Se avecinan fabulosos tiempos para volver a pensar y, desde luego, para replantear el discurso político. En los últimos tiempos, los de bonanza económica y pijerío desbocado, el pensamiento político había sido sustituido por las consignas de marca, y del discurso honrado de la política no quedaban más que caricaturas al estilo de ese Fray Gerundio Campazas que nos sigue gobernando en este país, boberías que ni a tautología llegan, naderías con aroma de pachuli. Ahora, sumidos definitivamente en la paradoja que a todos nos llevará por delante, recuperamos el tiempo para meditar, pues ya no lo gastaremos en seleccionar viajes exóticos o en comprarnos todoterrenos para ir a misa de doce. La paradoja final, por cierto, es tal que así: deberíamos darle una patada en el trasero al Zapatero de nuestros pecados, pero no es posible, pues, en tan trágica situación, el país no puede permitirse ni elecciones anticipadas ni fracasos parlamentarios del tuercebotas. Es lo que se dice estar atrapados.
Al grano. Siempre me he considerado de izquierda o más cercano a la izquierda que a la derecha. De ahí también mi aversión a Zapatero: es una estafa que daña a la izquierda de bien y necesaria, es una caricatura diseñada por el enemigo más perverso -¿quién carajo pergeñó qué para que ese sujeto se hiciera con las riendas de la izquierda, ganara elecciones y atontara a medio país? ¿He dicho país?-, un guiñapo insustancial que pone la ideología más frívola e inane donde hace falta la idea capaz de guiar una praxis seria. ¿Qué entiendo por izquierda? Antes que nada y por encima de todo, igualdad de oportunidades. Ésa es, para mí, la noción dirimente, el gozne que nos permite clasificar los programas políticos con un criterio cierto. La división primera y fundamental se da entre partidos o ideologías políticas defensores y no defensores de la igualdad de oportunidades como objetivo prioritario.
La igualdad de oportunidades entre los ciudadanos supone dos cosas: admitir que en la sociedad existan grados diversos de bienestar o de disfrute de bienes y exigir que del acceso a esos puestos desiguales nadie esté excluido por razón de la lotería social. Lo primero nos aleja del igualitarismo radical, del comunismo teórico; lo segundo nos separa de toda visión de los grupos sociales en términos de castas o estamentos “naturales” o que sean reflejo de una justicia cósmica o un orden de la creación impuesto por algún dios con mala uva.
Si tomamos como referencia el Estado nacional -referencia que va siendo hora de superar- y ponemos a España como ejemplo, una perfecta igualdad de oportunidades se daría aquí si todos los niños que nacen hoy mismo como españoles tuvieran, prescindiendo de sus atributos individuales -coeficiente de inteligencia, temperamento, capacidad de trabajo- las mismas probabilidades de ocupar cualquier puesto en el esquema social, desde el lugar más alto o que más se ambiciona, al más bajo o que más se quiere evitar. Es decir, sería plena tal igualdad de oportunidades si el niño gitano que viene al mundo en algún barrio periférico de una gran capital y el nieto de Botín cuentan con las mismas probabilidades de llegar a ingeniero naval, astronauta, presidente del gobierno, abogado del Estado, auxiliar administrativo o barrendero municipal. Por decirlo de otra manera: sería total la igualdad de oportunidades si, ante la pregunta de cuál de esas cosas es más probable que sean uno y otro de estos dos niños, lo único que cualquiera de nosotros pudiera contestar fuera esto: no sé, dependerá enteramente de sus capacidades individuales y nada está prescrito ni preescrito de antemano: tendrán que competir en buena lid y bajo las mismas reglas, y luego ya veremos.
No puede haber igualdad de oportunidades sin redistribución de la riqueza, pues lo que la familia paupérrima del niño que hoy viene al mundo no pueda pagarle para que sus posibilidades de ser cualquier cosa no se queden en puramente formales -nada más que virtuales, que diríamos actualmente-, sino que se tornen reales y efectivas, ha de proporcionárselo el Estado bajo la forma de servicios públicos de calidad: educación, sanidad, alimento si es necesario... Ahora bien, tenemos aquí un primer elemento para diferenciar entre demagogia populista y auténtica política de igualdad de oportunidades.
Esos servicios públicos de carácter redistributivo tienen que plantearse con un propósito constructivo o de interés general. No se trata de mantener a unos cuantos -o a unos cuantos miles- para que no tengan que cambiar de trabajo, que irse de su pueblo, que alterar su paisaje o sus costumbres, etc., sino de dar los instrumentos para que cualquiera y los hijos de cualquiera puedan aspirar a lo que sea. Confundir la política de izquierda con la sopa boba y la subvención pública con el mero consuelo es fuente de gran parte de las tropelías y las injusticias que en nombre de un Estado social mal entendido se han cometido.
Al grano. Siempre me he considerado de izquierda o más cercano a la izquierda que a la derecha. De ahí también mi aversión a Zapatero: es una estafa que daña a la izquierda de bien y necesaria, es una caricatura diseñada por el enemigo más perverso -¿quién carajo pergeñó qué para que ese sujeto se hiciera con las riendas de la izquierda, ganara elecciones y atontara a medio país? ¿He dicho país?-, un guiñapo insustancial que pone la ideología más frívola e inane donde hace falta la idea capaz de guiar una praxis seria. ¿Qué entiendo por izquierda? Antes que nada y por encima de todo, igualdad de oportunidades. Ésa es, para mí, la noción dirimente, el gozne que nos permite clasificar los programas políticos con un criterio cierto. La división primera y fundamental se da entre partidos o ideologías políticas defensores y no defensores de la igualdad de oportunidades como objetivo prioritario.
La igualdad de oportunidades entre los ciudadanos supone dos cosas: admitir que en la sociedad existan grados diversos de bienestar o de disfrute de bienes y exigir que del acceso a esos puestos desiguales nadie esté excluido por razón de la lotería social. Lo primero nos aleja del igualitarismo radical, del comunismo teórico; lo segundo nos separa de toda visión de los grupos sociales en términos de castas o estamentos “naturales” o que sean reflejo de una justicia cósmica o un orden de la creación impuesto por algún dios con mala uva.
Si tomamos como referencia el Estado nacional -referencia que va siendo hora de superar- y ponemos a España como ejemplo, una perfecta igualdad de oportunidades se daría aquí si todos los niños que nacen hoy mismo como españoles tuvieran, prescindiendo de sus atributos individuales -coeficiente de inteligencia, temperamento, capacidad de trabajo- las mismas probabilidades de ocupar cualquier puesto en el esquema social, desde el lugar más alto o que más se ambiciona, al más bajo o que más se quiere evitar. Es decir, sería plena tal igualdad de oportunidades si el niño gitano que viene al mundo en algún barrio periférico de una gran capital y el nieto de Botín cuentan con las mismas probabilidades de llegar a ingeniero naval, astronauta, presidente del gobierno, abogado del Estado, auxiliar administrativo o barrendero municipal. Por decirlo de otra manera: sería total la igualdad de oportunidades si, ante la pregunta de cuál de esas cosas es más probable que sean uno y otro de estos dos niños, lo único que cualquiera de nosotros pudiera contestar fuera esto: no sé, dependerá enteramente de sus capacidades individuales y nada está prescrito ni preescrito de antemano: tendrán que competir en buena lid y bajo las mismas reglas, y luego ya veremos.
No puede haber igualdad de oportunidades sin redistribución de la riqueza, pues lo que la familia paupérrima del niño que hoy viene al mundo no pueda pagarle para que sus posibilidades de ser cualquier cosa no se queden en puramente formales -nada más que virtuales, que diríamos actualmente-, sino que se tornen reales y efectivas, ha de proporcionárselo el Estado bajo la forma de servicios públicos de calidad: educación, sanidad, alimento si es necesario... Ahora bien, tenemos aquí un primer elemento para diferenciar entre demagogia populista y auténtica política de igualdad de oportunidades.
Esos servicios públicos de carácter redistributivo tienen que plantearse con un propósito constructivo o de interés general. No se trata de mantener a unos cuantos -o a unos cuantos miles- para que no tengan que cambiar de trabajo, que irse de su pueblo, que alterar su paisaje o sus costumbres, etc., sino de dar los instrumentos para que cualquiera y los hijos de cualquiera puedan aspirar a lo que sea. Confundir la política de izquierda con la sopa boba y la subvención pública con el mero consuelo es fuente de gran parte de las tropelías y las injusticias que en nombre de un Estado social mal entendido se han cometido.
Me arriesgaré con un ejemplo, para que me atice alguien unos sopapos aquí: que al jornalero andaluz se le haya estado pagando el PER durante los últimos veinte años, al mismo tiempo que la inversión en becas, por ejemplo, no aumentaba como es debido ni se gestionaba para asegurar los mejores resultados sociales, y al miso tiempo que era la mano de obra inmigrante -explotada hasta la náusea en muchos casos- la que se ocupaba de muchas de las labores agrícolas en Andalucía y en el resto del país, es una injusticia monumental, un despropósito que nada tiene que ver con una política social bien entendida. Al hijo del jornalero que tenga capacidad hay que pagarle el colegio, la universidad y un máster en Yale. Al jornalero que no quiera coger los bártulos para irse a Almería o a Lérida o que no aproveche él mismo para -con cargo al erario público, en ese caso sí- estudiar una carrera o dos idiomas, no hay que darle nada. Porque lo que a él se le regala por la mala suerte de que no encuentra en su mismo pueblo el trabajo que más le apetece, se le está quitando a otro, o a las becas del hijo de otro.
Nada más antisocial, en suma, que ese cruce de vieja caridad cristiana con electoralismo espurio, que dar limosna para que me sigan votando y puedan seguir jugando la partida en el mismo bar toda la puñetera vida. Pues no.
El no perder de vista la igualdad de oportunidades como guía de la política social o progresista tiene que servir también para filtrar otro tipo de políticas y programas. Por decirlo a la manera de la estúpida psicopedagogía, la igualdad de oportunidades ha de revestir un carácter transversal, ha de estar presente como pauta con la que poner otro tipo de medidas en su adecuado sitio. Mencionaré sólo un ejemplo de los muchos posibles: las políticas de género.
Nada más antisocial, en suma, que ese cruce de vieja caridad cristiana con electoralismo espurio, que dar limosna para que me sigan votando y puedan seguir jugando la partida en el mismo bar toda la puñetera vida. Pues no.
El no perder de vista la igualdad de oportunidades como guía de la política social o progresista tiene que servir también para filtrar otro tipo de políticas y programas. Por decirlo a la manera de la estúpida psicopedagogía, la igualdad de oportunidades ha de revestir un carácter transversal, ha de estar presente como pauta con la que poner otro tipo de medidas en su adecuado sitio. Mencionaré sólo un ejemplo de los muchos posibles: las políticas de género.
Las oportunidades vitales de mi madre, campesina pobre, estuvieron decisivamente limitadas por dos razones: por ser pobre y por ser mujer. Si hoy tuviera quince años, ya no sufriría tanta discriminación por ser mujer, pero la misma, poco más o menos, por ser pobre. Es más, vería, con perplejidad y desde la inteligencia aguda que poseía, que por ser pobre era discriminada también por comparación con otras mujeres. ¿Adónde quiero ir a parar? A lo siguiente: que las llamadas políticas de género son indudablemente necesarias como políticas de igualación de oportunidades entre mujeres y hombres, pero que no pueden perder de vista que la división entre mujeres y hombres se cruza con otra división social fundamental, la que se da entre pobres y ricos. Y que, en consecuencia, la prioridad, en muchos programas de discriminación positiva o acción , no se debe dar a la mujer por ser mujer a secas, sino a las mujeres pobres. Porque cuando sólo cuenta el género, lo que se consigue es una reduplicación de la discriminación económica: las ventajas para las mujeres las aprovechan las mujeres económicamente pudientes, con lo que ya tenemos el cuadro completo: la sociedad la domina la coalición de los ricos y las ricas. No estoy propugnando el fin de las medidas de acción afirmativa en ciertos ámbitos, sino su radicalización. ¿Que, por ejemplo, se decide que un tanto por ciento de los puestos en los más altos tribunales del Estado lo cubran mujeres? De acuerdo, pero que se establezca también que al menos dos terceras partes de ellas deben provenir de ciertos estratos sociales particularmente humildes.
La auténtica izquierda, o al menos la que para un servidor es tal, no antepone ningún otro objetivo social a la igualdad de oportunidades: ni objetivos de género ni objetivos de identidad cultural ni objetivos “nacionales” ni nada de eso. Si el llamado Estado social acaba sirviendo al dominio de los burguesotes de siempre, ahora para vivir subvencionados y a costa del que no puede aspirar a más futuro que la miseria o la ignorancia, yo acabaré prefiriendo al mercado salvaje, la verdad. Pero espero que no me llegue el día de una decisión tan triste. Por eso quiero que de una vez surja en este país una izquierda seria, y no esta piltrafa sinvergonzona que nos asfixia y nos mata el ánimo y las esperanzas. Porque quiero que en este país -y en el mundo- nadie esté condenado de antemano, como lo estuvieron mi padre y mi madre, los dos. Porque los dos eran más honrados e infinitamente más inteligentes que toda esta morralla que hoy se las da de progre para vivir del cuento. Y ellos, mis padres, no tuvieron ninguna oportunidad, ninguna. Igual que les sigue pasando a muchos, a media España por lo menos. Por eso me llevan los demonios cuando veo lo que veo, en la tele, en el BOE, en la universidad y en todo este maldito país que merece irse adonde se está yendo.
Ah, y una advertencia final: si eso es lo que define a la izquierda, en mi concepto, será izquierda el partido que haga esa política, o lo será tanto más cuanto más sirva su política a ese objetivo. Llámese como se llame ese partido y tengan sus líderes la ceja para arriba o para abajo. Por supuesto. A ver si vamos a lo que importa, de una puñetera vez.
La auténtica izquierda, o al menos la que para un servidor es tal, no antepone ningún otro objetivo social a la igualdad de oportunidades: ni objetivos de género ni objetivos de identidad cultural ni objetivos “nacionales” ni nada de eso. Si el llamado Estado social acaba sirviendo al dominio de los burguesotes de siempre, ahora para vivir subvencionados y a costa del que no puede aspirar a más futuro que la miseria o la ignorancia, yo acabaré prefiriendo al mercado salvaje, la verdad. Pero espero que no me llegue el día de una decisión tan triste. Por eso quiero que de una vez surja en este país una izquierda seria, y no esta piltrafa sinvergonzona que nos asfixia y nos mata el ánimo y las esperanzas. Porque quiero que en este país -y en el mundo- nadie esté condenado de antemano, como lo estuvieron mi padre y mi madre, los dos. Porque los dos eran más honrados e infinitamente más inteligentes que toda esta morralla que hoy se las da de progre para vivir del cuento. Y ellos, mis padres, no tuvieron ninguna oportunidad, ninguna. Igual que les sigue pasando a muchos, a media España por lo menos. Por eso me llevan los demonios cuando veo lo que veo, en la tele, en el BOE, en la universidad y en todo este maldito país que merece irse adonde se está yendo.
Ah, y una advertencia final: si eso es lo que define a la izquierda, en mi concepto, será izquierda el partido que haga esa política, o lo será tanto más cuanto más sirva su política a ese objetivo. Llámese como se llame ese partido y tengan sus líderes la ceja para arriba o para abajo. Por supuesto. A ver si vamos a lo que importa, de una puñetera vez.
Estoy de acuerdo en algunas cosas, en otras no tanto. Sobre lo que dice de que la gente no quiere irse a buscar trabajo a otra parte. Eso es algo que no responde exactamente a la verdad. Dese una vueltecita por las ofertas de trabajo y verá como en la mayoría piden provincia, ciudad, puesto vacante.En caso de que mandes el c.v a otra ciudad, automaticamente descartado.A no ser que sea para puestos muy especializados y altamente renumerados. Que todo tiene su excepción. Luego sobre que se debería primar aparte del género también los ingresos, para favorecer a las mujeres pobres llevas tu razón. En algunas entradas te suscribo y en otras casi nada. Pero siempre resulta interesante leerte.
ResponderEliminarMi opinión coincide con lo que se expone en este artículo. Quizá no tanto con los ejemplos, pero si en el fondo que es lo que importa. A ver cuando va a ser posible acpetar la realidad tal y como es, enfrentar los problemas de frente y buscar (al menos fijar) posibles soluciones. Por una parte, creo que es necesario que alguien o "algo" ponga de nuevo las cosas en su sitio (jucios en juzgados y tribunales, parlamentarios en el parlamento y politicos en la politica, por citar algunos ejemplos), y si es que algún dia estuvieron en su sitio, claro. Tan dificil es observar hoy por ejemplo, la ineficacia de la division de poderes que necesita no una reestructuracion urgente si no que vuelva a ser rediseñada, incluyendo y limitando a los nuevos poderes. O que se logre abordar el fenomeno de la globalizacion "de un modo global". La verdad que la situación politico social actual, me hace reflexionar a menudo, cosa que me tengo propuesto limitar, porque las únicas ideas, que me han parecido buenas... o me he visto "negro" en encontrar o me doy por desistido del intento... Menos mal que se encuentran ideas aún...., Al margen de que esté o no conforme, siempre se acaban localizando...
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias por justificar el texto y separar los párrafos! Veo que ha servido el comentario que dejé :)
ResponderEliminarAhora ya da gusto leer...
Saludos
Bueno,Vd con tal de apodarse de izquierdas trata de desvincular su fortuna personal económica teorizando sobre la igualdad de oportunidades , que nunca es tal.
ResponderEliminarAsí, parte de que la mencionada igualdad existe y consiste en primer lugar que hay diversidad de grados de bienestar y no se qué del comunismo sin mencionar siquiera al nazismo que somos los verdaderos igualadores de la riqueza y que del acceso a esos puestos sociales nadie esté excluído por la "lotería" social (ahí ha estado Vd suelto porque por la Euromillones si se puede ascender).
A continuación dedica Vd un párrafo, a mantener que , dicho en román paladino : oye, no hay que tener en cuenta el coeficiente intelectual ni el rendimiento ni la facilidad de poder estudiar en una casa al lado de la vía del tren con ruidos intensos cada 3 minutos y que la biblioteca más cercana esté a 1 hora a pie, no, eso da igual, lo que impoprta es que el gitano chabolero y el nieto de Botín pueda llegar uno a minsitro y el otro a barrendero. Joder, pero si eso pasa hasta en Nepal. El único sitio que hay castas, que yo sepa es la India.Hoy en ESPAÑA si a un chabolero le toca la Euromillones no vuelve al gheto en generaciones.Para acabar el párrafo con la famosa competición a la que Vd no da respuesta a la pregunta que le hago siempre ¿y si yo no quiero competir? ¿y si yo sólo quiero ser carpintero para ayudar al camarada arquitecto a fabricar las casas para el pueblo del Reich? ¿o ser barrendero para mantener limpias las calles del Reich o ser médico para cuidar de la salud del pueblo del Reich y no para tener una casa con 10 cagaderos? Profesor, díganos ¿de qué competición hablamos? ¿qué reglas tiene? ¿quién es el árbitro? Ahí en Derecho, cuando estudié yo, había cierto pique, cierto querer aparecer en las listas de aprobados y con cuanta mejor nota tanto mejor y sabe que me producía a mí eso. Frustración de no ser el mejor y me daba caña y estudiaba codo a codo con el mejor, charlando cambiando impresiones visitando el seminario de la asignatura a la mínima duda y nada nunca superé (un par de igualaciones)al mejor y a la mejor.Por tanto, si se refiere a eso como competición. Tal vez sirva para el mejor, que tampoco porque el mejor se va a sentir tan superior como si ahora a Usain Bolt le dicen que corra los 100 lisos contra mí y 4 barrigones más como yo, por ejemplo el profesor Queralt. No tiene ni interés.
Por eso o explica bien lo que es esa competición a la que Vd se refiere tanto sin concretar lo que es o quizá cuando la defina los lectores diremos , hombre dejenos, a eso (por ejemplo, el cricket) que jueguen los que lo entiendan. No, Vd, tiene que definir esa competición a gusto de todos, de todos, si no , gualo majalanduchi.
En los tres párrafos siguientes si que da Vd en la diana al establecer con gran precisión la diferencia que debe existir entre redistribución de la riqueza y la sopa boba.
Muy insulso cuando aborda las políticas de género aunque certero cuando vislumbra que la base de todo es la distinción ricas/pobres.
Hablando de burguesotes, ¿se ha fijado en los hijos de satán que se sientan en los sofazonez que han instalado en la cafetería Victoria. Cuando paso por allí con algún camarada o solo les digo bien alto : lo último sea que bebáis zampones.
Wer hat uns verraten? Sozialdemokraten!.
ResponderEliminarHOYGA, Herr Doktor. Que dice usted que un padre de familia tiene que irse a trabajar a cientos de kilómetros pallá mientras la madre de familia se queda cientos de kilómetros pacá. Y que eso no afecta a la igualdad de oportunidades de los ninios.
Y que la dirección económica del país (Consti dixit) no tiene que ocuparse de que haya recursos disponibles en esta provincia de modo que no debamos afrontar migraciones masivas internas.
Probablemente dirá que no debe ser mediante subvención, sino mediante empleo. Pero como ya no hay empresa pública... como la dirección económica del país es puramente nominal... como para más inri si hay algo que hacer está en manos de una autonomía de mangantes...
Vamos: que creo que la tibieza de cierta socialdemocracia, que cree que es posible corregir "fallos del mercado" mediante una especie de "tabula rasa educativa" es hipócrita. Y que es una manera de no mirar el problema, un fetiche intelectual: "si hay igualdad de oportunidades educativas [OLÉ. Eso que se logra sólo retocando las escuelas], desaparece la desigualdad o es culpa del desigual. Que emigre". Olé.
ResponderEliminar¿Acaso no hay desigualdad de oportunidades laborales entre un ciudadano medio nacido en Huelva y uno nacido en Santander? Verá: ponga la palabra "catalán" y busque entre los improperios vertidos en los comentarios de este blog, ya verá.
Estoy bastante de acuerdo con el tema. Hay que salir del bueno y el malo. Lo importante tiene que dejar de ser cargarse al otro. Mientras nos miremos unos a otros como "enemigos" no saldremos de este lio. El mundo avanza construyendo juntos y el individuo siempre tiene una tendencia a lo individual. Hay que competir para ser mejores, pero en grupo, como colectivo, como sociedad. Hay que convencerse de que el éxito no está en repartir, en matar la vaca y comérnosla entre todos. El éxito está en trabajar juntos por tener mas vacas y vivir de ellas.
ResponderEliminarMiguel Fernández
ResponderEliminarSi te das cuenta no hay narices, ni por parte tuya ni por la de Garciamado a definir COMPETICION SOCIAL.
Por tanto, lo demás es un desideratum utópico, que se tira abajo de esta manera : Hay una sola plaza para abogado del Estado que debe cubrirse forzosamente pero ya y 4 aspirantes/as (casualmente todos/as hijos de barrenderos) , de los 200 que se presentan, aciertan las 300 preguntas de un test durísimo, dicen de memoria los artículos que les preguntan citando con profusión doctrina y jurisprudencia al pie de la letra y en similar tiempo y dominan dos idiomas , porngamos inglés y chino, a la perfección con cero faltas en escritura y en conversación no se les distingue de los nativos. Se apellidan todos por casualidad Garcia Amado (por no herir ninguna sensibilidad), es decir, que ni por orden alfabético se les pueda seleccionar. ¿No crees que tu afirmación QUE GANE EL MEJOR se ha quedado desvirtuada?
Pero lo importante es ¿a qué competición jugamos? Porque esos ejemplos que cita Vd ya se dan en la realidad el hijo de barrendero que llega a cirujano hay en cada provincia 2 por lo menos, nada más tenemos que fijarnos en Garciamado hijo de unos modestísimos labradores de Ruedes ha llegado a ser un dios del Derecho y un afamado conferenciante.
En definitiva, lo que quiero es que me diga ¿Qué competición es? ¿quién es el árbitro? ¿el que no quiera competir qué pasa con el? ¿cuál es el premio? ¿qué hay de los perdedores?
Me encanto el articulo y me intereso el hecho de que se haya tratado la problematica desde la perspectiva de tu pais, ya que España siempre me ha parecido un pais muy interesante socio-politicamente hablando. Con respecto a las realidades vividas, mi pais (Argentina) veo que posee muchas similitudes, por lo menos sobre este tema en particular, con el tuyo.
ResponderEliminarSi queres y podes pasate por mi nuevo blog, en el que publique un breve texto sobre la igualdad de oportunidades analizada conceptualmente.
Un saludo,
JPF