A este Zapatero le encanta viajar, está claro. Y de los desvelos de la política nacional se desquita mimando la internacional. Está a punto de ingresar en el selecto grupo de los líderes mundiales cuya voz se escucha y se toma en serio en los países de más peso y en los foros más decisivos.
Le apasiona viajar, pero a la mínima suspende un viaje. La primera vez, cuando lo de Polonia, se quedó todo el mundo de una pieza. Para colmo, se adujo que es que andaba cansado, el hombre. Así que aprendió y ya sólo los anula cuando hay manera de montar una disculpa un poco aparente. Para eso vienen bien las desgracias. Allá por julio pasado dejó a medias un viaje a la India por el accidente del metro en Valencia. Ahora mismo acaba de posponer sin fecha el viaje que tenía previsto la semana que viene a Japón. Hasta uno a Murcia se piró el otro día. Claro, el hombre lo tiene complicado, qué le vamos a hacer. El Congreso podía haberle dicho que hablara el próximo viernes en él, pero no, le coloca la sesión el lunes, mecachis. También podría él haber aplazado un día el viaje a Japón, pero, total, ya puestos, te lo cargas entero y quedas en casa por si ocurre algo por aquí.
Ah, usted, amigo lector, pillín, pillín, que ya sé lo que me va a decir, que sí. Que me va a preguntar si prefiero que ande el Presidente lejos de su puesto y viajando mientras aquí ocurren cosas muy graves. Pues no, lo que a mí me preocupa es la lógica. Sigo como ayer.
Pongámonos didácticos, aunque maldita la falta que hace. Suponga que mi casa se está inundando, me llaman y yo suspendo y aplazo la firma de un negocio que acababa de cerrar, para salir corriendo para allá. ¿Suspendería también una intrascendente partida de cartas con los amigotes en un caso así? Pues aplicando un elemental razonamiento a fortiori cualquiera diría: si a este hombre su casa le importa más que un buen negocio, a mayor razón le importará más su casa que una partida intrascendente de cartas. Si luego resulta que no es así y que lo de las cartas no lo abandono por la casa, no es que el razonamiento de usted fuera erróneo, es que el anormal soy yo; o el que no razona según una lógica estándar, digamos.
Bueno, pues ahora veamos con qué razonamientos se organiza Zapi: puede ahora, diez días después del atentado de ETA, suspender su viaje a Japón, pero no pudo en los tres días que siguieron al atentado dejar sus vacaciones en Doñana. Y pregunto: si en lugar de estar descansando en doñana hubiera estado trabajando en Japón, ¿habría abandonado el viaje y se habría venido para acá? Respuesta: sí, porque tenía una disculpa bárbara para no andar por ahí con esos tipos amarillos que hasta hablan inglés, los muy taimados.
Un servidor, que no tiene nada de la genialidad de nuestro Presidente, prefiere cosas más normalitas y previsibles: que no se vaya de viaje Zapatero cuando aquí las cosas están complicadas, pero que tampoco se tome vacaciones esos días precisamente. ¿Vale?
Querido JA,
ResponderEliminardesapasionadamente, ¿no le estás dando demasiada importancia al Presi? ¿De veras crees que la merece?
(y te lo dice uno que dista de estar fascinado por la insulsa blandura del mentado, y que le ve su mayor virtud -no sólo relativamente mayor, sino grande, vista en absoluto- en lo contrastivo: a saber, cuando recuerdo al ínclito que lo precediera)
Un abrazo,