Muchos profesores universitarios se han convertido en especialistas en organizar todo tipo de eventos (cursos de verano, cursos de extensión universitaria, cursos de actualización didáctica, etc., etc.) que les permitan cobrar unos euros a mayores. Hay todo un mercado próspero. Así, muchos pedagogos se están forrando gracias a que lo de siempre se va a hacer ahora con nuevos métodos que ellos enseñan en cursos muy bien valorados por el sistema. También se consigue algo de dinero mediante intercambios. En las universidades no se paga a los profesores propios por impartir doctorado, pero sí se remuneran esas clases si las da un profesor de fuera. Así que se organiza el toma y daca: yo te invito a ti a mi casa y tú correspondes invitándome a la tuya; y cobramos los dos. Debe de ser fomento de lo que se llama el Espacio Único.
Muchos de esos eventos tenían un suculento mercado cautivo gracias a los créditos de libre configuración. Pero parece que en los nuevos planes desaparecerán las que ahora se llamaban materias de libre configuración, aquellas que el estudiante elegía libremente para completar las horas del respectivo título. Debe de haber gran preocupación entre los organizadores de cursos de verano, congresos y ciclos de conferencias, pues cabe que se queden sin inscripciones de estudiantes.
Por razones que convendría analizar despacio, el estudiantado se abstiene sistemáticamente de asistir a nada que no sean las clases reglamentarias, y no está para más charlas ni exposiciones. Pero hasta ahora el profesorado había encontrado el santo remedio para conseguir audiencia estudiantil en esos otros eventos: darles un valor en créditos de libre configuración. Eso permitía ver en cursos de verano de ingeniería repletos de estudiantes de Económicas o Filosofía y Letras o tener matriculados en los de Derecho a los jóvenes que cursan Informática o Biología.
¿Qué va a ocurrir ahora? El profesorado no querrá perder esas oportunidades de llevarse unos cuartos por la dirección de tales eventos o de invitar a los colegas a dar unas conferencias remuneradas. A lo mejor habrá que recurrir, como en los viejos tiempos, a decir que cuenta para el examen lo que ahí se exponga, o simplemente a declarar obligatoria la asistencia y pasar lista. O tal vez se produzca el milagro de que los estudiantes recuperen la curiosidad intelectual o el afán por saber de algo más que de los rancios apuntes y de los trillados manuales.
¿O acaso alguien se cree que desaparecerán apuntes y manuales de nuestras aulas a la boloñesa?
Muchos de esos eventos tenían un suculento mercado cautivo gracias a los créditos de libre configuración. Pero parece que en los nuevos planes desaparecerán las que ahora se llamaban materias de libre configuración, aquellas que el estudiante elegía libremente para completar las horas del respectivo título. Debe de haber gran preocupación entre los organizadores de cursos de verano, congresos y ciclos de conferencias, pues cabe que se queden sin inscripciones de estudiantes.
Por razones que convendría analizar despacio, el estudiantado se abstiene sistemáticamente de asistir a nada que no sean las clases reglamentarias, y no está para más charlas ni exposiciones. Pero hasta ahora el profesorado había encontrado el santo remedio para conseguir audiencia estudiantil en esos otros eventos: darles un valor en créditos de libre configuración. Eso permitía ver en cursos de verano de ingeniería repletos de estudiantes de Económicas o Filosofía y Letras o tener matriculados en los de Derecho a los jóvenes que cursan Informática o Biología.
¿Qué va a ocurrir ahora? El profesorado no querrá perder esas oportunidades de llevarse unos cuartos por la dirección de tales eventos o de invitar a los colegas a dar unas conferencias remuneradas. A lo mejor habrá que recurrir, como en los viejos tiempos, a decir que cuenta para el examen lo que ahí se exponga, o simplemente a declarar obligatoria la asistencia y pasar lista. O tal vez se produzca el milagro de que los estudiantes recuperen la curiosidad intelectual o el afán por saber de algo más que de los rancios apuntes y de los trillados manuales.
¿O acaso alguien se cree que desaparecerán apuntes y manuales de nuestras aulas a la boloñesa?
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