(Publicado por un servidor ayer, 16, en El Mundo de León)
Para ejercer algunos oficios existe la exigencia legal de titulación académica adecuada. Se supone que se trata de las profesiones de mayor relevancia social y en las que se toman decisiones de las que dependen las vidas y las haciendas de la gente. Así, uno no puede ejercer como notario, juez, arquitecto, médico, farmacéutico, ingeniero, etc., sin los correspondientes estudios previos y por mucho que los del pueblo de uno aseguren que, con lo listo que es, lo haría de cine en cualquiera de esas tareas.
Lo que sí cabe es que usted sea el supremo responsable de todas las obras públicas sin tener ni pajolera idea de ingeniería ninguna, o que la medicina del país dependa de las decisiones de usted aunque no sepa distinguir un músculo de un hueso o se maree cuando le cuentan una operación de juanetes. También puede llegar usted a autoridad política de los ejércitos aunque esté convencido de que toda granada es fruta comestible que se pone en algunas ensaladas. ¿Que no me creen? Pues entonces miren a los ministros. En este país se exige mayor y más esmerada formación cuanto más elevado es el cometido y más delicadas las misiones, pero, de pronto, en lo más alto se hace la excepción: para ser ministro de algo no hace falta tener ni la más mínima noción de la materia de marras. Basta ser hombre o mujer de partido y/o caerle en gracia al Presidente. También conviene tener el sexo adecuado para la paridad del gobierno. Pero, por lo demás, ni carrera se requiere. ¿Y experiencia profesional? Tampoco. Los hay que nunca han sido más que políticos maniobreros y jamás han tenido otro oficio ni beneficio y que, sin embargo, con eso se consideran capacitados por igual para organizar aeropuertos, hacer códigos, disponer el cultivo de células o establecer las alturas máximas de los edificios. Al político la competencia se le presupone. Y así nos va. Hay ministros que no aprobarían ni la más sencilla oposición para conserje, y que me perdonen los conserjes.
Luego dígale usted a su hijo que si quiere ser alguien en esta vida debe estudiar una carrera. Pero primero procure desenchufar la tele, apagar la radio y retirar los periódicos del día, no vayan a salir Pepiño o algún futbolista de primera.
Lo que sí cabe es que usted sea el supremo responsable de todas las obras públicas sin tener ni pajolera idea de ingeniería ninguna, o que la medicina del país dependa de las decisiones de usted aunque no sepa distinguir un músculo de un hueso o se maree cuando le cuentan una operación de juanetes. También puede llegar usted a autoridad política de los ejércitos aunque esté convencido de que toda granada es fruta comestible que se pone en algunas ensaladas. ¿Que no me creen? Pues entonces miren a los ministros. En este país se exige mayor y más esmerada formación cuanto más elevado es el cometido y más delicadas las misiones, pero, de pronto, en lo más alto se hace la excepción: para ser ministro de algo no hace falta tener ni la más mínima noción de la materia de marras. Basta ser hombre o mujer de partido y/o caerle en gracia al Presidente. También conviene tener el sexo adecuado para la paridad del gobierno. Pero, por lo demás, ni carrera se requiere. ¿Y experiencia profesional? Tampoco. Los hay que nunca han sido más que políticos maniobreros y jamás han tenido otro oficio ni beneficio y que, sin embargo, con eso se consideran capacitados por igual para organizar aeropuertos, hacer códigos, disponer el cultivo de células o establecer las alturas máximas de los edificios. Al político la competencia se le presupone. Y así nos va. Hay ministros que no aprobarían ni la más sencilla oposición para conserje, y que me perdonen los conserjes.
Luego dígale usted a su hijo que si quiere ser alguien en esta vida debe estudiar una carrera. Pero primero procure desenchufar la tele, apagar la radio y retirar los periódicos del día, no vayan a salir Pepiño o algún futbolista de primera.
Se confirmaron los pronósticos sobre los nuevos ministrables, si bien con algunas sorpresas que merecen comentario, y con algún despropósito que también lo merece. En mi anterior post le pedí a los Reyes Magos -si bien fuera de temporada- que nos cesaran a Cabrera y Garmendia, y nos pusieran en universidades alguien que supiera qué se traía entre manos.
ResponderEliminarA día de hoy, los Reyes han cumplido a medias: Cabrera se nos va y Garmendia se nos queda (y mira que me hubiera gustado verla fuera del gabinete), pero -gracias sean dadas al diablo- hemos dejado de depender de ella; las universidades volvemos a donde nos corresponde: el ministerio de educación. Y a cargo del mismo nos ponen a Gabilondo (el rector). A preguntas de la prensa, PetaZeta declaró que esto se podía entender como una rectificación. Naturalmente, no reconoció que afiliarnos al ministerio de Ciencia fue un error, ya que Él nunca se equivoca.
Pero analicemos el perfil del nuevo ministro: como rector conoce la cosa universitaria y a los universitarios, y en mi criterio gusta de navegar entre dos aguas; y me explico: no dudó en echarse a la calle en contra de la LOU cosa que no hizo con la LOMLOU, que viene a ser más de lo mismo. Está dispuesto al diálogo con lo sectores anti-Bolonia y a alcanzar un gran pacto por la educación... pero Bolonia es Bolonia, y no hay quien la pare y -aviso para navegantes- está abierto al diálogo, pero con firmeza en los planteamientos. O sea, que nos manifestamos o protestamos cuando en el poder no están los nuestros. Natural, o no te nombran ministro.
¿Empeora lo anterior? Claramente no. La presencia de las universidades en Ciencia fue un invento del presidente del gobierno, que pienso no contó nunca con la predisposición de la flamante ministra del ramo, si hemos de juzgar por el interés que en estos doce meses le ha puesto a la gestión de esta faceta de su ministerio. Es de sospechar, aunque no me consta, que tampoco Mercedes Cabrera debió estar muy a favor de la pérdida de la competencia... pero claro, quien manda, manda... por muy bobo que sea.
¿Qué podemos pues pedirle a nuestro nuevo jefe? pues que ponga en marcha una estrategia informativa sobre Bolonia, pero de verdad, que dote presupuestariamente las necesidades que su implementación va a generar, y que negocie el estatuto del PDI desde la óptica de miembro de este estamento, que al fin y al cabo es el suyo, y conoce los problemas del colectivo. Ya de paso, si se dedica un ratio a meter en cintura a la ANEC*, muchos se lo agradeceremos. Cosas sencillitas: que a los candidatos los evalúe gente de su área de conocimiento; que las resoluciones lleven una tabla donde se indique la puntuación proporcionada por cada uno de los ítems curriculares del candidato; que los evaluadores no se permitan el menosprecio o el ridículo sobre la trayectoria de los candidatos a la acreditación; y que estos semidioses de la calidad den cuenta anualmente de su gestión, pero no con una memoria escrita como hasta ahora, sino compareciendo ante la comisión de educación del congreso de los diputados. No vaya a ser que de verdad se crean lo de que son independientes -que no lo son- y vayamos a peor.
En cuanto al resto, es lo de siempre: el bobo se rodea de más bobos; y si no, ahí tienen a Pepiño, Bibi y Trini. Sin comentarios. Y encima -como aprendió economía en un par de tardes-, va a dirigir la política económica que ejecutará Salgado. Que Dios nos pille confesados.
Pero naturalmente el gran hombre tiene capacidad para eso y para más, y en los ratillos que le quedan ¿qué hacer? Aficiones intelectuales la verdad es que no se le conocen muchas, y de las otras -pedazo de tío soso- tampoco. Así que se ha buscado un entretenimiento acorde al tamaño de ese guisante que tiene por cerebro: asume la secretaría de estado de deportes personalmente, lo cual si quieren saber mi opinión es una pena; ahora que por fín la selección española había empezado a ganar... llega ZP. Aficionados a la roja, llegó la hora de sufrir de nuevo. Por suerte, a mí no me gusta el fútbol.
Hombre, a ver si ahora tener una carrera es sinónimo de valía.
ResponderEliminarTan pronto nos quejamos de la ineptitud de profesores y alumnos universitarios, como de jueces, fiscales y demás ralea.
Y no seré yo, quien diga que sin razón, ojo.
Tal vez, sólo se necesite formar un buen equipo, capacidad de liderazgo y una gran dosis de probidad.
A mí me parece que, sería mucho más interesante a la par de eficaz; exigir resultados a todos los que comen del Estado, oigan.
Por cierto, un número abultado de politicuchos han cursado estudios de derecho. Curioso.
Un cordial saludo.
Con humor francés:
ResponderEliminar"...A mí me extrañó un poco eso de las gafas,
porque si Clotario no ve en clase es porque se
duerme a menudo, pero quizá las gafas no le dejen
dormir. Y, además, es cierto que el primero de la
clase es Agnan, y es el único que lleva gafas, y
por eso mismo no se le puede zurrar tan a menudo
como uno quisiera.
Agnan no quedó muy contento al ver que
Clotario tenía gafas. Agnan, que es el ojito
derecho de la maestra, siempre tiene miedo de que
un compañero sea primero en su lugar, y nosotros
nos pusimos muy contentos al pensar que ahora el
primero seria Clotario, que es un compañero
fenómeno..."
(Fragmento de El pequeño Nicolás (Le petit Nicolas). Es una serie de libros infantiles del escritor y guionista de historietas francés René Goscinny, e ilustrados por Jean-Jacques Sempé, que sostiene una gran semejanza con el madrileño "Manolito gafotas" creado por Elvira Lindo.)
Yo, mientras más miro al nuevo Ministro de Fomento del Gobierno de Rodríguez Zapatero, Don José Blanco (antes Pepiño), más se me parece a Agnan, el amiguete del pequeño Nicolás. En serio. Y es una pena que lleve gafas, y no se le pueda zurrar como uno quisiera...
Saludos,
Pepiño Máster MBA...
ResponderEliminarEl Peluquero Psicópata llevando la política antíterrorista...
La Telefonista en Excedencia que nos quiere salvar de los demás...
Aristocracia YA.
De acuerdo con el anterior comentario. Pero, ¿quién elige a los mejores?. Propongo un "adecuado" examen a quienes pretendan ejercer el voto.
ResponderEliminarPresuponer que un determinado título universitario capacita o incapacita para ejercer de ministro es confiar en exceso en nuestra Universidad, sus alumnos y sus docentes; sobretodo cuando la Universidad se ha convertido en expendedora de títulos devaluados. Ejemplos hay de gente con títulos e inepta y gente sin títulos y muy apta, la historia está llena de ejemplos.
ResponderEliminarCriticar es fácil, lo sabe hacer todo el mundo. Gobernar ya es más difícil y es algo que posiblemente no se aprende en ningún sitio.