En estos últimos años nos han pasado demasiadas cosas, empezando por una ruina radical y rotunda que todavía no terminamos de asimilar, pues aun le quedan unos ahorros a la abuela o todavía nos cocina mamá a costa de su pensión. Pero verás cuando falten los viejos... O cuando, querido funcionario, el Estado exhausto diga hasta aquí he llegado y se deje morir entre sollozos; entre sollozos nuestros, que para él casi será un alivio transitar a mejor vida.
Pasado el deslumbramiento de hormigón, hemos vuelto a mirar alrededor y contemplamos poco a poco lo que había, corrupción por doquier. Una síntesis única y tremenda de corrupción y despilfarro. Lo que con nosotros, con cualquiera, se despilfarraba (¿se acuerdan de los cuatrocientos euros de hace cuatro años? ¡Hace cuatro años!, parece que fue el pasado siglo. Pues eso no era nada, la pura puntita del derroche absurdo a inicuo), servía para hacernos cerrar los ojos y perdonar al prójimo con beatífica actitud. Nos compraban. Cuando alguien iba a protestar por el latrocinio del día, se le metían en la boca unos billetes de a cien o a quinientos y se quedaba calladito y como en un climax tolerante y posmoderno. Una monada.
Ahora que no va quedando de qué despilfarrar, ahora que nos aprietan el cinturón, pero alrededor del cuello, ahora que dependemos otra vez de los padres y los abuelos y de nuevo miramos con simpatía al tío labriego que despreciábamos antes, cuando teníamos el Mercedes, ¿te acuerdas?, porque a lo mejor el tío del pueblo nos regala unas patatas y unas coles y vamos tirando, ahora, digo, la corrupción nos deja más perplejos y nos enfada. Nadie nos compra ya la conciencia, aunque siga con un cartel de se vende.
Las emociones que con toda probabilidad nos esperan después de las elecciones inminentes son de órdago. Saldrán los números que aún se ocultan, vendrán, sí o sí -y gane quien gane, aunque parece que se sabe quien gana- eso que llaman ajustes y que son un tiro de gracia en las partes íntimas de tanta gente, retornarán las manifestaciones, protestas y algaradas cada vez más feítas y... nos podemos quedar de piedra para siempre, auténticas estatuas ecuestres, pero en burra, como se confirme que hay tela que cortar y se corte en un par de casos que están a la espera y que nos van a dejar bizqueando: José Blanco y Urdangarín. No afirmo que sean culpables, pero la pinta que tienen esos asuntillos es fea tirando a atroz. Y conste que ni quiero compararlos ni olvido otros asuntos ni hay ya paciencia para las clasificaciones y la entomología política y económica.
Acabo de leer unas informaciones sobre el caso Nóos, el del yernísimo subvencionado, y, como sea verdad la mitad de la mitad, vaya tela.
Si de esta no nos ponemos serios y a reflexionar, si ahora -o dentro de pocos meses- no nos vestimos el uniforme de faena y si no aprovechamos la tormenta para reformar este Estado medio mafioso, esta política de salteadores de caminos y esta economía de zánganos sin entrañas, podemos ir escogiendo nuestro epitafio. Estaremos acabados sin remisión y muy merecidamente.
Pasado el deslumbramiento de hormigón, hemos vuelto a mirar alrededor y contemplamos poco a poco lo que había, corrupción por doquier. Una síntesis única y tremenda de corrupción y despilfarro. Lo que con nosotros, con cualquiera, se despilfarraba (¿se acuerdan de los cuatrocientos euros de hace cuatro años? ¡Hace cuatro años!, parece que fue el pasado siglo. Pues eso no era nada, la pura puntita del derroche absurdo a inicuo), servía para hacernos cerrar los ojos y perdonar al prójimo con beatífica actitud. Nos compraban. Cuando alguien iba a protestar por el latrocinio del día, se le metían en la boca unos billetes de a cien o a quinientos y se quedaba calladito y como en un climax tolerante y posmoderno. Una monada.
Ahora que no va quedando de qué despilfarrar, ahora que nos aprietan el cinturón, pero alrededor del cuello, ahora que dependemos otra vez de los padres y los abuelos y de nuevo miramos con simpatía al tío labriego que despreciábamos antes, cuando teníamos el Mercedes, ¿te acuerdas?, porque a lo mejor el tío del pueblo nos regala unas patatas y unas coles y vamos tirando, ahora, digo, la corrupción nos deja más perplejos y nos enfada. Nadie nos compra ya la conciencia, aunque siga con un cartel de se vende.
Las emociones que con toda probabilidad nos esperan después de las elecciones inminentes son de órdago. Saldrán los números que aún se ocultan, vendrán, sí o sí -y gane quien gane, aunque parece que se sabe quien gana- eso que llaman ajustes y que son un tiro de gracia en las partes íntimas de tanta gente, retornarán las manifestaciones, protestas y algaradas cada vez más feítas y... nos podemos quedar de piedra para siempre, auténticas estatuas ecuestres, pero en burra, como se confirme que hay tela que cortar y se corte en un par de casos que están a la espera y que nos van a dejar bizqueando: José Blanco y Urdangarín. No afirmo que sean culpables, pero la pinta que tienen esos asuntillos es fea tirando a atroz. Y conste que ni quiero compararlos ni olvido otros asuntos ni hay ya paciencia para las clasificaciones y la entomología política y económica.
Acabo de leer unas informaciones sobre el caso Nóos, el del yernísimo subvencionado, y, como sea verdad la mitad de la mitad, vaya tela.
Si de esta no nos ponemos serios y a reflexionar, si ahora -o dentro de pocos meses- no nos vestimos el uniforme de faena y si no aprovechamos la tormenta para reformar este Estado medio mafioso, esta política de salteadores de caminos y esta economía de zánganos sin entrañas, podemos ir escogiendo nuestro epitafio. Estaremos acabados sin remisión y muy merecidamente.
Una vez más, la universidad:
ResponderEliminarhttp://www.elpais.com/articulo/opinion/Universidad/atrevida/elpepuopi/20111109elpepiopi_5/Tes
Nunca esá de más llamar a las cosas por su nombre: "eliminación de la endogamia académica, un eufemismo de corrupción universitaria premeditada y aleve".
Todo quedará en agua de borrajas, claro.
Hasta los economistas se confiesan aterrados con esto. No queda otra solución que salir de euro y devaluar. No hay otra salida. Ojalá la hubiera, pero no la hay.Esto va para largo, muy largo; sino se hace algo así.
ResponderEliminara cambalache, el link no va.
ResponderEliminarAlguien sabe como se puede cuadrar esto (o los problemas derivados de hacer tonterías con las orejas):
ResponderEliminar- pasivo familias 957.255.620
- pasivo instituciones financieras4.633.219.600
- pasivo sociedades no financieras3.615.792.900
- pasivo administracions públicas786.382.020
(en miles de euros, extraido de la información del Banco de España, datos a septiembre 2011)
Un total de casi 10 billones de euros, que repartidos entre 45 millones de habitantes hacen un total de 222222 euros de pasivo per capita, esto es casi 37 millones de las antiguas calandrias.
En un hogar medio de 3,5 personas esta broma representa un pasivo de 777777 euracos o lo que es lo mismo más de 125 millones de las antiguas.
Desde la entrada en el euro el activo neto negativo, se ha multiplicado por 4,2.
Ahora a ver quien es el tío chulo que pone a todas las unidadaes familiares del pais a generar la actividad precisa para levantar un pasivo de esa entidad, por lo que a no ser que la tarifa de gigoló desecho de tienta se haya puesto por las nubes y/o la gerontofilia de clase media esté de plena moda veo el futuro pelín negro.
Lo que dice el artículo del dominio del inglés me parece acertado, exigible tanto a profesores como a alumnos. Yo no lo hablo ni lo entiendo, pero lo leo (siempre que se trate de temáticas de mi área de especialidad); además hablo, leo y escribo francés, y leo italiano, portugués...y latín. No cabe duda de que el inglés es imprescindible, pero cuidado con el "medio ambiente" cada vez más imperante en muchas áreas de humanidades y de ciencias sociales: esa creencia de que todo lo que merece la pena leerse se ha escrito en inglés. Está provocando dos consecuencias nefastas, a mi juicio: la primera es el total desconocimiento de excelentes aportaciones realizadas en idiomas distintos del inglés (francés, alemán, italiano, por ejemplo); la segunda, dar por veraces las "interpretaciones" comparativas que se hacen desde el mundo anglosajón sobre realidades sociales de otras sociedades o culturas (historia, antropología, sociología, politología, derecho....). Estoy aburrido de leer autores británicos o norteamericanos -sobre todo estos últimos- que cuando hacen referencia a temáticas sobre otros países o trabajan con aportaciones realizadas por autores de esos países, sólo son capaces de citar los trabajos que se han publicado en lengua inglesa, que con mucha frecuencia son una parte mínima del corpus de conocimientos disponible en aquel país y, también con demasiada frecuencia, corresponden a libros o artículos muy viejos (o totalmente superados) o de autores de tercer orden.
ResponderEliminarA título de ejemplo: ¿es serio hablar sobre sociedades africanas desconociendo la abundantísima bibliografía en lengua francesa?; ¿se puede hablar de demografía histórica sin leer una palabra de francés?; ¿es aceptable escribir sobre la colonización española de América sin ser capaz de leer una línea en español?; ¿es admisible hablar sobre la historia de Alemania sin entender una línea en alemán?....
Pedro