(Publicado hoy, jueves 24 de diciembre, en El Mundo de León. Mecachis, no me ha quedado nada navideño).
A usted le puede caer un paquete por darle un azote en las posaderas a su hijo o por conducir después de haberse tomado tres cañas. No digo que estén ni bien ni mal esos castigos, pero lo que no hay es proporción. Porque si usted es banquero, real o puesto allí por uno que manda, y arruina su banco o caja de ahorros, no le tocan ni un pelo y, con un poco de suerte, cuando lo cesan porque no hay más remedio se lleva, encima, los millones de su contrato blindado. Si usted es político, importante o municipal, y deja en números rojísimos las arcas de la institución que gobernaba, no sólo no sale trasquilado sino que, para más inri, los votantes lo reeligen al grito de más vale lo inútil conocido que lo incompetente por conocer o, si ya resulta bochornoso volver a proponerlo de candidato, el partido lo promociona a un buen puesto de nombramiento digital y nómina potente. Y que no le tosan a usted, que aún se indignará con los críticos y dirá que todo son envidias y malas artes. Y así sucesivamente, todo el mundo con poder dando mal ejemplo, y para los pobres diablos que un día se pasan con su pequeño vicio todo el peso de la ley.
Puestos a hablar de ruinas, qué me dicen de las cuentas penosas de tantas universidades españolas, empezando por la nuestra, la leonesa. Hace unos meses escribí aquí que alguien, quien corresponda, debería responder por la catastrófica gestión económica de Unileón. Rápidamente empezaron algunos a proclamar en sus corrillos que muy mal mi escrito, porque los trapos sucios se lavan en casa y no conviene dar cuartos al pregonero. Son los mismos que luego afirman que hay que fomentar la relación entre universidad y sociedad. El antiguo rector me llamó, gallardo e indignado, para preguntarme qué papeles había visto yo para creerme esos embustes de las cuentas. En efecto, no había visto ninguno. Ahora tampoco los conozco, pero parece que hay una auditoría que demuestra una deuda mucho mayor. Y sigo en mis trece: que quien tenga que responder responda, sea para desmentir con datos ciertos, sea para asumir sus culpas o su torpeza. Porque, si no, seguirá pareciendo que vivimos en el reino de la perfecta impunidad de los que disparan con pólvora ajena.
Puestos a hablar de ruinas, qué me dicen de las cuentas penosas de tantas universidades españolas, empezando por la nuestra, la leonesa. Hace unos meses escribí aquí que alguien, quien corresponda, debería responder por la catastrófica gestión económica de Unileón. Rápidamente empezaron algunos a proclamar en sus corrillos que muy mal mi escrito, porque los trapos sucios se lavan en casa y no conviene dar cuartos al pregonero. Son los mismos que luego afirman que hay que fomentar la relación entre universidad y sociedad. El antiguo rector me llamó, gallardo e indignado, para preguntarme qué papeles había visto yo para creerme esos embustes de las cuentas. En efecto, no había visto ninguno. Ahora tampoco los conozco, pero parece que hay una auditoría que demuestra una deuda mucho mayor. Y sigo en mis trece: que quien tenga que responder responda, sea para desmentir con datos ciertos, sea para asumir sus culpas o su torpeza. Porque, si no, seguirá pareciendo que vivimos en el reino de la perfecta impunidad de los que disparan con pólvora ajena.
Que pase felices fiestas profesor.
ResponderEliminarPaís de chichinabo, sí.
ResponderEliminarUn cordial saludo.