09 noviembre, 2006

Necrofilia y filiación

Con tantas horas en las aulas y tanto compromiso social, no me quedan recursos para pensar ni manera de escribir ninguna cosa del otro jueves. Se me queda el cerebro más achatado que el de los ideólogos del PP.
Pero, mientras cenaba en mi hotel, acabo de ojear el periódico, El Tiempo, y doy con la noticia de que la familia del Pablo Escobar, el célebre capo del cártel de Medellín, ha exhumados sus restos "para saber si es él". Menuda bomba (vaya, no sé si será esta la expresión adecuada) si resultara que no es. Aumentaría cierta leyenda y daría para un par de películas el tema. Hace algunos años, en un vuelo a Colombia, me tocó al lado de una señora de Medellín, que me contó que lo primero que hace cada vez que vuelve a su tierra es ir al cementerio para orar ante la tumba de ese santo, así lo dijo. Está chungo el santoral últimamente, y no me hagan que escriba más ejemplos.
Pues me puse a leer la letra pequeña de la noticia y tenemos que se trataba de tomar muestras de ADN para ver si el muerto es el que se supone y para poder determinar si fue el padre o no de un hijo extramatrimonial que reclama ahora tan afortunada filiación. Ah, claro, entendido: pleito con pasta de por medio. Debieron de quedar buenos despojos y siguen revueltas las hienas. Si no, a ver por qué va a reclamar alguien que se le reconozca hijo de semejante benefactor de la humanidad, por orgullo familiar y aprecio al árbol genealógico no creo que sea, digo yo.
La escena debió de ser muy tierna si ocurrió como el diario la cuenta. La viuda del presunto finado tomaba fotos con su cámara digital mientras abrían el ataud y examinaban los trozos del fiambre. Romántico. ¡Ah, el amor que no sabe de años ni separaciones! Y a propósito de los quereres, miren este párrafo: "Tras abrirlo (el ataúd) lo primero que vieron fue la bandera del Medellín, que había sido dejada allí con las firmas de algunos seguidores de Escobar". Supongo que el Medellín de marras es el equipo de fútbol del mismo nombre. No hay nada como el fútbol, tan puro, tan saludable, haciendo cada día mejor a lo mejor de cada casa.
Debió de ser una reunión grata y muy entretenida: "Luego, el sepulturero extrajo el cráneo y se lo dio a Nicolás, quien reconoció inmediatamente el bigote de su tío". El rostro, desmejorado, se supone, pero el bigote incólume. Lo reconocieron por los pelos.
Realismo mágico y prensa amarilla, amarilla como las mariposas aquellas.

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