En Alemania han finalizado hace poco tiempo las negociaciones de una “mesa” que se ha ocupado de un asunto singular: la posible indemnización a que pudieran tener derecho los jóvenes que, entre 1949 y 1975, hubieran vivido en internados.
El resultado ha sido el reconocimiento de tal pretensión porque se ha definido a los establecimientos que acogían a esos alumnos como lugares “fuera del Derecho” donde se practicaba el acoso, los castigos corporales, la coacción religiosa ... A destacar que eran los padres quienes decidían libremente el envío del retoño a lo que consideraban un lugar de fiable disciplina.
Ahora toca resolver los expedientes uno a uno para ver la dimensión del daño infligido a los ex-jóvenes pues las personas afectadas que hoy pueden acogerse a la reparación andan por los setenta.
Así se las gastan los alemanes a la hora “de tapar las grietas del mundo”, que diría Heinrich Heine. En todo caso, se están oyendo voces que han montado buena juerga porque se preguntan si también la asistencia familiar a la misa del Gallo en Navidad o el canto del “Stille Nacht” (“Noche de paz”) junto al abeto cuajado en filigranas será también susceptible de desagravio monetario.
Ahora imaginemos que se pusiera en marcha un procedimiento parecido en España y nuestros septuagenarios pidieran llegar en su día a ser indemnizados por haber vivido en los internados de frailes y monjas o por haber asistido a los campamentos del Frente de Juventudes. ¿A cuánto ascenderá cada “Cara al sol” entonado? ¿A cuánto la lacerante experiencia de gritar los vivas al caudillo y encima hacerlo con unos ridículos pantalones cortos y, en la sudada camisa azul, el jugo y las flechas que tú bordaste en rojo ayer? De mí puedo decir que he permanecido en posición de firmes infinidad de veces en el cine cuando se interrumpía la película y aparecía el retrato del “invicto” en medio de trepidante acompañamiento musical y un tufo de héroe mareante.
Y aquellos rosarios interminables con sus misterios dolorosos y gozosos y las aburridísimas letanías ¿habrá dinero en el mundo que compense las horas de resignado aburrimiento? Y los oficios de semana santa en los que el vaho de las ceras alimentaba en la mente las más aviesas venganzas, y aquellos nueve primeros viernes de mes, y aquellos coscorrones del padre prefecto por no haber confesado con rigor y minucia ¿habrá presupuesto público que logre achicar el pasado infortunio?
Pero avancemos más y miremos al futuro. ¿Qué cuentas no pedirán las víctimas de los engendros pedagógicos ideados estos años, de logses y otros despropósitos? Las pobres criaturas que sufren hoy los atropellos de las “competencias”, las “habilidades” y las “destrezas” discurridas por pedagogos a la violeta ¿qué armas no estarán ya preparando para desangrar a los gobernantes pasados unos decenios?
A un niño al que se le ha dicho que “instruir es el resultado del proceso enseñanza-aprendizaje en el que los contenidos se cristalizan y se estructuran entre sí hasta llegar a una forma cognitiva, funcional y operativa más eficaz” ¿cómo le restauraremos su dignidad maltratada?
Con esta pedantería perifrástica ¿no vemos que el agujero en los presupuestos del Estado es solo cuestión de tiempo y de una “mesa” como la alemana? Pero dígase de verdad ¿es oportuno guardar las memorias del alma ultrajada y recrearnos en ellas para afrontar esta época dispersa y gregaria por la que transitamos?
El resultado ha sido el reconocimiento de tal pretensión porque se ha definido a los establecimientos que acogían a esos alumnos como lugares “fuera del Derecho” donde se practicaba el acoso, los castigos corporales, la coacción religiosa ... A destacar que eran los padres quienes decidían libremente el envío del retoño a lo que consideraban un lugar de fiable disciplina.
Ahora toca resolver los expedientes uno a uno para ver la dimensión del daño infligido a los ex-jóvenes pues las personas afectadas que hoy pueden acogerse a la reparación andan por los setenta.
Así se las gastan los alemanes a la hora “de tapar las grietas del mundo”, que diría Heinrich Heine. En todo caso, se están oyendo voces que han montado buena juerga porque se preguntan si también la asistencia familiar a la misa del Gallo en Navidad o el canto del “Stille Nacht” (“Noche de paz”) junto al abeto cuajado en filigranas será también susceptible de desagravio monetario.
Ahora imaginemos que se pusiera en marcha un procedimiento parecido en España y nuestros septuagenarios pidieran llegar en su día a ser indemnizados por haber vivido en los internados de frailes y monjas o por haber asistido a los campamentos del Frente de Juventudes. ¿A cuánto ascenderá cada “Cara al sol” entonado? ¿A cuánto la lacerante experiencia de gritar los vivas al caudillo y encima hacerlo con unos ridículos pantalones cortos y, en la sudada camisa azul, el jugo y las flechas que tú bordaste en rojo ayer? De mí puedo decir que he permanecido en posición de firmes infinidad de veces en el cine cuando se interrumpía la película y aparecía el retrato del “invicto” en medio de trepidante acompañamiento musical y un tufo de héroe mareante.
Y aquellos rosarios interminables con sus misterios dolorosos y gozosos y las aburridísimas letanías ¿habrá dinero en el mundo que compense las horas de resignado aburrimiento? Y los oficios de semana santa en los que el vaho de las ceras alimentaba en la mente las más aviesas venganzas, y aquellos nueve primeros viernes de mes, y aquellos coscorrones del padre prefecto por no haber confesado con rigor y minucia ¿habrá presupuesto público que logre achicar el pasado infortunio?
Pero avancemos más y miremos al futuro. ¿Qué cuentas no pedirán las víctimas de los engendros pedagógicos ideados estos años, de logses y otros despropósitos? Las pobres criaturas que sufren hoy los atropellos de las “competencias”, las “habilidades” y las “destrezas” discurridas por pedagogos a la violeta ¿qué armas no estarán ya preparando para desangrar a los gobernantes pasados unos decenios?
A un niño al que se le ha dicho que “instruir es el resultado del proceso enseñanza-aprendizaje en el que los contenidos se cristalizan y se estructuran entre sí hasta llegar a una forma cognitiva, funcional y operativa más eficaz” ¿cómo le restauraremos su dignidad maltratada?
Con esta pedantería perifrástica ¿no vemos que el agujero en los presupuestos del Estado es solo cuestión de tiempo y de una “mesa” como la alemana? Pero dígase de verdad ¿es oportuno guardar las memorias del alma ultrajada y recrearnos en ellas para afrontar esta época dispersa y gregaria por la que transitamos?
Qué mesa ni qué perífrasis, Don Francisco. Descienda Su Honor del áulico Prunus cerasus donde se nos ha encaramado esta mañana y tenga a bien leer entre líneas: en este debate se está hablando, sin querer mentarlo por evidentes razones -púrpura cardenalicio una buena mitad de ellas, apostaría un buen zumo de cereza-, del §176 StGB.
ResponderEliminarSalud,
Aquí en España, una eventual "mesa" o procedimiento judicial, llegaría a la conclusión de que sí, que hubo agravio a los internados, pero que de dinero nonaino, ya que supondría un perjuicio económico inasumible por parte del Estado benevolente.
ResponderEliminarYo estuve en un internado religioso de los más duros, y, aunque sufrí no pocas sevicias, si intento ser objetivo tengo que reconocer que quedaban más que compensadas por la magnífica formación que allí me ofrecieron. Por desgracia, como castigo a haber nacido con un cromosoma Y, fui luego encerrado en un campamento militar (y esto, desde luego, no fue ni una libre elección mía, ni de mi familia) en el que no sólo se me obligó a perder año y medio de mi vida, sino que se me sometió a las más impensables torturas y humillaciones. Todavía hoy tengo pesadillas y ataques de angustia. Bien es verdad que el mío no es de los peores casos, porque eran muchos los que dejaron allí su vida, bien porque se suicidaban incapaces de aguantar aquello, bien porque morían en cualquier accidente estúpido producido por la más que temeraria imprudencia de que hacían gala los mandos. Espero ardientemente el día en el que todos los que hemos sido víctimas del servicio militar obligatorio obtengamos una reparación, siquiera moral, y en el que reciban su condena por crímenes contra la humanidad todos los responsables de semejante genocidio masculino (incluidos los diputados y diputadas que votaron semejantes leyes, y los jueces y "juezas", fiscales y "fiscalas" que se dedicaron a perseguir a objetores e insumisos).
ResponderEliminarMe forro. Estuve 19 añitos en internados de variado pelaje (curas y militares)
ResponderEliminarMe forro. Estuve 19 añitos en internados de vario pelaje (curas y militares)
ResponderEliminarAnónimo: Tiemmpo al tiempo, los alemanes, que son muy listos y previsores, acaban (increiblemente) de eliminar el servicio militar obligatorio. Esto es que las ven venir y quieren reducir daños ante una futura indemnización por daños y esclavismo: si, esclavismo pues si lo militar se puede hacer cobrando y porque uno quiere y se ve obligado y sin derechos eso es esclavismo. Más tarde, mucho más tarde nos commpensarán a los españoles que lleguemos a tal evento.
ResponderEliminarEnlazando con el final del post y la jerga pedabóbica, permítanme sacar aquí una genialidad de mi amiguete Piezas, profesor de secundaria, que dice poseer un MÁSTER EN PREVENCIÓN DE HABILIDADES.
ResponderEliminarEstoy dándole vueltas a la cuestión, para anunciar cuanto antes en la Faneca un MÁSTER EN PREVENCIÓN DE COMPETENCIAS.
Yo espero que la feministísima De la Vega, que fue la que dirigió la represión de insumisos y objetores al servicio militar, viva muchos años, para que podamos verla juzgada por crímenes contra la humanidad.
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