En un comentario que está por ahí abajo dice el amigo que tiene el nick de "un amigo" cosas como las siguientes (entresaco en aras de la brevedad):
No le tengo simpatía alguna a Batasuna, pero identificarla de plano con ETA me parece, aparte de poco sutil, hacerle el caldo gordo a la misma ETA. (...).
Volviendo a Batasuna: tenemos que analizar mejor. No sé si este hipotético análisis lleve a la paz, pero es lo único que nos alejará de la ignorancia. No es un partido político en el sentido en el que lo es Convergència, o la misma Esquerra, por poner un ejemplo cualquiera, que ruego quien me lea que interprete en el plano puramente técnico. Es otro tipo de organización. Dentro de ella hay una enorme diversidad de personas. Hay, por supuesto, quienes han abrazado ya la violencia "chica" y están a punto de dar el salto a la "grande" (sin darse cuenta, como tantos otros, de que ya se cruza la peor de las barreras el día de la primera pedrada, o del primer bofetón). Pero también hay en ella personas que buscan otra cosa. Asimilar a todas en el primer caso es hacerle un flaco favor a nuestros intelectos, y a las pocas posibilidades de paz que haya en el horizonte. Y, por supuesto, es empujar a las "relativamente" cercanas hacia lo "absolutamente" lejano.
Lo siento si este pensamiento incompleto y embrionario -por ahora no tengo más- te indignara; no es la intención".
Nada de indigación, agradecimiento por la ocasión para dialogar y por las exquisitas maneras.
Por otro lado, creo que yo en el post no hacía esa asimilación automática de Batasuna a ETA, pero eso es lo de menos ahora, hablemos sobre las ideas interesantes que el amigo plantea.
No me cuesta ningún trabajo asumir que Batasuna sea una organización compleja que acoja a personas de diferentes propósitos y con aspiraciones diversas. No quiero hacer comparaciones polémicas ni echar leña dialéctica a ningún fuego, sino debatir con mesura, ponderadamente, pero es como si decimos que entre los falangistas los había también muy distintos y que algunos tenían serias reservas con Franco o las cosas de su política. Sí, pero mientras no se fueron, ahí estaban brazo en alto apoyando lo que apoyaban, matices aparte. Lo que hace que la historia hable hoy con respeto de los Ridruejo, Laín, Tovar o Torrente Ballester no es el hecho de que mientras militaban y hacían el saludo romano pudieran tener dudas o discrepancias internas, sino el dato crucial de que se fueron, de que cortaron amarras con aquel régimen. Otro caso, más delicado si cabe, y que ruego se tome sólo en lo que analígicamente sirva. En Alemania circulan mil historias de unos que otros miembros de las SS que no eran mala gente del todo, y que dudaban y que ocasionalmente trataban de evitar alguna crueldad con los prisioneros o salvaban la vida a algún judío o algún gitano. Estupendo, ¿y? Eran mejor que sus colegas más sanguinarios y fanáticos, sin duda, pero no se fueron a casa y siguieron en la rueda del sistema asesino. Nada les impedía irse, pero no se iban.
Ahora los batasunos. No pretendo decir que merezca el mismo reproche moral y el mismo desprecio el que aprieta el gatillo, el que lo aplaude y el que simplemente va de comparsa y sueña con que un día no haya muertos, pero sin dejar de disculpar al criminal. Son tres grados de miseria moral. Los primeros son los de ETA, los segundos son los que aprueban los delitos de ETA, asesinatos incluidos, y los segundos son los que comprenden y disculpan, cosa que es un grado menos que aprobar y entusiasmarse, pero que también tiene lo suyo.
Con esto le estoy dando buena parte de razón a "un amigo".
Pero conviene seguir razonando. A Batasuna los partidos y los jueces no le están pidiendo que renuncie a los objetivos independentistas de ETA, sino que condene la violencia, que proclame abiertamente que tales objetivos pueden y deben perseguirse con medios pacíficos, con cualesquiera medios que sean pacíficos. Batasuna no ha hecho tal condena. Más aún, sus dirigentes una y otra vez exaltan, vitorean, aplauden a los abyectos gudaris que preparan las bombas o dan el tiro en la nuca o extorsionan.
Podemos imaginar que hay militantes de Batasuna que se sienten mal así y que creen que tal grupo debería dar el paso de rechazar la violencia sin renunciar a los objetivos. ¿Y? ¿Se supone que porque haya tales gentes debe darse legalidad y espacio a esa organización que, como tal, sigue en sus trece de complicidad con la muerte y el abuso? ¿No sería acaso más lógico preguntarse por qué no se van esos militantes que tan a disgusto deben de encontrarse?
Es un tanto curioso que operemos con tales suposiciones, con ficciones casi. En una organización que, al menos en lo que hacia el exterior se ve, se muestra monolítica e inflexible, tenemos que presumir que hay gentes que quisieran que las cosas fueran distintas, aunque a esas gentes ni se las vea ni se las oiga ni sepamos quiénes son. ¿No sería más razonable pedir que aparezcan y se muestren antes de, por un lado, creer en lo que no percibimos y, por otro, tomar la imaginaria parte por el todo y decir que tiene derecho a reconocimiento y consideración una organización que permanentemente dice y hace lo contrario de eso que al parecer podría hacer si se dieran no sé qué misteriosas circunstancias?
Ahora es la ley de partidos la que los oprime a los batasunos y les impide mostrar la senda pacifista que íntimamente anhelan. ¿Y antes? ¿No fueron partido legal, con presencia en parlamentos y todo tipo de instituciones? ¿Por qué no aprovecharon entonces para hacer eso que hemos de creer que ahora harían si volvieran a ser legales y concurrir a las elecciones?
Con todo esto no digo que no se deban explorar las vías de la negociación. Nunca he dicho aquí una palabra contra eso. Pero una cosa es negociar de tú a tú con alguien y otra dedicarse a dar caprichos a quien sólo está dispuesto a negociar cuando ya haya ganado la contienda y no quede, por tanto, nada relevante que negociar. Batasuna está haciendo su juego y lo hace con tremenda habilidad. Es en la otra parte, en la del Gobierno ZP, donde no se entiende bien ni cuál es el juego ni qué se está dispuesto a ceder y a cambio de qué.
Y vamos con lo que aquí criticábamos el otro día. Si el Gobierno cree honradamente que la ley de partidos es injusta o ineficaz, que lo diga claramente y que la derogue o la modifique. Lo inadmisible es la pretensión de estar en la procesión y repicando; esto es, proclamar para la galaría que la ley está muy bien y es necesaria y puntualizar acto seguido que no conviene aplicarla, o que debe aplicarse sólo cuando convenga o apetezca. Porque semejante actitud encierra un mensaje que trasciende con mucho el asunto vasco: el mensaje de que la ley, cualquier ley, no es un valor central del Estado de Derecho, el mensaje de que los poderes públicos no siempre deben defenderla y aplicarla mientras esté vigente, sino que su valor es puramente instrumental, estratégico, de conveniencia. Se dice de esa ley pero la sociedad acabará pensándolo de todas. Y entonces definitivamente este Estado será como ZP: una combinación de cinismo, egoísmo, ignorancia y falta de escrúpulos. Y, entonces, apaga y vámonos.
No le tengo simpatía alguna a Batasuna, pero identificarla de plano con ETA me parece, aparte de poco sutil, hacerle el caldo gordo a la misma ETA. (...).
Volviendo a Batasuna: tenemos que analizar mejor. No sé si este hipotético análisis lleve a la paz, pero es lo único que nos alejará de la ignorancia. No es un partido político en el sentido en el que lo es Convergència, o la misma Esquerra, por poner un ejemplo cualquiera, que ruego quien me lea que interprete en el plano puramente técnico. Es otro tipo de organización. Dentro de ella hay una enorme diversidad de personas. Hay, por supuesto, quienes han abrazado ya la violencia "chica" y están a punto de dar el salto a la "grande" (sin darse cuenta, como tantos otros, de que ya se cruza la peor de las barreras el día de la primera pedrada, o del primer bofetón). Pero también hay en ella personas que buscan otra cosa. Asimilar a todas en el primer caso es hacerle un flaco favor a nuestros intelectos, y a las pocas posibilidades de paz que haya en el horizonte. Y, por supuesto, es empujar a las "relativamente" cercanas hacia lo "absolutamente" lejano.
Lo siento si este pensamiento incompleto y embrionario -por ahora no tengo más- te indignara; no es la intención".
Nada de indigación, agradecimiento por la ocasión para dialogar y por las exquisitas maneras.
Por otro lado, creo que yo en el post no hacía esa asimilación automática de Batasuna a ETA, pero eso es lo de menos ahora, hablemos sobre las ideas interesantes que el amigo plantea.
No me cuesta ningún trabajo asumir que Batasuna sea una organización compleja que acoja a personas de diferentes propósitos y con aspiraciones diversas. No quiero hacer comparaciones polémicas ni echar leña dialéctica a ningún fuego, sino debatir con mesura, ponderadamente, pero es como si decimos que entre los falangistas los había también muy distintos y que algunos tenían serias reservas con Franco o las cosas de su política. Sí, pero mientras no se fueron, ahí estaban brazo en alto apoyando lo que apoyaban, matices aparte. Lo que hace que la historia hable hoy con respeto de los Ridruejo, Laín, Tovar o Torrente Ballester no es el hecho de que mientras militaban y hacían el saludo romano pudieran tener dudas o discrepancias internas, sino el dato crucial de que se fueron, de que cortaron amarras con aquel régimen. Otro caso, más delicado si cabe, y que ruego se tome sólo en lo que analígicamente sirva. En Alemania circulan mil historias de unos que otros miembros de las SS que no eran mala gente del todo, y que dudaban y que ocasionalmente trataban de evitar alguna crueldad con los prisioneros o salvaban la vida a algún judío o algún gitano. Estupendo, ¿y? Eran mejor que sus colegas más sanguinarios y fanáticos, sin duda, pero no se fueron a casa y siguieron en la rueda del sistema asesino. Nada les impedía irse, pero no se iban.
Ahora los batasunos. No pretendo decir que merezca el mismo reproche moral y el mismo desprecio el que aprieta el gatillo, el que lo aplaude y el que simplemente va de comparsa y sueña con que un día no haya muertos, pero sin dejar de disculpar al criminal. Son tres grados de miseria moral. Los primeros son los de ETA, los segundos son los que aprueban los delitos de ETA, asesinatos incluidos, y los segundos son los que comprenden y disculpan, cosa que es un grado menos que aprobar y entusiasmarse, pero que también tiene lo suyo.
Con esto le estoy dando buena parte de razón a "un amigo".
Pero conviene seguir razonando. A Batasuna los partidos y los jueces no le están pidiendo que renuncie a los objetivos independentistas de ETA, sino que condene la violencia, que proclame abiertamente que tales objetivos pueden y deben perseguirse con medios pacíficos, con cualesquiera medios que sean pacíficos. Batasuna no ha hecho tal condena. Más aún, sus dirigentes una y otra vez exaltan, vitorean, aplauden a los abyectos gudaris que preparan las bombas o dan el tiro en la nuca o extorsionan.
Podemos imaginar que hay militantes de Batasuna que se sienten mal así y que creen que tal grupo debería dar el paso de rechazar la violencia sin renunciar a los objetivos. ¿Y? ¿Se supone que porque haya tales gentes debe darse legalidad y espacio a esa organización que, como tal, sigue en sus trece de complicidad con la muerte y el abuso? ¿No sería acaso más lógico preguntarse por qué no se van esos militantes que tan a disgusto deben de encontrarse?
Es un tanto curioso que operemos con tales suposiciones, con ficciones casi. En una organización que, al menos en lo que hacia el exterior se ve, se muestra monolítica e inflexible, tenemos que presumir que hay gentes que quisieran que las cosas fueran distintas, aunque a esas gentes ni se las vea ni se las oiga ni sepamos quiénes son. ¿No sería más razonable pedir que aparezcan y se muestren antes de, por un lado, creer en lo que no percibimos y, por otro, tomar la imaginaria parte por el todo y decir que tiene derecho a reconocimiento y consideración una organización que permanentemente dice y hace lo contrario de eso que al parecer podría hacer si se dieran no sé qué misteriosas circunstancias?
Ahora es la ley de partidos la que los oprime a los batasunos y les impide mostrar la senda pacifista que íntimamente anhelan. ¿Y antes? ¿No fueron partido legal, con presencia en parlamentos y todo tipo de instituciones? ¿Por qué no aprovecharon entonces para hacer eso que hemos de creer que ahora harían si volvieran a ser legales y concurrir a las elecciones?
Con todo esto no digo que no se deban explorar las vías de la negociación. Nunca he dicho aquí una palabra contra eso. Pero una cosa es negociar de tú a tú con alguien y otra dedicarse a dar caprichos a quien sólo está dispuesto a negociar cuando ya haya ganado la contienda y no quede, por tanto, nada relevante que negociar. Batasuna está haciendo su juego y lo hace con tremenda habilidad. Es en la otra parte, en la del Gobierno ZP, donde no se entiende bien ni cuál es el juego ni qué se está dispuesto a ceder y a cambio de qué.
Y vamos con lo que aquí criticábamos el otro día. Si el Gobierno cree honradamente que la ley de partidos es injusta o ineficaz, que lo diga claramente y que la derogue o la modifique. Lo inadmisible es la pretensión de estar en la procesión y repicando; esto es, proclamar para la galaría que la ley está muy bien y es necesaria y puntualizar acto seguido que no conviene aplicarla, o que debe aplicarse sólo cuando convenga o apetezca. Porque semejante actitud encierra un mensaje que trasciende con mucho el asunto vasco: el mensaje de que la ley, cualquier ley, no es un valor central del Estado de Derecho, el mensaje de que los poderes públicos no siempre deben defenderla y aplicarla mientras esté vigente, sino que su valor es puramente instrumental, estratégico, de conveniencia. Se dice de esa ley pero la sociedad acabará pensándolo de todas. Y entonces definitivamente este Estado será como ZP: una combinación de cinismo, egoísmo, ignorancia y falta de escrúpulos. Y, entonces, apaga y vámonos.
La confusión que reina en este debate se debe a que todos los partidos intervinientes mienten desde el inicio: Aznar fingiéndose patriota constitucional y Zapatero, un radical defensor de las libertades.
ResponderEliminarEmpezando por el final: desde el principio de este proceso, ZP jugó en realidad a no desmarcarse de Aznar. ZP sabía que las políticas de Ley y Orden son el principal activo de los partidos conservadores cuando no se distinguen mucho de los otros; y como entonces el PP le estaba machacando en las encuestas, decidió privarle de esa baza adicional con el Pacto Antiterrorista (de aquellos polvos vinieron estos muchos lodos; y la verdad, nunca creí que fuese a decir esto: por muchos polvos que fuesen, no valió la pena). Pero mantuvo la careta de defensor de las libertades. Intentó sacarla a pasear el otro día, cuando habló de la libertad de reunión de los votantes de Batasuna; pero le vio las orejas a las encuestas. Todo es mentira.
Por su parte, el objetivo instrumental de Aznar en el 99 era disolver a Batasuna como apoyo para terminar con ETA. En ese momento ya estaban en marcha en la Audiencia Nacional los procesos penales 18/98 (Ekin y entorno) y el de las Herriko Tabernak, en manos de Garçon Le Juge, que iban disparados hacia esa consecuencia: suspender cautelarmente a Batasuna para luego disolverla (art. 129 CP). Pero eso no le valía a Aznar: Aznar necesitaba que SU nombre estuviese en la disolución, que le diese a él y a su partido los réditos políticos. Para eso se saca de la manga una Ley de Partidos que no sólo nos convierte en lo que el TC había dicho que no somos (una democracia militante), sino que tiene más miga. Supuestamente es un filtro de acceso al registro de partidos; en la práctica, disuelve incluso su sustrato social (porque demostrando la inidoneidad de Batasuna para ser partido, disolvió su base social). Es una ley para aplicar consecuencias penales sin pasar por las manos de Garzón.
¡Por eso el auditorio no se cosca! Le dicen: HB ilegalizado por Ley de partidos, por -atención- "no condenar el terrorismo" (algo que tampoco condena, por ejemplo, la Cultural Recreativa, pero no la disuelven). Pero también le dicen: disuelto por terrorista. Y se preguntan: si eran terroristas, ¿qué hace Permach dando vueltas por ahí? Si eran terroristas, ¿qué hace este Estado Débil que no los detiene? Y creen que (disensos aparte) CandiCandido Conde Pumpido es un terrorista porque muestra "reservas". Y creen que ZP lo es porque se asomó un poquitín a hablar de libertad de reunión...
Batasuna lleva teniendo reuniones que tododiós conoce desde hace cinco años. Jueces y el Ministerio de Interior (el de antes y el de ahora) han estado informados. Saben que jurídicamente, pese disolución, no hay nada que rascar. ¿Qué pasa porque se convoque una reunión en nombre de una entidad ya disuelta? ¿Me prohibirán convocar una reunión en nombre de la masa hereditaria de Viriato, pastor lusitano? Ah, no: disuelta y criminal. ¿Me prohibirán convocar una reunión en nombre de la Baader-Meinhof? Ahora amenazan con penarlo como colaboración con Banda Armada (art. 576 CP), como si ir a esa reunión fuese mantener un zulo o cobrar el impuesto revolucionario. Estamos todos locos.
¿Qué me pasaría si fuese yo a esa reunión?
Siempre les oí que las garantías de los derechos, si tienen sentido, es precisamente en los casos incómodos: para (o frente a) los cabrones... Que pese a ser en cierta medida instrumentales, no se justifican desde perspectivas consecuencialistas sino de principios...
Garciamado está muy brillante pero claro, desde mi punto de vista abre el camino para argumentar por analogía en el siguiente párrafo puesto en relación con la miseria moral : "Batasuna no ha hecho tal condena ... o extorsionan" ; entonces se puede asemejar con el PSOE que acompañó hasta la cárcel (ya hasta adentro no, por favor, que me he enterado por la prensa), jaleó, vitoreó, abrazó, indultó y les esperó con los brazos abiertos a Barrionuevo, calaVera, Galindo y secuaces varios.
ResponderEliminarMe da mal rollo Batasuna, realmente, pero vuelvo a insistir que después de Batasuna o a la vez o antes depende de los momentos políticos, los siguientes de la lista somos los del saludo romano y eso me da peor rollo
Y seguimos hablando de ATE y ANUSATAB. Y comenzaremos todos los epañoles a mascar este chicle de la transición uno por uno hasta que nos duelan las mandibulas, y cada cual lo mascará a su manera; al derechas y al revés, Y vuelta a mascarlo.
ResponderEliminarYa que esta corriendo la liebre de las impresiones...
El señor ansar no solo comenzó una camapaña contra batasuna, comenzó una camapaña dura, durísima contra el nacionalismo vasco.
El señor ansar tenía el poder jejeje -tú tienes el poder como dice la canción- jejje casi que me marco una rumba ahora.
El señor aznar tenia el rodillo en la mano y lo utilizó que coños a cualquier político se le va la olla; Ante la opresión adopción de medidas radicales: PLan Ibarretxe.
Vaya putada, vaya grano que le salió a Ibarretxe todo un plan montado con la prespectiva de otros 4 años en compañía de Ansar.
Y la Ley de partidos opino como tú antetodomuchacalma. Lo que ya no comprendo es que si está mal en algún aspecto porque no se cambia?
Y si está bien porque no se aplica?
Esto si me parece grave, muy grave; ( pero eso ya estaba dicho)joder yo mañana voy a tomar una medida: insumisión civil: voy a fumar donde me salga.....
Por lo demás Me alegra leer este artículo de Amado necesitaba esa prespectiva, nunca he encajado bien la transición, siempre siento que algo no encaja,algun vacio.
Nada me encaja; pero siempre vuelvo analizando lo que leo a la santisima transición; o mejor a la postransición: y desde luego que no hay que minusvalorarla; es un hito colectivo; Pero tampoco despues de tantos años voy a encumbrarla porque no me encaja nada. Me encantaría analizar la política española en una linea recta con sus evoluciones sus posturas encontradas etc etc pero menuda putada, menuda cicatriz; en fin.
Reclamo como ciudadano nacido en el 70 saber quienes fueron los cirujanos, como se hizo la operación, reclamo saber que hay debajo de esa cicatriz. Más que nada por si no han curado los puntos.
ResponderEliminarGracias por el espacio concedido a lo que ya advertía que era una reflexión incompleta, y seguirá siéndolo.
ResponderEliminarCreo que Antetodomuchacalma, quien parece informado, ha ilustrado de forma punzante las contradicciones y forecejeos que hay bajo la ley de partidos. Nunca olió bien. Rehusaba -facilona, como casi toda la política del ínclito ex-presidente- entrar en el corazón del problema: ¿por qué en el 2001 hay todavía 143.000 personas que votan Batasuna? ¿Y qué vamos a hacer con ellas? ("con" el sentido de compañía, no de instrumento)
Tu análisis ético me podría satisfacer, Juan Antonio: está claro que a esas personas "recuperables para la no violencia" cuya existencia (callada) intuimos en Batasuna, les podemos echar en cara el no separarse, o el no buscar una alternativa dentro de Batasuna que acabe con esa ambigüedad.
Pero políticamente seguimos en el punto de partida, o casi. ¿Qué esperamos razonablemente que hagan esas personas? (Sí, confieso que me deja perplejo que el movimiento independentista no violento sea tan débil) ¿Cuál es el siguiente paso?
La gran debilidad política de la Ley de Partidos, a mi modo de ver, es que carece de un después. Es un callejón sin salida para ambas partes.
El problema vasco, como todas las situaciones embrolladas, tiene multitud de componentes. No me cabe duda de que una parte significativa es política. Otra, ruidosa y sangrante, absolutamente inaceptable, es criminal, porque hay que llamar a las cosas por su nombre, y es un crimen incluso matar a un infame torturador, o a la mano derecha de un sanguinario dictador. Como colectivo, nación o estado que sea, llevamos mucho tiempo, quizás desde siempre, dispuestos a rebajar la calificación de los crímenes que nos caen simpáticos, por la razón que fuere.
¿Qué hará falta? Por supuesto que no sé ni remotamente cuál sea el proceso, pero primero se debe escoger si se quiere la paz o la victoria. Me temo que sean incompatibles. Y, si se quisiera la primera, probablemente habrá que recuperar un lenguaje para la paz. Habrá que inventar modos de hablar entre personas que se son mutuamente repugnantes. Habrá que buscar mediadores, y mecanismos para endulzar las tremendas desconfianzas entre partes. Y, desde luego, habrá que perdonarse recíprocamente tantas cosas. Y habrá que explicar a quienes se sienten mortalmente ofendidos, en una y otra parte, que persistiendo en ese sentimiento, y en las acciones que derivan del mismo, solamente traerán más ofensa recíproca y más dolor.
Lo que digo, más que ideas, son balbuceos, palpando en la oscuridad, y empleando el poco buen sentido que me queda. La pregunta pragmática y candente que os hago, Juan Antonio y compañía, es ¿creéis que se pueda hacer algo, algo de verdad, sin esas 143.000 personas?