No me inquieta la fecha de mi muerte,
sin cuidado me tiene si habrá nieve
o si derretirán los soles el asfalto,
si estarán aquí las golondrinas
o si tendrán los árboles murmullo de estorninos.
Puede que en las lejanas tierras los granjeros
se afanen en cosechas y en sus cálculos,
que cante el urogallo por su celo
o que arrastren las nubes un incendio
de atardecer ventoso y de locura.
Son circunstancias todas que no rompen
mi muralla de viva indiferencia
ante la muerte cierta y sus detalles.
Pero otras incertezas sí me abruman:
qué día compraré el último libro,
cuándo escribirá mi mano el postrer verso,
cómo será la última risa de mis hijos
o la jornada en la que ponga flores
sobre la tumba de mi madre y ya no vuelva.
Cuando se estrene la última tarde
ResponderEliminar¿qué libro leeré?
Cuando se ponga el último sol
¿qué recuerdo evocaré?
Cuando comience la última noche
¿qué temor me vencerá?
Cuando la sombra invada mi casa
¿en qué cuarto me hallaré?
Cuando mi mano busque otra mano
¿qué mano encontraré?
Estupendo poema, preocupaciones universales.
Gracias por su Poema.
ResponderEliminar