Medio kilo de garbanzos, cuarto y mitad de morcillo, un cuarto de gallina, dos huesos, un par de chorizos... Con eso y poco más se elabora un cocido de garbanzos al estilo madrileño. Ahora veamos la receta de una acreditación de profesor o del pase para un contrato universitario: unos años de experiencia docente, media docena de artículos en revistas de distinta categoría, dos o tres capítulos en libros colectivos, una decena de comunicaciones y una o dos ponencias en congresos, participación, aunque sea de grumete, en un puñado de proyectos de investigación, algunas estancias investigadoras en ciudades con muchas consonantes y un mes de la vida, en total, en cursillos de actualización pedagógica sobre temas peregrinos dictados por especialistas peripatéticos. Éxito asegurado.
Y el que no sea del gremio o no esté en el ajo se preguntará: ¿así?, ¿a tanto alzado?, ¿al peso? Pues sí. Ahí comienzan las diferencias. Cuando cocinamos no le compramos la carne al pescadero, ni el pescado el bodeguero, ni las zanahorias al criador de cerdos. En la universidad es distinto y la última moda es que todo el mundo juzgue de lo que no sabe y que, a ser posible, ningún especialista opine de lo que sea su especialidad. Lo explicaré más claro. Y téngase en cuenta que lo que viene a continuación es una descripción rigurosa, no una broma o una exageración. Tengo pruebas.
Para evaluar cualquier cosa relacionada con las universidades funcionan agencias públicas que, a su vez, designan comisiones de expertos. Esas comisiones se forman por grandes sectores del conocimiento. Por ejemplo, ciencias jurídicas y sociales. Cada una de esas comisiones la integran unos pocos profesores, entre dos y cinco normalmente. Como es obvio, no figura un experto por disciplina o rama de conocimiento. De ahí que sea perfectamente común que un expediente de Derecho Administrativo lo valore alguien de Derecho Romano, o que uno de Derecho Romano lo evalúe un profesor de Economía de la Empresa, o que el de Economía de la Empresa sea puntuado por un erudito de Filosofía Medieval. ¿Cómo consiguen esas comisiones funcionar en medio de tal absurdo? Muy fácil, con criterio puramente numérico, al peso. Se parte de un baremo que dice, por ejemplo, que por cada libro publicado se asignarán entre uno y tres puntos. De cajón: entre una y cien páginas, un punto; entre ciento una y trescientas, dos puntos; más de trescientas páginas, tres puntos. Y misión cumplida. Lo mismo con cada uno de los otros méritos: artículos, ponencias, estancias, proyectos, etc., etc.
El ingenuo exclamará: ah, ¿pero no lo leen? So ingenuo, en efecto. No olvide que la mayoría no entendería nada, aunque lo leyera todo, pues se juzga lo que no es de la propia rama o área. Además, y por si acaso, esas agencias nunca piden a los aspirantes a la evaluación copia de sus trabajos, todo lo más fotocopia de las páginas primera y última. ¿Y si lo que hay en medio de ese libro o artículo es una solemne estupidez, una vergonzosa simpleza o un plagio como la copa de un pino? Don´t worry, be happy. Nadie se enterará. Mejor dicho, los de la disciplina del autor sí pueden estar al tanto o serían capaces de descubrirlo. Pero para eso se procura que no sean del área de conocimiento del aspirante los que lo califiquen. Si yo, que no sé de Contabilidad, califico un curriculum de tal materia, ni entenderé los títulos ni sabré de la calidad de las revistas ni conoceré el prestigio de las editoriales ni nada de nada. Así que al peso, a boleo, a ojo. Sin embargo, es tan probable o más que sea yo el llamado a dar tal calificación como que lo sea un profesor de Contabilidad. Viva la ciencia. A tal proceder se le suele llamar hoy en día evaluación de calidad, no de cantidad. Alguien se equivocó con el nombre.
¿Y semejante sistema quién lo ha inventado e impuesto? Unos genios en pantuflas que pretenden que siempre sea de noche para que los gatos nunca dejen de ser pardos. Gentes cuyos currículos están llenos de cientos y cientos de cositas, de inanidades, de jueguecitos, de trabajitos para dummies y de tópicos políticamente correctos. Gentes convencidas de que si los méritos se computan así, como el que cuenta patatas o pesa sardinas, ellas saldrán ganando y se harán con todos los resortes del poder académico. Y ya casi lo han conseguido por completo. Ahora hasta nos obligan a asistir a sus cursitos.
Y el que no sea del gremio o no esté en el ajo se preguntará: ¿así?, ¿a tanto alzado?, ¿al peso? Pues sí. Ahí comienzan las diferencias. Cuando cocinamos no le compramos la carne al pescadero, ni el pescado el bodeguero, ni las zanahorias al criador de cerdos. En la universidad es distinto y la última moda es que todo el mundo juzgue de lo que no sabe y que, a ser posible, ningún especialista opine de lo que sea su especialidad. Lo explicaré más claro. Y téngase en cuenta que lo que viene a continuación es una descripción rigurosa, no una broma o una exageración. Tengo pruebas.
Para evaluar cualquier cosa relacionada con las universidades funcionan agencias públicas que, a su vez, designan comisiones de expertos. Esas comisiones se forman por grandes sectores del conocimiento. Por ejemplo, ciencias jurídicas y sociales. Cada una de esas comisiones la integran unos pocos profesores, entre dos y cinco normalmente. Como es obvio, no figura un experto por disciplina o rama de conocimiento. De ahí que sea perfectamente común que un expediente de Derecho Administrativo lo valore alguien de Derecho Romano, o que uno de Derecho Romano lo evalúe un profesor de Economía de la Empresa, o que el de Economía de la Empresa sea puntuado por un erudito de Filosofía Medieval. ¿Cómo consiguen esas comisiones funcionar en medio de tal absurdo? Muy fácil, con criterio puramente numérico, al peso. Se parte de un baremo que dice, por ejemplo, que por cada libro publicado se asignarán entre uno y tres puntos. De cajón: entre una y cien páginas, un punto; entre ciento una y trescientas, dos puntos; más de trescientas páginas, tres puntos. Y misión cumplida. Lo mismo con cada uno de los otros méritos: artículos, ponencias, estancias, proyectos, etc., etc.
El ingenuo exclamará: ah, ¿pero no lo leen? So ingenuo, en efecto. No olvide que la mayoría no entendería nada, aunque lo leyera todo, pues se juzga lo que no es de la propia rama o área. Además, y por si acaso, esas agencias nunca piden a los aspirantes a la evaluación copia de sus trabajos, todo lo más fotocopia de las páginas primera y última. ¿Y si lo que hay en medio de ese libro o artículo es una solemne estupidez, una vergonzosa simpleza o un plagio como la copa de un pino? Don´t worry, be happy. Nadie se enterará. Mejor dicho, los de la disciplina del autor sí pueden estar al tanto o serían capaces de descubrirlo. Pero para eso se procura que no sean del área de conocimiento del aspirante los que lo califiquen. Si yo, que no sé de Contabilidad, califico un curriculum de tal materia, ni entenderé los títulos ni sabré de la calidad de las revistas ni conoceré el prestigio de las editoriales ni nada de nada. Así que al peso, a boleo, a ojo. Sin embargo, es tan probable o más que sea yo el llamado a dar tal calificación como que lo sea un profesor de Contabilidad. Viva la ciencia. A tal proceder se le suele llamar hoy en día evaluación de calidad, no de cantidad. Alguien se equivocó con el nombre.
¿Y semejante sistema quién lo ha inventado e impuesto? Unos genios en pantuflas que pretenden que siempre sea de noche para que los gatos nunca dejen de ser pardos. Gentes cuyos currículos están llenos de cientos y cientos de cositas, de inanidades, de jueguecitos, de trabajitos para dummies y de tópicos políticamente correctos. Gentes convencidas de que si los méritos se computan así, como el que cuenta patatas o pesa sardinas, ellas saldrán ganando y se harán con todos los resortes del poder académico. Y ya casi lo han conseguido por completo. Ahora hasta nos obligan a asistir a sus cursitos.
Pues a mí me han evaluado (negativamente) por los méritos que no tengo.
ResponderEliminar¿Podrías dar más información sobre el baremo que utilizan los evaluadores?
Fdo. Profesor Quemado.
Jo tío, cuanta razón tienes. Y lo peor es que la ANECA tiene todos los resortes del poder sobre la universidad: deciden quién puede ser profesor, funcionario o contratado qué título se imparte o se deja de impartir, qué tiene "calidad" o no. ¿Dónde quedó aquello de la autonomía universitaria?
ResponderEliminarVamos por partes (¿quién diría esto?).
ResponderEliminar1. La ANECA no existe!. Existe una Comisión que envia al Ministerio las solicitudes de acreditación, donde un funcionario elige, nadie sabe como, un evaluador externo. ¿Como se elige este evaluador externo?. Nadie lo sabe!.
2. Recibida las evaluación, la correspondiente Comisión (de la ANECA) se reune, hace suya la evaluación y saca un listado de los evaluados positivamente y negativamente.
3. Los evaluados positivamente se ponen muy contentos, pero dependiendo de la universidad en que estén se ponen todavía más contentos. Hay universidades que de forma automática le crean la plaza. Me he expresado bien, le crean la plaza para el candidato acreditado positivamente.
4. Los hay todavía más felices y son los que sólo ellos, los acreditados de forma positiva, pueden proponer el Tribunal que ha de juzgar la plaza.
5. Y ya el colmo de la felicidad consiste en que los acreditados consiguen que saquen la plaza SIN área de conocimiento. ¿Por qué es el colmo de la felicidad?. Porque pueden elegir a los miembros del Tribunal de cualquier área de conocimiento. Así consigues evitar a los de su área, vaya a ser que no les guste su CV. Sólo se permiten amigos!.
Los puntos 3,4 y 5 justifican la autonomía universitaria, o mejor, el mito de la autonomía universitaria.
Ah!, estoy hablando de España, no de ningún otro país!.
Polamor dediór:
ResponderEliminarNIÉGUENSE a evaluar los expedientes que no sean de su área.
Ya sé que con eso uno piensa que jode al profesor cuyo CV está rechazando (así me lo comentaba un evaluador), pero es mejor a la larga.
Creo que hay que criticar esto de la ANECA sin piedad. ¿Por qué? Porque bien hecho podría ser útil. Y bien hecho significa BIEN HECHO: con acceso a TODA la obra, analizada por expertos en la materia y con responsabilidad para los evaluadores más divergentes. Un sistema de filtro PREVIO a un modelo de oposición REAL es cojonudo, y evita que los sistemas como el viejo "2+3" coloquen auténticas acémilas al mismo nivel que a los buenos académicos.
(Me comentaba esta mañana un cátedro matritense que con el sistema 2+3, hasta una cierta cátedra en el País Vasco, NIN-GU-NA Cátedra de nuestra área de conocimiento había ido para el "candidato de fuera", pues el de la casa controlaba Presidente y Secretario. En total, durante toda la existencia del sistema 2+3 sólo TRES cátedras en mi área de conocimiento habían ido a parar al de "fuera").
Anónimo Primero:
ResponderEliminarEl baremo "secreto" que usan los evaluadores es el mismo documento público pero con "añadidos" al final de cada apartado; con frecuencia son ejemplos y casos de valoración resuelta.
Lo vi en una película.
¿Y por qué no hacen público ese documento?
ResponderEliminar¿Y las valoraciones resueltas son del tipo "media", "buena", "meritoria", "muy meritoria", "baja", "adecuada", "escasa", "limitada"...?
ResponderEliminar¿Y cómo las suman luego?
ResponderEliminar"media"+"meritoria" = 40
"adecuada"+"limitada"+"escasa" = 10
Sólo hay un modo de resistencia que, si no es eficaz, cuando menos tranquiliza bastante y, si se generalizase, incluso alcanzaría cierto grado de eficacia: declararse objetor a la ANECA, a la CEAPA, a la ANEP y a la CONCAPA. ¿Por qué participais en estas cosas si sabeis lo que hay detrás?
ResponderEliminarAnónimo calculador:
ResponderEliminarSi no yerro, las valoraciones posibles son A-B-C-D. Como en los tests de personalidad del Telva.
Y respecto de lo del ars combinatoria anequensis, lamento decirle que carezco de prostituta idea.
A, B, C y D...
ResponderEliminar¡Me cagüen su puta madre!
Estimado Profesor García Amado:
ResponderEliminarHe vuelto a leer su post, esta vez en Campus.
Le ruego que saque a la luz las pruebas que dice tener.
A mí, la evaluación al peso me parece bien, ya que se trata de méritos que se supone que ya han sido revisados (por pares, mediante encuestas, otras evaluaciones...), por lo que sólo resta evaluarlos o puntuarlos numéricamente según un baremo (no según le parezca al experto de turno) con cierta flexibilidad.
Es más, la ANECA pide insistentemente que acreditemos la calidad mediante datos verificables (número de citas, presencia en un determinado índice, satisfacción del alumnado...). Por tanto, el evaluador sólo tiene que valorar los datos de calidad aportados, absteniéndose de juzgar ningún mérito, o la ausencia de éste.
Es la única forma de que las evaluaciones sean objetivas o que exista un margen de subjetividad, pero controlado. Y aún digo más, personalmente, preferiría que me evaluara un administrativo, una aplicación informática o un robot antes que un experto con mala leche.
Atentamente,
Fdo. Profesor Contrariado Doctor.
Que pesados sois!.
ResponderEliminarQue nadie sabe como se elige al evaluador externo!.
Que no lo elige la Comisión de la ANECA!.
Que los baremos secretos se lo pasan por el "Arco del Triunfo"!.
Como decía el inolvidable Paco Gandía, casos verídicos:
1. Profesor Titular con cinco sexenios, 61 años, que ha pasado por TODOS los cargos en la universidad excepto el de Rector. Evaluación negativa para catedrático.
2. Profesor Titular con cuatro sexenios, 59 años, que ha pasado por cargos, pero muchos menos que el anterior. Evaluación positiva para catedrático.
3. Profesor contratado doctor, 36 años, con más artículos científicos (y en revistas de mayor índice de impacto) que los dos anteriores juntos. Evaluación negativa para profesor itular.
(Todos en áreas de conocimiento cercanas).
Que más da el maldito baremo, ha dependido del azar cuando el funcionario del Ministerio eligió al evaluador. Y este permanecerá SIEMPRE oculto.
Pero lo mejor viene después. A ver que universidad es capaz de batir el siguiente record. Evaluación positiva de un profesor titular a finales de junio del año pasado, toma de psosesión de la cátedra a primeros de septiembre. Ah! y la velocidad de la luz sigue siendo constante y finita.
Pues justo de eso nos quejamos: de la mierda de ley que nos han colao!
ResponderEliminarEstimado Lopera in the nest:
ResponderEliminarSi lees bien mi comentario, te darás cuenta de que estoy a favor de la desaparición de la figura del "experto" y, por tanto, del azar y de toda la mala leche que le han dao (al "experto").
Saludos,
Profesor Contrariado Doctor.
Si es más fácil que todo eso. Dejémonos de ANECA y de historias. Una oposición de las toda de la vida, donde se demuestre que los aspirantes se saben el temario, Y donde se analicen los méritos investigadores por gente del área, y sobre todo, donde LA UNIVERSIDAD CONVOCANTE NO DESIGNE MIEMBRO ALGUNO DEL TRIBUNAL.
ResponderEliminar¡Esas pruebas, oé!
ResponderEliminarLo que propones, Anecado, es imposible, por la heterogeneidad de las áreas de conocimiento (hasta para un tribunal de tesis hay que hacer encaje de bolillos) y, además, sería mucho más fácil de corromper que un baremo objetivo donde todo el mundo sepa a qué atenerse.
ResponderEliminarProf. Contrariado Doctor.