Bueeeeno, bueno, bueno. He disfrutado mucho con la lectura del texto del que voy a transcribir un párrafo enseguida. Pero, antes de copiarlo, quiero que los colegas iusfilósifos y los aficionados en general a la teoría jurídica traten de adivinar de qué tipo de autor será, de qué corriente o escuela, partidario de qué doctrinas. Porque, en efecto, podrían hoy en día ser muchos y muy variados los que suscriberan al vuelo tesis así. Y yo tengo una pregunta para estos colegas y amigos a los que me dirijo: ¿qué fiabilidad y grado de certeza y precisión puede tener una tesis que suscriben por igual tirios y troyanos, capuletos y montescos, madridistas y culés? ¿significan algo estas tesis que repiten idénticamente los que piensan completamente opuesto y pretenden con ellas exactamente las consecuencias prácticas contrarias? ¿Será que lo que en realidad buscan unos y otros, de ésos que dicen una y otra vez cosas como ésta igual que loritos clónicos, es retarse para ver quién lleva el gato al agua desde el poder, darse disculpas para que, desde el poder, pueda cualquiera de ellos, cuando le toque mandar, hacer lo que le dé la gana como si cumpliera al tiempo Derecho del bueno, y el que más chinfle capador? Pero, si hubiera en el fondo algo de eso, como yo sospecho, ¿podríamos seguir considerando que tales fórmulas vacías y puramente funcionales, son teoría del Derecho hecha en serio?
Ahora les pongo, al fin, el textito de marras. Recuerden que tienen que adivinar quién lo habrá escrito. ¿Será Ronald Dworkin? ¿Será Robert Alexy? ¿Será algún colega mío español y buen amigo? ¿Será algún querido profesor de la Universidad de Los Andes, en Colombia, por ejemplo? ¿Será un magistrado progresista de nuestro Tribunal Constitucional o de cualquier otro de los que ponderan principios y protegen supremos valores? Ah, no sé, piensen.
Esta es la parrafada por mí seleccionada para ustedes y para el acertijo:
"A un jurista no le puede caber duda de que en un Estado de Derecho se impone el principio de legalidad como exponente de un concepto positivista del derecho, en el que los ciudadanos perciben la ley como última fuente del Ordenamiento Jurídico (...) La leyes deben desarrollar no solo soluciones a los conflictos humanos, deben convertirse en sí mismas, en referentes de principios y valores que hagan que el ser humano adecúe su comportamiento a los dictados de la norma, y no sólo por su coerción, sino y fundamentalmente por que las considere un valor, un bien en sí misma, que perciba la ley como algo bueno".
Qué, qué me dicen. Puede ser de cualquiera de aquellos que mencioné, ¿verdad? ¿Y de Benedicto XVI? También. Vaya, vaya.
En realidad el que escribe eso es un viejo conocido mío de aquí de León. Fue profesor asociado de Derecho Penal cuando yo dirigía el Departamento de Derecho Público Básico. Luego él ascendió y va a ser pronto magistrado del TC, y yo descendí y ya no dirijo nada, pero tengo un blog y voy tirando. Se llama Enrique López y el texto está en un artículo suyo aparecido en La Razón el pasado día 3, bajo el título "Benedicto XVI y la ley natural". Léanlo entero aquí, si gustan.
Y sí, es cierto, he hecho algo de trampa. Porque en medio de ese párrafo, allí donde pongo lo de "(...)" suprimí este trocito: "Pero ello no nos debe impedir seguir buscando la auténtica ley natural, para así acomodar cada vez más la ley civil a aquella". Discúlpenme. Pero reparen también en que ahí donde don Enrique coloca "la auténtica ley natural", otros ponen la moral objetiva, la moral verdadera, la moral racional..., todas las cuales se parecen bastante a la ley natural y verdadera moral de Ratzinger y López, pues tienen el contenido que a cada cual le peta y, además, sirven para enmendar la ley de todos para que como Derecho rija la norma que a cada uno más le guste. De manera tal que el Derecho de todos lo cambiamos, en democracia, por la moral de algunos, y decimos, de propina, que eso es lo que prescribe la verdadera Constitución, que es Constitución material y no esa zarandaja de derechos políticos, procedimientos electorales y parlamente corruptos. Dicen que se trata de la más profunda esencia del Estado de Derecho, y lo dicen lo mismo Ratzinger, López o la mayoría de mis queridísimos compañeros, que se prefieren antes muertos que sencillos; digo, que positivistas.
Ahora les pongo, al fin, el textito de marras. Recuerden que tienen que adivinar quién lo habrá escrito. ¿Será Ronald Dworkin? ¿Será Robert Alexy? ¿Será algún colega mío español y buen amigo? ¿Será algún querido profesor de la Universidad de Los Andes, en Colombia, por ejemplo? ¿Será un magistrado progresista de nuestro Tribunal Constitucional o de cualquier otro de los que ponderan principios y protegen supremos valores? Ah, no sé, piensen.
Esta es la parrafada por mí seleccionada para ustedes y para el acertijo:
"A un jurista no le puede caber duda de que en un Estado de Derecho se impone el principio de legalidad como exponente de un concepto positivista del derecho, en el que los ciudadanos perciben la ley como última fuente del Ordenamiento Jurídico (...) La leyes deben desarrollar no solo soluciones a los conflictos humanos, deben convertirse en sí mismas, en referentes de principios y valores que hagan que el ser humano adecúe su comportamiento a los dictados de la norma, y no sólo por su coerción, sino y fundamentalmente por que las considere un valor, un bien en sí misma, que perciba la ley como algo bueno".
Qué, qué me dicen. Puede ser de cualquiera de aquellos que mencioné, ¿verdad? ¿Y de Benedicto XVI? También. Vaya, vaya.
En realidad el que escribe eso es un viejo conocido mío de aquí de León. Fue profesor asociado de Derecho Penal cuando yo dirigía el Departamento de Derecho Público Básico. Luego él ascendió y va a ser pronto magistrado del TC, y yo descendí y ya no dirijo nada, pero tengo un blog y voy tirando. Se llama Enrique López y el texto está en un artículo suyo aparecido en La Razón el pasado día 3, bajo el título "Benedicto XVI y la ley natural". Léanlo entero aquí, si gustan.
Y sí, es cierto, he hecho algo de trampa. Porque en medio de ese párrafo, allí donde pongo lo de "(...)" suprimí este trocito: "Pero ello no nos debe impedir seguir buscando la auténtica ley natural, para así acomodar cada vez más la ley civil a aquella". Discúlpenme. Pero reparen también en que ahí donde don Enrique coloca "la auténtica ley natural", otros ponen la moral objetiva, la moral verdadera, la moral racional..., todas las cuales se parecen bastante a la ley natural y verdadera moral de Ratzinger y López, pues tienen el contenido que a cada cual le peta y, además, sirven para enmendar la ley de todos para que como Derecho rija la norma que a cada uno más le guste. De manera tal que el Derecho de todos lo cambiamos, en democracia, por la moral de algunos, y decimos, de propina, que eso es lo que prescribe la verdadera Constitución, que es Constitución material y no esa zarandaja de derechos políticos, procedimientos electorales y parlamente corruptos. Dicen que se trata de la más profunda esencia del Estado de Derecho, y lo dicen lo mismo Ratzinger, López o la mayoría de mis queridísimos compañeros, que se prefieren antes muertos que sencillos; digo, que positivistas.
Pero yo, con tal de no volverme tan rancio, sigo en mis trece: si resulta que el verdadero Derecho está en la moral que late por debajo del llamado Derecho positivo y puede esa moral enmendar a estas normas positivas, ¿por qué he de creer que los contenidos de esa moral, que es la buena y es además jurídica, han de ser los que dice alguno de mis amigos iusfilósofos de ideología política afín a la mía, y no los de Benedicto (geb. Joseph) o Enrique? ¿Por qué, eh? ¿Será porque si no tienen razón los míos al pontificar sobre moral, quién la va a tener, el enemigo acaso? Pues aviados vamos. Profundidad teórica del copón es esto.
"La concepción que Montesquieu tenía de la ley como expresión de la relación necesaria entre las cosas tiene elementos ambiguos.Parece creer que estudiando una sociedad es posible descubrir sus leyes (lo que su naturaleza exige) y, por tanto, crear las formas legales y otras instituciones que mejor se adapten a esa naturaleza."(Mira lo que me he entretenido en leer esta tarde, cosas de historia sociológica)Pero pero...hay un pero. "La creación de tales instituciones supone una interpretación de cuál es la verdadera naturaleza de una sociedad y, por lo tanto, está sujeta a error.
ResponderEliminarHace unos días el amigo del Blog con nick un amigo nos definía a los nazis de un modo muy general como gente con pelo rapado que pega a la gente y yo le respondía que por norma general nos tenemos que defender.
ResponderEliminarHoy en www.Elmundo nos llega una crónica de Valdemoro que nos cuenta como un joven de 16 años fue gravemente apuñalado por llevar ropas con la bandera de ESPAÑA por dos rojos de un colectivo denominado Sharp especializado en estos tipos de abusos.
Voy a tener que especializarme en enlaces de estos de azul.
Aparte de esto ruego al profesor que tenga a bien ponernos cuanto antes la conferencia que va hoy a dar sobre la familia para los que no podamos acudir.
Oiga, Rolando, casi me mata usted del susto. La conferencia de marras, sobre Derecho de Familia, es el día 17, a las 16:00, en la Sala de Videoconferencias de la Biblioteca San Isidoro. Y va a arder Troya, pues habrá que sostener la tesis de que el Derecho de Familia no es más, ahora, que una rama del Derecho de Obligaciones. Y punto.
ResponderEliminarCon tal de ir el TC, Enrique firmaría la conunción de todas las contradicciones y se inclinaría en un ángulo de 195 grados. Llamarlo neoconstitucionalista me parece demasiado, aunque es demomledor para el neoconstitucionalismo. No creo que él sepa ni qué es eso.
ResponderEliminarMuito legal o seu blog professor Garcia Amado. Adoro a maneira como escreve...e desmascara o direito de maneira tão irreverente e divertida! Sou brasileira e estou estudando em um programa de doutorado na Universidade Católica de Valparaíso no Chile, em filosofía do direito. Seu site tem me dado muito animo! Felicitaciones, ese blog es super!
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