23 diciembre, 2011

Materia oscura

El silencio, lo que callamos, es la materia oscura del universo particular de cada cual. Lo que no se confiesa, lo que no se explicita, lo secreto, lo más íntimo, recóndito, personal y propio en exclusividad está ahí y de su presencia se sabe por sus efectos, porque altera la rotación esperable de las vidas, porque, sin que se conozca, explica las figuras inesperadas, los quiebros de la geometría previsible a partir los datos compartidos. Cuando las estrellas, los planetas y sus satélites no mantienen el camino que les asigna el cálculo no es porque la física engañe, traicione la matemática o la geometría mienta, es porque en la cuenta no se considera lo que está y no se ve, lo que los telescopios no captan por muy perfectas que sean sus lentes. Pero el cálculo, al fin, acaba siendo prueba de que hay más de lo que se pensaba y de lo que se ve. La materia oscura debe suponerse presente en su no presencia tangible, pues sin ella no habría más explicación que el azar y el caos, que nada explican. Las órbitas en el cosmos no son azarosas, pero su orden y su dinámica tienen un fondo de misterio, dependen de lo que se nos escapa, de algo inasible que también pulula.

Somos a eso idénticos los humanos, cada cual en su mundo. Si de cada uno se conociera lo que no transmite, lo que se guarda, lo que queda encerrado y fuera de la vista ajena y hasta de la propia conciencia a veces, seríamos previsibles, prosaicamente cartografiables. Pero no hay cálculo posible de lo que se abriga en el silencio y todo diagnóstico es a toro pasado: Fulano no hizo lo esperable porque era y tenía más de lo que de él se podía percibir. Y todo diagnóstico así carece de cualquier virtualidad para sentar regularidades y previsiones, pues nunca se sabe qué más hay que se hurta, qué configuraciones nuevas se están ya tejiendo bajo otros silencios.

Relacionar nuestra materia oscura con la sinceridad o las lealtades es engañarse y engañar, pues implica querer prescribir lo inasible, organizar lo aleatorio, encauzar lo que se desborda, poner puertas al campo o enjaular el aire. Las cosas funcionan al revés y puede que no haya forma mejor de entender el abismo que separa al individuo de la vida social. Con cada norma que nos impone el decir, se está incitando al callar para no despersonalizarse, para no convertir la identidad particular en repetición homologada. Con cada propósito de enderezar acciones y reacciones se propone una traducción imposible de lo complejo a términos sencillos. Entenderse en sociedad, en convivencia y en cualesquiera instituciones, sólo es posible a base de negar lo evidente, de no asumir que no somos como parecemos y que nos adaptamos a los otros para mantenernos, al fin, en nosotros mismos, que nos desdoblamos y somos como nos quieren para poder seguir teniéndonos, cada uno, como somos.

Sin el íntimo secreto, sin la pulsión que ponemos a buen recaudo bajo el candado del silencio, uno de esos dos polos irreconciliables desaparecería, se lo tragaría la tierra. O bien adquiriríamos la condición inerte de los puros objetos, o bien estallaría la sociedad en mil pedazos, opción mucho más probable. No nos soportaríamos unos a otros sabiéndonos todos por entero, las costuras de las sociedades, hechas de mil y una normas y convenciones, se romperían ante la constatación de que no se es lo que a los demás parece y de que no hay dos seres humanos iguales. Al callar nos salvaguardamos, pero también somos caritativos con el prójimo, el mismo prójimo al que no vemos. Mantener las apariencias es la única manera de que el grupo sea lo que representa, pues el grupo no es otra cosa que apariencia, evanescente fantasmagoría. A convivir se aprende, pero se es sin aprendizaje y aun a costa y por encima de todos los aprendizajes.

Las patologías no son sino desbordamientos, ruptura de las compuertas. Es ineludible clasificar al loco, al demente, al que perdió la cabeza y mostró lo que tenía dentro o actuó como era, como somos. No es solo que la sociedad tenga que catalogar como atípico lo más normal y como típico lo enteramente artificioso; es, sobre todo, que cada uno de nosotros debe defender su lado íntimo y oscuro reprochando al que nos delata y nos retrata, al que ya no se esconde, al que por accidente o desarreglo se volvió transparente. Nos vemos en él como no queremos vernos, para que no nos vean. Porque él no es distinto en su fondo, simplemente perdió el pudor y pagará por ello.

Recuerdo una viejecilla que vivía en la residencia en la que pasó mi madre sus últimos años. Iban sus hijos a visitarla y con toda la calma les contaba lo que jamás habían oído, que nunca había querido bien a su marido y padre de ellos, que el amor de su vida se llamaba Felipe y que ahora nada más que en él pensaba, que tal vez alguno de esos hijos no lo era del marido, que se había consolado con amantes y ensoñaciones. Los otros ancianos la miraban y callaban, los hijos espaciaban las visitas, el reto se iba haciendo para todos insoportable. Más de uno de sus seres queridos desearía que la mujer hubiera muerto antes de tornarse tan lúcida e indiferente. Y eso que, al fin y al cabo, sus secretos desvelados eran de lo más normales. Era una persona del montón.

Claro que cabe la autonegación y la negación del otro, al menos como tentativa. Para eso sirven ciertas instituciones, empezando por la familia. Entiéndase, estamos hablando del que huye de sí para refugiarse por ejemplo en el matrimonio como en una camisa de fuerza hecha de reglas estrictas, del que se quiere convencer de que la obediencia a las normas es vocación y de que disolverse en ellas es realizarse, aquel que vanamente desea librarse de la doble vida a base de desvivirse. Prohibirse pensar, vedarse la fantasía, reprimirse las pulsiones no reglamentadas, cercenarse toda individualidad no normalizada, disolverse negándose.

No se puede comprender cabalmente la dinámica amorosa y de pareja sin esa tensión constitutiva. El que intenta autodisciplinarse hasta en lo más íntimo hace prisionero al otro y lo parasita. Vigila obsesivamente a su contraparte para que bajo ningún concepto se salga del guión y poder así pensar, él, que también se ha librado de sí mismo. El amante celoso es el que no se atreve a sincerarse consigo mismo, el enamorado posesivo es quien a sí mismo se ha desposeído y no quiere, en su inanidad, ser menos. Aquel que busca en otro ser la seguridad y el orden vital es quien se siente más inseguro y se asusta. El más exaltado enamorado suele ser quien a sí mismo ni se acepta ni se quiere. Es el que ama las reglas en lugar de querer a la persona. Empeño vano, y bien se sabe que es así. Por eso tantas veces el amor desemboca en la deliberada destrucción del ser amado, su destrucción psíquica muchas veces, de vez en cuando física también. Al matar, figurada o realmente, a aquel en quien proyectamos nuestros propios dilemas, nuestras ansias inconfesadas, nuestra materia oscura, tratamos de destruirnos a nosotros mismos, es autoflagelo, estúpida pretensión de ponerle sanción a lo incontrolable, a nuestro propio descontrol. Siempre que se castiga a alguien, en cualquiera de los niveles de convivencia y bajo cualquier forma, el verdugo se está sancionando a sí mismo. Todo castigo es castigo propio y toda represión es refuerzo de la propia represión.

No hay más amor bueno que el de los individuos fieramente libres, de los que a sí mismos se conocen y se asumen, de los que no ansían cárcel, sino liberación. Quererse, querer a otro, es ayudarse a romper compuertas, es retarse para buscar a dúo la síntesis posible entre lo que se puede ser y lo que se querría hacer. Amar a alguien es asumir el riesgo de mirar al otro lado y verse reflejado, de desnudarse, de aceptar y aceptarse. Amar es animar al amado a estar solo, pero más gratamente, con la complicidad de saberlo único, y el deseo de apoyarlo para que tenga un refugio pequeño para vivir en paz con sus secretos. El único amor es un pacto entre solitarios y se construye con silencios y con una infinita curiosidad. Porque nunca, nunca, sabremos qué hay detrás de esa mirada o de aquel gesto ni cuánto nos anima ese misterio, que es el nuestro.

10 comentarios:

  1. Creo que permanezco en el tema de esta entrada -oblicuamente, pero permanezco- si pregunto por las opiniones de esta comunidad virtual sobre el escándalo de las tetas falsas (en el doble sentido del adjetivo).

    Salud y muy laicos deseos de buenas fiestas (del solsticio de invierno, de Hannukah, de Navidad, de por fin llego fin de año... ponga cada cual lo que más le mole), y paz para todos,

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  2. Todos nos llevaremos secretos inconfesables a la tumba. Tal vez seamos mónadas ( monadologie, Leibniz ), destinadas a no poder comunicar jamás con milimétrica precisión lo que llevamos dentro. Hay varios tipos de amor, pero sobre todo las dos pulsiones, Eros y Tánathos, siempre están presentes. Atracción, huida de la soledad, colmada por otra presencia significativa, cariño, mimo atento, ilusión puesta en alguien, entrega y desnudez del alma en lo íntimo. Desabrido desapego, huida hacia la destrucción y la autodestrucción, odio y autodio, atracción por el vacío, el abandono, lo común mortal perecedero. Amargura putrefacta.
    Vivimos con y para los espejismos, pero los necesitamos.
    Necesitamos de los silencios, de las pausas, del estar solos, para luego, volver con inusitadas fuerzas a la comunión vital, sentimental, de plenitud armoniosa, de unión sociable y amistosa. Porque hay amistad, una profundísima y soberana amistad ya muy enraizada.

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  3. thánatos dije, no tanathos.

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  4. Los dos últimos párrafos, muy politicamente correctos, hay que ser realista y reconocer que por muy buen pareja que seas, siempre hay algo de nuestra pareja que consideramos como límites infranqueables y el que diga lo contrario que se le apliquen los anteriores párrafos.
    No es cuestión de posesión y los celos hay psicólogos que opinan que no son per se malos :"todos somos aunque sea, un poco celosos, pero recuerda que los celos excesivos causan daños en la relacion, obviamente, no dejaras que tu pareja salga con otras mujeres y se sobrepase con ellas, o cosas por el estilo, pero tampoco es bueno que siempre estes en constante duda de qué con quien esta haciendo cualquier cosa. Ademas hablar y aclarar la situacion siempre es mejor, la sinceridad puede ahorrarte disgustos; por sobre todo, tambien es bueno lo de platicar porque la imaginacion puede torturarte mucho. En una relacion, los celos, siempre y cuando no sean exagerados, estan bien, porque demuestra que estas interesada, pero que tampoco eres controladora."

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  5. La frase de su post :" Es el que ama las reglas en lugar de querer a la persona. Empeño vano, y bien se sabe que es así."
    ¿Por qué empeño vano, cada pareja al conocerse y depende de las circunstancias que hayan habido en sus anteriores relaciones cuando conoce a otra puede poner unos límites y unos por ahí no voy a pasar y si lo quieres lo tomas y si no lo dejas. Ejemplos : una persona que ha sufrido violencia de género puede, antes de ponerse a convivir con otra decir algo así : esto no lo voy a tolerar nunca; otra persona que le hayn sido infiel y eso le haya causado daño puede proponer algo que le ayude a volver a recuperar la confianza.
    Una persona no tiene que conocer, lo que Vd denomina "...su lado íntimo y oscuro..." de su pareja, pero debe tener la seguridad que ese "lado" no le va a afectar negativamente, porque si no a tomar por el culo, por lo menos desde mi punto de vista debe existir un mínimo garantista, todo lo elástico que se quiera, que denote que nos hemos juntado por algo más que el sexo y la cuenta corriente.
    Y la frase Rajoniana : "Amar es animar al amado a estar solo, pero más gratamente, con la complicidad de saberlo único, y el deseo de apoyarlo para que tenga un refugio pequeño para vivir en paz con sus secretos." Es malísima, pero mire la voy a usar yo la próxima vez que tenga que cortar con alguna, el día antes.

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  6. comunicación (im) posiblesáb dic 24, 02:20:00 p. m. 2011

    Nunca salimos en realidad de nosotros mismos. Somos mónadas en el sentido Leibniziano, pero mónadas de conciencia comunicada con el resto de mónadas y con el mundo que nos rodea y nos contiene con todos sus seres.

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  7. Esto si que es amor :
    "Deja el fútbol para donar un riñon a su hija
    A sus 36 años, Ariel Giaccone ha decidido colgar las botas. Su marcha, sin embargo, no es una más. El exfutbolista de Ferro Carril Oeste o en el Belgrano de Córdoba, entre otros, dejó el fútbol para ayudar a su hija, que necesitaba un trasplante de riñón para tener una vida normal.
    Giaccone, que en los últimos meses ha militado en la Asociación Porteña de regional, dejó a un lado su pasión para ayudar a su hija Gabriela, diagnosticada de una insuficiencia renal el pasado mes de abril que le hacía necesitar un trasplante. «Ahora veo que está recuperada y me explota el corazón», explica Ariel en un reportaje publicado por el diario Clarín semanas después de la larga operación.
    Los últimos meses fueron una pesadilla para Giaccone. «Me escapaba del trabajo para estar con ella el tiempo que duraba la diálisis, luego no rendía en los partidos porque tenía la cabeza en otro sitio», explica. Desde que tomó la decisión de que él sería el donante, comenzó el otro partido para Ariel. Médicos, pruebas y un sinfín de estudios para comprobar que su riñón sería compatible.
    «Cuando me dijeron que todo había salido bien no podía parar de llorar», recuerda. Ahora, entre risas, reconoce que tendrá que buscar otro pasatiempo los domingos por la tarde.

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  8. Reflexión :
    Esta es la navidad que el judeocapitalismo nos ha impuesto... Pobres sin hogar pidiendo en las calles mientras ciudadanos gastan dinero en tonterías consumistas sin importarles lo mas mínimo las desgracias del prójimo. Eso si, después van a misa para ganarse el beneplácito de Dios. Malditos bastardos no saben que los verdaderos cristianos son los que están todo el año ayudando al prójimo y al necesitado. Desde aquí mandamos un caluroso abrazo a todos aquellos verdaderos cristianos que dedican sus vidas en ayudar a los necesitados por todo el mundo, a los demás hipócritas nuestro mas enérgico rechazo... Puaj

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  9. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra con la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

    FELIZ NAVIDAD 2011 PARA LA FAMILIA DE GARCIA AMADO.

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  10. Profesor, ¿ha empezado usted un psicoanálisis?

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