Los grandes descubrimientos (o los que tontamente creemos tales) le llegan a uno por sorpresa y cuando menos se lo espera. Las ocho menos cuarto de esta mañana y un servidor en el baño de su casa y con un pie en la ducha, con la radio puesta, como siempre. Era Radio Nacional, creo. Oigo que el informativo nacional se interrumpe para dar paso a los diez minutos de noticias de la Castilla y León, la Comunidad Autónoma en la que vivo. De inmediato cojo el transistor y busco otra emisora en la que estén hablando de algo que me interese mínimamente. Y es en ese instante cuando me viene a la cabeza la pregunta del millón: ¿por qué estoy moviendo el dial? Algo perplejo por lo profundo de la cuestión para tan temprana hora, vuelvo a sintonizar el programilla de información autonómica, a ver si mi duda se resuelve. Y sí, se resuelve: confirmo que no me importa un pelo nada de lo que en ese espacio se cuenta. A saber: a) que empieza a salir en los papeles del caso Gürtel un antiguo consejero del gobierno autonómico, del PP; b) que en León se va a inaugurar un edificio de no sé qué unidad de la guardia civil; c) que este fin de semana en toda Castilla y León sólo ha habido un muerto en las carreteras; d) que el Valladolid perdió su partido de fútbol con el Jerez y que los equipos de segunda A y segunda B han tenido distintos resultados, destacando el hecho de que la Ponferradina sigue el primero de su grupo. Apasionante todo.
Nuevas preguntas sucedieron a la anterior:
a) ¿Es eso lo más interesante que pasa en una Comunidad Autónoma tan grande y con tanta gente? A ésta no sé responder. Pero sospecho que los que tienen una caraja de a kilo son los periodistas. Con lo sosos que suelen ser, piensan que a la gente común y despierta le importan los mismos asuntos que a ellos.
Permítaseme una minimísima impresión reciente sobre periodistas. Como ya he contado aquí, la semana pasada participé en una interesante visita al Parlamento Europeo. Además de algunos profesores y unos cuantos estudiantes de Derecho, iban también varios jóvenes periodistas de un periódico importante. Se distinguían por lo desenfadado de su vestuario y lo triste de su pose, pero no por un especial celo para inventarse reportajes o buscar noticias más o menos curiosas. Es más, yo mismo iba pensando, al verlos, que por qué ese u otro medio no me habría encargado a mí algún trabajillo en tal ocasión. Apuesto una cena a que me habría quedado majo, modestia aparte. Las posibilidades eran variadas y bien interesantes: pescar eurodiputados –con alguno estaba muy fácil- para entrevista in situ y con énfasis en aspectos curiosos de su actividad en Bruselas y Estrasburgo; hacer un buen reportaje sobre el ambiente y los cotilleos del Parlamento –teníamos de sobra quien pudiera contarnos-; interesarse por la vida bruselense de becarios y otros meritorios que por allí se buscaban la vida –dimos con unos cuantos-; analizar los secretos de la noche de Bruselas, mucho más intensa y rica de lo que suelen contar las crónicas; y así hasta veinte temas si hiciera falta. Con magníficas fotos incluidas. Yo en los periódicos siempre leo ese tipo de cosas; la descripción de accidentes de moto o la lista de primos de los concejales de urbanismo, no. Será que soy rarito.
¿Y qué hacían los intrépidos reporteros profesionales mientras yo pensaba todo eso tontamente? Miraban al cielo por si amenazaba lluvia –no amenazaba, pero nunca está de más mirar cuando eres un reportero osado-, no hablaban con nadie y se piraron de vuelta en cuanto se acabó la visita programada, sin decir esta boca es mía a ninguno de los presentes ni interesarse un carajo por nada ni por nadie. Podría haber estado entre nosotros un novelista de fama mundial, una diva del bel canto o un premio Nobel de Física, pero ellos no se habrían enterado. Meditaban sobre el peso de la vida y los vericuetos del destino. O sea.
La anecdotilla viene a cuento porque creo que con la información autonómica de marras puede pasar algo de eso. Los periodistas están programados para atender sólo a cómo quedó el partido del Numancia o el del Salamanca, a cuántos accidentes de coche ocurrieron y a si hubo algún nuevo caso de perro mordido por un niño de los nuestros. Y listo. Puede que en no sé qué restaurante ahí al lado se haya reunido una tertulia de los mejores escritores de la Comunidad o del país, que el más prestigioso cardiólogo del mundo pase unas vacaciones en Béjar o que un botánico salmantino haya conseguido un tomate con cara de pimiento, ellos no se van a enterar de nada y, si se enteran, no se van a inmutar, pues esas noticias no son de fútbol ni de accidentes de coches ni de concejales en celo monetario.
b) ¿Por qué en las secciones de información nacional se habla de más cosas y no sólo de esas cuatro simplezas? Posiblemente porque existe una escala de valor entre lo que merece consideración de noticia nacional y lo que sólo alcanza para información autonómica, regional o local. Cuando muere Delibes, todo el mundo atiende porque sale en las televisiones nacionales y en las primeras páginas de los grandes diarios. Cuando nacen los trillizos del vecino del quinto, aquí a la vuelta de la esquina, nadie atiende, aunque el hecho lo cuentan tres emisoras de León y todos los periódicos locales.
Creo que eso es lo que han captado los partidos nacionalistas: que para hacer nación es preciso lograr que lo local y cercano importe y ocupe más a la gente que lo nacional o internacional, más alejado, aun cuando lo próximo no sea más que menudencia, casquería y cotilleo paleto. Los trillizos del barrio han de importar más que una nueva guerra en Oriente Medio o que un cambio de gobierno en Madrid. Por eso me parece que al fin entiendo por qué me lancé esta mañana a buscar otra emisora radiofónica cuando salieron las noticias de Castilla y León: porque las daban asépticamente y con voz acomplejada, como si hasta el mismísimo locutor fuera consciente de que estaba narrando inanidades. En cambio, si hubiera dicho, por ejemplo, “Muere otro automovilista como consecuencia del abandono en el que el Ministerio de Fomento tiene las carreteras castellano-leonesas”, o “Esposo madrileño agrede a su mujer soriana en una nueva muestra de centralismo violento”, o “Árbitro catalán perjudica descaradamente al Valladolid y lo hace perder en Andalucía” estaríamos todos con la oreja atenta y la bandera presta para abrirle la crisma al enemigo.
En materia de información local y regional (perdón, de las comunidades y nacionalidades -y posibles naciones-) da la impresión de que no hay alternativa entre la vil demagogia y el aburrimiento tenaz. Debe de ser otra consecuencia de la ola de asco que nos invade.
Nuevas preguntas sucedieron a la anterior:
a) ¿Es eso lo más interesante que pasa en una Comunidad Autónoma tan grande y con tanta gente? A ésta no sé responder. Pero sospecho que los que tienen una caraja de a kilo son los periodistas. Con lo sosos que suelen ser, piensan que a la gente común y despierta le importan los mismos asuntos que a ellos.
Permítaseme una minimísima impresión reciente sobre periodistas. Como ya he contado aquí, la semana pasada participé en una interesante visita al Parlamento Europeo. Además de algunos profesores y unos cuantos estudiantes de Derecho, iban también varios jóvenes periodistas de un periódico importante. Se distinguían por lo desenfadado de su vestuario y lo triste de su pose, pero no por un especial celo para inventarse reportajes o buscar noticias más o menos curiosas. Es más, yo mismo iba pensando, al verlos, que por qué ese u otro medio no me habría encargado a mí algún trabajillo en tal ocasión. Apuesto una cena a que me habría quedado majo, modestia aparte. Las posibilidades eran variadas y bien interesantes: pescar eurodiputados –con alguno estaba muy fácil- para entrevista in situ y con énfasis en aspectos curiosos de su actividad en Bruselas y Estrasburgo; hacer un buen reportaje sobre el ambiente y los cotilleos del Parlamento –teníamos de sobra quien pudiera contarnos-; interesarse por la vida bruselense de becarios y otros meritorios que por allí se buscaban la vida –dimos con unos cuantos-; analizar los secretos de la noche de Bruselas, mucho más intensa y rica de lo que suelen contar las crónicas; y así hasta veinte temas si hiciera falta. Con magníficas fotos incluidas. Yo en los periódicos siempre leo ese tipo de cosas; la descripción de accidentes de moto o la lista de primos de los concejales de urbanismo, no. Será que soy rarito.
¿Y qué hacían los intrépidos reporteros profesionales mientras yo pensaba todo eso tontamente? Miraban al cielo por si amenazaba lluvia –no amenazaba, pero nunca está de más mirar cuando eres un reportero osado-, no hablaban con nadie y se piraron de vuelta en cuanto se acabó la visita programada, sin decir esta boca es mía a ninguno de los presentes ni interesarse un carajo por nada ni por nadie. Podría haber estado entre nosotros un novelista de fama mundial, una diva del bel canto o un premio Nobel de Física, pero ellos no se habrían enterado. Meditaban sobre el peso de la vida y los vericuetos del destino. O sea.
La anecdotilla viene a cuento porque creo que con la información autonómica de marras puede pasar algo de eso. Los periodistas están programados para atender sólo a cómo quedó el partido del Numancia o el del Salamanca, a cuántos accidentes de coche ocurrieron y a si hubo algún nuevo caso de perro mordido por un niño de los nuestros. Y listo. Puede que en no sé qué restaurante ahí al lado se haya reunido una tertulia de los mejores escritores de la Comunidad o del país, que el más prestigioso cardiólogo del mundo pase unas vacaciones en Béjar o que un botánico salmantino haya conseguido un tomate con cara de pimiento, ellos no se van a enterar de nada y, si se enteran, no se van a inmutar, pues esas noticias no son de fútbol ni de accidentes de coches ni de concejales en celo monetario.
b) ¿Por qué en las secciones de información nacional se habla de más cosas y no sólo de esas cuatro simplezas? Posiblemente porque existe una escala de valor entre lo que merece consideración de noticia nacional y lo que sólo alcanza para información autonómica, regional o local. Cuando muere Delibes, todo el mundo atiende porque sale en las televisiones nacionales y en las primeras páginas de los grandes diarios. Cuando nacen los trillizos del vecino del quinto, aquí a la vuelta de la esquina, nadie atiende, aunque el hecho lo cuentan tres emisoras de León y todos los periódicos locales.
Creo que eso es lo que han captado los partidos nacionalistas: que para hacer nación es preciso lograr que lo local y cercano importe y ocupe más a la gente que lo nacional o internacional, más alejado, aun cuando lo próximo no sea más que menudencia, casquería y cotilleo paleto. Los trillizos del barrio han de importar más que una nueva guerra en Oriente Medio o que un cambio de gobierno en Madrid. Por eso me parece que al fin entiendo por qué me lancé esta mañana a buscar otra emisora radiofónica cuando salieron las noticias de Castilla y León: porque las daban asépticamente y con voz acomplejada, como si hasta el mismísimo locutor fuera consciente de que estaba narrando inanidades. En cambio, si hubiera dicho, por ejemplo, “Muere otro automovilista como consecuencia del abandono en el que el Ministerio de Fomento tiene las carreteras castellano-leonesas”, o “Esposo madrileño agrede a su mujer soriana en una nueva muestra de centralismo violento”, o “Árbitro catalán perjudica descaradamente al Valladolid y lo hace perder en Andalucía” estaríamos todos con la oreja atenta y la bandera presta para abrirle la crisma al enemigo.
En materia de información local y regional (perdón, de las comunidades y nacionalidades -y posibles naciones-) da la impresión de que no hay alternativa entre la vil demagogia y el aburrimiento tenaz. Debe de ser otra consecuencia de la ola de asco que nos invade.
Querido amigo, creo que no es la primera vez que te recomiendo el libro de Carlos Elías, "La razón estrangulada". Algunas de las preguntas que te haces aquí pueden encontrar la respuesta en él.
ResponderEliminarTengo impresiones contradictorias al respecto.
ResponderEliminarCuando he vivido fuera de España me he encontrado, por un lado, que me despertaban nuevo interés las noticias de ámbito nacional (a veces, las mismas que me aburrían como una ostra 'estando dentro').
Por otro, hay veces que me apetecía la prensa de ámbito local, siempre española. Cierto que menos.
Yo diría que el espacio generador de información está en otra dimensión - en la condición humana. Existe -potencialmente- en cualquier ámbito. Ahora bien, cuando se anula, se aplasta (por diversas causas: presiones políticas; dependencia de los anunciantes; convencionalismo; corporativismo) entonces le pasa a los medios lo que les pasa. ¿Por qué si no florecen las bitácoras?
Salud,
Sí, por ahí van los tiros. Cuanto más pequeño y fragmentado, mejor. Así es más "mío", no vaya a ser que me lo quiten. Da igual que sea aburrido, o indiferente. Es "mío".
ResponderEliminarLas noticias son de risa. Dan auténtico asco. En todos los canales dan exactamente las mismas noticias a la misma hora. ¿Variedad? ¿Pluralidad? ¿Puntos de vista diferentes? ¡Y una mierda! Si hasta todos los noticiarios tienen el mismo formato: política, sucesos morbosos/mortales, fútbol y poco más.
Menos mal que existe Internet y gracias a eso podemos leer toda la prensa mundial. Me gusta mucho la BBC, especialmente Radio 4. Ciencia, historia, historias cortas de humor... ¡impresionante!
Se lo aconsejo a todo el mundo. La vida se ve de otro color. Nada de caspa, morbo y mierda en bote.
¡Viva Internet y viva la BBC!
Por cierto, ya hace muchos años que Neil Postman escribió sobre esto en su libro "How to watch TV news", por si a alguien le interesa.
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