Trataré de no hacer más viajes largos en coche. Mi sistema nervioso no soporta la limitación a 110 kilómetros por hora. Dudo bastante que con esa medida muchos coches consuman menos combustible, pero no hablo de eso ahora, sino de que los desplazamientos pueden dar la sensación de ser eternos. Para qué hemos llenado todo de autovías carísimas, si luego resulta que las recorremos a paso de mulo. Para qué nos han tentado una y mil veces, y hasta subvencionado, para comprar coches rápidos y seguros, si a ese ritmo iríamos más cómodos en el utilitario más sencillo, y gastando menos, ahí de verdad.
Me choca mucho que para nada cuente lo que de más tiempo va a tomar ahora un viaje de quinientos kilómetros, pongamos. Pero eso a quién le importa, a nadie, salvo, tal vez, a algún pirado en permanente estrés, como este que suscribe. De acuerdo, para aprovechar las horas hay que viajar en otros medios, en particular en tren. Así suelo hacerlo. Pero para ir de León a mi tierra asturiana el tren es una tortura. O piensen que dentro de mes y pico tengo que acercarme a Jaén. ¿Alguien se ha fijado en cómo son las comunicaciones desde el Norte hasta Jaén? Pues mírenlo, mírenlo.
Sólo se valora y sólo se aprecia lo escaso. El petróleo lo es; el tiempo no, por lo que parece. Estamos sobrados de tiempo. El afán de los que lo sienten escaso y quieren exprimirlo tiene apellido psiquiátrico, se considera dolencia y hasta te amenazan con infartos y todo tipo de achaques si te apuras. También tiene su parte subliminal lo de que si corres es más probable que te mueras; de donde se desprende, que, para vivir, anda despacho o incluso detente. Bien es verdad que esas amenazas para la salud no deben contar gran cosa, pues también te prometen atroces enfermedades si no te aceleras nada y te pasas el día sentado o comiendo unas hamburguesas, que mira tú. Es tema para otro día ese de cuáles serán las razones ocultas por las que nos quieren tener a todos y todo el rato con el pánico por la salud. Como si a la mayoría le mereciera la pena vivir, sin comer rico, sin beber alegre, sin gozar del cuerpo con algo de donaire.
El tiempo, el tiempo, las horas, de eso me apetece hablar, de que se considera bien abundante y parece que en todas partes se anda sobrado. Con lo corta que es la vida. ¿Que dura una hora más el viaje en coche? Y qué, tiene usted todo el tiempo del mundo. Y así con todo. Esta mañana debí acercarme a la oficina de mi banco y atendían en una sola ventanilla, con gran cola de gente en espera. No pasa nada, el tiempo del ciudadano es infinito. Es más, el ciudadano debería dar las gracias porque de esa forma lo entretienen y así tiene algo que hacer, aunque sea hacer cola. ¿O acaso preferiría usted estar en casa tocándose los/as cataplines/as? parece que le preguntan todos. Luego me vi obligado a entrar en una tienda de telefonía para una consulta técnica sobre mi móvil. Eso sí es la perdición, el culo del mundo, el averno, el non plus ultra, ¡una tienda de móviles. ¿Han estado ustedes alguna vez? ¿Se han fijado en cuántas horas y más horas se pasan allí los clientes? Que si este dónde tiene el blutú, que si al otro cómo se le pone la tarifa, que cuántas megachorras le salen a este por el agujerito, que si con este cómo navego. Un aparatejo de nada y suena como si el personal manejara un velero de los grandes. Cada consulta una hora y luego que me lo voy a pensar. Y mañana vuelven y preguntan si ya les llegó el Hachetresplús de Nokia y que si vendrán en verde con rayitas azules. ¡Ay! De los nervios me pongo en esas esperas.
El tiempo no computa, porque se supone que abunda. Y abunda porque la gente no vive. Es una decisión consciente: yo no quiero vivir, y como la vida es tiempo, en vez de pegarme un tiro, como haría si tuviera dignidad, lo pierdo. Tira hasta que se acabe. Dejas la vida prendida y van pasando las horas y los días, hasta que se agota. ¡Qué quietud definitiva sin hacer nada! Cuando la gente no tiene algo en qué perder el tiempo, se aburre. Por eso a muchos hasta les gustará que los viajes por carretera se prolonguen. Mira, mientras conduces haces algo, pues si no, no tendrías nada que hacer. No tendrías nada que hacer si no tuvieras que armar tú los muebles que de la tienda te mandan despiezados o que ya compras así aposta, para tener en qué entretenerte. No tendrías nada que hacer si no te llamaran de Movistar todos los días a las tres de la tarde para decirte que hay en este mismo instante una oferta buenísima para mamones como tú, papito, y tú te tiras cincuenta minutos preguntándole a la caribeña que cómo te lo ofrece y que si es con compromiso de permanencia, y, entre pitos y que le das a la flauta, ya pasaron dos horas y llegó el momento de ir a buscar el niño a la escuela, qué bien, salvamos la tarde a base de matarle los minutos.
Las instituciones tampoco tienen el reloj en gran estima. Si el tiempo de los que en ellas trabajamos fuera tomado en serio, no nos obligarían a perderlo tan descaradamente. Quien, como uno, labore en una universidad, lo entenderá a la primera. Todo está ahora organizado en las universidades -y en tantos lugares- para que los profesionales estén entretenidos y sin hacer nada útil. Invitarlos a estar mano sobre mano o nada más que fumando quedaría feísimo. Así que se les exige que hagan el imbécil con muchos papeles, memorandos y reuniones en las que nada útil se va a decidir; y nada inútil, pues propiamente todo está siempre decidido antes y el reunirse es para que parezca esto una democracia en la que se gasta el tiempo en deliberaciones. Pues no, mentira. Simplemente se pasa el tiempo.
Estas que fueron y se llamaron sociedades del bienestar son una pérdida de tiempo. Se comenta mucho últimamente que hay que recuperar o subir la productividad, pero todavía no hemos caído en la cuenta de que no se puede producir si a la gente, tanto en su puesto de trabajo como fuera de él, le sobra el tiempo. Ya sé que es cosa más que nada de funcionarios, pero me atrevo a generalizar. El propio concepto de tiempo libre es reciente y pernicioso. Mis padres nunca lo usaron, el concepto, tampoco lo conocían. Su tiempo era, todo, tiempo de trabajo, de seis de la mañana a nueve de la noche, cada día, todo el año. Y no se quejaban. Si un día tenían una boda o una cena (dejando las vacas atendidas por alguien de confianza), se divertían como locos, se les hacía inolvidable el evento. Exactamente al revés que hoy en día, cuando lo único que puede volver inolvidable una jornada es que el jefe te diga que hagas el favor de acabar esa tarea y que ya jugarás con internet cuando termines, corazón; y tu te picas y lo acusas de mobbing laboral porque van dos veces que te quita la videoconsola y no para de decirte que no mires en la oficina páginas web de gente follando. Pero qué vas a hacer si no; si te pones a trabajar duro, cualquiera puede mirarte mal y hasta el jefe creerá que inentas hacerle la cama.
El tiempo libre se entiende, en el trabajo y en casa, como tiempo sin hacer nada, y resulta agotadora esa quietud. Menos mal que la tele ayuda con programas adecuados para que tampoco vayas a ponerte a pensar, o a leer, que es peor. Y, si se acaban las colas y ya no te queda dónde armar otra mesita de Ikea, cabe tener hijos, que eso es mano de santo y hasta puedes decir en el curro que no produces porque andas con mucha actividad extraescolar.
No saldremos de la crisis mientras no retornen los trabajos forzados, pero tengo para mí que aún va a tardar. De momento, nos imponen por ley ir más despacio. No hay más muerte natural que la muerte lenta, tal piensan nuestros gobernantes.
Me choca mucho que para nada cuente lo que de más tiempo va a tomar ahora un viaje de quinientos kilómetros, pongamos. Pero eso a quién le importa, a nadie, salvo, tal vez, a algún pirado en permanente estrés, como este que suscribe. De acuerdo, para aprovechar las horas hay que viajar en otros medios, en particular en tren. Así suelo hacerlo. Pero para ir de León a mi tierra asturiana el tren es una tortura. O piensen que dentro de mes y pico tengo que acercarme a Jaén. ¿Alguien se ha fijado en cómo son las comunicaciones desde el Norte hasta Jaén? Pues mírenlo, mírenlo.
Sólo se valora y sólo se aprecia lo escaso. El petróleo lo es; el tiempo no, por lo que parece. Estamos sobrados de tiempo. El afán de los que lo sienten escaso y quieren exprimirlo tiene apellido psiquiátrico, se considera dolencia y hasta te amenazan con infartos y todo tipo de achaques si te apuras. También tiene su parte subliminal lo de que si corres es más probable que te mueras; de donde se desprende, que, para vivir, anda despacho o incluso detente. Bien es verdad que esas amenazas para la salud no deben contar gran cosa, pues también te prometen atroces enfermedades si no te aceleras nada y te pasas el día sentado o comiendo unas hamburguesas, que mira tú. Es tema para otro día ese de cuáles serán las razones ocultas por las que nos quieren tener a todos y todo el rato con el pánico por la salud. Como si a la mayoría le mereciera la pena vivir, sin comer rico, sin beber alegre, sin gozar del cuerpo con algo de donaire.
El tiempo, el tiempo, las horas, de eso me apetece hablar, de que se considera bien abundante y parece que en todas partes se anda sobrado. Con lo corta que es la vida. ¿Que dura una hora más el viaje en coche? Y qué, tiene usted todo el tiempo del mundo. Y así con todo. Esta mañana debí acercarme a la oficina de mi banco y atendían en una sola ventanilla, con gran cola de gente en espera. No pasa nada, el tiempo del ciudadano es infinito. Es más, el ciudadano debería dar las gracias porque de esa forma lo entretienen y así tiene algo que hacer, aunque sea hacer cola. ¿O acaso preferiría usted estar en casa tocándose los/as cataplines/as? parece que le preguntan todos. Luego me vi obligado a entrar en una tienda de telefonía para una consulta técnica sobre mi móvil. Eso sí es la perdición, el culo del mundo, el averno, el non plus ultra, ¡una tienda de móviles. ¿Han estado ustedes alguna vez? ¿Se han fijado en cuántas horas y más horas se pasan allí los clientes? Que si este dónde tiene el blutú, que si al otro cómo se le pone la tarifa, que cuántas megachorras le salen a este por el agujerito, que si con este cómo navego. Un aparatejo de nada y suena como si el personal manejara un velero de los grandes. Cada consulta una hora y luego que me lo voy a pensar. Y mañana vuelven y preguntan si ya les llegó el Hachetresplús de Nokia y que si vendrán en verde con rayitas azules. ¡Ay! De los nervios me pongo en esas esperas.
El tiempo no computa, porque se supone que abunda. Y abunda porque la gente no vive. Es una decisión consciente: yo no quiero vivir, y como la vida es tiempo, en vez de pegarme un tiro, como haría si tuviera dignidad, lo pierdo. Tira hasta que se acabe. Dejas la vida prendida y van pasando las horas y los días, hasta que se agota. ¡Qué quietud definitiva sin hacer nada! Cuando la gente no tiene algo en qué perder el tiempo, se aburre. Por eso a muchos hasta les gustará que los viajes por carretera se prolonguen. Mira, mientras conduces haces algo, pues si no, no tendrías nada que hacer. No tendrías nada que hacer si no tuvieras que armar tú los muebles que de la tienda te mandan despiezados o que ya compras así aposta, para tener en qué entretenerte. No tendrías nada que hacer si no te llamaran de Movistar todos los días a las tres de la tarde para decirte que hay en este mismo instante una oferta buenísima para mamones como tú, papito, y tú te tiras cincuenta minutos preguntándole a la caribeña que cómo te lo ofrece y que si es con compromiso de permanencia, y, entre pitos y que le das a la flauta, ya pasaron dos horas y llegó el momento de ir a buscar el niño a la escuela, qué bien, salvamos la tarde a base de matarle los minutos.
Las instituciones tampoco tienen el reloj en gran estima. Si el tiempo de los que en ellas trabajamos fuera tomado en serio, no nos obligarían a perderlo tan descaradamente. Quien, como uno, labore en una universidad, lo entenderá a la primera. Todo está ahora organizado en las universidades -y en tantos lugares- para que los profesionales estén entretenidos y sin hacer nada útil. Invitarlos a estar mano sobre mano o nada más que fumando quedaría feísimo. Así que se les exige que hagan el imbécil con muchos papeles, memorandos y reuniones en las que nada útil se va a decidir; y nada inútil, pues propiamente todo está siempre decidido antes y el reunirse es para que parezca esto una democracia en la que se gasta el tiempo en deliberaciones. Pues no, mentira. Simplemente se pasa el tiempo.
Estas que fueron y se llamaron sociedades del bienestar son una pérdida de tiempo. Se comenta mucho últimamente que hay que recuperar o subir la productividad, pero todavía no hemos caído en la cuenta de que no se puede producir si a la gente, tanto en su puesto de trabajo como fuera de él, le sobra el tiempo. Ya sé que es cosa más que nada de funcionarios, pero me atrevo a generalizar. El propio concepto de tiempo libre es reciente y pernicioso. Mis padres nunca lo usaron, el concepto, tampoco lo conocían. Su tiempo era, todo, tiempo de trabajo, de seis de la mañana a nueve de la noche, cada día, todo el año. Y no se quejaban. Si un día tenían una boda o una cena (dejando las vacas atendidas por alguien de confianza), se divertían como locos, se les hacía inolvidable el evento. Exactamente al revés que hoy en día, cuando lo único que puede volver inolvidable una jornada es que el jefe te diga que hagas el favor de acabar esa tarea y que ya jugarás con internet cuando termines, corazón; y tu te picas y lo acusas de mobbing laboral porque van dos veces que te quita la videoconsola y no para de decirte que no mires en la oficina páginas web de gente follando. Pero qué vas a hacer si no; si te pones a trabajar duro, cualquiera puede mirarte mal y hasta el jefe creerá que inentas hacerle la cama.
El tiempo libre se entiende, en el trabajo y en casa, como tiempo sin hacer nada, y resulta agotadora esa quietud. Menos mal que la tele ayuda con programas adecuados para que tampoco vayas a ponerte a pensar, o a leer, que es peor. Y, si se acaban las colas y ya no te queda dónde armar otra mesita de Ikea, cabe tener hijos, que eso es mano de santo y hasta puedes decir en el curro que no produces porque andas con mucha actividad extraescolar.
No saldremos de la crisis mientras no retornen los trabajos forzados, pero tengo para mí que aún va a tardar. De momento, nos imponen por ley ir más despacio. No hay más muerte natural que la muerte lenta, tal piensan nuestros gobernantes.
"¿Tiene Vd. mucha prisa? Llevamos un retraso considerable(...)
ResponderEliminarA mí, realmente, me es igual –le dijo. Yo comprendo que Vd. se preocupe del horario. Pero los demás, apañados estaríamos si nos inquietáramos en esta época por tales nimiedades. Desgraciado, amigo, el que en estos tiempos que vivimos tenga prisa."
Josep Pla “Viaje en Autobús”, 1942
Profesor , he visto en Youtube una entrevista al catedrático Dr Juan Abelardo Hernández Franco de Méjico, en la que manifiesta una interesante visión de la lógica en la argumentación jurídica que ha plasmado en una obra titulada "Argumentación Jurídica" Editorial Oxford University Press, mire a ver si consigue el libro para el Departamento.
ResponderEliminarPara un par de preguntas, no son difíciles las respuestas:
ResponderEliminar(1) "lo que de más tiempo va a tomar ahora un viaje de quinientos kilómetros"
Por ejemplo, un León-Zaragoza. Supongamos que 20 km son de recorrido urbano, y carreteras normales - y 480 kms de vías de alta velocidad, autovías y autopistas (A-231, BU-30, AP-1, AP-68, A-68, A-2).
(a) Primera hipótesis: carretera perfectamente despejada, metereología divina y todo a pedir de boca. Ni una parada. Supongamos 120 km/h continuos para la parte autovía+autopista, 40km/h de media para el resto del recorrido. Tiempo total 4h 30 min.
(a') Bajamos a 110 km/h para la parte autovía/autopista, todo lo demás igual. Tiempo total 4h 52 min. Incremento 22 min (8%)
(b) Segunda hipótesis: día así así. En el 20% del trayecto tiene que bajar a 90 km/h. Hay alguna obra, bastantes camiones adelantando, a tramos llueve fuerte y hay poca visibilidad. El resto del camino, como antes, 'bueno', a 120 km(h. Para una vez a tomar un café y unas magdalenas, estirar las piernas, limpiar los insectos del parabrisas, hacer pis y un par de llamadas (20 min). Tiempo total: 5h 6 min.
(b') Bajamos a 110 km/h el 80% 'bueno' de autovía/autopista, todo lo demás igual. Tiempo total 5h 18 min. Incremento 12 min (6%)
(c) Tercera hipótesis: mala pata. Tapón de una hora, por accidente, a mitad de camino. Paciencia, qué le vamos a hacer. El resto, antes y después, como en (a). Tiempo total: 5h 30 min.
(c') Bajamos a 110 km/h para la parte autovía/autopista, todo lo demás igual, incluido el puto tapón. Tiempo total 5h 52 min. Incremento 22 min (7%)
(c'') Cuarta hipótesis: mitad del camino a 120 km/h. Luego, el tapón de una hora. ¡Caguenla! Salgo a 150 km/h para recuperar. Llegando a Zaragoza, la Guardia Civil. Ay ay ay. Cinco minutos de parada en el arcén, tras lo cual reanudo el camino con 300 euros y 2 puntos menos. Tiempo total: 5 h 11 min. Ahorro (de tiempo) relativamente a (c): 19 minutos (6%)
Contrariamente a las multas, el cálculo del consumo es complicado, depende de muchos factores. Si me concede confianza, le diré que la resistencia aerodinámica, que es el principal factor de consumo a esas velocidades (más o menos la mitad del trabajo del motor) crece con el cuadrado de la velocidad. A ojo de buen cubero, con un coche moderno de gasolina de 2.500 cc, y conducción cuidada, el ahorro podría estar hacia el 5-6% en las variantes con velocidad máxima 110.
(2) "¿Que dura una hora más el viaje en coche?"
Para que en descendiendo de 120 km/h a 110 km/h la velocidad de crucero el viaje dure una hora más, tiene que ser de 1.320 kms. De León a Jaen, vamos, pero pasando por Cádiz y Málaga. Ruta hermosa, pero que le desaconsejo.
Volviendo a Josep Plá: la velocidad es una necesidad psicológica, no práctica.
Salud,
Tengo prisa, dinero para pagar la puta multa y la seguridad de que no me van a quitar puntos por el "exceso".
ResponderEliminar¿De qué sirve rebajar la velocidad si lo que más consume es circular con marchas inadecuadas?
Nos toman el pelo, nos lo merecemos, taclaro.
Un cordial saludo.
Parece que alguien lee su blog, profesor:
ResponderEliminarhttp://www.elpais.com/articulo/ultima/Internautas/elpepuopi/20110301elpepiult_1/Tes
el tiempo...si te refieres al descenso de velocidad de 120 a 110 yo lo considero anecdótico, que se pueda ahorrar algo de energía; pudiera ser...en cuanto al tiempo...es finito, se escapa, tengas conciencia de ello o no. Es indiferente que seas consciente o no, se va...envejeces, mueres,...y otra generación ocupará tu lugar hasta el fin de los tiempos..somos como decía Marx, el pasado y el presente...la presencia de los que estuvieron pesa sobre los que están..dorous
ResponderEliminarActualización.
ResponderEliminarQuién sabe si entre los lectores de la bitácora no haya alguno de esos 59 "de menos".
Salud,