Primero imaginé que los títulos que se ofrecen iban adquiriendo, año tras año, un inusitado valor y que las empresas e instituciones de aquí y de medio mundo se disputaban nuestros graduados, nuestros magister y nuestros doctores. ¿Cómo lo habíamos conseguido? Con una enseñanza sumamente rigurosa, puntera, llevada con los más eficaces métodos formativos pero que no hace concesiones a las frivolidades pedagógicas y a las patochadas de los charlatanes con Power Point y cara dura. Se valora en los estudiantes la capacidad, el tesón y el rendimiento y no se regala ni un aprobado inmerecido, pues repartir títulos a los mediocres es la definitiva manera de desprestigiar los de los mejores. ¿Qué la exigencia espanta a los más perezosos? Mejor, porque una universidad no ha de parecerse a una fábrica de salchichas, si es que tomamos en serio la tan cacareada excelencia.
Luego fantaseé con una esmerada selección de los profesores, estimulando a los buenos que aquí tengamos y trayendo a los que falten de donde los haya. Si los equipos de fútbol fichan a los mejores jugadores al precio que cuesten, por qué no ha de hacerlo igual la universidad, que importa mucho más. Que se les pague lo que corresponda o que se les compense por su esfuerzo del modo que quepa. ¿Y qué hacemos con ese porcentaje de docentes perezosos, desactualizados o que no aspiran a más que a conspiraciones de cafetería y a cargos para pasar el rato? A la calle. Si no se les puede echar por las malas, que salgan por las buenas. Al fin y al cabo, si hay programas para que se prejubilen con remuneración íntegra los viejos maestros, por qué no se va a invitar a quedarse en casa a los de cualquier edad que no dan palo al agua.
Se dirá que las normas vigentes y las políticas al uso no permiten medidas tan obvias para una universidad de calidad. ¿Por qué? Si resultó tan fácil degradar las universidades, ¿por qué ha de ser imposible ahora poner los medios para que recuperemos una universidad seria y prestigiosa?
¿Recuperemos? No será mejor decir construyamos, o es que van a volver los nobeles que nunca tuvimos, los emprendedores que fundaron empresas de tecnología, que no fueron fundadas más allá que por la intervención del estado, con proyectos como Telefónica o Repsol. No, volviendo a un ilusionado, y fracasado, pasado no vamos a ningún lado. Hay que crear algo nuevo.
ResponderEliminarQuerido amigo tu interrogante final, como bien sabes, tiene una fácil respuesta: siempre resulta mas sencillo deshacer que hacer, tirar que construir. Y el problema de nuestra Universidad no es solo de ahora, viene de largo y ha requerido la colaboración de todos. En una fase como la actual resulta muy complicado invertir ese proceso de decadencia, lo decia de forma muy gráfica un paisano tuyo con un dicho popular: "cuando no hay panchón, todos discuten y todos tienen razón".
ResponderEliminarMe temo, apreciado colega, que a quien vayan a prejubilar sea a usted por díscolo, o peor, que lo haga usted de oficio, asqueado de que el poder en la universidad lo tengan precisamente los mediocres.
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