He vuelto a ver, después de tantos años, unos personajes que había olvidado. Fue en Gijón, hace unas semanas, en la Avenida Schultz, en la zona de El Llano. Me refiero al gitano que va tocando pasodobles con un piano eléctrico por las calles, piano al que lleva atada una cabra. Una cabra, sí. Se detienen el gitano y el animal en las mejores esquinas y, mientras él interpreta su música y la cabra muestra soberbia indiferencia, la gente les va dando monedillas y hay quien les tira una de cincuenta céntimos desde alguna terraza cercana. Antes, recuerdo, solía ser una familia entera la que recorría de tal forma la ciudad, quizá con alguna abuela que se salía por coplas y con un puñado de niños persiguiéndose entre los viandantes o jugando al escondite con semáforos y cartelones.
Debo de estar bajo los efectos del sol veraniego, puede que acrecentados porque ayer se me olvidó ponerme una gorra y, además, no me eché crema protectora durante el ratito que pasé en la piscina de junto a mi casa. Porque me dio por pensar qué ocurriría si a algún medio de comunicación de los grandes e independientes se le ocurriera promocionar al buen gitano para líder del país, alzarlo a conciencia crítica, revestirlo de padre de la patria y esperanza de cuantos padecen en España injusticia; de todos, pues a todos nos parece que ni nos comprenden ni nos pagan como merecemos. Que lo acogiera en sus noticiarios alguna televisión de velinas o alguna emisora radial de obispos, que variados tertulianos glosaran su hondo saber y su añejo sufrir, que en los periódicos entrevistaran a sobrinos suyos y que éstos declararan cuánto les han servido los consejos del buen hombre para no perderse en los más oscuros vericuetos de la vida del desheredado, que alguna tía carnal del señor, aún lúcida, explique que desde niño se pasa él las noches leyendo y que las giras urbanas con la cabra y el ritmo no son sólo manera de ganarse la vida honestamente y sin explotar a nadie, sino también y ante todo recurso original para tomarle el pulso a la ciudad y contemplar a la gente y comprenderla, y que esa vida de estudio y trabajo lo ha ido convirtiendo en ese prohombre que hoy es, tan tenaz como calmado, tan reflexivo como clemente, tan sincero como implacable con quien no respete a cualquier ser vivo.
El PSOE y el PP podrían incorporarlo como independiente en sus listas para las municipales de alguna capital de las grandes, aparecería quien al gitano le regalara unos trajes y durante la campaña él interpretaría con su instrumento cualquier marcha tradicional que sonaría como un himno y como apelación a las esencias que han de rescatarnos de lo que sea que en ese instante nos asole y nos preocupe. En las encuestas del CIS empezaría a aparecer como el político más valorado de ahora mismo, pero no solamente de ahora, sino el tenido por el pueblo en más estima desde los tiempos de la Transición, y ya lo vemos de número dos por Madrid en las generales, para frustración de más de un juez de la Nacional y de un par de lagartonas que se habían hecho ilusiones por creer a los políticos, y un día una gripe o una investigación de la Audiencia Nacional, precisamente, se llevó por delante al Secretario General y quedó nuestro gitano de jefe de filas y asumió sus responsabilidades nuevas con el saber estar y la naturalidad con que se ponen a mandar los que vienen de tribus viejas.
Fue un éxtasis popular, una hipnosis colectiva, un renovarse la nación con las notas de Francisco Alegre. Cada situación de crisis se sorteaba con algún ensalmo inmemorial, para los rivales y enemigos del país se organizaban exorcismos y misas alternativas, a los más contumaces opositores los ajusticiaban, en horas de trasnoche y vino, los parientes del Presidente. En los baños de multitud del gobierno, después de los discursos y los cantos, las masas eran asperjadas con agua bendita y se iban las parejas a fornicar en los descampados, en los cruces de caminos, bajo los cruceiros, y hasta en las vías del tren porque los ángeles de la guarda están vigilantes y nada nos puede faltar ahora que el Señor nos ilumina y su profeta nos dirige. Al escudo nacional se incorporó una pandereta, el problema por ser una nación de naciones se arregló con unos pactos con los parientes, un apretón de manos y unos matrimonios, como han hecho siempre las familias reales y las romaníes.
La cabra, elevada de condición y nombrada embajadora ante la UNESCO -honorariamente también siguió Mayor Zaragoza- tuvo hijos que hicieron carrera y se llamaron Soraya, Pepiño y no sé cuántas cosas más, aunque dicen que si del próximo parto sale una dama le pondrán zetas de princesa y volverán a probar suerte. Los machos con los que se aparea la cabra consorte ya no pueden llamarse cabrones, sino compañeros caprinos, pues decirlo como antes y con aquel ánimo peyorativo está prohibido por ley del Parlamento catalán, y comer cabrito es delito y pecado, por obra y gracia de la última reforma del Código Penal y de bendito acuerdo de la Conferencia de los obispos. En el Congreso, la Comisión de Asuntos Veterinarios siguió presidiéndola Alfonso Guerra, del que se dice que no está de acuerdo con nada y que es muy crítico cada noche en la soledad de su alcoba y antes de rezar el Jesusito de Mi Vida.
Todo esto se me vino a las mientes ayer, con aquellos calores y el calimocho que no refrescaba como debía.
Debo de estar bajo los efectos del sol veraniego, puede que acrecentados porque ayer se me olvidó ponerme una gorra y, además, no me eché crema protectora durante el ratito que pasé en la piscina de junto a mi casa. Porque me dio por pensar qué ocurriría si a algún medio de comunicación de los grandes e independientes se le ocurriera promocionar al buen gitano para líder del país, alzarlo a conciencia crítica, revestirlo de padre de la patria y esperanza de cuantos padecen en España injusticia; de todos, pues a todos nos parece que ni nos comprenden ni nos pagan como merecemos. Que lo acogiera en sus noticiarios alguna televisión de velinas o alguna emisora radial de obispos, que variados tertulianos glosaran su hondo saber y su añejo sufrir, que en los periódicos entrevistaran a sobrinos suyos y que éstos declararan cuánto les han servido los consejos del buen hombre para no perderse en los más oscuros vericuetos de la vida del desheredado, que alguna tía carnal del señor, aún lúcida, explique que desde niño se pasa él las noches leyendo y que las giras urbanas con la cabra y el ritmo no son sólo manera de ganarse la vida honestamente y sin explotar a nadie, sino también y ante todo recurso original para tomarle el pulso a la ciudad y contemplar a la gente y comprenderla, y que esa vida de estudio y trabajo lo ha ido convirtiendo en ese prohombre que hoy es, tan tenaz como calmado, tan reflexivo como clemente, tan sincero como implacable con quien no respete a cualquier ser vivo.
El PSOE y el PP podrían incorporarlo como independiente en sus listas para las municipales de alguna capital de las grandes, aparecería quien al gitano le regalara unos trajes y durante la campaña él interpretaría con su instrumento cualquier marcha tradicional que sonaría como un himno y como apelación a las esencias que han de rescatarnos de lo que sea que en ese instante nos asole y nos preocupe. En las encuestas del CIS empezaría a aparecer como el político más valorado de ahora mismo, pero no solamente de ahora, sino el tenido por el pueblo en más estima desde los tiempos de la Transición, y ya lo vemos de número dos por Madrid en las generales, para frustración de más de un juez de la Nacional y de un par de lagartonas que se habían hecho ilusiones por creer a los políticos, y un día una gripe o una investigación de la Audiencia Nacional, precisamente, se llevó por delante al Secretario General y quedó nuestro gitano de jefe de filas y asumió sus responsabilidades nuevas con el saber estar y la naturalidad con que se ponen a mandar los que vienen de tribus viejas.
Fue un éxtasis popular, una hipnosis colectiva, un renovarse la nación con las notas de Francisco Alegre. Cada situación de crisis se sorteaba con algún ensalmo inmemorial, para los rivales y enemigos del país se organizaban exorcismos y misas alternativas, a los más contumaces opositores los ajusticiaban, en horas de trasnoche y vino, los parientes del Presidente. En los baños de multitud del gobierno, después de los discursos y los cantos, las masas eran asperjadas con agua bendita y se iban las parejas a fornicar en los descampados, en los cruces de caminos, bajo los cruceiros, y hasta en las vías del tren porque los ángeles de la guarda están vigilantes y nada nos puede faltar ahora que el Señor nos ilumina y su profeta nos dirige. Al escudo nacional se incorporó una pandereta, el problema por ser una nación de naciones se arregló con unos pactos con los parientes, un apretón de manos y unos matrimonios, como han hecho siempre las familias reales y las romaníes.
La cabra, elevada de condición y nombrada embajadora ante la UNESCO -honorariamente también siguió Mayor Zaragoza- tuvo hijos que hicieron carrera y se llamaron Soraya, Pepiño y no sé cuántas cosas más, aunque dicen que si del próximo parto sale una dama le pondrán zetas de princesa y volverán a probar suerte. Los machos con los que se aparea la cabra consorte ya no pueden llamarse cabrones, sino compañeros caprinos, pues decirlo como antes y con aquel ánimo peyorativo está prohibido por ley del Parlamento catalán, y comer cabrito es delito y pecado, por obra y gracia de la última reforma del Código Penal y de bendito acuerdo de la Conferencia de los obispos. En el Congreso, la Comisión de Asuntos Veterinarios siguió presidiéndola Alfonso Guerra, del que se dice que no está de acuerdo con nada y que es muy crítico cada noche en la soledad de su alcoba y antes de rezar el Jesusito de Mi Vida.
Todo esto se me vino a las mientes ayer, con aquellos calores y el calimocho que no refrescaba como debía.
Como escenario de política-ficción no me desagrada del todo. No creo que ni gitanos ni cabras, caminando por sus largos caminos, nos hubiesen llevado a guerras criminales, ni hubieran cementificado el litoral mediterraneo (y grandes parches del resto), ni hubiesen privatizado pa sus amigotes el patrimonio empresarial de todos, ni hubieran socializado pérdidas de bancos y cajas, manteniendo celosamente privados su beneficios, ni hubiesen organizado las bandas del GAL, ni ... ni ... ni ...
ResponderEliminarVolviendo del sueño al mundo real, que se aproxima Septiembre. Careciendo de gitanos y cabras, ¿qué hacemos con nuestros caucasianos, un poco celtíberos, un poco semitas, pero siempre muy pero que muy cabronazos? ¿Qué se nos ocurre
para devolverlos a su condición contingente de empleados de la colectividad, al servicio de la misma?
Salud,
dice ud que a nadie el gitano explota? acaso la cabra nació para bailar encima de una artesa o como se llame...ah si es una escalera de 3 peldaños de esas q utilizan las maruxiñas para limpiar la cocina por arriba..jajajaaa
ResponderEliminarde todas formas, prefiero un gitano que a zp y menos al pp...que por cierto a ver si encuentran un líder que carecen de el..y asi..mal vaan.
voy a ver si estudio romano que me dijeron que no hay verano sin romano..pero nada eh?? jeje
Sr García..póngase ud gorra...q si no.. encima que la filosofía es volátil..inmagine si nos la enseña con el cerebro cocido..
saludines veraniegos que tocan a su fin
Edith