Lo
veo claro en el caso de la educación familiar de los niños. Durante bastante
tiempo estuve pensando que la altísima tolerancia de tantos padres con sus hijos
pequeños, a los que permiten hacer de todo y a quienes en nada reprimen, o
casi, se debía a muy firmes ideas sobre la mejor manera de tratar a los
pequeños y de convertirlos en adultos responsables y no muy traumatizados. Me
parecía bastante erróneo ese dejar hacer libérrimamente, a costa del orden
hogareño y de la paciencia del prójimo, mas, como digo, creía que era resultado
de la asunción de todo un credo educativo. Ahora, después de fijarme mejor y de observarme a mí mismo, en mi condición de reciente padre canoso, caigo en la cuenta
de que no es así, esas actitudes con los niños se explican más bien por
vagancia, por descarada apatía.
Primero
me hizo pensar el que algunos de los padres más consentidores que he ido
conociendo esta temporada son, al tiempo, poco activos en general, conformistas
y con alto grado de pachorra, semovientes bastante inmóviles. Después por mí
mismo fui cayendo en que enfrentarse a los pataleos, los llantos y los cabreos de estos cabronazos de nuestras
entrañas es verdaderamente agotador. ¿Que la bestezuela llora si no la dejas
comer en el suelo mientras le saca los ojos a un muñeco o que se indigna y
grita más si no toleras que vocee cuando los mayores hablan en la mesa? Uf, pues
permítele hacer lo que le pete, porque, si no, tendrás que soportar su llanto,
ponerte serio, explicarle por qué no puede hacer lo que pretende, hacerle ver
que a cuento de qué va a salirse con la suya y, a veces, aplicarle severo
correctivo por perseverar en su animalidad congénita pese a tus humanas
razones. Todo eso te lo ahorras si pasas de todo y le permites vivir en estado
de naturaleza en esa casa tuya que va tomando aires selváticos mientras la
familia pierde amigos y los vecinos te pierden el aprecio a ti.
Es
trabajosísimo educar, labor esforzada y constante, empeño agotador. Así que en
esta sociedad de zánganos, de serie unos y otros de imitación, tiramos por el
camino más fácil, pero no lo reconocemos así. Es decir, no aceptamos que es por
evitarnos molestias por lo que no les impedimos meter la manaza en la sopa o
lanzarle piedras al abuelo, más bien recitamos consignas de ocasión, que si la
represión es mala, que si el autoritarismo reprobable, que si tienen que
aprender en libertad, que si madurarán solos. Pamplinas para desentendernos de
los niños y de su mañana y seguir a lo nuestro y en nuestro placentero reposo.
Pues
es así con muchas más cosas. Somos gente con pereza de fofas marquesonas,
adornada, eso sí, con retórica izquierdista y libertaria. Ahí tenemos, con
harta probabilidad, una de las desgracias de la izquierda y del descrédito
creciente de sus lemas y eslóganes: se ha tornado en camuflaje perfecto para
aprovechados y trepas, tapadera para superficiales y disculpa para escapistas. Una pena y una desgracia. ¿Que evado impuestos? Es que protesto
así por el gasto en armamento o la inversión pública en desalinizadoras, que
contaminan una barbaridad los mares. ¿Que soy funcionario y no doy palo al agua
o finjo enfermedades cada dos por tres? Es que me repatea el autoritarismo de
esta Administración y el machismo de los jefes o el conservadurismo de las
jefas. ¿Que soy profesor y regalo aprobados generales para no tener que
corregir exámenes en esta convocatoria y la siguiente? Es que estoy en contra
de la enseñanza represiva y a favor de la formación en competencias,
habilidades y destrezas. Para destreza la tuya en el escaqueo, so jodío. Y así,
un discurso colorido para encubrir el egoísmo más burdo y el hedonismo más infantiloide.
Antes
era arte casi exclusivo de los conservadores católicos, que manejaban como
nadie la pauta aquella de que no sepa tu mano derecha lo que hace tu izquierda
y que vivían en el a Dios rogando y con el mazo dando. La crisis de la
izquierda y la trivialización de sus discursos ha llevado a que hoy ya sea más fácil
echarle cara dura invocando al Che que al Papa o recitando las consignas de la
manifestación de mañana en vez de rezando avemarías mientras de defrauda, se
roba, se toma lo ajeno o se engaña a la Administración o al Fisco.
Y
lo malo es que no se trata de hipocresía, sino que hay buena conciencia. Es una
gustosa esquizofrenia y es encontrarse chulísimo y ejemplar del todo por soltar
unas frases hechas o por ponerse aquella camiseta para la manifa o por firmar
el manifiesto contra el maltrato de la mujer africana al tiempo que en casa es uno
un machista de la talla de su abuelo o mayor. Nos hemos vuelto tan infantiles y
simplones como interesados, mentimos de maravilla porque nos engañamos a
nosotros mismos en primer lugar. Y la siguiente víctima de nuestro timo y
nuestro trampear perezoso son nuestros hijos. Lo que sea y con quien sea antes
que asumir esfuerzos o reconocer miserias propias. Y así nos va, mientras,
curiosamente, somos bastante felices y hacemos tanto daño. De esa especie de
tontos que jamás se equivocan en su contra.
Como lo de los chicos que pasan de curso suspendiendo cinco. Los padres protestan ante la junta de Andalucía y estos los aprueban pasando de los criterios de los profesores.
ResponderEliminarQuien quiere complicaciones ?
Quien bien te quiere te hará llorar.
ResponderEliminarEstimado,
ResponderEliminar¡segundo suelto consecutivo que comienza con la palabra "no"!
Aunque con retardo, pues tocaba ayer decirlo... ánimo, hombre, que hay muchos síes, muchos nóes y muchos mecagüenla que decir, muchos con los que escandalizar a la gente que ha pasado de pensar y que se ha apuntado al carro (perezosos ellos) del ser pensados...
Salud,
Preofesor ¿Cree que el criterio para que un condenado por corrupción ingrese en prisión debe ser más severo que en otros delitos?
ResponderEliminarA raiz de lo de Pallerols y Cía
Estimado Rolando:
ResponderEliminarCreo que en los delitos de corrupción habría que aplicar mayor dureza, en muchos sentidos. Dicho de otra manera y arriesgando más: ciertas garantías deberían aflojarse un poco en materia de tales delitos. Soy garantista y sé que al decir esto me meto en un el callejón de las contradicciones, pero un día habrá que pensarlos despacio y escribir alguna cosa sobre el tema.
Saludos cordiales.