Vamos a ver, algo tendré que decir, por no quedar como anfitrión en exceso morigerado, para que algunos silencios no se me malinterpreten. Casi nunca entro al trapo de la matraca de los nazis, mientras que alguna vez la he tomado un poco con los que se ponen otros apellidos. Alguna vez se me ha reprochado aquí esa tolerancia, tildándola de excesiva o equívoca, y lo comprendo. Con todo y con eso, tampoco ahora voy a gastar demasiadas líneas en el tema.
Me parece perfectamente admisible toda crítica que se quiera hacer a los defectos de las democracias realmente existentes, a los partidos, a los políticos, a la sociedad, a la gente, a los futbolistas, a los fontaneros, a los profesores, a cualquier cosa. Es un sano ejercicio el de la crítica, el debate siempre nos enriquece, las ideas y las convicciones están para ponerlas a prueba en la discusión. Todo eso está muy bien. Pero todo auténtico debate tiene unas reglas de juego, unos presupuestos sin los cuales lo que iba para discusión se convierte en diálogo de sordos. No veo cómo se puede dialogar con quien, por ejemplo, diga que no es cierto que se contiene información genética en la cadena de ADN o que es falso que cuando llegaron los españoles a América había allí población indígena o que en los mares hay peces o que los planetas del sistema solar giran alrededor del sol. Qué vas a decir, no hay nada que decir.
Con quien niegue que Hitler y sus secuaces fueron unos criminales salvajes tampoco caben muchas vueltas. O con quien se empeñe en que Stalin fue un bienhechor de la humanidad o niegue el gulag. La tentación más fácil es pedirle a quien eso haga que estudie sobre el tema, que se documente, que vea los lugares, las pruebas, los testimonios. Pero en ocasiones hay una decisión previa que bloquea la capacidad de asimilación de los datos o las informaciones. Si uno se empeña en que América estaba desierta antes del 1492 y que toda la historia de la conquista es un montaje de un puñado de españoles para hacerse los héroes y colgarse medallas, y si desde tal prejuicio se niega alguien a creer una sola letra que diga lo contrario, apaga y vámonos, perdemos el tiempo.
Cualquiera puede pensar que Hitler y los nazis no fueron los únicos asesinos en masa de la historia del siglo XX, y tendrá razón, pues hubo más. Pero no por eso dejan de ser lo que fueron. Muchos opinan que de la historia del holocausto hubo quien trató después de aprovecharse para su medro o el de cierto Estado, y algo de verdad habrá en ello, pero no por eso el holocausto deja de ser lo que fue.
Contra determinados tipos de fe no valen las razones. Una vez, hace años, me tocó organizar un debate en la Universidad con creacionistas, ésos que se empecinan en que de la Creación a hoy sólo han pasado unos pocos miles de años, que es verdad literal que Dios hizo a Eva de una costilla de Adán y que es mentira interesada, falsedad pura y dura todo lo que contra la lectura literal y pueril de la Biblia afirmen paleontólogos, geólogos, biólogos, químicos o el sursum corda. Aquella velada con los creacionistas acabó como tenía que acabar, preguntándonos todos qué carajo hacíamos allí. A ellos no los apeaba nadie de la convicción de que una conspiración universal pretendía desvirtuar las verdades incuestionables de su libro sagrado tomado al pie de la letra. No se enfrentaban en la discusión distintas verdades posibles, hipótesis respetables, era un litigio absurdo entre la razón científica y otra cosa que no podemos llamar razón mientras no hayamos perdido por completo la razón. Y no se piense que fueran meros zotes aquellos creacionistas. El promotor del acto era un reputado oftalmólogo. Tal vez la única réplica inteligente hubiera sido la de negar los ojos y mantener que el sentido de la vista no existe, que estamos todos ciegos y que los oculistas se lo montan a base de inventarse córneas y retinas para seguir viviendo del engaño. Si toca teatro del absurdo, más madera, concurso de gilipolleces. Pero a ninguno se nos ocurrió.
Tiene que haber razones muy profundas para ciertos empecinamientos radicales, razones psicológicas. No digo que sean puros locos los que defienden el creacionismo o niegan los asesinatos de Hitler o de Stalin. Pero algún peculiar resorte los lleva a afirmarse a sí mismos negando que sea verdad lo que todo el mundo sabe. Y no menciono juntos a Hitler y a Stalin por el mero gusto de buscar analogías o paralelismos, sino por la extrañeza que me causa el que los mismos que niegan los asesinatos del primero consideren perfectamente probados e indiscutibles los crímenes del otro. Puestos a negar los hechos históricos más patentes, parecería los más lógico desconfiar de todos los hechos, negarlos todos. Pero tampoco es una cuestión de lógica, es una cuestión de fe, es la decisión gratuita, previa, apriorística, de creer todo de un lado y nada del otro. Extraña manera de hacerse notar. Y contra esas decisiones no valen los datos ni las demostraciones. Ahora mismo se me dirá que por qué no demuestro el holocausto, entre otras cosas. Lo único que ante esa demanda se podrá hacer será remitir a una bibliografía de decenas de miles de volúmenes, con pruebas históricas, testimonios personales, confesiones, fotos... Y se replicará que todo mentira, todo falsedad, conspiración monstruosa. Y se traerán a colación quince o veinte panfletos que sostienen lo contrario. Igual que los creacionistas van con sus cuatro folletos y sus dos experimentos de laboratorio infantil.
Me parece perfectamente admisible toda crítica que se quiera hacer a los defectos de las democracias realmente existentes, a los partidos, a los políticos, a la sociedad, a la gente, a los futbolistas, a los fontaneros, a los profesores, a cualquier cosa. Es un sano ejercicio el de la crítica, el debate siempre nos enriquece, las ideas y las convicciones están para ponerlas a prueba en la discusión. Todo eso está muy bien. Pero todo auténtico debate tiene unas reglas de juego, unos presupuestos sin los cuales lo que iba para discusión se convierte en diálogo de sordos. No veo cómo se puede dialogar con quien, por ejemplo, diga que no es cierto que se contiene información genética en la cadena de ADN o que es falso que cuando llegaron los españoles a América había allí población indígena o que en los mares hay peces o que los planetas del sistema solar giran alrededor del sol. Qué vas a decir, no hay nada que decir.
Con quien niegue que Hitler y sus secuaces fueron unos criminales salvajes tampoco caben muchas vueltas. O con quien se empeñe en que Stalin fue un bienhechor de la humanidad o niegue el gulag. La tentación más fácil es pedirle a quien eso haga que estudie sobre el tema, que se documente, que vea los lugares, las pruebas, los testimonios. Pero en ocasiones hay una decisión previa que bloquea la capacidad de asimilación de los datos o las informaciones. Si uno se empeña en que América estaba desierta antes del 1492 y que toda la historia de la conquista es un montaje de un puñado de españoles para hacerse los héroes y colgarse medallas, y si desde tal prejuicio se niega alguien a creer una sola letra que diga lo contrario, apaga y vámonos, perdemos el tiempo.
Cualquiera puede pensar que Hitler y los nazis no fueron los únicos asesinos en masa de la historia del siglo XX, y tendrá razón, pues hubo más. Pero no por eso dejan de ser lo que fueron. Muchos opinan que de la historia del holocausto hubo quien trató después de aprovecharse para su medro o el de cierto Estado, y algo de verdad habrá en ello, pero no por eso el holocausto deja de ser lo que fue.
Contra determinados tipos de fe no valen las razones. Una vez, hace años, me tocó organizar un debate en la Universidad con creacionistas, ésos que se empecinan en que de la Creación a hoy sólo han pasado unos pocos miles de años, que es verdad literal que Dios hizo a Eva de una costilla de Adán y que es mentira interesada, falsedad pura y dura todo lo que contra la lectura literal y pueril de la Biblia afirmen paleontólogos, geólogos, biólogos, químicos o el sursum corda. Aquella velada con los creacionistas acabó como tenía que acabar, preguntándonos todos qué carajo hacíamos allí. A ellos no los apeaba nadie de la convicción de que una conspiración universal pretendía desvirtuar las verdades incuestionables de su libro sagrado tomado al pie de la letra. No se enfrentaban en la discusión distintas verdades posibles, hipótesis respetables, era un litigio absurdo entre la razón científica y otra cosa que no podemos llamar razón mientras no hayamos perdido por completo la razón. Y no se piense que fueran meros zotes aquellos creacionistas. El promotor del acto era un reputado oftalmólogo. Tal vez la única réplica inteligente hubiera sido la de negar los ojos y mantener que el sentido de la vista no existe, que estamos todos ciegos y que los oculistas se lo montan a base de inventarse córneas y retinas para seguir viviendo del engaño. Si toca teatro del absurdo, más madera, concurso de gilipolleces. Pero a ninguno se nos ocurrió.
Tiene que haber razones muy profundas para ciertos empecinamientos radicales, razones psicológicas. No digo que sean puros locos los que defienden el creacionismo o niegan los asesinatos de Hitler o de Stalin. Pero algún peculiar resorte los lleva a afirmarse a sí mismos negando que sea verdad lo que todo el mundo sabe. Y no menciono juntos a Hitler y a Stalin por el mero gusto de buscar analogías o paralelismos, sino por la extrañeza que me causa el que los mismos que niegan los asesinatos del primero consideren perfectamente probados e indiscutibles los crímenes del otro. Puestos a negar los hechos históricos más patentes, parecería los más lógico desconfiar de todos los hechos, negarlos todos. Pero tampoco es una cuestión de lógica, es una cuestión de fe, es la decisión gratuita, previa, apriorística, de creer todo de un lado y nada del otro. Extraña manera de hacerse notar. Y contra esas decisiones no valen los datos ni las demostraciones. Ahora mismo se me dirá que por qué no demuestro el holocausto, entre otras cosas. Lo único que ante esa demanda se podrá hacer será remitir a una bibliografía de decenas de miles de volúmenes, con pruebas históricas, testimonios personales, confesiones, fotos... Y se replicará que todo mentira, todo falsedad, conspiración monstruosa. Y se traerán a colación quince o veinte panfletos que sostienen lo contrario. Igual que los creacionistas van con sus cuatro folletos y sus dos experimentos de laboratorio infantil.
Perdemos el tiempo. Por eso no merece la pena entrar a ese trapo. Ni a ése ni al de otras muchas supersticiones chabacanas que nos rodean y nos atosigan. Tomarlos en serio es faltarles al respeto.
Otra cosa sería que lo de Hitler (o lo de Stalin) sí se lo creyeran y les gustase, les diera morbo, los excitase. En ese caso el silencio sería la suprema expresión del asco.
Y, dicho esto, trataré de no hablar más del tema.
Ilmo Sr catedrático, le diré que el primer holocausto de la historia universalmente fue la que hizo la Iglesia contra los indios en hispanoamérica, eso si que fue un genocidio aún no reconocido mundialmente. Le diré que el segundo holocausto en la historia fue la masacre que hizo el doctor Stalin en la plaza roja de Moscu con los campesinos y parece mentira que sea VI catedrático de la universidad de León y se olvide Vd del genocidio de Paracuellos del Jarama ordenado por dn Santiago Carrillo siendo director general de seguridad de las fuerzas del frente popular.
ResponderEliminarMe doy cuenta que aún no ha sido condenadso ese genocidio por los partidos de corte tradicionbal de los existentes en España y encima VIs y sus universidades le han hecho doctor honoris causa a ese asesino.
Le diré que anda VI un poco flojo en historia porque no condena VI el genocidio de los USA con las bombas atómicas sobre Japón. Nombra VI mucho a Adolfo Hitler como si hubiera sido el único genocida de la historia universal y también se olvida VI del primer crimen y asesinato de la historia de España hecho por la II república en la persona del fundador de Falange española y de las JONS. Asesinado vilmente por un pelotón de milicianos el 20-11-1936 a las siete menos veinte de la madrugada, demostrando al tribunal que le juzgaba en esos momentos de su inocencia y ante el público concurrente en ese juicio, aún no ha sido rehabilitado el asesinato por ningún partido político, ni por los dos asesinatos en la cárcel modelo del camarada Fernando Primo de rivera y de Ramiro Ledesma Ramos fundador de las JONS, mismamente asesinados dentro de la prisión de la modelo cuando les iban a dar el paseillo.
Por favor Ilmos Sr catedrático, memoprice un poco más la historia de España y el próximo día continuaremos hablando, un saludo.
Sr Antetodomuchacalma
ResponderEliminarLe diré primeramente tengo el gusto de contestarle por qué trato de VI al Sr catedrático, en primer lugar porque no tengo el gusto ni el placer de conocerle y entonces ante esa postura , las buenas costumbres nunca se pierde.
Le diré que es Vd un ineducado si no trata de VI a los catedráticos que conoce.
Le diré, que todos mis antepasados eran tan católicos como la dentadura que pueda llevar Vd en la boca, por lo tanto, aprenda Vd un poco de educación porque me da la impresión que Vd ha entrado en la universidad de Oviedo de profesor por la puerta del servicio, no por sus conocimientos. Esto sin ningún ánimo de que lo tome Vd como una ofensa porque yo tengo la satisfacción de dirigirme a cualquier persona que no conozca de tratarle de Vd o de VI o de Serenísimo o de Ilmo, así que tómeselo Vd como Vd quiera y hasta la próxima.
Lo del vox populi es la parte de bobadas
ResponderEliminarLo del vox populi es la parte de bobadas
ResponderEliminarParece que alguien le hubiese dicho : si sigues tolerando en el blog al nazi sin darle un tirón de orejas no eres amigo del César y Vd en vez de lavarse las manos y dejarme en manos de casi todos los amigos del blog, sí amigos, pues aunque sean desconocidos compartimos lalectura de este estupendo blog, se puso a escribir.
ResponderEliminarEnfermo mental e ilógico es parte del diagnóstico profesor. Que pena que el dictamen de los médicos respecto a lo de mi mente no coincidiese con el suyo, cuando antaño trate de librar una movida con el rollo de las enajenaciones y fíjese que tampoco salió plano el encefalograma, ¡qué lástima!, tres años de condena por no poder probar algún tipo de "peculiar resorte" en expresión suya.
Ilógico por afirmar los crímenes de Stalin y negar los de Hitler. Que eso no era la guerra civil en la que todos mataron, aunque si aplicamos la memoria histórica de las naciones de ESPAÑA deberíamos decir las guerras civiles que hubo en las naciones españolas o mejor la guerra civil de ESPAÑA entre sí y contra la alianza de los pueblos libres Vasco, catalán y gallego. Que es lo más lógico.
Dice Vd que negar el holocausto=negar que hay peces en el mar, no, yo la igualdad que suscribo es negar el holocausto = negar que existen sirenas en el mar.
Sigamos con algo de lógica, de la que estoy desprovisto según el post. Mejor dicho otro rebuzno. Como mera hipótesis aceptemos el holocausto.
Entonces los crímenes de Hitler se reducirían a camaras de gas a los que justamente se podrían oponer las bombas atómicas. La muerte de algunos disidentes a los que se podrían oponer las muertes en las democracias de etarras, ira,bader meinhoff , brigadas rojas (ostiá me salen todos gente de extrema izquierda)y autoritarismo que se podría compensar con el discurso de algunos amigos del blog o deja de hacer el nazi o ni se le lee ni se le contesta. Entonces estamos en la misma crítica, a saber, causa extrañeza cuando menos, que los mismos que ven tan criminal a Hitler vean sólo defectos de la democracia los mismos ¿crímenes?
Nuestro estimadísimo catedrático tiene por ahí escrito que los primeros años de Felipe Gonazález fueron maravillosos.
ResponderEliminar¿Fue en los primeros años cuando los gal sacaban uñas a vecinos vascos y les enterraban en cal viva?
La regla es sencilla quienes dan de comer, buenos quienes no, malos.
ResponderEliminarEl comment de más arriba, no implica que en atención al dueño del blog, una persona a la que tengo un gran aprecio y por quien siento una gran admiración por su cerebro, y que dice expresamente que no le gusta que: "...discusión se convierte en diálogo de sordos; ...Que vas a decir, no hay nada que decir;...contra determinados tipos de fe no valen las razones;...por eso no vale la pena entrar a ese trapo;...trataré de no hablar más del tema."
ResponderEliminarY como se que lo dice sinceramente y muy meditado (aunque en mi opinión exagerado cuando menos)yo no voy a hablar más del tema, no por sentirme coartado en mi libertad de expresión ya que Garciamado me ha demostrado lo contrario, sino porque creo sinceramente que es hacerle perder su tiempo que podemos dedicar a otros menesteres sociales y jurídicos mucho más provechosos para la higiene mental y para dar pasos hacia algo que curiosamente todos queremos: el progreso de la humanidad.
Estimado Anónimo (seguiré llamándole así, pues allá usted con el nuevo nick, pero yo no lo voy a usar; usted haga lo que le parezca, sin problema), le agradezco que acepte que hablemos de otros temas y que dejemos esta otra discusión. Yo le he defendido a usted más de una vez sin que nadie -ni usted, por supuesto- me lo pidiera y seguiré haciéndolo. Esas ideas suyas no las comparto en absoluto, para nada, pero sabe que admiro otras virtudes suyas, esa capacidad de superación y ese entusiasmo para aprender cosas. Mi apuesta conmigo mismo es que por ese camino un día llegue usted a sentirse suficientemente satisfecho de su vida y de sus actos como para no tener que retarnos a los demás a base de proclamas que desdicen de la personalidad que a algunos nos demostró como estudiante o que a menudo nos muestra cuando aquí escribe con calma. Puedo salvar sin esfuerzo sus críticas al mundo que nos rodea o sus opciones vitales desvinculándolas por completo de esa manía -disculpe la expresión, que no quiere echar leña a ningún fuego- de andar proclamándose nazi o defendiendo a Hitler. No soy quien para decirle en qué debe creer o cómo debe pensar, pero egoístamente prefiero que nos encontremos en un terreno en el que podamos hablar normalmente y sin que ninguno, ni usted ni yo ni los amigos con los que aquí charlamos, tenga que echarse las manos a la cabeza. Nos queda una infinidad de temas en los que podemos entedernos, aun en la sana discrepancia, sin necesidad de que nos sintamos ofendidos o molestos. Y usted comprende perfectamente que a muchos se nos hace intolerable que se defienda el nazismo, de la misma manera que estoy seguro de que a usted, como a cualquiera, le ofenderían con razón y por sus razones otras cosas. Buscando el topetazo a base de mentar, unos u otros, lo que al de enfrente le duele no hacemos más que cerrar las puertas a un diálogo que merece la pena. Por eso es mejor pasar a otros asuntos.
ResponderEliminarNo se trata de reprimir la libertad de expresión de nadie ni de castigar a nadie con el ostracismo por lo que piensa. Pero, de la misma manera que uno no saca ciertos temas en un convite o en un velatorio, me parece preferible que aquí busquemos el terreno común en lugar de la disputa inverosímil.
Y puesto que en su comentario final a este post muestra tal disposición, yo expresamente se lo agradezco y sé que se lo agradecerán también los amigos comunes de aquí.
Un cordial saludo.
Magníficos y Excelentísimos casi todos:
ResponderEliminarPerdón.
Lo siento.
Dispensen...
pero cómo se ha ido retratando la peña en cuanto se saca lo de los nazis es absolutamente EXTRAORDINARIO.
Lo ordinario es que cuando sale el nazismo, todos seamos defensores de Lo Bueno y defensores de Lo Malo. Las posiciones mayoritarias reafirman el sentido común. Los ultraconservadores se distancian, los radicales de izquierdas se palpan la ropa por las hostias que puedan caer de rebote...
Pero la feligresía ha respondido de un modo poco ordinario. El de los seises romanos (que insiste en ignorar el régimen de tratamientos oficiales, y quizá alguno extraoficial), el reclinaíto, etc., se revuelven como si les hubiesen herido con un post tan agresivo como "estoy en contra, y no volveré a hablar del tema".
Joder cómo anda el patio.
P.S. Donde dice "defensores de Lo Bueno y defensores de Lo Malo" debe decir "defensores de Lo Bueno y enemigos de Lo Malo"
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