(Publicado en La Nueva España el jueves 4 de diciembre)
Permítame que me sincere, pero es que ando en un sinvivir ya desde hace unos días, con una comezón que se me ha metido por no sé dónde, nada, una tontería, vaya usted a saber de dónde me viene, pero que no hay tu tía, por mucho que lo intento, no consigo sacármela de la cabeza. Dirá usted que son aprensiones que tiene una, que eso le pasa a cualquiera en un momento de debilidad, que hay que tirar para adelante y no darle más vueltas al coco. Pero es que estoy muy preocupada. Y es que me ha venido la idea -fíjese usted qué absurdo, hasta apuro me da decirlo-... que nuestro presidente del Gobierno es ventrílocuo. Sí, ventrílocuo, ya sabe, esas personas que hablan cuando parece que están calladas y que normalmente aparecen en la tele con un muñeco haciendo gracietas.
Tiene que ser eso, digo yo, porque si no, algo raro pasa, porque este chico, que bien majo y bien parecido que es, que ya se lo digo siempre a la Josefa, a la del quinto, ya sabe, pero, eso, a lo que le voy, que este chico parece que habla como dos personas diferentes, que dice unas veces unas cosas y otras la contraria, que yo de esto de política mucho no entiendo, pero que parecen las contrarias de lo que había dicho con su voz normal. Así, lo mismito que si tuviera dos voces diferentes.
Porque acuérdese de aquello de las tropas de Irak, que retiró en un día y todos tan contentos, cómo no, con lo feas que son las guerras, pero luego un día vamos y nos enteramos que él mismo apoyaba en la ONU ésa que se enviaran más tropas a Irak, pero de otros países, no de los nuestros, eso no. ¿Y aquello de los terroristas estos vascos? Que si la paz, que si la política, que si ilegalizar al partido ése de la facción nacionalista vasca,... O, por ejemplo, ahora con todo esto de la crisis y nos dice que lo malo que es el capitalismo, y, cualquiera entiende estas cosas, pero luego resulta que sale y les da no sé cuántos millones ¡a los bancos! Pero, ¿y todo eso de la guerra del 36 y la memoria esa, que buena falta me haría a mí que se me va la cabeza cada dos por tres? Pero, a lo que voy, ¿no sale hace unos días, cuando lo del 20 de noviembre, y va y salta con que el olvido está muy bien y que no hay para qué acordarse de Franco ni falta que nos hace?
Pero es que además me pregunto yo: ser ventrílocuo, ¿es un don o es una enfermedad? Porque si es un don, bendito sea el cielo, que nos ha dado un Presidente que puede decir lo mismo arre que so sin que se le tuerza el gesto; alguna ventaja tendrá el asunto, digo yo. Pero, ¿y si resulta que es una enfermedad? Porque, me supongo yo, que los jurídicos que saben de estas cosas, lo tendrán previsto, ¿no? Que si el Presidente está enfermo, algo dirá la constitución ésa de la que hablan a cada rato.
Ya sé que parece un poco descabellado, y yo misma me digo, quia, mujer, quita allá esas pajas, cómo va a ser el Presidente ventrílocuo, si eso se nace, no se hace uno así de la noche a la mañana; ya se sabría de antes, de todos esos años que estuvo de diputado... Pero, digo yo, ¿y si antes no hablaba? ¿Y si no se sabía nada porque antes estaba siempre callado, él y... su otro yo, que no sé ni cómo llamarlo, fíjese usted? Y, ahora que lo pienso, peor todavía, ¿y si resulta que está poseído?
Curioso estilo mezcla de suso del toro, garcía amado y sosa padre.
ResponderEliminarMe quedo con los originales.
Los niños de papá también derecho. Ni que España tuviera que convertirse en una méritocracia.
ResponderEliminar