Bien
saben los pacientes lectores de esta bitácora que de vez en cuando tengo
visiones y adivino el futuro. Aunque esté mal que yo lo diga, suelo acertar,
igual que cuando capto las entrañas anímicas de algunos personajes. Acuérdense
de Zapatero, yo lo vi antes que casi ninguno, lo conté aquí y no me creían y hasta me llamaban resentido
y catedrático.
Bien,
pues me puse en la sobremesa de hoy a echar una cabezadita breve y, en ese
estado de larva, entre sueño y vigilia, me vino un pedacito de porvenir y
estuve leyendo algún periódico de dentro de quince meses. No apunté todo al
volver en mí y no estoy seguro de si era un periódico de este país o de otro,
pero sí puedo transcribir de pe a pa la información que contenía, y hasta la
entrecomillo de tan rigurosa y fiel como es la impresión que me dejó. Dice así:
“Hoy,
16 de junio de 2014, el Tribunal
Constitucional de Venezuela ha ratificado la condición de Presidente de
la República Bolivariana de Hugo Chávez, fallecido a comienzos de febrero del
año pasado. La Presidenta del alto Tribunal ha expuesto los fundamentos de la
decisión en un mitin en el Estadio del equipo de Fútbol de la Universidad
Central de Venezuela, ante miles de asistentes que, enfervorizados, cantaban
himnos y comían papas con rojo kétchup, el tomate del pueblo, según el conocido
lema del régimen”.
“Ya
el nueve de enero de 2012 la misma Corte había sancionado que no era
jurídicamente imprescindible que el reelecto Presidente Chávez jurara el cargo
de Presidente para ser Presidente, y que mientras no pudiera jurarlo no se
podía en Derecho entender que no lo juró, razón más que de sobra para tenerlo
por Presidente en tanto no se cumpliera ese trámite para acceder a la condición
de Presidente. ¿O acaso porque no pueda ejercer la Presidencia va a dejar de
ser Presidente y para qué está el Vicepresidente, vamos a ver, sino para
vicepresidir mientras no presida el Presidente tras su juramento? Pero, al poco, el país y el conjunto de los pueblos
libres de la tierra, las masas populares del planeta y el ánima eterna de Simón
Bolívar y hasta la de Manuelita se conmovieron con la infausta noticia de la
muerte de líder chavista, Hugo Chávez, en un hospital de Cuba, tierra hermana
que viene a ser como la tierra misma de Venezuela y que fue como dejar la vida
en suelo patrio o más patrio todavía, pues los desheredados no tienen tierra y
quienes los dirigen tienen la tierra de todos”.
“La
primera medida que las instituciones del país tomaron, con el pleno respaldo y
el aplauso medido de los tribunales de la Nación, fue la de concederse un
tiempo de espera y por si acaso. No sería la primera vez que un justo
resucitara. Más la insistencia y el afán querulante de la oposición
antipatriótica , cómplice de la globalización y rehén de las multinacionales,
de un Vaticano sin fe y del machismo inclemente, forzó a la Corte
Constitucional a esta nueva decisión, hoy felizmente recaída y que ya ha sido
aplaudida por líderes mundiales de la talla de Evo Morales, Gaspar Llamazares y
un sobrino de Cristina Kirchner que la sustituye mientras se repara un labio
que le explotó al mojarse el dedo de contar billetes. En síntesis, los argumentos del Tribunal
Constitucional que confirman al fenecido Hugo Chávez como presidente vitalicio
del país vienen a ser los siguientes”.
“Primero,
que el principio democrático y de soberanía popular que la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela consagra impone el más escrupuloso respeto a la
voluntad popular pacífica, legítima y masivamente expresada en las urnas en la
elección presidencial de 2012, y que ese designio del Pueblo resultaría
irremisiblemente frustrado y alevosamente ignorado si al electo Presidente
Chávez se le privara, con apoyo en estériles formalismos de la más rancia y
conservadora dogmática legal, de la posibilidad de llegar a ejercer un día el cargo
para el que fue por la sociedad aupado”.
“Segundo,
que en personajes de semejante talla y de tamaño carisma el cuerpo puede morir,
pues la fisiología no entiende de justicia ni de patriotismo, pero su espíritu
pervive por lustros, décadas y hasta siglos, motivo por el que resulta
plenamente ajustado a Derecho, a un Derecho no encerrado en los fríos e
impersonales designios del positivismo, concebir y dar por bueno que el
Comandante Chávez puede seguir dirigiendo el Estado y su revolución con la mano
firme de su espíritu y con la voluntad inmarcesible de su ejemplo incandescente
y su propósito imperecedero”.
“Tercero,
que la peculiar situación creada por la muerte física de un personaje así
inmortal provoca una situación hasta ahora inédita, pero que tiene coherente
acogida en el concepto constitucional de estado excepcional para la excepción.
Como ha venido recogiendo la más depurada doctrina del nuevo constitucionalismo
andino y como se colige de la obra señera de los más excelsos representantes
del neoconstitucionalismo principialista, las Constituciones no se agotan en la
semántica de sus preceptos ni en la pragmática eidético-mostrenca de los
derechos de primera generación, sino que en su fondo late un entramado de
principios y valores que las integran en plenitud, les confieren su trasfondo
axiológico y, rectamente ponderados, apuntan hacia la solución correcta de los
casos trágicos, y ningún ser de bien dudará de lo que de tragedia hay en la
muerte física, que no muerte propiamente dicha, del Presidente Chávez. Basta
tomar nota y conciencia de que la Constitución lo es de un Estado y para un
Estado y de que de nada vale un Estado si no lo dirige quien sabe y puede y
tiene, además y por si fuera poco, el visto bueno de los electores, no hace
falta sino percatarse de que la Constitución reconoce toda una serie de derechos
de los ciudadanos que en nada quedan si no los defiende con firme carácter
quien mejor puede hacerlos realidad y salvaguardarlos, alcanza con darse cuenta de que el mero
derecho a la vida, derecho fundamental y principalísimo, no puede interpretarse
con la cortedad de miras de los que piensan que ya no tiene titular después de
la muerte, como si no le cupiera al muerto la titularidad de derechos tales
como el derecho a su honra, a su imagen, a su intimidad o al pacífico descanso
largo, para que, con todo ello, quede sobradamente demostrado que es constitucionalmente
conforme que el Presidente lo siga siendo con plenos poderes por tiempo
ilimitado o hasta que un cambio drástico en las circunstancias o su misma
renuncia fuerce a la convocatoria de nuevas elecciones. Y por no hablar, porque
a tan contundente argumento resulta ya ocioso acudir, de que si la Constitución
ampara el derecho inatacable de los que creen que hay vida después de la
muerte, hemos de asumir como incontestable idéntico derecho para los que tengan
por seguro que no tiene por qué haber muerte después de la vida”.
“Por
supuesto, un Presidente en ejercicio pero no presente por razones ontológicas
plenamente compatibles con la axiología constitucional podrá valerse del
Vicepresidente y los demás órganos constitucionales del Estado para hacerse
presente, ¡presente!, en los actos en los que físicamente no pueda comparecer o
para dar verbo y consonancia a su suprema voluntad y su liderazgo
constitucionalmente intachable”.
Fin
de la cita.
Pues
es lo que hay y lo que ocurrirá en la fecha que les he anticipado, denlo por
seguro. Que nos parezca bien o mal es otro cantar. Tomemos el tema por su parte
mejor y congratulémonos de la imparable renovación del constitucionalismo internacional
y de los frutos que va recogiendo la obra de muchos de nuestros colegas,
algunos de los cuales, por cierto, seguirán durante unos cuantos años esperando
que Chávez los llame para hacer unas reformitas en la Constitución o para
echarse unas conferencias mulatas. Bien sabemos todos que no existe mundo libre
donde no se cultiva en libertad la ciencia. El primero y el más listo, bien
mirado, fue aquel tal Carl. Soberano es el que puede decretar el estado de
excepción y soberano mamporrero el que le pone en bandeja la teoría.
Espeluznante saber seguro la gran cantidad de indocumentados que acatarían (acataran en el momento predicho) si la sentencia estuviera mejor construida y seriamente presentada.
ResponderEliminarEsas son cosas del espíritu de la ley, que todo lo puede.
ResponderEliminarTuve la oportunidad de estudiar el proceso constituyente venezolano, de la mano de un gran profesor, el Sr. Navarro, en el primer año de carrera.
ResponderEliminarMe llamó la atención entonces que unos revolucionarios abolieran una constitución que les excluía para redactar otro texto que les cuastionara a ellos mismos dejándolos fuera del poder llegado el caso(Las que entran por las que van saliendo me pareció entonces)
El proceso constituyente era como un borrón y cuenta nueva, como aquella "madre" o "casa" de cuando jugabas a pillar en la plaza que transmutaba el orden cósmico cual piedra filosofal y era, por ello mismo, causa permanente de chichonadas puesto que resultaba difícil ponerse de acuerdo sobre su alcance y menesteres -y para qué vas a hablar cuando puedes usar los puños. De alguna manera las reglas eran conocidas por todos, pertenecían a ese fondo de armario cultural que teníamos entonces los niños que jugábamos cara a cara, sin intermediarios consoleros ni representantes virtuales, y asumíamos los riesgos de hacerlo así y las cuestiones se solucionaban en asamblea con lo que todo quedaba muy de colegas, pero no dejaba de ser una trampa, un engaño, una triquiñuela y quedaba latente la venganza y nada se arreglaba porque todo seguía igual.
Ahora, hogaño, pienso que la letra es muy sufrida, que los derechos, todos, son tales en cuanto que posibles y viables, realizables, no en cuanto que exigibles.
No voy a repetirme sobre el concepto de biopoder de Foucault, pero explica muy bien, a mi entender, cómo el político, nunca la política, degrada a la persona y la cosifica.
Aquella Venezuela es esta España, cambiando cuatro tópicos y asumiendo que de borregos está el rebaño lleno.
Lo único que me gustaría destacar es que las constituciones, también la venezolana, lo son por consenso, por contrato social, no por lo que en ellas se disponga, porque los derechos, ya se ve, requieren Visa y el dinero está siempre en otra parte.
Un saludo.
Profesor, nos sale usted hoy mezcla de Valle-Inclán y Mihura.
ResponderEliminarDivertida entrada, aunque también amarga por lo que tiene de premonitoria.
Yo, sin embargo, soy mucho más optimista respecto al asunto del cumplimiento de las leyes. En esto apenas hay excepción: no hay gobierno o poder fáctico que no cumpla estrictamente con las leyes fundamentales, esto es, la del embudo y la del más fuerte. Y donde dije "digo" digo "Diego" y qué buenorro estoy y qué tipito tengo.
ResponderEliminarPero en fin: el problema no es el "bananeo" de Chaves y compañía, sino el espíritu bananil de millones de venezolanos. Y es que ya resulta estomagante escuchar y leer críticas centradas casi exclusivamente en los jerarcas, cuando éstos no son más que ejemplares espectacularmente representativos del "pueblo" por el que son venerados.
Ellos sabrán. Supongo.
Por cierto, profesor, enhorabuena por su bien ganado título de pitoniso. Me temo, sin embargo, que el club del "profestismo" no es demasiado selecto. Como lúcidamente decía Ortega: "una vez más aconteció lo que es casi normal en la historia, a saber, que fue predicha". Y es que somos tan previsibles cuando nos analizamos sin autoengaños...
ResponderEliminarY una rectificación a medias: donde dije "Chaves" digo "Chávez". Que uno es andaluz y se le confunden los comandantes.
ResponderEliminarAh, amigo Perplejo, ahi ha ido usted a dar con un tabú. Tiene mucha razón en lo que dice, pero eso no se "puede" decir. Al pueblo ni tocarlo, eso impone otra de tantas normas de la corrección política. Porque se supone que atacar al pueblo es cuestionar la democracia y dudar de que en ese pueblo pueda regir verdadera democracia. Y eso no. La culpa nada más que puede ser de los gobernantes que se equivocan con el pueblo o para el pueblo, no del pueblo que yerra con los gobernantes.
ResponderEliminarNo hace falta irse a Venezuela. La norma en cuestión funciona como barrera o cortafuegos. Usted puede decir que es de lo más "bananero" el modo en que parece que se han heco ricos los Pujol, pero si insinúa estilo bananero en quienes se niegan a saber cómo se han hecho ricos los Pujol o en quienes, sabiéndolo y asumiéndolo los votan igual, estará atacando al pueblo catalán y a todos y cada uno de los catalanes, incluidos los que votan otras cosas, y de ahí resultará una razón más de muchos para votar... a los Pujol o sus mayordomos.
El que quiera, que ponga otros nombres o partidos donde decimos Pujol o CiU.
Yendo de nuevo a lo de Venezuela, si nos ponemos a hablar del pueblo armamos la tremolina. Si es porque no se dan cuenta de lo que son y hacen Chaves y sus cuates, mal asunto y mal juicio nos podemos hacer de esa gente. Si se dan cuenta y es que les gustan así, peor me lo ponen.
Pero no perdamos de visa la medida en que los pueblos son o somos víctimas y rehenes de la propaganda y de los medios de comunicación pagados y domesticados, medios de Vanguardia.
Saludos.
Perdón, yo también quería decir Chávez.
ResponderEliminarQuerido profesor,
ResponderEliminarCada vez que alguien saca a colación al "Pueblo", la "Razón de Estado", a "Dios", la "Revolución", el "Progreso", la Democracia" o cualquier otra imprecisión mayúscula, me echo a temblar. Una barrabasada -cuando no una carnicería- se prepara.
Y me río -por aliviar la inflación escrotal- cuando los indignados ciudadanos se lamentan de la sordera y la venalidad de "los políticos" y los "poderosos", de su renuencia a "escuchar la voz del pueblo". Esos políticos que están donde están porque los desoídos ciudadanos los hemos votado, porque seguimos defendiendo a capa y espada ("hasta la muerte", como decía en la tele un "chavista") a "los nuestros" [?], porque continuamos "votando útil" [?], eligiendo el mal menor [?] y no el bien común.
Siervos voluntarios (y, en ocasiones, muy bien remunerados por ello) tenemos lo que hemos elegido tener. No reaccionamos ante la mentira. No reaccionamos ante la corrupción. Devotos de la religión del Quehaydelomío, celebramos la festividad del clientelismo, veneramos al dios Enchufe y cebamos al Sumo Pontífice Nepote. Hemos aceptado, hemos pactado con la Mafia. Muchos nos hemos apuntado con entusiasmo a su negocio. Y yo pago la siguiente ronda (con el dinero ajeno y sin IVA).
El antropólogo Lévi-Strauss escribió sus "Tristes trópicos". La antropología, dijo, es una entropología: una constatación de la entropía. Nosotros, pueblo soberano, escribimos a diario nuestro Triste tópico: "en política, tenemos lo que nos merecemos". Ni una queja de nuestros políticos. Son como somos. Y sólo cambiarán cuando cambiemos.
Profesor, ilumínenos sobre las entrañas anímicas de Rajoy.
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