Está
gracioso el tema
de Depardieu, ricachón que huye de su patria francesa para librarse del
impuesto salvaje y que acaba en brazos de Vladimir Putin. Quién iba a decir a
tanto abanderado de la causa comunista que Rusia acabaría de patria adoptiva de
los potentados sin ganas de apoquinar al fisco. De paraíso comunista a paraíso
fiscal o poco menos. Y Putin, del KGB al CóGeLo.
Quedaría
ahora muy del gusto popular el soltar aquí unas pestes contra Depardieu y todos
los cresos franceses que se largan a Bélgica para escapar del tremendo
impuesto sobre la renta que les quiere aplicar Hollande para que se vea que se
aprieta a los ricos mientras, allá como en todas partes, a los que se quiere
asfixiar es a los de clase media o que ganan cuatro duros y todavía tienen para
unos turrones de los caros en navidad y mientras dure. Pero no lo voy a hacer.
Quiero
más bien proponerle al amable lector un pequeño experimento. Mire usted, en
Francia a quienes tengan ingresos anuales de un millón de euros les aplican una
tasa del setenta y cinco por ciento en el impuesto sobre la renta, si no he
entendido mal las noticias de la temporada. O sea, usted o su padre o su hijo
han tenido un buen golpe de suerte, porque la empresa ha marchado bien o porque
les han encargado un supertrabajo dificilísimo o porque escribieron una novela
que se vendió a raudales o porque una revista se fijó en su cuerpo y les paga
el milloncete por posar desnudos en plan ahí voy yo con todo el paquete, y les
cae en el 2013 un millón de euros. No es probable, lo sé, pero póngase en
situación e imagínelo. Viene el Estado y ese dinero se lo deja en la cuarta
parte: se lleva setecientos cincuenta mil euros y a usted le quedan doscientos
cincuenta mil.
Quieto,
no se me lance. Si es por dar gusto a la pistola y por joder a los poderosos,
me apunto yo también. A los millonarios que los dejen el calzoncillos, a Nacho
Vidal que le amputen cuarto y mitad y a los guapos de cara que les salgan
espinillas hasta en los párpados. Si nuestras tesis políticas y filosóficas no
son más que una salida para la mala hostia, las frustraciones de cada uno y los
complejos de feo y flácido, pues adelante. Pero yo me había hecho la ilusión de
hablar en serio y como si serios fuéramos y no piltrafillas decadentes. O sea,
podemos estar de acuerdo con ese setenta y cinco por ciento de impuesto sobre
la renta, pero que no sea por mala baba, sino por razones que podamos exponer sin
que se nos note que nos gustaría tener mejor cutis o unas caderas más finas.
Yo
ricos, lo que se dice ricos, creo que no he tratado nunca; o muy pocos y con
escaso pedigrí, ricos sobrevenidos que todavía se apuntan a matarse a ron y
echar una a las cartas o marcarse unos bailes. No es que un servidor objetara,
ni eso ni lo contrario, es que ellos viven en su mundo y nada más que tratan
con sus iguales o con concejales con aspiraciones. Lo que no me sorprende, aun
a distancia, es que los ricos se cisquen y se mosqueen cuando les aprietan de
tal manera las clavijas fiscales.
En
cambio, gente del montón y hasta un poco pretenciosa conozco como para llenar
unos cuantos barcos de crucero. Yo mismo, sin ir más lejos. Y ahí llega la
pregunta que les propongo a ustedes: ¿cuántos de nosotros, progresistas,
solidarios, concienciados a más no poder y partidarios de la redistribución de
la riqueza y del Estado del bienestar, nos avendríamos pacíficamente a pagar
tres cuartas partes de nuestro milloncejo de euros para sostener las arcas
públicas y los servicios públicos? Entiendo que muy pocos, y me gustaría
equivocarme. Más digo, de todos o casi todos los que ahora mismo andan poniendo
de vuelta y meda a los potentados franceses que se hacen belgas o rusos me
atrevo a presagiar que, si de pronto la fortuna les sonriera y les cayera un
pastón guapo, se harían belgas o caimanes de las islas del mismo nombre.
¿Por
qué se me ocurre profecía tan osada? Hombre, si nosotros mismos, tan progres y
tan críticos, pedimos por lo general factura sin IVA, si preferimos cobrar en
negro aquel trabajito, si ponemos en la escritura del piso que vendemos un
precio más bajo para ahorrar impuesto… Pues de cajón. El que evade lo menos se
cambia de país, si hace falta, para ahorrarse lo más. ¿O no?
Soy
partidario ferviente de un Estado social, de servicios públicos de calidad y
con cobertura plena para quien no pueda pagar por ellos, de un sistema fiscal
riguroso que no admita evasiones ni zarandajas, de que cada cual contribuya en
proporción a lo que tiene, etc. De eso no tengo dudas, créanme. Pero lo del
superimpuesto a lo bestia para los Depardieu y compañía me parece una vil
tapadera. La justicia social se hace impidiendo robar a los que roban y
corromperse a los corruptos, no atornillando a cuatro gatos notorios para que
lo demás siga igual y los demás sigamos a lo nuestro. La justicia social no se
construye sobre cabezas de turco ni con posturitas para la galería. Todo el que
esté dispuesto a hacerse rico si la ocasión se le pone a tiro no puede
considerar la riqueza pecado mortal. El pecado grave de nuestros Estados no es
la riqueza de algunos, sino la pobreza de muchos que no tienen oportunidades
para vivir dignamente. Grávese, sí, la riqueza improductiva o el capital
especulativo, pero no juguemos al desahogo por el desahogo.
Socialista
no es el que se conforma con apretar a Depardieu, sino, por ejemplo, quien
pelea para que el urbanismo sea serio, para que los gobernantes sean
responsables de su gestión o el sistema de enseñanza enseñe a los que quieren
saber y necesitan aprender. Lo otro es hacerse el ruso o perderse en cuentos
chinos. En lo otro siempre nos ganará Putin.
Yo también soy ferviente partidaria del Estado social, pero me pregunto ¿Un impuesto del 75% no sería confiscatorio?. Cosa que, si mal no recuerdo, está prohibida en la Constitución. Y, aunque no lo sea, parece claro que es un incentivo para la emigración financiera.
ResponderEliminarLa justicia social se hace impidiendo robar a los que roban y corromperse a los corruptos. Ahi le has dado.
ResponderEliminarEn parte estoy de acuerdo: me gustaría mucho un cambio de mentalidad de todos, en el sentido de dejar de envidiar sanamente al que se las pinta para ganar mucho, trabajar poco y hacer estupendamente sus trampas. Y para dejar de ver al honrado que se deja la piel en el trabajo por un sueldo casi miserable como un ser poco espabilado.
ResponderEliminarEl otro día escuchaba sobre un niño que apunta a ser muy inteligente por demostrar gran interés por la ciencia y la cultura: ese chico será Einstein, pero su hermano (un pillín encantador) es el que de verdad va a triunfar en la vida.
Sin embargo, matizaría un poco la idea de que aunque el rico pueda quedar indemne al fisco, el resto debamos ser solidarios y responsables de la justicia social: si ganando 40000 € al año soy responsable de que se haga justicia social, con mayor razón lo seré si mis ingresos son del doble, o el triple; y mi responsabilidad moral será todavía mayor si se elevan al cuadrado o al cubo.
Saludos
Donen sangre,por favor, donen sangre. Gracias, profesor, y feliz Año Nuevo.
ResponderEliminarGracias, un saludo.
David.
Es que yo considero que si me quedan 250.000 euros al año limpios significa que al mes casi tengo 21.000 para mi, con lo que facilmente puedo ahorrar unos 5.000 seguramente que al año son 60.000 que no está nada mal. No es confiscatorio.
ResponderEliminarAdemás siempre hay en el ordenamiento posibilidades de desgravar, haciendo algo benéfico que encima llevará tu nombre.
Asilo Depardieu , por ejemplo.
Que afloje, que afloje Depardieu
Que razón tienes en todo.... lo suscribo plenamente. Lo demás es pura demagogia y que conste que yo no gano mucho.
ResponderEliminarDe acuerdo, aunque me parece que en la cuestión de los impuestos se podría hacer un "histórico". Me explico, diferenciar entre aquel que de golpe y porrazo hace una millonada, fortuita, sea por la lotería, un libro tal y como aduces en el texto y aquel que lleva ganando millonadas cada año durante lustros. Que hubiera una proporcinalidad -quizás exista- que tuviera en cuenta no sólo el año fiscal, sino anteriores también. Creo que el ser humano tiene capacidad matemática para ello.
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