaldinho-, tenía instalada en el retrete una webcam con la que filmaba la cara de panoli de sus clientes mientras defecaban o se hacían unas gayolas para perder agua y bajar cartucheras. Genial. La encontró y lo denunció la limpiadora, que se ve que no estaba a la última, la muy burra, y que seguro que seguía usando faja para comprimir las adiposidades.
Y qué me dicen de ese redundante psicólogo argentino, catedrático de violencia en el ámbito familiar, que se daba como loco a la pederastia. A lo mejor es el que trata a esos magistrados españoles que acaban de afirmar en la sentencia del Nanisex que no hay propiamente violencia cuando un tiarrón le endilga el pene por la retaguardia a un bebé de dos años. Eso se lo hace a la vecina del sexto y le cae un puro de aquí te espero por machista violentísimo, por no respetar la orden de alejamiento del ano y por no firmar ese manifiesto con la lengua, pero cada cosa es cada cosa y bien está distinguir lo diferente. De la misma manera, al prestigioso pederasta argentino habrá que reconocerle que no hay tanta incompatibilidad entre las enseñanzas de su cátedra sobre violencia familiar y sus prácticas con infantes, pues éstos no eran de su familia y ya se sabe que hay que valorar diferentemente lo distinto.
En fin. Yo, modestamente, propongo que, como primera medida y para ir viendo, el Gobierno cree un observatorio. Por lo que pueda pasar. Y como tarea inicial podría observar la ética pública de muchos de mis colegas que escriben sobre ética pública. Verás qué risa.

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