04 febrero, 2015

¿Podemos explicar Podemos?



                Hoy ha salido el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas en el que resulta que Podemos ha adelantado en estimación de voto al PSOE y anda cerca del PP, a menos de cuatro puntos. A mí, que se renueven o se remuevan las aguas políticas españolas no me parece mal, estaba haciendo falta, pero esa progresión tremenda de Podemos no deja de asombrarme.
                Algunos motivos de mi asombro no son nuevos ni exclusivos de este caso, y tienen poca importancia, por lo que los menciono de pasada y sin ánimo de debatir gran cosa sobre ellos. Serán cosas mías, seguramente. Me refiero a que no conozco una proporción tan elevada de ciudadanos dispuestos a votar a Podemos y a que si Podemos gobernara y cumpliera lo que, al parecer, vagamente se espera de ese partido, ya podrían algunos de esos votantes que conozco poner sus barbas a remojo.
                Lo de no tener muy localizados a los eventuales votantes de Podemos no me extraña mucho, pues, por ejemplo, cuando ganó sus segundas elecciones Zapatero, tampoco conocía yo a casi nadie que se dijera dispuesto previamente a darle su voto. Entre los partidos aquí hasta ahora establecidos, viene siendo mucho más fácil identificar al votante del Partido Popular o de Izquierda Unida. Los del PSOE llevan tiempo ocultándose un poco. Y creo que, en este momento, muchos de los de Podemos, también, si las encuestas son fiables.
                En lo que al remojo de las barbas se refiere, no se le dé mucha importancia, es una sensación mía. Lo que quiero decir es que me parece que si con Podemos se cumplieran las expectativas más o menos difusas para el caso de que llegar a gobernar y si fuera un partido llamado a poner coto a corrupciones, corruptelas, trampas y abusos, a más de cuatro votantes se les podían terminar ciertos chollos. Por ejemplo, a algunos funcionarios cuyo cumplimiento laboral actual es más que discutible. O, por concretar un poco con un caso, pienso en un amigo que el otro día ante mí se declaraba votante convencido y fervoroso del partido de Pablo Iglesias y que resulta que es marido de una señora que ocupa uno de esos puestos maravillosos que cualquier reformador razonable de la política y la Administración españolas tendría que suprimir si va en serio y no de farol o en plan de reproducir las mamandurrias vigentes cambiando solamente a los beneficiarios.
                Pero vayamos a lo que más importa, a lo más interesante y llamativo. Podemos es un partido sin programa, si por programa entendemos un plan expreso de acción política y de gobierno en cuestiones capitales para la convivencia y la organización social. No se sabe qué hará o haría, si gobernara, respecto de asuntos como la organización territorial del Estado, la organización del sistema productivo, la organización del sistema de educación, etc., etc. Podemos se mantiene en una indefinición programática radical, unida a la insinuación de que hará o haría cambios tan grandes como necesarios. Sabemos y estamos de acuerdo en que cambios hacen falta, pero no sabemos cuáles son en concreto los que Podemos llevaría a cabo: qué se va a cambiar y por qué cosas se va a cambiar lo que se cambie.
                Téngase en cuenta, además, que un verdadero programa político no se formula en negativo, sino en positivo. O sea, proclamar lo que está mal o lo que no se quiere de lo que hay no es hacer un programa; un auténtico programa consiste en decir qué se va a hacer. Si un hijo nuestro nos dice que no va a seguir con la carrera universitaria que cursa, ya sabemos algo, lo que no hará; pero para valorar su decisión cabalmente tendremos que saber también qué va a hacer a cambio. No es lo mismo que nos cuente que va a comenzar otra carrera o ponerse a trabajar en tal o cual oficio o que nos diga nada más que ya no estudia y que lo apoyemos en su decisión negativa y sin proponernos o proponerse nada a cambio.
                Si tengo algo de razón en lo anterior, resulta que Podemos no tiene programa, o no tiene uno que con propiedad merezca ese nombre. Entonces, resulta que hay millones de españoles dispuestos a votar a ciegas: a dar su voto a aquellos que no sabemos qué van a hacer si gobiernan o de los que sólo sabemos qué (dicen que) no van a hacer. Votar así es un puro acto de fe, es como lanzarse a aguas en las que ignoramos si se hace pie o si nos cubrirán o hasta estarán llenas de peligrosas corrientes y remolinos. Es lanzarse a esas aguas, sin saber tal cosa, porque se está mal en el barco y ya no se quiere seguir en él. Se rechaza lo cierto y conocido porque se prefiere el riesgo de lo perfectamente desconocido.
                Pongamos un ejemplo para comparar. Supóngase que usted tiene una pareja con la que desde hace tiempo convive y que está harto de ella, pues le da mala vida y le hace muy infeliz. Usted quiere ya, sí o sí, separarse de su pareja, perderla de vista. Ese propósito suyo puede plantearlo y cumplirlo de dos maneras:
                a) Usted, por lo pronto, se va, rompe esa relación. Y nada más que eso. En el campo político y de las elecciones, esto equivale a que usted ya se hartó del partido o partidos a los que venía votando y ahora decide que ya no los vota más. Sobre lo que hará con su voto mañana, ya lo verá, tal vez vote a otro que le convenza más o tal vez votará en blanco o no votará.
                b) Usted quiere romper con su pareja y, un día, en el portal de su casa, se encuentra una persona a la que no conoce de nada y que le dice dos cosas: que se vaya usted con ella y que ella va a obrar con usted de modo radicalmente contrario a como se comporta con usted su pareja actual. Bien, si cree usted a esa persona, confía en lo que no le hará; pero no sabe qué le hará, no tienen base para imaginar cómo será la vida con ella. Le pregunta usted cosas a ella, pero le sale con evasivas y nada más que le indica que ya verá usted como todo será distinto y mejor. ¿Se fiaría y daría el paso?
                A mi me parece que muchos de los que se dicen decididos a votar a Podemos están en una tesitura muy similar a esa segunda, a la b), pues Podemos no tienen programa o no lo dice en positivo. Pero hay más, algunas cosillas que se van sabiendo no invitan precisamente a un grandísimo optimismo. No parecen muy loables las fuentes iniciales de financiación, salen a relucir ciertos detalles poco loables de sus dirigentes y sus prácticas profesionales y económicas, se les ha visto u oído decir cosas que válgame el cielo… En fin, como si de esa persona que es candidata a ser nueva pareja suya, en el ejemplo, fuera usted conociendo asuntillos que empiezan a recordarle un poco a su pareja actual o a la de un amigo suyo que lo hizo tan desgraciado o más.
                Aquí es donde tenemos que buscar una explicación para el comportamiento de los votantes de Podemos, si es que se puede dar por bueno que no tiene, o apenas, programa que merezca tal nombre y que no parece oro todo lo que reluce.
                Creo que puede haber una buena parte de voto de resentimiento. Para más de cuatro, votar a Podemos no es votar por ellos, sino votar contra los otros. Es como el que se va con la desconocida para que su mujer anterior se jorobe más. Humanamente comprensible, aunque ciertamente arriesgado.
                Otros se plantearán estratégicamente su voto, dentro del contexto global. Son quienes piensan que apoyar a Podemos es ahora conveniente para que los otros partidos escarmienten y rectifiquen, para que abandonen sus actuales vicios y malas prácticas. Esos en verdad no pretenden que Podemos gobierne, sino que los que gobiernan o gobiernen sean mejores de lo que son ahora. Es como el que se marcha una temporada con otra para que su mujer recapacite, en la esperanza de una reconciliación ulterior sobre mejores bases en la convivencia, con nuevos acuerdos y maneras. Si se me permite seguir con la comparación y extremarla, creo que el consejo que le daríamos al que se propone esa “aventura” estratégica es que procure que no le nazca un hijo de esa relación provisional.
                Pero dejemos la posible y variada psicología del votante y busquemos explicaciones de otro tipo. He mantenido que plantearse votar a Podemos es plantearse votar a un partido sin programa, a un partido del que no se sabe qué hará, aunque diga qué no le gusta nada de lo que se hace. El problema está en que los partidos hasta ahora establecidos y dominantes sí tenían programas, más o menos, programas relativamente desarrollados y precisos y planteados no sólo en clave negativa, sino también con propuestas de acción política concretas. Pero hay un gran pero: dichos partidos incumplen masiva y sistemáticamente sus programas, hacen cuando gobiernan lo contrario de lo que habían anunciado, al menos en lo que tenga un valor no puramente simbólico. El partido que ahora gobierna en España, el PP, es un ejemplo paradigmático y extremo de eso.
                Con un importante aditamento, como es que en la práctica estos partidos muchas veces provocan o permiten un estado de cosas que se opone frontalmente tanto a sus pautas programáticas como a su filosofía o ideología de fondo. Un buen ejemplo, uno más, lo dio el PSOE en tiempos de Zapatero, pues se trataba de un gobierno que se decía socialista, que se puede teórica o doctrinalmente clasificar como socialdemócrata y tras cuyo desempeño, sin embargo, aumentó considerablemente en España la diferencia entre pobres y ricos, se cayó en una mayor injusticia distributiva que la que había heredado, que ya era mucha. De estas incongruencias de nuestros grandes partidos podrían darse ejemplos a mansalva.
                Así las cosas, muchos ciudadanos pueden replantear sus opciones electorales de la siguiente forma: o bien voto a alguno de los partidos establecidos y dominantes, pero a sabiendas (sobre la base de tanta frustrante experiencia pasada) de que me van a engañar, de que van a incumplir el programa y los proclamados propósitos suyos por los que les doy mi voto, o bien voto al que no sé lo que va a hacer porque no lo ha dicho. En esta opción última puede percibir el ciudadano una doble ventaja, que cabe aplicar al caso del voto a Podemos. Una: hagan lo que hagan, no me habrán engañado (a no ser que hagan lo que dijeron que no harían, que ya sería perversidad supina). Dos: como no tengo ni idea de lo que harán, a lo mejor me sorprenden para bien. O sea, si lo hacen mal no me siento engañado y si lo hacen bien, eso que salgo ganando.
                Es comprensible esa actitud y tiene su ponto de lógica o de cierto sentido común. Pero es el voto del desesperado, del que prefiere jugársela. El que se la juega así, tiene también que ser consciente del alto riesgo y asumirlo. Le puede salir fatal. Es más, resulta muy probable que salga mal. Quien honestamente tiene un plan honesto lo dice. Y el que presume de no tener los defectos de los otros, no responde como los otros cuando se le afean sus defectos.
                Si yo me fuera a separar de mi querida señora, que no es el caso, creo que no me iría a vivir con la primera que me insinuara que con ella todo serán dichas y placeres o que nada más que me insistiera en que menuda arpía la de antes, mas sin permitir que la conozca mejor antes de pasar por vicaría.
                También es verdad que la trascendencia de un simple voto de un solo ciudadano no es tanta como la decisión de casarse con Fulano o Mengano. Muy cierto. Pero cuando ocho o diez millones votan a los mismos con esa sensación de intrascendencia, el resultado puede ser sumamente trascendente, para el conjunto y para cada uno.
                Está bien, comprendo a los que por cualquiera de esos motivos piensan votar a Podemos. Creo que no será mi caso, y no porque prefiera lo malo conocido, sino porque pueden salir los desconocidos muy malos y no me gusta votar a desconocidos. Pero allá cada cual con sus decisiones. Lo que me da pena es otra cosa, aunque este sería tema para otro día y con más tiempo. Me refiero a que me resulta triste que la izquierda acabe en esto, que, para mí (ojalá me equivoque) viene a ser que se acaba la izquierda. Si la única alternativa dizque de izquierda y progresista, reformista y preocupada por los derechos de los ciudadanos y la justicia social, va a ser la que representan unos chavales que cantaban ayer mismo loas a Chávez y a los que financian Maduro o uno ayatolás iraníes, apaga y vámonos. A lo mejor no son de ese jaez los de Podemos, pero entonces que lo digan y que nos cuenten cuál es su programa y qué piensan hacer cuando gobiernen con los votos de tanto jugador de ruleta rusa.
                Dicho sea todo lo anterior con el mayor respeto a todo el mundo y con una desalentada esperanza.

5 comentarios:


  1. ¿De qué sirve conocer los programas electorales si se incumplen sistemáticamente?
    Cuando leo comentarios contra Podemos tengo que hacer un esfuerzo extra para no cambiar el nombre. Todo lo que se dice bien se puede aplicar al resto, ¡qué curioso, oiga!
    A mí eso de que viene el lobo...el lobo siempre está y casualmente pegado al dinero que es quien gobierna. Siempre.

    Un cordial saludo.

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  2. Así es Maestro. PODEMOS no tiene ningún programa, solo: populismo y demagogia. Quieren hablar de Renta Básica Universal (y ya se ha dicho que es insostenible, demostrado por Juan Ramón Rallo, Daniel LaCalle, Jose Diez, Ferreira, entre otros...), en fin, ellos prometen y hablan del paraíso y a lo único que te llevan es un camino hacia el infierno, tal como lo decía Popper. Ellos se jactan de hablar de castas y resulta que ellos son una casta política mas. Su programa no es el bienestar de los demás, sino gobernar al estilo Chavez o Maduro, para hacerse el control de los medios de comunicación, de la educación, de los medios de producción, aplicar una justicia proletaria y no lo estoy inventando, es dicho por ellos mismos. Votar por ellos es apoyar esa barbarie, y no darse cuenta de la equivocación que se esta haciendo, que por fortuna muchos por ir en contra de los partidos tradicionales, lo están haciendo. Ahora, no echo de menos al PSOE y al PP, pues porque para mi son la misma vaina, no hacen nada y están atrás del que darán. No se cual sera su ideario político Profesor, pero para mi el partido menos malo que hay en España y que la gran mayoría desconoce ya que no hace populismo, ni recibe subvenciones del Estado es el: P-Lib (Partido de la Libertad Individual).

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  3. Sin duda podemos. Usted, estimado, se lo pregunta explícitamente en un artículo, ahora, pero lleva preguntándosele implícitamente en los 2.861 artículos precedentes, desde hace diez años. Y si se relee a sí mismo con calma, sin miedo al bitacoronanismo, encontrará que lo ha explicado ya, habiendo llegado la explicación a niveles que están entre lo clarísimo y lo muy claro. Lo único sorprendente es que no haya surgido hasta ahora (me refiero a Podemos, no a la pregunta explícita).

    Dicho lo cual, le formulo no sé si una explicación, pero desde luego un deseo. Que Podemos cumpla con su papel, que es el de precursor, el de alumbrador de un tiempo nuevo, y que mande a su (puta, con perdón) casa a la tanta viejumbre corrupta y conchabada que tenemos chupando la sangre a la cosa pública (y hablo de viejumbre del espíritu - pocos más viejos* que el Periquín Sánchez, con todo su feromónico glamour). Y que llegue, tras Podemos, y los escombros que haga (cuantos más mejor, siempre en mi muy subjetiva perspectiva) la primera democracia de nuestra historia.

    Mucha salud (para lo cual, se lo encarezco, póngase casco, que van a llover los cascotes)


    * Por supuesto que hay ejemplos de aún mayor vejez en la vida pública, véase Leonor de Todos los Santos de Borbón y Ortiz, nacida el 31/10/2005, hija y nieta de dinosaurios.

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  4. estimado Daza,
    aquí tiene un documento (bien conocido y difundido, por lo demás), preparado por los profesores Navarro y Torres, que no es un programa en sentido propio (autorizado, adoptado oficialmente), pero lo es ya emotivamente, en cuanto me dicen que ha sido encargado como ponencia de partida para la discusión "bottom up" del programa.
    Verá que encarna posiciones que en los años Setenta del siglo que se nos fue se hubiesen calificado como esencialmente socialdemócratas...
    Un atento saludo,

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  5. Hay algo que no deja de producirme extrañeza: ¿Por qué este tipo de izquierda paleolítica -con ropillas posmodernas- no está tan estigmatizada como la ultraderecha? ¿Será necesario que este Tejero con coleta llegue a gobernar para que nos demos cuenta de que son la misma mierda? ¿Pero es que nadie ha leído la relamida oda que Monedero le compuso al australopitecus del Orinoco, coautor de uno de los milagros económicos AL REVÉS más clamorosos de la historia de la humanidad? ¿Cómo es posible que gente que se define como "progresista" acepte con naturalidad las relaciones que el interfecto mantiene con Irán, una teocracia aberrante y enfermiza en la que se ahorca en grúas a los adúlteros fornicadores y a los homosexuales?
    No tienen programa. Con las tragaderas y el estómago que muestran sus simpatizantes, ni falta que les hace.

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