No me gustaría resultar reiterativo y andar todos los días con cuentos similares, pero de nuevo voy a contarles lo que me pasó hoy al iniciar la sobremesa ante el ordenador. Primero fui a ver el correo electrónico y me encontré un mensaje titulado “Localizador de pareja. Espía a tu pareja y descubre si te engaña”. Vaya, vaya. Desde una web te piden que escribas el número de móvil de tu contraparte y se supone que ellos te la ubican sobre el mapa en plan GPS (Gran Putada Sexual). O de cómo, si eso funciona, más de cuatro se van a olvidar los móviles en casa, casualmente.
Luego, en los periódicos me entero de que al primer ministro belga le han pillado los mensajes, creo que de Twitter, que le enviaba a una tal Cucú, amante suya. A veces se equivocaba de tecla y los remitía al público de su red, con mosqueo y perplejidad de periodistas y cuñados. Su oficina de primer ministro, que para eso está, desmentía de inmediato que el mensaje fuera lo que parecía, pero entonces la amante se ponía tan amantísima, que se iba a los periódicos y decía que sí eran para ella y que miren qué cuerpo y qué cosa. Yo en lo de que el personal tenga amantes ni entro ni salgo, pero lo de elegirlos a tontas y a locas ya me parece medio delictivo. Total, que una revista belga acaba de publicar cientos de mensajes del señor este tan responsable y se ha liado buena por culpa de su lío.
El otro día fue lo del senador gringo que mandaba fotos suyas en calzoncillos y antes fue… Un no parar. Esto ha de tener una explicación y unas consecuencias. La explicación será el poco tiempo que hay para charlar y que para el rato que la gente puede verse en carne mortal, tiene que decidir si habla o actúa, pues conocido es cuán pocos son capaces de hacer ambas cosas a la vez o lo mal que algunos o algunas se toman que les echen el discurso en el mientras tanto. Y, como ya nadie fuma, tampoco ha lugar para la plácida conversación durante el cigarrillo de después. Después hay que salir corriendo porque, si eres ministro, tienes que verte con un enviado de la Merkel, y si eres profesor universitario (pongamos, es un suponer), se te acaba hoy el plazo para rellenar la aplicación informática con la que se solicita una prima (económica) por pasarte el día investigando.
También cabe pensar que el personal se excite más contando cosas con el móvil o el ordenador que diciéndolas al oído entre lametón y lametón, vaya usted a saber. Hace tiempo que estoy seriamente convencido, completamente en serio, de que la revolución sexual próxima llegará cuando por teléfono o con algún chisme apropiado sea posible enviar también sensaciones físicas. Y si llevamos el chip incorporado en alguna parte del body, miel sobre hojuelas. ¿Se imaginan? Está usted, señora, cenando donde los suegros, y aquel compañero de la ofi le manda un orgasmillo y todos piensan que sonríe porque sigue haciéndole gracia el viejo chiste de su papá político. O usted, caballero, anda recogiendo la mesa y le llega inopinadamente la descarga que le manda la de la fotocopiadora y se le rompen un par de platos por el clímax y vuelve a quedar como torpón irrecuperable.
Habrá que regularlo convenientemente y tendremos prolija jurisprudencia. Para empezar, habrá que mirarse muy mucho a la hora de dar ese número especial, que podría llamarse el número corporal. También deberán estar bloqueados esos aparatos en el AVE y en los trenes en general, pues, si ya van todos los delegado de ventas gritando ahora, como para aguantarlos en semejante tesitura o rogándole con insistencia a la secretaria que les adjunte otro, que el anterior no les llegó bien o que no acabaron de sentirlo. Tendrá igualmente que meter baza la legislación de protección de datos personales e impedir que las propias compañías telefónicas lo invadan con orgasmos a la hora de la siesta para promocionar su nuevo servicio de ADSL o proponerle que se cambie el chip por uno que, por un euro mensual más, le permite también recibir sopapos, si es que le va la marcha masoca. Y abundarán los pleitos cuando el cura de la parroquia o el siervo de Escrivá reciba de alguna beata o de la perversa becaria un gustillo no pretendido, en el chip que se instaló nada más que por si hay emergencias humanitarias en alguna colonia infantil.
¿Y qué me dicen de las reclamaciones a las compañías? Me refiero a las telefónicas. Jueves por la noche. Has quedado con una catedrática de Derecho Financiero para que te haga llegar el primer revolcón distante y te preparas tu solo una cena con reserva de Rioja, de buena añada, y unas gulas con ajetes, has puesto a sonar a Leonard Cohen porque te va el sexo mortuorio, miras el reloj y compruebas que no falta más que un minuto para el anhelado clímax… Y se te cae la línea. ¿Hay daño moral ahí? ¿Cómo lo cuantificamos? ¿Deberán las telefónicas indemnizar en metálico o podrán compensar con el correspondiente servicio lejano de alguna teleoperadora bien explotada?
Otro día seguimos con la casuística esperable, pero ahora permitan que terminemos con un diagnóstico y unas previsiones. Los conceptos de amante o de relación extraconyugal van a extinguirse dentro de nada. Ya no quedarán secretos porque, de tanto escribirse en secreto y de tanto enviarse fotos con posturitas y granos, enseguida estarán todo el vecindario o los mil amigos virtuales al cabo de la calle de lo que cada uno se trae entre manos o en la cama. Con las redes sociales los amores clandestinos salen a la luz y se socializan. La tecla y la pantalla revelan lo que antaño guardaban los muros. Ya ocurre ahora, aunque no nos hayamos dado cuenta todavía. Si tuviéramos semiólogos de verdad en lugar de echadores de currículos, ya estarían decodificadas las sonrisas que la gente se gasta en Facebook y ciertas expresiones que escribe a pie de foto: se sabría cuándo esa cara de beatitud y ese adjetivo inusual se deben a lo que se deben: a que ese jodío o esa jodía que le sonríe a la cámara y que nos explica que la puesta de sol era sublime acaba de hacérselo con la del estanco o el de la ferretería.
Anáisis aternativo: e fenómeno podría estar de aguna manera reacionado con e eevado incremento de a deuda púbica, y con a presión que están apicando sobre ea os mercados financieros.
ResponderEliminar¿O será otra teca a que nos fata, o e fata a Eros?
Saud,
¿Conoces la canción "La infidelidad en la era de la informática"?
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=sMem2cAiif8
A Jorge Drexler le pilló su exmujer siéndole infiel con su ahora mujer (una tal Leonor Watling). Y el tipo escribió esta canción muy impudorosa.