Me
escriben algunos alumnos para comunicarme que, puesto que “están en tercero”, no pueden asistir a mis clases de una asignatura
de primero que tienen sin aprobar. Es probable que aún les cuelguen otras
materias de primer curso y de segundo. ¿Qué significa ahí “estar en tercero”?
Que se han matriculado ya de alguna asignatura de ese curso. Es como si cuando
pasamos en avión sobre Venezuela decimos “estoy viviendo en Venezuela”; al fin
y al cabo, el espacio aéreo venezonalo es parte de ese Estado. O como cuando
aquellos del pueblo daban un beso a una señora y decían que ya le habían hecho
el amor salvajemente.
También
me gusta mucho cuando me dice “estoy atosigado de trabajo y estresadísimo”
algún amigo que se me sienta enfrente durante cinco o seis horas, o al menos
ésa es su disposición, para hablar de lo divino y de lo humano y de lo fatal
que está todo y que nadie da golpe en este país. Viene a ser como cuando
aquella mujer tradicional que ya no se estila le soltaba a su macho un “estoy
harta de ti”, al tiempo que le echaba los brazos al cuello y empezaba un
contoneo procaz.
A
veces el estar se dilata y se dilata, pero no alumbra el ser. Estoy escribiendo
un artículo sobre los derechos de sexta generación y media, te cuenta aquel
profesor titular que ya era algo viejo cuando tú hacías la tesis doctoral y que
tiene su más conocido hacer en la firma de manifiestos contra la congelación
salarial de los funcionarios o en pro de la preservación de las iguanas. Se le
olvida que hace diez años, en aquel congreso, ya te informó de que estaba con
ese artículo, aunque puede que entonces la generación de los derechos fuera la
quinta y se le retrasara el resultado porque alguien, seguro que Dworkin,
descubrió una nueva capa de derechos supremos bajo unos principios que alguien
se había olvidado al lado del mueble bar.
Más
emoción tiene el concentrarse del estar, como cuando este conocido grita bajito
que está a punto de partirle la cara y volvérsela del revés a aquel imbécil de
más allá que siempre le lleva la contraria y lo putea, pero es un estar a punto
que se consuma en el decir y se hace esencia en la voz leve, no vayamos a
liarla de verdad y acabemos llevándonos unos sopapos, encima de lo mal que lo
estamos pasando por culpa de aquel cabronazo.
Estoy
contigo, nos dicen muchos de los que se disponen a abandonarnos en cuanto
pinten bastos de verdad, y desde que las cosas se pongan feas seguirán estando
con nosotros, pero por teléfono y ya sabes, si el algo te puedo servir no tiene
más que decírmelo en un guasap y en cuanto regrese de un viaje que tengo a
Chile la semana que viene y que durará dos meses, hacemos algo juntos para que
se termine ese abuso al que te están sometiendo.
Muy
de hombretones pequeños es el estoy hasta los cojones, que es manera de
anunciar la disposición a seguir aguantando, pues cuando la inundación o la
presión alcanzan los testículos se supone que es porque están subiendo poco a poco
y falta un trecho bueno para que nos lleguen a la cabeza y nos ahoguen, a lo
que no esperaremos porque vamos a saltar mucho antes y cantarle las cuarenta al
que lo merezca, menudos somos.
Que
están muy decepcionados suelen anunciar los que van a perseverar unos cuantos
añitos más; que están que no pueden más apostillan los que en el fondo presumen
de su capacidad de resistencia y que hay para rato así, aunque les cueste unas
frases; que están a nuestra disposición nos anuncian los que se aprestan a
desaparecer hasta que las cosas te vuelvan a ir bien; que están sorprendidos
nos juran los que divulgaron antes a los cuatro vientos ese secreto nuestro del
que aparentan ahora que se enteran; que están dispuestos a votarnos nos
garantizan los que ya comprometieron con el rival su voto, por un modesto óbolo
y la cama, prostitución por tradición familiar. Consternados se dicen mil veces
los que en el fondo se alegran, excitados se aseguran los que no abrigan
respecto de ti más pasión que la de desearte desaparecido o troceado. Que estás
guapísima es venablo que se lanzan las damas con la intención más aviesa, como
el estás más delgada o el pero el mes pasado estabas más gorda, ¿no?
En
el español de los españoles contemporáneos el verbo estar se conjuga las más de
las veces con los dedos cruzados y a la contra, se adereza con granos de
hipocresía, mezcla muy bien con el autoengaño o la mentira burda. Casi nunca
son los que dicen estar y casi nunca están los que pensabas que eran. Para ver
a todos estando, lo mejor es echar maíz y decir pitas, pitas o poner una boñiga
y dejarlos venir mosqueados y apetentes. Se posarán zumbando y, mientras se
deleitan con el manjar, dirán que están allí por ti, que si no, no habrían ido;
o que están violentos, porque en su naturaleza no está comer cacas; o que están
hartos de esta vida y que les gustaría ser mariposa y volar en campos de
violetas. Es cuando más en su ser están y, por tanto, cuando más son, cuando
mienten así y te miran y tú callas y les pones un poco más de bosta porque en
el fondo estás enternecido.
Hola, buenas tardes desde Madrid, una provincia donde la situación de los bancos de sangre creo que es un poco alarmante. Donen sangre, por favor.
ResponderEliminarY lean el ABC.
Un abrazo.
David.
Qué risas echo con usted, puñetero...
ResponderEliminarBuenas tardes, donen SANGRE, por favor.
ResponderEliminarY lean alguna vez el ABC, si quieren, claro.
Un abrazo.
David.
DONEN SANGRE, ES URGENTE, PERO YA.
ResponderEliminarUn abrazo.
David.