Porque sí, señoras y señores, amables lectores y queridos amigos, en mi vida ha ocurrido un milagro, y de los grandes. La CNEAI me ha cambiado la vida. Déjenme que les cuente, para que aprendan a tener fe en el género humano y envidien mi excelsa suerte.
Resulta que he sido nombrado miembro del Comité 9, el de Derecho, de la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora (CNEAI); o sea, el Comité que decide sobre el reconocimiento de tramos o sexenios de investigación del profesorado universitario. No revelo ningún secreto, el nombramiento es público y está en el BOE. Vamos a ver cómo es eso por dentro, pero hoy voy a otra cosa, al prodigio, al insospechado giro de los hados, a mi nueva fortuna. Así como aquel otro divinamente convertía el agua en vino, a mí los que no me saludaban se me han mutado en amigos de toda la vida y los que jamás me hablaron ni habían reparado en mi humilde existencia me llaman para ofrecerme afecto inmarcesible, simpatía sin tacha y apoyo en cuanto humano evento me pueda acaecer. Años enteros cruzándome con alguna persona que torcía la cara para evitar darme un simple buenos días y, de pronto, me veo convertido en el niño bonito de los antaño descorteses, en el preferido de los antes indiferentes, en el Amado amado por los que hace nada me observaban con el puñal entre los dientes.
Pero no sólo eso. Mi mujer lleva unos días rascándose su inteligente cabeza mientras se pregunta cómo será que ahora la tiene en palmitas alguno que apenas le hacía un leve gesto de reconocimiento al toparse en los pasillos. En cuanto me lo comentó, no pude por menos que exclamar, ¡eureka, el milagro!
Soy otro, despierto el cariño allá por donde voy, convierto en entrañables los sentimientos más innobles, hago que las personas se amen allá donde antes se querían poco.
Hasta por teléfono, no les digo más. Ayer regresé muy de madrugada de un estupendo viaje académico a tierras aragonesas, y por eso a las nueve estaba dormido. Me despertó el teléfono de mi casa y creí que soñaba cuando al otro lado escuché a un viejo catedrático al que había visto una o dos veces en toda mi vida y con el que no me debí de cruzar más de tres palabras en tantos años. Bueno, pues era para decirme que me quería y que jo, como yo hay pocos y que cuando tomamos algo en cualquier lugar del mundo que a mí se antoje y que vaya bien que lo voy a hacer y con cuantísima justicia en mi nueva tarea y que no me come a besos porque por teléfono no se puede, que si no nos los daríamos tórridos y que, ejem... El resto no lo escribo para no quitarle lirismo a la jornada.
Ya sé, ya sé que son cosas que pasan y otros tendrán muchísimas experiencias activas y pasivas, de dar y tomar. Pero a mí estos días que no me quiten la emoción y esta plenitud de que ser unánimamente querido y desinteresadamente admirado. No hace más que aumentar mi confianza en el ser humano y mi fe en el dechado de virtudes que adornan a nuestro personal académico.
Ja, Ja, Ja. Predigo que dentro de dos años asistiremos a otro milagro de signo inverso. Ya nos contarás.
ResponderEliminarProfesor, yo no había tenido oportunidad hasta ahora de decirle cuánto le estimo; pues nada, aprovecho la venturosa ocasión para decírselo; tímido que es uno...
ResponderEliminarTodo gran poder conlleva una gran responsabilidad...
ResponderEliminarUn saludo o dos.
jajajajaja
ResponderEliminarA ver lo que dura dura.
Una cordial enhorabuena al comité.
Enhorabuena.
ResponderEliminarSiempre he querido saber qué criterios objetivos se utilizan en esas labores ¿Es posible adelantar algo? Se lo agradecería
Aquí están los criterios de evaluación. http://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2013-12234
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