Veo esta noticia en El País de hoy, sábado, 3 de marzo, y no doy crédito. En Cataluña el Tribunal Superior de Justicia acaba de anular el resultado de un concurso a plaza de profesor titular de Universidad celebrado en 2002, con el argumento de que la presidenta del tribunal no era imparcial, tanto por su vinculación con el candidato ganador como por su actitud durante las pruebas. Resulta que esa misma presidenta había sido la directora de la tesis doctoral del candidato al que votó y que obtuvo la plaza y, además, se dedicó al interrumpir hasta cinco veces la exposición del aspirante de la competencia, con ánimo de desestabilizarlo. Parece que también otros del mismo tribunal hicieron "comentario jocosos" mientras intervenía quien no debía ganar. Todo eso, según la sentencia, atenta contra el "principio de imparcialidad".
Lo leo y no lo creo. Como cunda el ejemplo, aquí le remueven la silla hasta al apuntador. ¿Es que no vamos a respetar la disciplina dentro de las disciplinas?
Es muy perverso presentar las excepciones como reglas, pues hace pensar que la regularidad es la pauta común y la excepción sospechosa un evento puntual. Y las cosas ocurren por estos pagos exactamente al revés. Supongo que la sentencia ha sido posible porque sorprendentemente se juntaron dos cosas. Una, un candidato valiente al que se le hincharon las narices. Y otra, unos jueces que decidieron aplicar a los concursos universitarios las reglas y garantías generales para el acceso a plaza de funcionario. Prodigioso. Bien está y mucho me alegro, pero eso ni cambia ni maquilla la cruda realidad cotidiana.
Creo que no exagero si afirmo que en al menos el setenta y cinco por ciento de tales concursos los gana algún candidato que tiene entre los miembros del tribunal a su director de tesis y/o a algún amigo que es miembro de su Departamento. Eso con el sistema actual -en vías de extinción-, pues con el anterior la cifra subía al noventa y tantos por ciento. A veces el candidato habría triunfado igual con un tribunal imparcial, lo que significa que hasta los buenos candidatos quedan manchados y se hacen sospechosos de inutilidad por obra del sucio sistema. Lo importante es que todos salgan marcados, como las reses. Los más cínicos de entre nosotros invocan la autonomía universitaria como pretexto, que es como si Drácula justificara su labor de vampiro amparándose en la necesidad de hemoglobina que tiene el cuerpo humano en general. El culo se funde definitivamente con las témporas.
¿Y las actitudes de algunos miembros de los tribunales con los candidatos durante los ejercicios? Elegancia y garantismo en grandes dosis. Hace un tiempo contemplé algunas de estas pruebas y con estos ojos pecadores vi cómo el presidente del tribunal se pasaba parte de los ejercicios hablando por el móvil, otro ojeaba un periódico, el de más allá se entretenía con un ordenador portátil y golpeaba una tecla con continuidad sospechosa, indicios todos ellos de que el juicio no se lo forman ni con el oído ni con la vista. Y qué decir de esa costumbre de cuchichear y hacer risitas mientras los concursantes exponen. Por no hablar de las desopilantes observaciones de algunos de esos árbitros, que hasta a un ciego le hacen ver que ganaron su plaza en idéntica tómbola amañada; o de la incontinencia urinaria que hace a los jueces entrar y salir de la sala a discreción mientras se expone lo que supuestamente han de juzgar. Y podríamos seguir con un largo etcétera. La mujer del César se ha echado definitivamente a la calle.
Insisto, la lectura de la noticia con la que comenzábamos, más que satisfacción porque la justicia se imponga una vez, provoca amargura al pensar en las otras ocasiones, la inmensa mayoría.
Me parece una sentencia de lo màs interesante, aunque tendremos que ver si se recurre (no sé si es recurrible o no), y no se revoca por el TS.
ResponderEliminarEs cierto que constituye una excepción, pero a veces los primeros pasos son así. Habrá que seguirle la pista al tema, y ver las reacciones del personal afectado. Lo importante es que ha habido al menos un opositor que ha plantado cara, y aún no se la han roto.