(Publicado hoy en El Mundo)
QUIEN HAYA tenido la oportunidad de seguir en los
medios de comunicación alemanes las elecciones celebradas el pasado día 22
habrá podido advertir algunas diferencias con nuestras prácticas. Pues resulta
que son los alemanes unos tipos aburridos quienes no gustan de plantear
problemas cósmicos acerca de su propia naturaleza (¿somos alemanes o bávaros,
sajones o renanos?), ni de la estructura del Estado (¿somos federales, cuasi
federales, confederales, autonomistas de primera o de segunda?), ni tampoco
tienen partidos monárquicos que anden a la busca de un tierno descendiente de
los Hohenzollern para entronizarlo y sustituir a la actual república ni nadie
desea reconstruir la antigua y poderosa Prusia a pesar de las muchas horas de
gloria que dio al orgullo teutón...
Ninguna de estas emociones fuertes ha podido
vivir quien haya seguido las incidencias y las noticias del proceso electoral
que ha tenido lugar más allá del Rin. Más bien se habrá tenido que contentar
con debates acerca de las guarderías o sobre el coste de la energía que ha
aumentado como consecuencia del abandono por el Gobierno de la señora Merkel de
la opción nuclear tras el accidente de Fukushima. O sobre los alquileres de
viviendas, la privacidad en las comunicaciones vía internet, el trabajo
doméstico, la ocupación de los abuelos con los nietos, las pensiones, la
financiación de los hospitales, los médicos de familia, el trabajo del cónyuge
que prefiere quedarse en casa, la lucha contra el ruido y otras cuestiones de
este fastidioso tenor.
Dicho en términos de géneros literarios: poca
poesía épica; por el contrario, prosa y, con respeto para los protagonistas,
prosa pedestre. Nada pues de hazañas vistosas, sustituidas éstas como han sido
por la discusión sobre humildes cambios en esta o en aquella ley o, más oscuro
aún, en el reglamento sobre la asistencia infantil.
Para quienes buscamos las aventuras leyendo la
Odisea, El Conde de Montecristo o El Buscón o iniciando un viaje exótico del
que traer historias sacadas al oro de la tierra o a las entrañas de los mares,
este sosiego de una campaña electoral nos parece una de las formas civilizadas
de las que dispone el ser humano para conducirse en sociedad sin atropellos ni
aspavientos.
Nos sentimos aliviados quienes creemos que el
delicado sistema democrático solo puede mantenerse si sus actores discrepan
educadamente en lo accesorio pero creen en lo esencial. Quienes admiten los ingredientes
básicos del invento para divergir tan solo en lo secundario; en fin, quienes no
quieren cortar, en cada recodo de la Historia, la cinta de una nueva era del
universo sino solventar modestamente y de la manera menos fastidiosa posible
los problemas del vecino.
Precisamente por ello se exige a los partidos
políticos alemanes la adhesión a la Constitución y a sus valores y principios
fundamentales, entre los que se encuentran aquellos que componen la «cláusula
de eternidad» y que son la estructura federal de la República, la participación
de los länder en la legislación de la federación y la salvaguardia y protección
de los derechos fundamentales.
A lo largo de la vida de la República, desde las
primeras elecciones que estabilizaron el régimen salido del acuerdo con las
potencias vencedoras, las leyes electorales se han modificado en diversas
ocasiones para acoger variaciones como la mayoría de edad, el voto de
extranjeros u otras cuestiones más técnicas. La última reforma ha ido dirigida
a afinar la proporcionalidad en la atribución de los escaños, asunto que había
sido planteado a los magistrados constitucionales en 2012. Como consecuencia de
sus pronunciamientos, los partidos políticos acordaron una alteración de la ley
que se ha aplicado ya en estos comicios de septiembre de 2013.
Adviértase la diferencia con nuestro país, donde
el Gobierno socialista anterior, consciente de la necesidad de buscar una
salida a nuestro sistema electoral injusto y obsoleto, pidió un dictamen al
Consejo de Estado en 2008 que este emitió en febrero de 2009. En él, con gran
equilibrio argumental y fino apoyo técnico, se daban fórmulas bien precisas
para abordar tal reforma, que duerme un sueño pegajoso, pesado y gris en alguna
gaveta ministerial.
En la hora presente, en Alemania, la atribución
de los escaños se realiza combinando sabiamente los criterios mayoritario y
proporcional porque cada papeleta que el ciudadano toma en sus manos contiene
dos votos: el primero sirve para seleccionar, por el sistema mayoritario, al
diputado de una comarca; el segundo va dirigido a un partido político que
dispone de una lista cerrada en el espacio del land para atribuir los escaños.
Varias son las ventajas de esta doble forma de pronunciarse el elector: la
cercanía a un candidato, pues se vota a una cara, y la proporcionalidad
exigible a todo sistema representativo. Además, un elector puede votar de forma
distinta y por tanto no está encadenado a una opción política única.
El Tribunal Constitucional de Karlsruhe ha
obligado a afinar a la hora de la distribución de escaños, consecuencia de este
segundo voto, con la mirada puesta siempre en asegurar la máxima igualdad. Por
ello surgen los escaños llamados «excedentes» y «de compensación» que aumentan
el número inicial de escaños.
De nuevo adviértase la diferencia con nuestro
medio, empecinados como estamos en la discusión sobre las listas abiertas o
desbloqueadas, desaconsejadas por buena parte de los expertos pues tendrían un
doble efecto demoledor: destruir internamente a los partidos y, al mismo
tiempo, destruir la cámara así elegida.
Preciso es añadir que los escaños solo se
distribuyen entre aquellas formaciones políticas que hayan obtenido al menos
tres diputados por el voto primero o alcancen el 5% de los segundos votos
emitidos en un land. Esta cautela hunde sus raíces en la constante preocupación
alemana de dar estabilidad a la Cámara y al Gobierno para conjurar los
desgarros vividos en la época de Weimar.
En estas recientes elecciones la democracia
cristiana (con su partido hermano bávaro) han rozado la mayoría absoluta. Con
todo, se está debatiendo la búsqueda de un segundo partido para gobernar en
coalición porque esa es la tradición que viene desde la época de Adenauer,
quien prefirió como pareja de baile a los liberales que luego seguirían siendo
perejil de todas las salsas políticas: con Willly Brandt, con Helmut Schmidt,
con Helmut Kohl, con la propia Angela Merkel. Hasta hoy que han sido barridos
del mapa político.
Otra razón que avala la necesidad de un segundo
partido en el Gobierno es la composición del Bundesrat que representa a los
länder y donde la democracia cristiana carece de la mayoría suficiente. Hacer
obstrucción desde esta segunda cámara a las propuestas legislativas que el
Gobierno lleva a la primera (Bundestag) no sería precisamente una novedad en la
historia reciente alemana.
DE NUEVO una enseñanza para nosotros: a nadie se
le ocurre allí confeccionar un Gobierno a base de juntar a todos los partidos
contra el que ha ganado las elecciones como ha sido frecuente en algunas
comunidades autónomas españolas. Por cierto con los desastrosos resultados que
bien conocemos. Y ello porque sería entendido como un fraude a la voluntad de
los ciudadanos.
A anotar además que el Partido Socialdemócrata
Alemán –y lo mismo ocurre con los verdes– rechaza con firmeza cualquier pacto
con los comunistas, representados por Die Linke, argumentando que nada les une
a ellos en el terreno programático. Sépase que una alianza de todos ellos
impediría la formación de un gobierno encabezado por la señora Merkel.
Y en tal sentido se han pronunciado los jefes de
estas formaciones políticas en un debate ante las cámaras de televisión
protagonizado por ellos a las dos horas de haberse cerrado los colegios
electorales y que, en el lenguaje de los medios de comunicación, recibe el
nombre de «ronda de los elefantes». De nuevo una diferencia con nosotros: son
todos ellos quienes dan la cara juntos y no por separado en sus respectivos
refugios explicando ya en ese momento posibles pactos y acuerdos, aunque
remitiendo la decisión definitiva a los órganos de su partido.
La participación ha sido alta: más del 70%. Vemos
por último cómo el sistema tiene capacidad de renovación, pues un partido
histórico desaparece –con anuncio de dimisión de sus máximos responsables– y
otros, aun sin entrar en el Parlamento, pueden exhibir ya su perfil de fuerzas
políticas emergentes. Tal es el caso de la Alternativa para Alemania o de los
mismos piratas. Justamente en esto, se convendrá con nosotros, consiste la esencia
de los sistemas democráticos en los que es indispensable mantener una ventana
abierta para que se produzca la necesaria ventilación y la dispersión de las
miasmas. Lo contrario produce sistemas agarrotados o democracias escoltadas.
Hay algo en estas noches electorales de lo que sí
podemos estar orgullosos los españoles: el recuento de votos y la difusión de
esa información se hace en España de forma mucho más ágil y transparente.
*Francisco Sosa Wagner es catedrático y
eurodiputado por UPyD. Mercedes Fuertes es catedrática de Derecho
Administrativo. El último libro de Sosa Wagner es Juristas y enseñanzas
alemanas (I): 1945-1975. Con lecciones para la España actual (2013, Marcial
Pons).
Buh... no digo ni que sí ni que no, pero me parece mucho más informativo el comentario de Juan Torres.
ResponderEliminarSalud (desde Alemania, por casualidá),
Igual, después de leer ambos artículos, igual lo que ha cambiado es el concepto de Estado y no nos hemos enterado. Me ha salido un pareado será que ando cabreado...
ResponderEliminarIgual los cambios se suceden en ciclos tan cortos que ya vivimos en un presente pasado, en un ahora que llega antes que otro que va llegando. Igual.
Yo creo que deberíamos hacer un cónclave, o similar, y concretar un poco ciertos conceptos, pararnos y hablar...en fin, de verdad, sentémonos y pongamos algo de orden para entendernos másquesea porque no entiendo ya lo que leo ni lo que se me opina: me hablan de gobiernos, de Estados, de ciudadanos, de derechos...pero parece que ya no existen, que fueron pero no son y no entiendo como hemos llegado a ésto si hasta ayer lo eran, o parecían serlo.
Así no se puede uno poner a filosofar porque no se encuentra uno. Ya no te digo encontrar al otro...(siempre el otro)
Un saludo.