Septiembre de 2015. José Luís R. Zapatero anda por su tercer mandato como Presidente del Gobierno. Ganó las últimas elecciones con cierta holgura, pese a las desfavorables predicciones. Le vino bien la concesión a PRISA de una cadena de estancos especializados en cigarrillos con bajo contenido en alquitrán que podrán ser fumados en todos los locales donde está prohibido fumar, y también que EL País revelara, tres semanas antes de las elecciones, que Rajoy se olvida a menudo de tirar de la cadena después de hacer pis y que una vez intentó practicar con su esposa el sexo anal. Esto último, en particular, provocó una airadísima reacción del MUFECUES (Mujeres Faministas de Culete Estrecho) que llevó a miles de personas a las calles de España al grito de “Nunca más por detrás” y “Que les den por los traseros a los peperos”. Se desconoce cómo fueron filtradas al rotativo madrileño tales primicias, si bien ya el primer día y sin que nadie le diera vela en el entierro, el Director del CNI convocó una rueda de prensa para asegurar que ellos no habían sido y que menudo asco el PP y qué inmorales.
El 19 de septiembre de ese año 2015 podría tener lugar la conversación telefónica que a continuación transcribiré. Los interlocutores son el señor Zapatero, que llama desde la Moncloa, y doña Emilia Casas, Presidenta del Tribunal Constitucional y única integrante del mismo. Resulta que en los últimos seis años se han ido muriendo todos sus compañeros, unos de enfermedad natural y los otros también, según consta en los resultados de una investigación policial encargada desde el Ministerio del Interior. “Eran viejos ya y habían dado lo mejor de sí”, declaró Rubalcaba el día en que se presentó a la prensa dicha investigación. Y añadió: “Menos mal que Emilia tiene una salud de hierro y mucha ilusión todavía”.
RZ.- ¿Emy?
EC.- ¿Sí? ¿Quién llama?
RZ.- Emy, soy José Luís.
EC.- ¿José Luis? ¿Qué José Luis’
RZ.- El Presidente del Gobierno, Emy.
EC.- ¿De qué Gobierno?
RZ.- Del de España. Emy, soy José Luis.
EC.- Ahora no caigo, pero es que tengo la cabeza fatal, discúlpeme usted.
RZ.- El amigo de María Teresa, Emy.
EC.- ¿De María Teresa? Ah, eres José Luis. ¡Qué alegría! ¿Qué tal está Maritere?
RZ.- Bien, bien. Ya sabes que la mandamos de embajadora al Vaticano. Está contenta. Se ha encargado un panteón diseñado por Norman Foster, una cosa sencilla, para estos tiempos.
EC.- ¿Y tu abuelo? He oído comentar que estaba malito.
RZ.- Se murió cuando la guerra, Emy, lo fusilaron los fachas. Pero gracias por tu interés.
EC.- Cuánto lo siento.
RZ.- Nada, nada, no te preocupes, ya lo voy superando. Oye, yo te llamaba por lo del Estatuto.
EC.- ¿Qué estatuto?
RZ.- El Catalán, el Estatuto de Autonomía de Cataluña.
EC.- ¿Qué le pasa?
RZ.- Que no ha salido todavía la sentencia del Constitucional sobre él.
EC.- ¿No ha salido? ¿Eso no lo resolvimos el año pasado?
RZ.- No, Emy, me dijiste entonces que casi estaba, pero fue cuando se mataron aquellos dos compañeros tuyos en un accidente de moto en Sierra Morena, ¿no te acuerdas?
EC.- ¿Se murieron dos? ¡Ay, pobrecitos! ¿Dejaron familia?
RZ.- Emy, escucha, eso de la sentencia es importantísimo y no puedes despistarte.
EC.- Ya sé, Juan Luis, ya sé, pero es que no doy abasto yo sola. No sabes tú qué trajín hay en este Tribunal, que si inaugura esto, que si recibe a aquél, que si organiza unas jornadas sobre justicia constitucional. Un desastre, y ya sabes que estoy sola.
RZ.- Sí, sí, pero ten paciencia. Ahora no nos conviene renovar el Tribunal y hasta la oposición está de acuerdo en eso. Tienes que aguantar un poco más, hasta que resolvamos lo del Estatuto.
EC.- Pero, José Antonio, ya te he dicho muchas veces que yo ya no puedo escribir esas sentencias tan largas, tengo artrosis y si estoy mucho rato sentada me viene la incontinencia.
RZ.- No importa, Emy, no importa. Tú cuídate, que nos haces mucha falta ahí.
EC.- ¿No importa? ¿Entonces hago una sentencia cortita, de dos páginas o así? ¿Y qué quieres que diga, Juan José, que sí o que no?
RZ.- No tienes que decir nada, Emy, nada de nada.
EC.- ¿Nada? ¿Entonces hago una sentencia interpretativa? ¿O te refieres a algo con principios y tal, como otras veces?
RZ.- Me refiero a que esa sentencia tiene que seguir sin salir, no se te ocurra escribirla, que nos hundes.
EC.- ¿No quieres que haya sentencia sobre el Estatuto todavía?
RZ.- No, es demasiado pronto. Ahora vamos a ponernos a negociar la reordenación de la liga de fútbol, y un debate sobre la constitucionalidad del Estatuto podría interferir en las relaciones entre el Barça y el Real Madrid. El país tiene que estar unido, querida Emilia.
EC.- Ay, sí, José Pedro, es lo que yo siempre digo, unido como una mujer sola.
RZ.- Así es, Emilia. Me ha alegrado mucho hablar contigo y encontrarte tan estupenda.
EC.- Gracias, Luis Alfredo, yo también me alegro. Dale recuerdos a Mónica.
RZ.- Ejem, de tu parte. No te olvides de lo que te he dicho, querida Emy.
EC.- Cómo me voy a olvidar, claro que no. O sea, ¿que haga una sentencia sobre lo de las Canarias?
RZ.- No, no, que no sentencies sobre lo de Cataluña
EC.- Ay, es verdad. No te preocupes. Oye, José Nicolás, ¿tú también oyes voces por la noche?
RZ.- ¿Qué? Bueno, Emilia, cuídate. Si tienes dudas me llamas.
EC.- Ay, mira, ahora estoy viendo como una sombra... y canta una canción muy bonita. Viene hacia mí, José Juan, y trae no sé qué en la mano. Parece un cuchillo y...
Clic.
El 19 de septiembre de ese año 2015 podría tener lugar la conversación telefónica que a continuación transcribiré. Los interlocutores son el señor Zapatero, que llama desde la Moncloa, y doña Emilia Casas, Presidenta del Tribunal Constitucional y única integrante del mismo. Resulta que en los últimos seis años se han ido muriendo todos sus compañeros, unos de enfermedad natural y los otros también, según consta en los resultados de una investigación policial encargada desde el Ministerio del Interior. “Eran viejos ya y habían dado lo mejor de sí”, declaró Rubalcaba el día en que se presentó a la prensa dicha investigación. Y añadió: “Menos mal que Emilia tiene una salud de hierro y mucha ilusión todavía”.
RZ.- ¿Emy?
EC.- ¿Sí? ¿Quién llama?
RZ.- Emy, soy José Luís.
EC.- ¿José Luis? ¿Qué José Luis’
RZ.- El Presidente del Gobierno, Emy.
EC.- ¿De qué Gobierno?
RZ.- Del de España. Emy, soy José Luis.
EC.- Ahora no caigo, pero es que tengo la cabeza fatal, discúlpeme usted.
RZ.- El amigo de María Teresa, Emy.
EC.- ¿De María Teresa? Ah, eres José Luis. ¡Qué alegría! ¿Qué tal está Maritere?
RZ.- Bien, bien. Ya sabes que la mandamos de embajadora al Vaticano. Está contenta. Se ha encargado un panteón diseñado por Norman Foster, una cosa sencilla, para estos tiempos.
EC.- ¿Y tu abuelo? He oído comentar que estaba malito.
RZ.- Se murió cuando la guerra, Emy, lo fusilaron los fachas. Pero gracias por tu interés.
EC.- Cuánto lo siento.
RZ.- Nada, nada, no te preocupes, ya lo voy superando. Oye, yo te llamaba por lo del Estatuto.
EC.- ¿Qué estatuto?
RZ.- El Catalán, el Estatuto de Autonomía de Cataluña.
EC.- ¿Qué le pasa?
RZ.- Que no ha salido todavía la sentencia del Constitucional sobre él.
EC.- ¿No ha salido? ¿Eso no lo resolvimos el año pasado?
RZ.- No, Emy, me dijiste entonces que casi estaba, pero fue cuando se mataron aquellos dos compañeros tuyos en un accidente de moto en Sierra Morena, ¿no te acuerdas?
EC.- ¿Se murieron dos? ¡Ay, pobrecitos! ¿Dejaron familia?
RZ.- Emy, escucha, eso de la sentencia es importantísimo y no puedes despistarte.
EC.- Ya sé, Juan Luis, ya sé, pero es que no doy abasto yo sola. No sabes tú qué trajín hay en este Tribunal, que si inaugura esto, que si recibe a aquél, que si organiza unas jornadas sobre justicia constitucional. Un desastre, y ya sabes que estoy sola.
RZ.- Sí, sí, pero ten paciencia. Ahora no nos conviene renovar el Tribunal y hasta la oposición está de acuerdo en eso. Tienes que aguantar un poco más, hasta que resolvamos lo del Estatuto.
EC.- Pero, José Antonio, ya te he dicho muchas veces que yo ya no puedo escribir esas sentencias tan largas, tengo artrosis y si estoy mucho rato sentada me viene la incontinencia.
RZ.- No importa, Emy, no importa. Tú cuídate, que nos haces mucha falta ahí.
EC.- ¿No importa? ¿Entonces hago una sentencia cortita, de dos páginas o así? ¿Y qué quieres que diga, Juan José, que sí o que no?
RZ.- No tienes que decir nada, Emy, nada de nada.
EC.- ¿Nada? ¿Entonces hago una sentencia interpretativa? ¿O te refieres a algo con principios y tal, como otras veces?
RZ.- Me refiero a que esa sentencia tiene que seguir sin salir, no se te ocurra escribirla, que nos hundes.
EC.- ¿No quieres que haya sentencia sobre el Estatuto todavía?
RZ.- No, es demasiado pronto. Ahora vamos a ponernos a negociar la reordenación de la liga de fútbol, y un debate sobre la constitucionalidad del Estatuto podría interferir en las relaciones entre el Barça y el Real Madrid. El país tiene que estar unido, querida Emilia.
EC.- Ay, sí, José Pedro, es lo que yo siempre digo, unido como una mujer sola.
RZ.- Así es, Emilia. Me ha alegrado mucho hablar contigo y encontrarte tan estupenda.
EC.- Gracias, Luis Alfredo, yo también me alegro. Dale recuerdos a Mónica.
RZ.- Ejem, de tu parte. No te olvides de lo que te he dicho, querida Emy.
EC.- Cómo me voy a olvidar, claro que no. O sea, ¿que haga una sentencia sobre lo de las Canarias?
RZ.- No, no, que no sentencies sobre lo de Cataluña
EC.- Ay, es verdad. No te preocupes. Oye, José Nicolás, ¿tú también oyes voces por la noche?
RZ.- ¿Qué? Bueno, Emilia, cuídate. Si tienes dudas me llamas.
EC.- Ay, mira, ahora estoy viendo como una sombra... y canta una canción muy bonita. Viene hacia mí, José Juan, y trae no sé qué en la mano. Parece un cuchillo y...
Clic.
Desternillante. Salud!
ResponderEliminarHace tiempo que no me reía tanto, José Antonio. Es genial.
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