(Publicado en El Día de León)
Escribo
estas líneas desde Bogotá. Viajo con frecuencia a Colombia y esta vez todos me
cuentan que las ciudades se han vuelto algo más inseguras y que la situación
social y de orden público es muy preocupante en los lugares más cercanos a la
frontera venezolana, allá por los departamentos de Arauca y Norte de Santander.
Casi un millón de venezolanos han pasado a Colombia y se han quedado, de los
que cerca de cuatrocientos mil residen ilegalmente. No hace falta explicar que
escapan del hambre y la miseria absoluta en que ha sumido a ese rico país el
régimen chavista, y en particular Nicolás Maduro, ese demente absurdo. Colombia
se está volviendo más insegura porque esos pobres venezolanos huidos trabajan
por lo que les den, se prostituyen o roban; porque algo hay que hacer para
comer cuando no se tiene absolutamente nada.
Por
desgracia, no es muy infrecuente que alguna nación caiga en manos de
gobernantes tan lelos como ladrones o que pueblos enteros enloquezcan y se dejen
arrastrar por la encendida palabrería de politicastros de la peor calaña y que
solo quieren hacer su agosto y compensar sus complejos a costa de la credulidad
de los pobres y el narcisismo de los burguesitos. Bien a la vista lo tenemos en
Cataluña, salvando las distancias que haya que salvar. No son comparables las
situaciones en muchos aspectos, lo sé, pero me impresiona igual la fe ciega de
los incautos y alienados venezolanos que siguen votando a Maduro, que la
constancia con que tanto independentista obcecado continúa apoyando a esa
pandilla de desaprensivos delincuentes y amigos de lo ajeno que hace unos meses
trataron de dar un golpe de estado en Cataluña, con aquella mezcla sorprendente
de temeridad política y cobardía personal. En fin, que con su pan se lo coman
quienes prefieren dejarse seducir y dominar por zarrapastrosos y pícaros.
Me
interesa más hoy otra cuestión. Si Maduro, en lugar de decirse izquierdista
tremendo y gastar amistad con otros que, como él, son impostores de la
izquierda, fuera un líder con ínfulas derechistas, ardería Troya. Qué diría la
prensa pijoprogre y cómo pondría el grito en el cielo lo más falsamente
izquierdista del arco parlamentario español, cómo gritarían y despotricarían
contra el régimen venezolano y el sursuncorda Iglesias y sus señoras y
señorías, los Rufián y Tardà, los garzones de pata negra y esos desnortados
cargos del PSOE que porque no saben dónde tienen la mano derecha han olvidado
que ser de izquierda y apoyar tiranías, gobiernos criminales y políticas
corruptas y golpistas no es signo de progresismo, sino de radical estulticia. A
la izquierda española, desde hace tiempo, la está matando esa burda coalición
de hijos de papá y zoquetes, de niñatos y analfabetos. Y bien que lo siento.
¿Se
imaginan si esos niveles de pobreza y abandono, de desabastecimiento y hambre
en Venezuela se debieran a algún gobierno ultraliberal o bastante conservador?
¿Se imaginan que el chiflado Maduro se proclamara conservador y católico?
Habría a diario manifestaciones ante la embajada venezolana en Madrid y allí se
retratarían los próceres de nuestra izquierda cretina. Pero no hay cuidado, no
levantan ni levantarán la voz contra Maduro, porque piensan que es de los
suyos. Hace falta ser muy limitadito y tener muy mermada la autoestima para creer
que una mala bestia de ese calibre puede ser de los suyos y compartir con ellos
algo que importe. Pero esos izquierdistas de pega, niños mimados del país y del
sistema, desempeñan con entusiasmo la función que en verdad les toca en España
ahora, que es la de evitar que una izquierda digna, decente e ilustrada vuelva
a levantar cabeza por estos pagos. Si un día, pasado el tiempo, algún
historiador demostrara que eran infiltrados del capitalismo más negro y de los
poderes fácticos más desalmados, para destruir la izquierda política española y
sus posibilidades de gobernar algún día, me lo creería sin dudar.
Sabemos
que Maduro es de los suyos, pero no es de los nuestros, no tiene absolutamente
nada que ver con los que seguimos sintiéndonos progresistas y demócratas,
defensores de la justicia social y convencidos de que hay que ir alcanzándola
en libertad, con trabajo e inteligencia, con buen talante y seriedad. Somos
todavía muchos los que creemos en la izquierda y sus mejores objetivos, los que
estamos convencidos de que ni rastro de equidad cabe en un país donde no haya
igualdad de oportunidades y donde los derechos sociales de cada ciudadano no se
cuiden debidamente. Y esos mismos, nosotros, sabemos que Maduro es lo contrario
a ideales tan nobles y con tanta solera, y estamos también perfectamente al
corriente de que quienes no se avengan a criticar con fuerza a un déspota como
Maduro, que condena a todo un pueblo a la pobreza radical y fuerza a sus gentes
a humillarse y prostituirse, ni son izquierdistas ni son demócratas. Son
impostores y renegados.
Si,
para colmo, mientras callan como lo que son sobre la dura vida de los
venezolanos que mueren y penan, se colocan lacitos amarillos y se conmueven
porque a Junqueras no le gustan demasiado las hamburguesas que le ponen en
Estremera, el cuadro está completo. Ningún respeto han merecer los que lamentan
más el fracaso del golpismo en Cataluña que el hambre de tantos millones de
venezolanos inocentes, los que usan la política aquí para, en nombre del pueblo
pero sin el pueblo, procurarse unos ingresos y un nivel de vida que ningún
venezolano de bien podrá soñar en muchos años, quienes presumen de ser partido
de trabajadores y ni un triste obrero tienen entre los cargos de su partido,
aquellos que hablan en nombre de la pobreza que no conocieron nunca, que se fingen
luchadores contra el franquismo con setenta años de retraso y que seguro que si
les hubiera tocado la dictadura aquella se habrían portado como sus amigos
catalanes hace cuatro días, con perfecta cobardía.
Se imaginan a tanto pijo progre y tanto conservador progre pijo en el lapso de estos últimos 30 años babeando humo-democracia, cuando realmente había corruptocracia a raudales? No es necesario imaginarlos, los vimos y los vemos ahora; sin pestañear, oyeeee. que si Eta... que si el aborto... y ahora que si los catalanes. pero oye de la corruptocracia nadie habla.
ResponderEliminarDe esos pijo progres que no saben de la vida nada, solo cabe esperar imaginación. Pero sus antecesores esos son unos pailanes que no pueden dar lecciones más que de haber vivido 30 años en una nube.
Cuanto abrazafarolas de Bar, calle y mesa dominguera familiar defendiendo políticos del tres al cuarto... tanto trabajar como burros para tener una pension de 600 euros. Perdón, pero las comparaciones son odiosas. Que me mencionen a Fidel o chavez sin mirar antes lo que ocurre en este País y lo que nos queda por ver economicamente en estos próximos cinco años, me parece un chiste progre-pijo piramidal.
Señores hagan juego. EL síndrome de Estocolmo.
ResponderEliminarNo es como está este País en comparación con Venezuela... y demás países latinoamericanos.
Es como está este País y lo que ha dejado de ser por vivir en una corruptocracia.
Uyyyyy Cataluña uy por dios que se acaba el mundo. Por dios.
Lo que ha dejado de ser este País, lo que ha perdido en bienestar este País con tantos años en corruptocracia TOTAL.
Vamos a hablar de Venezuela. De gente desaliñada para estar otros 30 AÑOS MÁS en las "apabardas"
Pues fijese como está ÄFRICA... lo de África es tremendo.
¡toma ya el zasca en la boca de la ¿izquierda? pijo progre española!
ResponderEliminarAquí la izquierda existente tiene otras prioridades distintas de la igualdad de oportunidades, la situación dramática de nuestra juventud, la lacra del fracaso escolar, los problemas nutricionales de la infancia de clase baja (bebés incluidos), le creciente desigualdad en la salud y, en fin, de todas esas "antiguallas" de la izquierda seria del pasado. Aquí están por otras cosas importantísimas: que los niños escojan sexo (en plan supermercado, supongo), que si los derechos infinitos de los homosexuales, lesbianas, transexuales, bisexuales, etc.; que si la libertad de expresión de gilipollas con carnet de artista, que si el lenguaje machista, que si lo estupendo que es el movimiento okupa (practicado habitualmente por niños de papé con buen abogado detrás), que si el ecologismo de bicicleta, que si le derrota final del franquismo 42 años después de muerto Franco y tanto otras causas nobles.
De la indigencia intelectual de esta izquierda con la que Dios nos castiga a los ex-tradicionales votantes de izquierda, mejor no hablar; mucho rollo de izquierda new-age, mucho agitaprop, mucha palabrería incontenible pero la mayoría no han leído un libro entero en su vida. Ver a Podemos del brazo del movimiento separatista catalán, puro supremacismo racista, apoyado en Europa únicamente por partidos de extrema derecha y neonazi, es, es, es que no tengo palabras.