07 enero, 2013

Irse de Putins



                Está gracioso el tema de Depardieu, ricachón que huye de su patria francesa para librarse del impuesto salvaje y que acaba en brazos de Vladimir Putin. Quién iba a decir a tanto abanderado de la causa comunista que Rusia acabaría de patria adoptiva de los potentados sin ganas de apoquinar al fisco. De paraíso comunista a paraíso fiscal o poco menos. Y Putin, del KGB al CóGeLo.

                Quedaría ahora muy del gusto popular el soltar aquí unas pestes contra Depardieu y todos los cresos franceses que se largan a Bélgica para escapar del tremendo impuesto sobre la renta que les quiere aplicar Hollande para que se vea que se aprieta a los ricos mientras, allá como en todas partes, a los que se quiere asfixiar es a los de clase media o que ganan cuatro duros y todavía tienen para unos turrones de los caros en navidad y mientras dure. Pero no lo voy a hacer.

                Quiero más bien proponerle al amable lector un pequeño experimento. Mire usted, en Francia a quienes tengan ingresos anuales de un millón de euros les aplican una tasa del setenta y cinco por ciento en el impuesto sobre la renta, si no he entendido mal las noticias de la temporada. O sea, usted o su padre o su hijo han tenido un buen golpe de suerte, porque la empresa ha marchado bien o porque les han encargado un supertrabajo dificilísimo o porque escribieron una novela que se vendió a raudales o porque una revista se fijó en su cuerpo y les paga el milloncete por posar desnudos en plan ahí voy yo con todo el paquete, y les cae en el 2013 un millón de euros. No es probable, lo sé, pero póngase en situación e imagínelo. Viene el Estado y ese dinero se lo deja en la cuarta parte: se lleva setecientos cincuenta mil euros y a usted le quedan doscientos cincuenta mil.

                Quieto, no se me lance. Si es por dar gusto a la pistola y por joder a los poderosos, me apunto yo también. A los millonarios que los dejen el calzoncillos, a Nacho Vidal que le amputen cuarto y mitad y a los guapos de cara que les salgan espinillas hasta en los párpados. Si nuestras tesis políticas y filosóficas no son más que una salida para la mala hostia, las frustraciones de cada uno y los complejos de feo y flácido, pues adelante. Pero yo me había hecho la ilusión de hablar en serio y como si serios fuéramos y no piltrafillas decadentes. O sea, podemos estar de acuerdo con ese setenta y cinco por ciento de impuesto sobre la renta, pero que no sea por mala baba, sino por razones que podamos exponer sin que se nos note que nos gustaría tener mejor cutis o unas caderas más finas.

                Yo ricos, lo que se dice ricos, creo que no he tratado nunca; o muy pocos y con escaso pedigrí, ricos sobrevenidos que todavía se apuntan a matarse a ron y echar una a las cartas o marcarse unos bailes. No es que un servidor objetara, ni eso ni lo contrario, es que ellos viven en su mundo y nada más que tratan con sus iguales o con concejales con aspiraciones. Lo que no me sorprende, aun a distancia, es que los ricos se cisquen y se mosqueen cuando les aprietan de tal manera las clavijas fiscales.

                En cambio, gente del montón y hasta un poco pretenciosa conozco como para llenar unos cuantos barcos de crucero. Yo mismo, sin ir más lejos. Y ahí llega la pregunta que les propongo a ustedes: ¿cuántos de nosotros, progresistas, solidarios, concienciados a más no poder y partidarios de la redistribución de la riqueza y del Estado del bienestar, nos avendríamos pacíficamente a pagar tres cuartas partes de nuestro milloncejo de euros para sostener las arcas públicas y los servicios públicos? Entiendo que muy pocos, y me gustaría equivocarme. Más digo, de todos o casi todos los que ahora mismo andan poniendo de vuelta y meda a los potentados franceses que se hacen belgas o rusos me atrevo a presagiar que, si de pronto la fortuna les sonriera y les cayera un pastón guapo, se harían belgas o caimanes de las islas del mismo nombre.

                ¿Por qué se me ocurre profecía tan osada? Hombre, si nosotros mismos, tan progres y tan críticos, pedimos por lo general factura sin IVA, si preferimos cobrar en negro aquel trabajito, si ponemos en la escritura del piso que vendemos un precio más bajo para ahorrar impuesto… Pues de cajón. El que evade lo menos se cambia de país, si hace falta, para ahorrarse lo más. ¿O no?

                Soy partidario ferviente de un Estado social, de servicios públicos de calidad y con cobertura plena para quien no pueda pagar por ellos, de un sistema fiscal riguroso que no admita evasiones ni zarandajas, de que cada cual contribuya en proporción a lo que tiene, etc. De eso no tengo dudas, créanme. Pero lo del superimpuesto a lo bestia para los Depardieu y compañía me parece una vil tapadera. La justicia social se hace impidiendo robar a los que roban y corromperse a los corruptos, no atornillando a cuatro gatos notorios para que lo demás siga igual y los demás sigamos a lo nuestro. La justicia social no se construye sobre cabezas de turco ni con posturitas para la galería. Todo el que esté dispuesto a hacerse rico si la ocasión se le pone a tiro no puede considerar la riqueza pecado mortal. El pecado grave de nuestros Estados no es la riqueza de algunos, sino la pobreza de muchos que no tienen oportunidades para vivir dignamente. Grávese, sí, la riqueza improductiva o el capital especulativo, pero no juguemos al desahogo por el desahogo.

                Socialista no es el que se conforma con apretar a Depardieu, sino, por ejemplo, quien pelea para que el urbanismo sea serio, para que los gobernantes sean responsables de su gestión o el sistema de enseñanza enseñe a los que quieren saber y necesitan aprender. Lo otro es hacerse el ruso o perderse en cuentos chinos. En lo otro siempre nos ganará Putin.

7 comentarios:

  1. Yo también soy ferviente partidaria del Estado social, pero me pregunto ¿Un impuesto del 75% no sería confiscatorio?. Cosa que, si mal no recuerdo, está prohibida en la Constitución. Y, aunque no lo sea, parece claro que es un incentivo para la emigración financiera.

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  2. La justicia social se hace impidiendo robar a los que roban y corromperse a los corruptos. Ahi le has dado.

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  3. En parte estoy de acuerdo: me gustaría mucho un cambio de mentalidad de todos, en el sentido de dejar de envidiar sanamente al que se las pinta para ganar mucho, trabajar poco y hacer estupendamente sus trampas. Y para dejar de ver al honrado que se deja la piel en el trabajo por un sueldo casi miserable como un ser poco espabilado.
    El otro día escuchaba sobre un niño que apunta a ser muy inteligente por demostrar gran interés por la ciencia y la cultura: ese chico será Einstein, pero su hermano (un pillín encantador) es el que de verdad va a triunfar en la vida.
    Sin embargo, matizaría un poco la idea de que aunque el rico pueda quedar indemne al fisco, el resto debamos ser solidarios y responsables de la justicia social: si ganando 40000 € al año soy responsable de que se haga justicia social, con mayor razón lo seré si mis ingresos son del doble, o el triple; y mi responsabilidad moral será todavía mayor si se elevan al cuadrado o al cubo.
    Saludos

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  4. Donen sangre,por favor, donen sangre. Gracias, profesor, y feliz Año Nuevo.

    Gracias, un saludo.

    David.

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  5. Es que yo considero que si me quedan 250.000 euros al año limpios significa que al mes casi tengo 21.000 para mi, con lo que facilmente puedo ahorrar unos 5.000 seguramente que al año son 60.000 que no está nada mal. No es confiscatorio.
    Además siempre hay en el ordenamiento posibilidades de desgravar, haciendo algo benéfico que encima llevará tu nombre.
    Asilo Depardieu , por ejemplo.
    Que afloje, que afloje Depardieu

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  6. Que razón tienes en todo.... lo suscribo plenamente. Lo demás es pura demagogia y que conste que yo no gano mucho.

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  7. De acuerdo, aunque me parece que en la cuestión de los impuestos se podría hacer un "histórico". Me explico, diferenciar entre aquel que de golpe y porrazo hace una millonada, fortuita, sea por la lotería, un libro tal y como aduces en el texto y aquel que lleva ganando millonadas cada año durante lustros. Que hubiera una proporcinalidad -quizás exista- que tuviera en cuenta no sólo el año fiscal, sino anteriores también. Creo que el ser humano tiene capacidad matemática para ello.

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