14 agosto, 2011

Preocupación por las nubes. Por Francisco Sosa Wagner

Hubo un tiempo, hoy ya pulverizado, en el que “estar en las nubes” era vivir fuera de la realidad, es decir, en la Gloria, si se tiene en cuenta lo que la realidad nos depara. “Este niño está siempre en las nubes” decía la madre compungida cuando advertía que su hijo se hallaba como ausente y temía que no podría hacer de él un ingeniero de minas ni un odontólogo. El tal niño era un soñador que, en efecto, tal parecía que se paseara por las nubes que son lugares remotos, objetos inaprensibles, garabatos fugaces, pura intención e invención ... pero a lo mejor resultaba que ese niño se llamaba Franz y se apellidaba Kafka o Marcel y se apellidaba Proust. Y de su cabeza y de sus paseos por las nubes salía luego lo que salió.

Con esto quiero decir que hay que tener mucho cuidado con lo que los humanos normales llamamos “ser prácticos” o “estar en el ajo” porque a veces es esta una de las muchas formas de que se dispone para ser un merluzo. Titulado por la ANECA, pero merluzo.

Y digo que la expresión de las nubes y del despiste ha pasado a mejor vida porque hoy estar en las nubes es estar a la última. Pues la nube -aclárese quien ande alejado de los achaques de internet- es ese espacio donde se almacenan nuestras cartas, que ahora se llaman emails, las fotos de la primera comunión, las peliculas o vídeos y mil y un documentos. Hasta ahora los ordenadores tenían un disco duro y unidad de DVD y no sé cuántas zarandajas más. En estos momentos todos esos artilugios están siendo barridos por la nube que es una especie de servidor externo que hace inútiles las capacidades de almacenamiento de nuestros ya viejos cacharros. Y encima tales inventos son de precio barato, es decir, no están por las nubes.

El lenguaje se desparrama y resulta difícil atraparlo. Para muestra, véase esta explicación que saco de un folleto cualquiera: “guardamos nuestras fotos en Flickr o Picasa, los correos están en Gmail, la música en Spotify ...” y así seguido. Se convendrá conmigo que este galimatías produce mareo a las personas antiguas que gastamos sindéresis y sobrevivimos gracias al omeprazol. Personas a las que, como es mi caso, costó un mundo entender el semáforo.

A mí, la verdad, me da pena todo esto de la nube, de la desacralización de la nube, este apear a la nube de su misterio, de su halo de arcano, de incógnita que vagaba allá por las eternidades azules. Aquellos angelitos que pintaba Murillo siempre con su nube, como un objeto de su propiedad, como quien dispone de un juguetito.

Porque la nube ha sido eso: un juguetito de nuestra imaginación, nadie sabía por qué iban ni por qué venían y esa circunstancia daba mucho de sí para quien gusta de imaginar mundos remotos y seres de quimera. Y las nubes eran lugares óptimos para alojarlos, lugares descomprometidos, porque lo mismo que estaban dejaban de estar.

El cielo es un encerado en el que dios pinta las nubes y las borra como y cuando le peta sin un guión porque dios no lee las informaciones meteorológicas ni tiene por qué atenerse a ellas.

Y, sin embargo, con su aparente anarquía, las nubes han sido siempre el argumento del cielo, lo que le ha dado seriedad y consistencia discursiva, como si dijéramos. Sin la nube el cielo es muy aburrido, son ellas las que le dan sentido, lo hacen ceñudo o alegre o admonitorio o indulgente o frívolo, ellas son las que marcan su rumbo, sus humores, y hasta sus contradicciones. Que es como decir la vida entera.

¿Qué ocurrirá ahora cuando la nube se nos pase a la informática, a los smartphones y a los netbooks? Cualquiera sabe y no podemos, quienes estamos por debajo de las nubes, intervenir en el curso de los acontecimientos. Con todo, me permito pedir a las nubes que se hagan modernas si quieren pero que no nos abandonen del todo y que sigan siendo siempre esas posadas limpias donde los vientos descansan de sus trajines.

1 comentario:

  1. pues yo que estoy en las nubes por regla general no lo aconsejo. Es poco rentable. Pero cada vez que bajo sufro demasiado, así que me he quedado a vivir en las nubes. Lo mismo tengo suerte y me visita la inspiración o alguien me rescata o acierto la quiniela o me llaman los mercados como han llamado a garcia amado en su post.cosas más raras se han visto.

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