¿Qué diferencia puede haber entre una familia y una comunidad de vecinos en la que cada uno es y se siente hijo de su padre y de su madre? Pues que en una familia, al menos en las bien avenidas, cada cual no se limita a ir a su bola y a buscar nada más que su interés, mientras que en una comunidad de vecinos a cada uno le importa un bledo lo que les pase a los demás, con tal de salir ganando él y tener más guapo su piso.
En este país nuestro el presidente de los vecinos ha dado con la forma de tener a todos contentos y sumisos: aumentarle la paga a cada comunidad autónoma. Previamente a los habitantes de cada comunidad se les ha convencido de que los de las otras importan un carajo, que son de otra pasta o de otra estirpe y que tonto el último. Cegados en cada reino de taifas por su egoísmo, no reparan en que no alcanzan los bienes disponibles para entregar a cada cual lo prometido, salvo que se acabe hipotecando por completo el destino común. Pero todos han dejado de creer en un destino común, ninguno ve más allá de su corto horizonte, nadie se imagina que en un grupo mayor y mejor organizado puede haber mejor fortuna. Al que Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. Y mañana ya veremos. Cuando la vaca deje de dar leche, la sacrificamos y nos largamos con la música a otra parte. ¿España, dice usted?, ¿el Estado? A mí sólo me interesan los míos, los catalanes, vascos, gallegos, valencianos, andaluces, murcianos, los de mi pandilla. La diferencia entre un grupo humano organizado que planifica su futuro responsablemente y una bandada de buitres que desgarra el cadáver de un animal está en que los buitres no echan cuentas del mañana. España es el cadáver. Dígame usted quiénes son los buitres y quién les echa de comer pensando que los engaña.
Los partidos llamados nacionales ya no son nacionales, bajo las siglas comunes, PSOE y PP parecen manadas de lobos que luchan por la misma presa. Cegados sus líderes por el afán de dominio local, imitan el discurso y las mañas de los partidos nacionalistas. Pero una imitación nunca puede igualar el original.
Quien gobierna el Estado sabe que a los jerifaltes autonómicos de su partido no les importa nada el Estado, sólo quieren el poder en sus comunidades, ser jefecillos en sus casas, y, si no lo consiguen, se comen al que gobierna el Estado. Éste podría explicar al conjunto, a los ciudadanos, que un Estado ni se hace ni se mantiene a base de alimentar el egoísmo de tribus y clanes. Al menos un Estado europeo que no quiera parecerse a Afganistán. Pero para ello ese gobernante de todos debería, primero, tener una mínima cultura política -y cultura a secas- y, después, tendría que anteponer el interés general a su enfermiza obsesión de sentirse el rey del mambo. Se juntaron las fieras para elegir a su líder y le dieron el puesto a un mono que se creyó el rey león. Criaturilla. Quien nos gobierna piensa aquello de que después de mí el diluvio. Se imagina que puede conservar su reinado si mantiene enfrentados a la pantera y al leopardo, al elefante y el hipopótamo. Su cabeza y su moral no dan para más. El pueblo soberano lo quiso así. Lo quisieron así el leopardo, la pantera, el elefante y el hipopótamo. El pueblo soberano siente la llamada de la selva, y los animales de la selva no entienden de filosofía política ni de intereses generales. Además, mentar a España es cosa de fachas, dicen los de cada horda, y lo mismo cree el pequeño simio, el pobre. Él se conforma con mantener su cetro, aunque sea simbólico. Alcanzado su máximo nivel de incompetencia, sólo pretende no caerse de la peana.
El último que (a)pague la luz y que se busque la vida. Porque esta carroña de Estado se nos acaba.
En este país nuestro el presidente de los vecinos ha dado con la forma de tener a todos contentos y sumisos: aumentarle la paga a cada comunidad autónoma. Previamente a los habitantes de cada comunidad se les ha convencido de que los de las otras importan un carajo, que son de otra pasta o de otra estirpe y que tonto el último. Cegados en cada reino de taifas por su egoísmo, no reparan en que no alcanzan los bienes disponibles para entregar a cada cual lo prometido, salvo que se acabe hipotecando por completo el destino común. Pero todos han dejado de creer en un destino común, ninguno ve más allá de su corto horizonte, nadie se imagina que en un grupo mayor y mejor organizado puede haber mejor fortuna. Al que Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. Y mañana ya veremos. Cuando la vaca deje de dar leche, la sacrificamos y nos largamos con la música a otra parte. ¿España, dice usted?, ¿el Estado? A mí sólo me interesan los míos, los catalanes, vascos, gallegos, valencianos, andaluces, murcianos, los de mi pandilla. La diferencia entre un grupo humano organizado que planifica su futuro responsablemente y una bandada de buitres que desgarra el cadáver de un animal está en que los buitres no echan cuentas del mañana. España es el cadáver. Dígame usted quiénes son los buitres y quién les echa de comer pensando que los engaña.
Los partidos llamados nacionales ya no son nacionales, bajo las siglas comunes, PSOE y PP parecen manadas de lobos que luchan por la misma presa. Cegados sus líderes por el afán de dominio local, imitan el discurso y las mañas de los partidos nacionalistas. Pero una imitación nunca puede igualar el original.
Quien gobierna el Estado sabe que a los jerifaltes autonómicos de su partido no les importa nada el Estado, sólo quieren el poder en sus comunidades, ser jefecillos en sus casas, y, si no lo consiguen, se comen al que gobierna el Estado. Éste podría explicar al conjunto, a los ciudadanos, que un Estado ni se hace ni se mantiene a base de alimentar el egoísmo de tribus y clanes. Al menos un Estado europeo que no quiera parecerse a Afganistán. Pero para ello ese gobernante de todos debería, primero, tener una mínima cultura política -y cultura a secas- y, después, tendría que anteponer el interés general a su enfermiza obsesión de sentirse el rey del mambo. Se juntaron las fieras para elegir a su líder y le dieron el puesto a un mono que se creyó el rey león. Criaturilla. Quien nos gobierna piensa aquello de que después de mí el diluvio. Se imagina que puede conservar su reinado si mantiene enfrentados a la pantera y al leopardo, al elefante y el hipopótamo. Su cabeza y su moral no dan para más. El pueblo soberano lo quiso así. Lo quisieron así el leopardo, la pantera, el elefante y el hipopótamo. El pueblo soberano siente la llamada de la selva, y los animales de la selva no entienden de filosofía política ni de intereses generales. Además, mentar a España es cosa de fachas, dicen los de cada horda, y lo mismo cree el pequeño simio, el pobre. Él se conforma con mantener su cetro, aunque sea simbólico. Alcanzado su máximo nivel de incompetencia, sólo pretende no caerse de la peana.
El último que (a)pague la luz y que se busque la vida. Porque esta carroña de Estado se nos acaba.
Duro, pero cierto. Sabes que estoy convencido de que hemos entrado en una dinámica que no puede acabar más que con la desaparición de España como Estado. En el post apuntas uno de los elementos más significativos de este proceso: la disgregación de los partidos políticos estatales. El partido, los partidos son la auténtica fuente de poder en la actualidad, y su evidente territorialización la muestra más clara de este proceso que muy pocos, al menos desde la izquierda, quieren llamar por su nombre para evitar que les tilden de "fachas". Triste ironía, ¿sabrá alguno de los que utilizan en la actualidad este epíteto con tanta alegría lo que quiere decir, qué fue el fascismo? La ignorancia precede al desastre.
ResponderEliminarY lo más sorprendente es que quien está patrocinando desde el poder esta deriva no es un fanático nacionalista ilustrado (si es que ello es posible), ni siquiera un experimentado cacique de mi tierra gallega, sino quien en mi pueblo hubiera sido el amigo íntimo del tonto del pueblo o el mismo tonto.
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