17 enero, 2007

Multiculturales: ¡qué gustirrinín! Por Francisco Sosa Wagner

Junto a elementos que llevan al llanto y a la desesperanza, en España hay otros que conducen al cachondeo y a la euforia humorística. Se trata –claro es- de ver los asuntos con cierta “vis comica”, no apta para cenizos ni seguidores de sectas.
Uno de ellos es esta matraca con que se nos obsequia a diario sobre la “España ulticultural” (la última vez que la he leído ha sido en boca del historiador “oficial” José Álvarez Junco). Al parecer en España conviven diversas culturas y esto justificaría fragmentar el Estado y todo lo que haga falta porque esas culturas tan ricas y variadas no pueden quedar encorsetadas en los rígidos esquemas del centralismo decimonónico.
Que el país europeo con el menor número de lectores habituales, que el país que ha trivializado la educación -la primaria, la secundaria y la universitaria- hasta extremos arrasadores, que el país obligado a regular el “botellón” finsemanero de miles de jóvenes, se permita encima proclamar que es “multicultural” es una osadía que se mueve entre lo pintoresco y la estulticia. Algunas veces he recordado a Miguel Mihura quien en sus Memorias ya apuntaba –con la puntería que suelen gastar los humoristas- algo de esta estupidez. Sostenía que en España se podían hacer zarzuelas variadas: en Galicia con una chica llamada Maruxa que prepara con primor el caldo gallego, en Valencia con otra que responde al nombre de Amparito y a quien le salen unas paellas de artesanía, en fin, en Vizcaya con un hombretón, Txomin, que le da vueltas al aceite para el pil-pil con maestría de niño cantor deViena.
Y muchos sin advertir los matices de nuestra multiculturalidad enriquecedora. La realidad es más bien que los índices de petición de libros -monografías o simples manuales- en las bibliotecas universitarias, según recientes datos, son bajísimos y ello se debe a que la mayoría de nuestros estudiantes -de Santiago o de Cáceres- se nutren de “apuntes”, un sistema medieval aún en vigor en nuestras Universidades autónomas y en proceso de convergencia, excelencia e inconsistencia. Una mirada entre los viajeros de un tren -práctica a la que me entrego con frecuencia- permite deducir lo que leen los españoles en esos tiempos muertos tan vivos que son los viajes en tren: alguna revista, algún crucigrama, mucho móvil, muy poco libro.
Vestimos todos igual, según modas que nos vienen de América o de Europa, oímos las mismas canciones en los cuarenta principales, vemos las mismas películas -según los intereses de la industria cinematográfica de los USA- y, cuando leemos libros, son los “superventas” que nos endilgan las grandes cadenas editoriales, normalmente de autores extranjeros mediocres ... en fin, los más distinguidos, oímos las mismas óperas, obras de repertorio cuya divulgación es fruto de su calidad pero también de la imposición de quienes mangonean ese mundo más allá de nuestras fronteras ... Pero al parecer somos multiculturales y, lo que es peor, esa multiculturalidad obliga a fragmentar y despiezar el Estado. Que alguien de esas esferas oficiales me diga, enumerándolas despacito y sin atropellarse, en qué se diferencia el alimento o la expresión intelectual de un señor de Murcia del vecino de Lérida. Yo, la única que veo es que en Asturias tomo el queso de Cabrales y en León el de Posada de Valdeón. Y que en Zaragoza se suele ser devoto de la virgen del Pilar y en Sevilla de la Macarena.
En Alemania se utiliza la expresión “multiculti” para englobar bajo ella los problemas de integración en aquella sociedad de turcos o de eslavos, pero no para referirse a las diferencias entre alemanes. Por eso decía al principio que es motivo de risa que los españoles queramos ver entre nosotros una diversidad que no advierten entre ellos franceses, alemanes o italianos. Y si las advierten, porque no es lo mismo un bretón que un alsaciano, como no es lo mismo un bávaro que un sajón, no es para edificar sobre ellas estructuras políticas.
Simplemente son motivo para cantar baladas distintas o beber la cerveza en copas autóctonas.

2 comentarios:

  1. Ojalá fuera así, genial¡¡¡ Pero diseñada la defensa de la identidad cultural entorno a grandilocuentes competencias encaminadas a desfragmentar el estado, ¿Qué le queda a esos territorios que por autonomasia y con los mismo argumentos no se les concede nada, no se les reconoce nada?

    Es increible al perro cazurro todo se le vuelven pulgas y además le aplican el principio de solidaridad, manda cojones la cosa, que no pueda el pedir la autonosuya tambien. En fin.

    PD: Estupendo ojalá llueva cafe en el campo, ojalá cale esta prespectiva del estado desfragmentado, ojalá se vuelva un clamor.

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  2. ¿Olvida que hay culturas iletradas?

    El estado no se fragmenta para englobar a "culturas" sino que los restos del estado se refugian en "culturas".

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